091: «Las culpables de esta vuelta son nuestras ganas de hacer algo grande»

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«La premisa era juntarnos con temas nuevos que tuvieran una entidad suficiente como para hacer un gran álbum, que no fuera un disco de trámite»

 

Tras resucitar en los escenarios, 091 regresan con La otra vida, la continuación creativa de una carrera que suspendieron en 1996. Arancha Moreno entrevista a dos de sus fundadores, José Ignacio Lapido y José Antonio García.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: CARLOS BULLEJOS.

 

Cuando se separaron en los noventa, 091 aprendieron que hacer música de calidad no garantizaba la supervivencia de un grupo. En 2016, cuando regresaron a los escenarios, reconocieron que uno no puede decir nunca “de esta agua no beberé”, porque la vida es permeable. El éxito de su regreso caldeó los ánimos para resucitar creativamente al grupo, y lo han hecho con La otra vida, su primer disco de canciones nuevas en 25 años. Había que grabar un álbum a la altura de su propio mito y lo han conseguido. Basta con escuchar sus diez nuevas canciones y hablar con dos de sus fundadores, José Ignacio Lapido (compositor y guitarrista) y José Antonio García (vocalista), para entender que 091 disfrutan de una segunda vida, la otra, productiva y en plena forma. No abandonan su escudo de escepticismo vital, pero están satisfechos.

 

Después de dos décadas inactivos y unas cuantas negaciones, ¿quién tiene la culpa de que estemos hoy hablando de un nuevo disco de 091?
Lapido: Es fruto de las circunstancias que rodearon la Maniobra de resurrección. Fue asombroso que nos volviésemos a reunir para tocar juntos de nuevo, después de veinte años, y la acogida que tuvo, tanto de los medios como del público, que llenó recintos. Ahí empezó a barajarse la idea de darle una continuidad. La gira estaba planeada para un año y lo hicimos así. Y como sabes, yo tenía pendiente la salida de mi álbum, El alma dormida, lo había aparcado para hacer la gira. José Antonio ha sacado su disco, Lluvia de piedras y mi hermano Víctor ha sacado un disco con su proyecto, El Hijo Ingobernable. Queríamos dejar eso finiquitado, nuestras trayectorias en solitario, y trabajar las nuevas canciones. Para nosotros era una gran responsabilidad volver a juntarnos, la premisa era hacerlo con temas nuevos que tuvieran una entidad suficiente como para hacer un gran álbum, que no fuera una mera excusa para volver a salir a los escenarios, que no fuera un disco de trámite, que tuviera un concepto artístico claro, que las canciones estuvieran al nivel. Ha sido un trabajo duro, previo, de muchos meses en el local de ensayo antes de entrar en el estudio. Las culpables son las circunstancias del éxito de la última gira y nuestras ganas de hacer algo grande.

 

Aquella gira, Maniobra de resurrección, terminó en Granada en diciembre de 2016, y en ese concierto os despedisteis dejando la puerta abierta a futuras reencarnaciones. ¿Entonces ya sabíais que ibais a hacer otro disco?
Lapido: Iba a haber disco si encontrábamos el material adecuado. Teníamos la intención, pero de buenas intenciones está el camino al infierno lleno [ríe]. Faltaba hacerlo. Una cosa es que tengas buenas intenciones y otra que te salga, y hasta que no hemos dado con la tecla adecuada de las canciones han pasado tres años.

 

O sea, que todo dependía del material.
Lapido: Sí.
García: Nosotros habíamos hablado de juntarnos de nuevo para hacer un disco, pero había que ver si íbamos a tener material y lo que dice José, el nivel. No podíamos ofrecer menos de lo que hacíamos cuando dejamos la banda. Teníamos que ofrecer más, o como mínimo, lo mismo.

