Quique González y sus nuevas aventuras musicales

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«Conocí a Brad Jones en Madrid y lo tuve muy claro para irme con él, me dio mucha confianza. Si hubiera tenido un estudio, yo qué sé, en Toronto, pues me hubiera ido a Toronto. Vamos, que el leitmotiv es Brad Jones más que Nashville»

«Daiquiri Blues» es su octavo disco –el séptimo en estudio– en once años, un periodo en el que Quique González se ha posicionado como una de las voces esenciales del rock español. Hace tiempo que dejó de ser una promesa para transformarse en una firme realidad. Un creador sincero, que nunca defrauda. Un músico tan influyente entre sus compañeros de oficio como admirado por sus seguidores. Por ello, «Daiquiri Blues», es uno de los discos más esperados del año.

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: FERNANDO MAQUIEIRA.

 

A comienzos de agosto ya charlamos con Quique González, así que no es cosa de ponernos de nuevo a contar que ha grabado el nuevo disco, «Daiquiri blues», desde la independencia y que lo edita su oficina de management en un sello creado junto a Sony. No, esta vez es mejor que Quique nos hable del disco en sí, de música, no de «business», de cómo ha sido trabajar con Brad Jones en el estudio que éste tiene en Nashville y junto a músicos como, digámoslo una vez más, ¡Al Perkins!

 

Quique, te confieso que la primera escucha de «Daiquiri blues» fue con una cierta prevención, pensando que quizás habías hecho un disco de zambullida en las raíces norteamericanas –tan de moda últimamente–, pero no, sigue sonando a ti.
Claro, se lo dije a Brad cuando nos conocimos en Madrid, que sería una «paletada» ir allí a hacer un ejercicio de estilo, al final lo que condiciona cualquier grabación son las canciones y en ese sentido Brad también lo tenía muy claro, que no era ir a grabarme un disco country. Es que, de verdad, habría sido una «paletada», lo más importante son las canciones y en función de las canciones tiene que llegar al arreglo de la canción. Ellos, los músicos de Nashville, también están hartos de grabar discos de country, y para ellos es exótico que yo llegue a grabar con mis canciones. Lo que pasa es que sí les gusta poner una gotita de country.

 

Pero esas gotitas están introducidas con mucha delicadeza.
Sí, todo el disco está tocado bonito, para que suene ambiental y bonito, pero no tiene country tipo Al Perkins tocando con Gram Parsons, esto es otra cosa.

 

El disco transmite la sensación de que la música fluye con mucha naturalidad, no sé si eso se dio en el estudio.
Sí, claro que se dio, de hecho esa era la premisa. Lo digo en el documental [se refiere a un DVD documental que acompaña al álbum], Brad no le dio los temas previamente a los músicos porque confía que en las primeras tomas que haces es cuando la música viene del corazón y cuando todo está menos pensado, cuando llevas nueve tomas igual está mejor tocado, pero suena menos natural. El máximo de tomas que hicimos fueron cuatro.

 

¿Lo de irte a grabar a Nashville, era por darte el homenaje, el ver qué pasaba estando con esos músicos, con la producción de Brad Jones? Y todo ello desde la independencia, porque supongo que un proyecto como este, para alguien que va por su cuenta, a más de uno se le podría hacer cuesta arriba, ¿no?
Es que fue muy natural, no es que yo dijera quiero ir a Nashville, David [Bonilla, A&R de Warner y amigo personal de Quique] a lo largo de estos años, desde que tocó con Ariel [Rot] en «Cenizas en el aire», tiene muy buena relación con Brad y le envió mis discos y hablaban de vez en cuando; un día David me dijo, «que dice Brad que ha llegado el momento de currar juntos». Y, bueno, conocí a Brad aquí en Madrid y lo tuve muy claro para irme con él, me dio mucha confianza. Si hubiera tenido un estudio, yo qué sé, en Toronto, pues me hubiera ido a Toronto. Vamos, que el leitmotiv es Brad Jones más que Nashville. Encima es Nashville, y mola mucho más.

La ciudad de la música, como dices en el documental.
Claro, se han grabado un montón de discos allí, de Johnny Cash, de Bob Dylan, de Neil Young, mis héroes han grabado allí, pero lo principal es que estaba Brad, igual si hubiera ido y no me hubiera entendido con el tío, hubiera dado lo mismo estar en Nashville que en Los Ángeles o en cualquier sitio. Tuve mucha suerte, pero sobre todo con Brad.