 

Han pasado 25 años de la gestación de vuestro anterior disco de estudio, Todo lo que vendrá después. Un trabajo que he escuchado para hacer la transición sentimental y musical al presente. Ahí estaba la canción “Cómo acaban los sueños”. No sé si en ese momento sabíais ya que era casi premonitoria.
Lapido: Son casualidades. Me han preguntado si “Vengo a terminar lo que empecé” es una declaración de intenciones. No es así, ha sido también casualidad que la canción se titule así, pero no habla de nuestra trayectoria profesional. Y en aquel momento, cuando grabamos aquellas canciones, no sabíamos tampoco que aquel iba a ser nuestro último disco, nuestro disco de despedida. Son casualidades, circunstancias que une el destino, y al final queda todo como si estuviera premeditado.
García: Creo que si lo hubiéramos preparado no hubiera salido así, es imposible.
Lapido: Claro, porque los discos y las canciones se hacen mucho tiempo antes de que ocurran las cosas.
García: Si hubiéramos sabido eso…
Lapido: … nos hubiéramos echado a Rappeles, a futurólogos (ríen).

 

Este regreso empezó a dibujarse musicalmente en esa gira de 2016. Ahí volvéis a pulsaros como grupo. ¿Es en esa gira donde afloran algunas pistas sobre lo que vais a hacer en este disco, o no sucede realmente hasta que no componéis las canciones?
Lapido: Evidentemente, los 25 años no han pasado en balde, todos hemos evolucionado como músicos y todos hemos escuchado nuevas músicas, o más antiguas, que nos han hecho crecer en nuestro bagaje musical. Todo eso te influye a la hora de interpretar tus propios temas. Cuando empezamos a retomar el repertorio para aquella gira todos coincidimos en que era bueno simplificar las cosas. Quizá cuando eres joven quieres dar a conocer todo tu repertorio de trucos, como el mago que en los primeros compases del show te hace todos los trucos, y con la edad aprendes que menos es más, que simplificar las cosas hace que tengan más enjundia. En este disco se nota: la interpretación está más contenida, sigue una línea más austera de interpretación instrumental y vocal, y creo que eso es bueno para las canciones, cogen un poso de madurez, no necesitas demostrar nada, sino darle a cada canción lo que se merece.

 

Se nota que hay menos urgencia, que no hay ganas de desbarrar. Al escucharlo es como volver a disfrutar del rock and roll sin prisa, algo que se nos había olvidado un poco a todos.
García: Sí, pero nuestros gustos musicales, el pellizco, lo siguen teniendo las canciones. En ese aspecto no ha cambiado nada.

 

¿Partíais de algún concepto, o las canciones se han ido construyendo una a una?
Lapido: No, concepto global no había. El material ha ido surgiendo, hemos trabajado canción por canción. En los discos hay un sonido global, porque lo grabas en una misma época, con la misma gente, y todos adquieren concomitancias estilísticas y de sonido, porque es el mismo productor, pero nunca nos hemos planteado los discos con un concepto previo sobre lo que vamos a hablar o cómo vamos a sonar. Hemos obedecido a lo que pedían las canciones. Las canciones hablan por sí solas y, cuando escuchas bien la llamada de esa canción, que te está pidiendo a gritos determinada cosa, cuando sabes darle la respuesta es cuando la canción crece. Somos poco conceptuales.

 

«El peso de la leyenda puede ser un poco insostenible»

 

En todos estos años de ausencia de 091 José Ignacio ha seguido componiendo para su proyecto, Lapido. ¿Tu mirada y tu pluma cambian cuando abandonas el traje solista y te metes en el de 091? No sé si escribes pensando más en la banda, si hay algo que cambia a la hora de componer para el grupo.
Lapido: Conscientemente no me lo planteo, pero inconscientemente… yo ya sabía que las canciones que estaba escribiendo las iba a cantar José Antonio, y las iban a tocar mi hermano Víctor, y Jacinto y Tacho, y en este caso Raúl Bernal, que ha tenido una aportación muy importante en este disco. Y supongo que el inconsciente influye a la hora de escribir, pero la única premisa que tenía era que el material estuviera a la altura de lo que habíamos hecho años atrás. No te voy a decir que tuviera miedo, pero sí dudas de decir: “¿Estará esto a la altura?”.
García: Y más responsabilidad, porque en tus discos haces lo que tú quieres…
Lapido: Sí, pero en mis discos también tengo una responsabilidad. Pero en este caso el peso de la leyenda puede ser un poco insostenible en los hombros de uno, pues también piensas que hay mucha gente que nos siguió en su momento, que lleva esperando muchos años esto. Pero en el plano inconsciente. Siempre que escribo una canción intento hacer la mejor canción que puedo escribir en ese momento.