 

¿Te daba apuro encontrarte con estos músicos?
Por supuesto, por supuesto, pero me duró una mañana, la primera mañana que grabé con ellos, me sudaban las manos. Ves a estos tipos llegando, aparcando el coche y entrando en el estudio y ya te imponen, lo que pasa es que son muy majos, muy humildes y están muy implicados con lo que hacen. Hay tantos buenos músicos allí que el que graba en un estudio es porque funciona muy bien, porque tocar, toca todo el mundo, pero lo que es funcionar e implicarse y ser generoso lo hacen muy pocos, y estos lo hacían. Y, bueno, pese a haberlo grabado en Nashville es el disco más barato que he grabado en mi vida.

 

¿En serio?
Te lo juro. Claro, también por el Dólar, que la diferencia es brutal. Igual lo grabas aquí y tardas dos meses porque es la dinámica que tenemos en España, y allí todo el tiempo era oro.

 

Brad Jones cuenta en el documental que teníais programados veintiocho días y que os sobraron cinco.
Sí, en España habría sido al revés: Llama el productor y dice «necesitamos diez días más y diez mil Euros más». Pero, vamos, eso tiene que ver con la honestidad de Brad, me dijo «que sepas que te vas a ahorrar dinero porque nos van a sobrar cuatro días de grabación».

 

¿Y los músicos cómo reaccionaban ante tus canciones?
Muy bien, les gustaban. Y ya te digo, están hartos de grabar country y, entonces, con una historia que tiene referencias pero que no es su estilo, les mola. No están acostumbrados a trabajar con un tío de fuera, el idioma les suena distinto, todos me preguntaban por las letras de las canciones y antes de grabar cada canción tenía que dar una charla sobre el tema central de la canción. A la vuelta todos me han enviado mails dándome las gracias por haberles llamado para grabar. Entraron con una humildad muy seria, es increíble, pero por eso lo hacen tan bien.

¿El estudio es la casa de Brad?
No, él vive en una casa al lado, pero el estudio tiene una habitación y un futón en la sala de grabación, que es donde dormía yo, y eso parece una tontería, pero no lo es. Normalmente en el estudio hay un pánico a la luza roja de grabar y al final todo parece algo distinto a lo que tenías pensado, sin embargo, como grababa ahí, y dormía ahí, pues de alguna manera te ahorrabas ese proceso de ahora voy a entrar a grabar. Era como tu casa, y la psicología influye en ello.

 

El estudio tiene una apariencia un poco caótica, ¿lo es?
Bueno [risas], la casa es más caótica, pero no el estudio. Hay un orden dentro del caos, casi todo es antiguo, «vintage», y hay una dejadez controlada.

 

En el DVD se ve un momento en el que está grabando Al Perkins, y algunos músicos están grabando en una sala, tú en otra y Perkins en otra, ¿es así como grababais, escuchando a los demás por los cascos, pero grabando a la vez?
Sí, sí, tocando a la vez, yo tenía que grabar en otra sala para que no se colara por el micro de la voz los instrumentos de los demás y Al Perkins estaba más a gusto allí, él solo en otra sala. A él le gusta más grabar con otra gente que grabar aparte, pero en este caso estaba a gusto ahí.

Perkins tiene un poco pinta de tipo taciturno.
Sí, lo es, lo que pasa es que te echa media sonrisa y te cautiva.

 

¿Te pusiste de rodillas cuando lo viste?
No, pero, por supuesto, lo ayudé a bajar todo su equipo de su Volvo antiguo. Le dije «es un honor tenerte aquí», y él me dijo, «es un honor que me hayas llamado para tu disco».

 

Supongo que le vas a enviar el disco a los músicos, ¿no?
Por supuesto, y estoy intentando enviarles una caja de vino, pero parece que está prohibido enviarla a Estados Unidos, por toda la paranoia. Pero tengo que enviarles algo.

 

Ni jamón se puede enviar.
No, no, igual les envío una guitarra y le meto dentro una pata de jamón. Eso lo hizo el guitarrista de Metallica, la pasó así. Claro, ¡quién le va a abrir la guitarra al de Metallica!

 

La tuya igual sí la abren.
Sí, la mía igual sí [risas].

 

¿Se parecen las maquetas con las que viajaste allí a lo que ha quedado grabado en el disco?
Se parecen bastante en cuanto a los arreglos. las maquetas estaban muy desnudas: piano, voz y guitarra, las grabé con César Pop [en la actualidad teclista de Pereza], que además grabé tres canciones con él, es un crack y un amigo. Cuando llegamos allí escuchábamos siempre la demo antes de empezar, y la mayoría de los arreglos de César han quedado. Ellos no te tumban la canción, si hay algo que está bien, lo que hacen es aprovecharlo; no es aquello de vamos a hacer otra cosa. Tampoco se cambió en ‘Ritmo y altura’, que César hizo un piano alucinante en la maqueta, se cambió porque en lugar de hacerla más tango la hicimos más jazzera.