 

Sea para un proyecto o para otro.
Lapido: Sí, claro, lo que pasa es que las canciones crecen con el grupo, no es lo mismo que la interprete uno a que la interprete otro. La gente que ha estado en los Cero siempre ha aportado su personalidad en su instrumento, y eso se nota muchísimo en este disco.

 

Hay una contaminación artística entre tu carrera solista y la de 091. Es curioso: tu último disco en solitario se llama El alma dormida y este La otra vida. Alguno construirá un puente entre los dos títulos, que parecen ambos reflexionar sobre la muerte. ¿Cuál fue la primera canción que salió para La otra vida?
Lapido: Creo que “Leerme el pensamiento”, esa fue la primera que les presenté.
García: Y la primera vez en tu vida que has traído una canción con el estribillo ya escrito.
Lapido [ríe]: Los impresioné, porque normalmente llevo canciones sin letra. Fue un farol que me tiré.

 

Fue un comienzo esperanzador, para que luego te fueras confiando, José Antonio.
Lapido:
Los engañé, fue la única que presenté con letra [ríe], luego volvimos a las viejas prácticas.

 

Por eso has comentado que, cuando escucharon la canción por primera vez, notaste que les brillaban los ojos. Había algo en esa pieza.
García:
Cuando la escuché me quedé muy sorprendido. Dije: “Esto es un single, es la leche”. Hombre, todas me gustan, pero cuando la escuché tenía todos los ingredientes: el estribillo perfecto, la melodía, la letra incluso.

 

Lo de la letra no es un detalle menor, porque a ti, José Antonio, te han llegado muchas veces las canciones sin letra.
García:
Muchas veces no, siempre.

 

Y las has tenido que interiorizar rápido, porque no sabías lo que ibas a cantar.
García: Claro, tengo que asimilarlas en poco tiempo.
Lapido: Pero él es un profesional y está acostumbrado a eso [ríe]. Sobre todo en los años 80, muchas de las canciones que grabábamos las escribía en el estudio.
García: Me acuerdo de “¿Qué fue del siglo XX?”, que la tenía que cantar y llegó con la letra. Pero yo creo que él escribe mejor con esa presión.
Lapido: Es que yo creo que si no la tuviera no escribiría [ríe]. Es una agonía. Muchas veces la tienes, pero faltan unos detalles que te impiden dar el visto bueno definitivo. Las letras son muy importantes para nosotros, queremos que estén redondas al cien por cien, y si ves que una rima no está bien, o la métrica de un verso no es la adecuada, estás calentándote la cabeza hasta que das con la variación justa para que encaje todo. Hacer letras de rock and roll no es escribir un poema.
García: Y más cuando tienes la melodía ya hecha.

 

Siempre se ha hablado mucho de vuestras letras, pero en vuestro caso es la música la que lo está marcando todo: hay que encajar la letra como sea porque la música ya está hecha.
Lapido: Puedes escribir una cosa muy bonita y luego cantándola parece forzada, o los acentos no van en su sitio, eso lo cuidamos mucho. Muchas veces la tonalidad de la canción te puede dar pistas de por dónde va una letra, aunque no tengas pensado de qué vas a contar en esa canción, pero la misma tonalidad te indica un poco por dónde puede ir. Pero entre eso y escribir una letra hay un abismo [ríe].

 

Entonces, ¿en este disco también has apurado tanto para escribir?
Lapido: Sí, algunas canciones se han hecho también días previos a que las tuviera que cantar.
García: Eso es lo normal, vaya. Por lo menos le salen cosas muy chulas.

 

Os pregunto a los dos: ¿cuesta meterse en la piel del otro, escribiendo y cantando?
García:
Yo creo que me cuesta más meterme más en sus palabras de lo que le cuesta a él escribir para mí. Pienso, no sé. No es una forma normal de escribir. Muchas veces estoy leyendo una letra y digo la primera palabra que me cuadraría más, y él ha encajado una palabra más chula. A mí me cuesta asimilarlas, vaya, y el significado también. Lo primero que hago es aprenderme la letra e intentar asimilar lo que estoy diciendo. Hasta que no pasa un tiempo muchas veces no las asimilo. Algunas me llegan más directas y otras tardo más. Es un mundo en el que te puedes meter por donde quieras. Cualquier persona puede ver en la letra algo diferente, eso es lo bueno que tiene José al escribir las letras, aparte de la poesía. Hay alguna que me sugiere una cosa y la vuelvo a cantar y me sugiere otra.

 

«Veo las canciones como un drama pactado entre el oyente y el autor, hay un juego de complicidades y un cierto humor negro subterráneo»

 

Cambian con cada escucha, así que a ti, como intérprete, también te pasará.
García: Sí, yo creo que muchas veces depende del estado de ánimo que tiene uno puede interpretarlo de una forma o de otra.
Lapido: Cuando escribía estas canciones sabía que era para que las cantase José Antonio y ya sé los registros que él tiene. Aunque la melodía esté hecha, a la hora de trabajarla con él intento que todo cuadre con su tesitura. Yo me puedo dar cierto desahogo sabiendo la amplitud de registros que tiene, que a veces se puede cambiar una melodía sabiendo que los registros son menores. Pero él tiene la capacidad que tiene, y te puedes lucir un poco sabiendo que él va a responder a ese reto.

 

También se nota el cambio en la garganta, con veinte años más encima.
García: Ya me he hecho un hombre [risas]. La voz la tengo más hecha, es normal, con tantos años cantando tengo más control. Antes tenía una voz muy aguda. A mí nunca me ha gustado mi voz, sinceramente, pero ahora noto que tengo un registro más pausado, más calmado, un poquito más de graves… pero yo intento siempre sacar la furia de mi voz, eso no quiero perderlo porque es mi seña de identidad.

 

La fiera punk está ahí, todavía.
García: Sí, eso no quiero perderlo. Además, eso es lo que me sale solo. Lo difícil es lo otro.

 

En este disco hay unas cuantas canciones de rock and roll clásico y enérgico, como “Vengo a terminar lo que empecé”, “Condenado” o “Dejarlo morir”. Los títulos son casi tan contundentes como las canciones. Al hacer el ejercicio de leer las letras sin música, sin ese desenfado que transmite el rock and roll, resultan sobrecogedoras.
Lapido:
Pues me alegro, una de las funciones del arte es sobrecoger el alma [risas]. No es que me quiera comparar con los grandes…
García: Pues compárate, compárate.
Lapido: Tú vas al Museo del Prado y ves un Caravaggio, que ha pintado el martirio de un santo, una cabeza cortada, un tenebrismo, una cosa… es una escena terrible, estás viendo la muerte de alguien, pero es arte y te sobrecoge el alma por la belleza que tiene. Aunque la temática sea dura, al final lo que expande es belleza. Quiero creer que con estas canciones pasa algo parecido. Más que trágicas, veo en las canciones como un drama pactado entre el oyente y el autor, hay un juego de complicidades y un cierto humor negro subterráneo. En “Dejarlo morir” es donde más evidente es, y en “Condenado” también. Se habla de la muerte, y de las despedidas, de las pérdidas, pero con cierta ironía o escepticismo en otros casos.

 

Con algunas parece que estás hablando de lo que está pasando ahí fuera ahora mismo, social y políticamente hablando.
Lapido: Es la faceta del Lapido profeta [ríe].

 

¿Hay más crítica social y política que otras veces, o es simplemente una lectura más? No sé cómo consigues escribir con tantas lecturas posibles…
Lapido: Yo tampoco, si te digo la verdad. Las canciones buenas son las que sobreviven a su tiempo, puedes escucharlas hace 20 años y ahora y tienen explicación, con lo que pasaba hace 20 años y lo que pasa ahora. Una de las razones del éxito de la gira de reunión fue que las canciones habían envejecido muy bien, estaban contando cosas que se pueden vivir ahora mismo. Situaciones, circunstancias vitales, sentimientos… no son letras que hayan quedado obsoletas, como puede pasar con otros artistas, que puede parecer que las letras están un poco pasadas. Son canciones que podríamos escribir ahora, canciones que hablan de cosas reales pasadas por la batidora del surrealismo.