 

Si no recuerdo mal, este es el primer tema claramente jazzístico en tu discografía.
Sí, bueno, en ‘Aunque tú no lo sepas’, de «Pájaros mojados», había algo que apuntaba a este tipo de tema ambiental. Pero ‘Ritmo y altura’ ha quedado muy bien, es una maravilla, me gusta lo que dice Brad en el documental de que todas las canciones son en color y esta es en blanco y negro.

 

En el documental te echan varios piropos sobre tu forma de cantar.
Sí, de hecho es lo que más le gustaba a Brad antes de conocerme, él habla español, ¡pero supongo que no se habría aprendido mis letras antes de este disco! Y sí, le llamaba la atención y a algún músico, supongo que tengo un timbre distinto, exótico para ellos, la verdad es que me ha dado mucha confianza porque nunca me he sentido un gran cantante y esto me ha ayudado a confiar en mí.

 

¿Escuchar a estos tipos piropearte sería tremendo?
Sí, la verdad es que sí. Te quedas un poco ahí…

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«Me parece que en este disco he sido más concreto que nunca, o que las letras son más sencillas, o que estoy menos disperso. Me gusta que sea así, pero eso no significa que en el siguiente vaya a ser así. Es un poco más a corazón abierto, más directo, como escupiendo las cosas»

 

COLABORADORES Y AMIGOS

¿Cómo surgió la colaboración con César Pop, con el que has escrito tres temas: ‘Deslumbrado’, ‘Riesgo y altura’, ‘Anoche estuvo aquí’?
Somos muy amigos, César ha sido fan desde hace diez años, sin conocernos, iba a los conciertos, empezó a tocar con Pereza, es un músico muy talentoso, aparte de eso es un cancionista, un tipo que escribe canciones y es un enamorado de las canciones. Nos juntamos en Autopista [proyecto paralelo pilotado por Quique y Leiva] y desde allí nos hemos hecho hermanos, berreamos mucho por las noches y hemos acabado haciendo tripletes en Madrid, tocando la misma noche en sitios donde nos dejan tocar. La verdad es que estamos hechos de la misma pasta en muchos sentidos, empezamos a colaborar y él me comenzó a ayudar de una forma natural, de tocar en las canciones que tenía y de ayudarme, y yo de intentar ayudarle con las suyas también. Es muy fácil, es uno de mis mejores amigos y he tenido la suerte de que me ayudara aquí. Allí flipaban con él, el pianista, Tyson Rogers, el pianista de Tony Joe White, que es increíble y flipaba con lo que había grabado César, y muchas de las cosas de César se mantenían porque estaban muy bien. Estoy orgulloso de ser su amigo y de que me pueda ayudar y de hacer cosas con él y espero que sigamos haciendo cosas juntos en el futuro.

 

‘Nadie podrá con nosotros’ la firmas con Brad Jones, ¿cómo es esta doble autoría?
Hay una cosa del arreglo final, en el solo, que Brad cambió los acordes para buscar otra cosa, es una tontería, pero creo que es fundamental en la canción y se lo dije, él no quería firmarlo conmigo, por lo menos lo he puesto en los agradecimientos, pero él me decía «esto son cosas del productor, no firmemos». Pero por lo menos quiero que aparezca ahí porque es importante, aunque sea una tontería está mejor así. Se merecía el crédito, creo que sí.

 

Para un solista como tú, que puedes ser el prototipo del compositor solitario, ¿es bueno colaborar con otros músicos en la composición de las canciones; en el disco anterior con Leiva, en este con César Pop. Te enriquece?
Sin duda, y además en cualquier cosa que hagas y más en algo tan subjetivo como las canciones está muy bien que haya alguien que desde fuera tenga un poco de distancia con lo tuyo, la distancia que no tienes tú y que te aporte cosas y te muestre otras posibilidades. Lo bueno de estar en una banda es precisamente eso, que hay gente que aporta en función de un objetivo común, uno cuando está solo no suele tener esa perspectiva, y yo necesito apoyarme en alguien, o en un grupo como fue el año pasado, o en gente como César, Brad o como con Leiva, el año pasado. Necesito eso.

 

Tengo la sensación de que tus letras cada vez se han ido haciendo menos narrativas, menos lineales, las del nuevo disco son como fogonazos, más sugerentes, a las que, tal vez, cada oyente les dé un significado diferente.
Hummmmmmm. Bueno, me gustaría eso, pero en cada disco son diferentes. Me parece que en este he sido más concreto que nunca, o que las letras son más sencillas, o que estoy menos disperso. Me gusta que sea así, pero eso no significa que en el siguiente vaya a ser así. En «La noche americana» eran como más narrativas, había como algunos cuentos, y este es un poco más a corazón abierto, más directo, como escupiendo las cosas.