 

Son atemporales. Eso, y que todo vuelve…
Lapido: Sí, y que en el mundo, aunque creamos que ha cambiado tanto, lo realmente importante sigue siendo igual. La supervivencia, el amor, la muerte…

 

Los grandes temas. ¿“Por el camino que vamos” sirve igual para lamentarse de lo mal que está todo y de lo que cuesta terminar una canción?
Lapido:
Espérate que me acuerde… Sí, es una especie de lamento gozoso de la vida, una de esas paradojas de 091.

 

A veces encuentro versos que creo que podrían servir para hablar de esa manera tuya de escribir, con el agua al cuello, con la letra a medio acabar.
Lapido:
Realmente he escrito pocas canciones en mi vida que hablen de eso. Alguna, de un disco mío, “Rincones secretos” [En otro tiempo, en otro lugar, 2005], que sí habla de la agonía que tiene el compositor al escribir, la lucha con su propia obra, pero en este disco no creo que haya muchas canciones que hablen de la propia creación, más bien habla de nosotros mismos y de lo que nos rodea, desde un prisma personal.

 

¿Alguna habla de vuestra historia como grupo, del 091 de ahora?
Lapido: No, realmente no.

 

En este disco hay mucho equilibrio en lo músical. Además de esos rocanroles más enérgicos hay medios tiempos, como “Naves que arden”, “Mañanas de niebla en el corazón” o “Leerme el pensamiento”. Y otras más acústicas, como “Una sombra”, que es más cruda, y “Soy el rey”, la canción que lo cierra. Si escuchas el disco de principio a fin, empieza con mucha energía y deriva en un final más reflexivo. ¿El orden también responde a un discurso?
Lapido:
La secuenciación de un disco es importante, aunque poca gente lo escucha como se escuchaban antes, es decir: escuchar la cara A y darle la vuelta al disco. Eso tenía un ritual, la secuenciación de los discos antiguos tenía una intención clara artística, para que hubiese picos y valles. Nosotros lo hemos querido hacer así, aunque sabemos que ahora la escucha es distinta, que la gente escucha canciones sueltas, muchos artistas ni editan álbumes. Pero nosotros somos de la vieja escuela [risas] y a la hora de secuenciar las canciones intentamos mantener el dramatismo de la escucha, que haya claros y oscuros.

 

Lo habéis grabado entre febrero y julio, en varias tandas, ¿no?
Lapido:
Sí. Empezamos en febrero y hemos ido cambiando de estudio conforme teníamos el material.
García: Ha sido una grabación cómoda porque nosotros estábamos acostumbrados a venir a Madrid a grabar, era un suplicio porque había que dejar tu casa, venir un mes, dormir en hoteles… era divertido, pero te cansaba. Lo bueno de esta grabación es que al estar en varios estudios de la provincia de Granada podías dormir en tu casa, te acercabas a ver qué grababa el otro, ibas o no ibas, dependiendo. Ese tipo de cosas se suele reflejar en las grabaciones, cuando un disco se graba cómodamente. Había buen ambiente, todos estábamos contentos… Yo he grabado la voz cuando he querido. Grababa por la noche, que es cuando me gusta.
Lapido: No había un límite temporal. Bueno, lo había, pero no era como cuando veníamos aquí y nos daban quince días para grabar un álbum, y lo bueno y lo malo tenía que surgir en esos días, no había vuelta atrás. Ahora podíamos estar todo el tiempo que quisiéramos y retomar las cosas de las que no estábamos satisfechos. Eso nos ha dado una tranquilidad que se refleja en el disco. También hemos trabajado con varios ingenieros distintos, hemos estado en tres estudios distintos.
García: Creo que es la primera vez que todos estamos contentos con la mezcla final. Con los anteriores siempre te quedaba el pellizco de que no te gustaba algo, pero con este no. Hemos quedado todo satisfechos.