 

En ‘Un arma precisa’ dices «Nuestros ídolos estaban muertos o intentando volver a empezar», ¿en quién pensabas?
En nadie en concreto, no sabría decirte. Es uno de mis versos favoritos del disco, pero no tiene una concreción. Es algo que también le pasa a algunos amigos, como que estamos viviendo el fin de una época, igual es por la edad, más que por el tiempo que estamos viviendo, pero, no sé, en los últimos meses estaba pensando eso, que es el fin de algo y el principio de alguna cosa que no sabes qué es. Supongo que es sólo una sensación, pero con esa sensación lo escribí.

 

En esa misma canción hay otro verso maravilloso: «El notario repartía DNIs como un croupier», ¡Cuántas veces hemos visto a los notarios hacer eso!
Totalmente. Me lo decía un amigo: los notarios reparten los DNIs como si estuvieran en el casino, y me parecía una imagen genial, cuando lo viví en mis carnes vi que, efectivamente, era como un croupier. Esa canción habla de como una especie de divorcio, yo nunca me he casado, ni, por ese mismo hecho, me he divorciado, pero sí reflejo una especie de ruptura legal, como si las historias de amor comenzaran recogiendo a una chica haciendo autoestop y acabaran en el notario, alrededor de los abogados y de la familia política. Esta escrita con esa intención.

 

¿Por qué la versión de ‘Algo me aleja de ti’, de Lapido?
Estando con César, una semana antes de irme a Nashville, me tocó la canción, que la conocía por su puesto, pero la estuvo tocando así, en mi casa, y me puse a hacerla, igual que en el anterior hice una de Diego Vasallo, o en «La Noche Americana» la de Falú; es gente que admiro y que sus canciones me han dado mucho. Es un guiño a un compañero.

 

¿Lo de las versiones en tus discos lo podemos considerar ya como una costumbre?
Bueno, no sé si en el próximo habrá una versión.

 

¿No lo plateas así?
No, no, yo qué sé, si la canción me emociona, sé que la puedo hacer bien. Si alguien me enseña una canción con la que flipo, pues la acabo haciendo. Me parecía bonito, admiro muchísimo a Lapido y me parece que está en el Olimpo. Es un guiño y un agradecimiento por sus canciones y por su carrera.

¿En el tiempo que estuviste en Nashville, no te diste ninguna noche el placer de subirte a un escenario?
No, y es que tampoco… estás viendo cuatro o cinco conciertos diarios, y hay tanta gente buena tocando que las programaciones no se hacen con una semana de antelación. También yo estaba grabando mi disco y estaba concentrado en ello y lo que molaba era ver otras cosas. Y no voy a empezar una carrera en Nashville [risas].

 

Quique, para acabar, hablemos de una persona muy importante en tus discos pero por la que nunca te preguntamos: Fernando Maquieira.
¡Joder, me encanta que me preguntes por Fernando!

 

Es fundamental en tus álbumes.
Tan fundamental que este es el único caso que conozco del mundo de alguien que ha hecho todos sus discos con el mismo diseñador y el mismo fotógrafo, Fernando. Es que Fernando es un artistazo, es uno de los mejores fotógrafos que hay en España, os invito a que paséis por su página web y miréis su trabajo. Acaba de volver de Roma, becado por la Casa de España. Es un superfotógrafo, es un gran artista, y su trabajo le da un valor extra a mis discos.

 

Además, le dejas espacio, su peso gráfico en los discos es muy importante.
Es que tiene que ser así, lo hace con total libertad, yo puedo opinar si me gusta más una cosa u otra, pero yo, realmente, le doy el disco, él lo escucha y elige fotografías que expliquen algo que vaya más allá de la canción, que le aporten otra profundidad. Lo hace muy bien, y tiene mucho gusto. Fer hizo las primeras maquetas, cuando yo estaba con Notario [Manuel Notario, director de la oficina de management Hook], antes de «Personal», me lo presentó Notario y de hecho boicoteé una sesión de fotos en Universal porque llevaron a un estilista y a su puta madre y, claro, no estaba a gusto con lo que salió, y se habían dejado una «pilada» en esto, pero lo boicoteé y me fui con Fer a hacer las fotos de «Personal».

 

Sin embargo, las fotos de Nashville no son suyas.
No, esas son de Alexis Fernández, un amigo de Mac [Fernando Macaya] que estaba cerca de allí, bueno, cerca, estaba en Guatemala. Vino una semana a hacer las fotos.

 

En la carpeta del disco, las fotos sí son de Fernando Maquieira, supongo que elegidas por él, de su archivo.
Sí, son fotos de sus viajes, alguna en el Kursaal, y unas de una sesión que hicimos en el Delta del Ebro, de donde sale la de la portada.

 

¡Y esa pelirroja!
¡Sí! Paseando en su día libre.


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