 

«El único plan que hay ahora mismo es presentar el disco donde nos llamen»

 

Habéis vuelto a formar parte del engranaje de la industria, con Warner como casa discográfica. Tenéis una buena gira por delante, el público parece deseoso de volver a veros y las primeras críticas del disco están siendo muy positivas. ¿Veníais igual de preparados para un posible éxito que para un posible fracaso?
[Risas] García
: Hasta el 96, cuando estábamos juntos, en cada disco estábamos ilusionados por llegar al éxito masivo. Ahora es como cuando nos juntamos para la Maniobra de resurrección: no esperábamos un gran éxito de público, lo que queríamos era tocar y divertirnos. En este disco lo tengo así de claro: tenga éxito o no, estoy satisfecho de lo que hemos hecho y lo que quiero es tocar y pasármelo bien. Si viene mucha gente, estupendo. Que viene nuestro público de siempre, también está bien.
Lapido: Las decepciones vienen cuando las expectativas son desmesuradas. Si algo nos han enseñado el tiempo y nuestra carrera es que no hay que tener expectativas desmesuradas, mejor ser modesto en tu aspiración y mantener una ética de trabajo y una ética artística. Y ese primer paso ya lo hemos conseguido: hacer el disco que queríamos hacer. Estamos muy contentos con lo que hemos hecho, lo que tenga que venir, vendrá. Lo vamos a asumir con tranquilidad, para eso ya tenemos una edad, para estar tranquilos y no esperar milagros ni nada por el estilo. Estamos preparados para una cosa y para la otra.

 

Ya habéis empezado los ensayos, pero ahora ya no lo hacéis en cuevas, como antes.
García: Ahora tenemos un local de ensayo.
Lapido: Las cuevas estaban guays, a mí me gustaban mucho. Era un ambiente un tanto rudimentario, pero me gustaba mucho ensayar ahí.
García: Ahora tenemos aire acondicionado, pero en la cueva no hacía falta.
Lapido: Estamos viendo cómo mezclar las canciones nuevas con las antiguas, y funcionan muy bien. Creo que va a ser un show increíble.

 

Empezáis la gira el 24 de enero en Madrid, en la Joy Eslava. ¿Habrá canciones antiguas que no llegaron a sonar en la última gira?
Lapido: Sí, esa es la intención que tenemos, meter alguna. Hay que ver cuáles son las más adecuadas. Los conciertos también tienen su estructura dramática, hay que combinar las antiguas con las nuevas y los puntos álgidos con los más tranquilos. Para hacer el setlist de una banda con nuestro recorrido hay que desechar muchas, si no estaríamos siete horas tocando. Es complicado conseguir ese punto de dramatismo y que tenga un recorrido orgánico. En eso estamos.

 

Raúl Bernal, teclista habitual de Lapido, se ha sumado al disco y a la gira de 091. En los conciertos sonarán teclados que no existían, ¿no?
García:
En nuestros discos casi siempre había teclado, pero casi nadie se da cuenta. Nunca hemos llevado un teclista en directo, así que meterá arreglos para las canciones.
Lapido: Es un color nuevo. La aportación de Raúl ha sido muy importante, las canciones las hemos construido sabiendo desde el principio que iba a haber una persona defendiendo esa partitura en directo. Raúl tiene muchísimo talento para eso.

 

¿Cómo lleváis lo de empezar la gira en Madrid? Es una plaza complicada.
García: Yo hubiera empezado en otro sitio, pero no ha habido más remedio [ríe]. Con el bagaje que tenemos no creo que tengamos mucho problema, aunque supongo que estaremos más nerviosillos al principio. Pero en el escenario se nos olvida todo.

 

Esta vez no volvéis con fecha de caducidad. ¿Vais a decidir el futuro de 091 en función de lo que ocurra con este disco y esta gira, o tenéis ya pensado ir alternando vuestros proyectos en solitario con el grupo?
García:
No hay ningún plan ahora mismo. Tenemos la ilusión de este disco, de tocarlo, más adelante ya veremos.
Lapido: El único plan que hay ahora mismo es presentar el disco donde nos llamen, ese es el único plan. Más allá de 2020 dependerá de muchas cosas. Yo sí tengo claro que voy a seguir adelante con mi carrera en solitario, no sé de qué forma, si intercalándola con 091… en nuestra mente ahora está defender en directo este disco. Como hay un año por delante nos va a dar tiempo a meditarlo y tomar las decisiones adecuadas.

 

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