Veinte años de “Maladjusted”, de Morrissey

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OPERACIÓN RESCATE

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“Lo que domina el elepé es un ramillete de canciones que regresan a la concreción pop que le había hecho grande”

 

Fernando Ballesteros nos traslada al agosto de 1997 para analizar el sexto disco de estudio del cantante de los Smiths. El vigésimo aniversario de un disco recibido con tibieza que merece la pena reivindicar.

 

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Morrissey
“Maladjusted”
ISLAND RECORDS, 1997

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

“Maladjusted”, el sexto trabajo de Morrisey, se puso a la venta el 11 de agosto de 1997 en Reino Unido (el 12 en Estados Unidos). Uno de los discos peor recibidos de Morrissey cumple veinte años y este parece un buen momento para echar la vista atrás y revisitar una obra que, posiblemente, mereció mejor suerte. Pero no adelantemos acontecimientos.

Es imposible separar una manifestación artística de su contexto y del momento que vive su creador, y en el caso de este disco era muy, muy complicado. Morrissey había sufrido uno de los episodios más duros de su vida apenas unos meses antes. En 1996 tuvo lugar conocido como “juicio de los Smiths”, en el que el batería del grupo Mike Joyce reclamaba un veinticinco por ciento de los beneficios del grupo. En su autobiografía, el cantante de la banda detalla lo que ocurrió en el tribunal, un capítulo que tiene grabado a fuego, que rememora con amargura y que terminó con Joyce como gran triunfador y él como principal derrotado de un partido que jugaban otros que parecieron salir de rositas. Nadie le apoyó en aquel trance, se sintió solo, ni siquiera le pareció estar en el mismo barco que Johny Marr, que en aquel envite formaba, teóricamente, parte de su equipo.

Era Morrissey contra el mundo, encarnado en la figura del juez John Weeks, unos abogados defensores no especialmente duchos, el azote de la prensa… en fin, nada podía salir bien. Y así fue. Los medios recibieron con alegría la sentencia favorable a Joyce y las duras palabras que en ella le dedicaba el juez y cargaron con dureza contra Morrissey. Los que ya tenían algo en su contra, aprovecharon el tiro y lo hicieron con saña.

El contexto artístico tampoco le era muy favorable a Moz (otro sobrenombre de Morrisey). Tras una carrera impecable, con los Smiths y en solitario, 1995 había sido el año de su primer paso en falso, con un disco que bajaba el nivel respecto a sus predecesores. En “Southpaw grammar” se le fue de las manos una faceta más experimental que había mantenido oculta. Canciones de más de diez minutos para abrir y cerrar el disco, pero además, distorsiones, violines y un producto que no fue bien recibido ni por la crítica, ni por buena parte de sus fans.

Todo esto dejó a Morrissey en horas bajas, lamiéndose las heridas del varapalo judicial, con el enorme coste emocional que todo aquello le había supuesto y con una carrera que enderezar. Y con ese propósito se puso manos a la obra. En primer lugar firmó con Mercury Records. Su siguiente paso fue comenzar a grabar lo que sería “Maladjusted”, un elepé que, en sus propias palabras, pasó “tremendamente desapercibido”. Injustamente, podríamos añadir.

 

Volviendo a sus viejas formas
El autor habla orgulloso de alguno de los títulos allí contenidos. ‘Trouble loves me’, ‘Ambitious outsiders’, ‘Alma matters’ o ‘Wide to receive’ son algunos de ellos. Pero había más, aquel disco supuso su regreso a las formas que le habían hecho grande. Daba igual: el veredicto, como en el juicio del año anterior, parecía escrito de antemano y la obra corrió la peor de las suertes.

 

 

“Maladjusted” comienza con el tema que le da título, casi cinco minutos de buen trabajo de guitarras en el que se explaya sobre la inadaptación, uno de los puntos fuertes del cuaderno del mancuniano. La canción podría hacer pensar que la exploración de nuevos caminos continuaba, pero no era el caso. Lo que domina el elepé es un ramillete de canciones que regresan a la concreción pop que le había hecho grande.

Huyendo de batallas, intentando alejarse del ruido que le estaba haciendo tan difícil la existencia, buscó la paz para grabar y se marchó al que considera su hogar espiritual, Hook End Manor. En su silencio reflexivo le dio forma a un buen disco. Notable, algo por debajo del conjunto de su creación, pero con canciones que han resistido el paso del tiempo y que merecen una nueva escucha.

La nota media, que lastra algún resbalón, como el de ‘Roy’s keen’, la sube la rotundidad melódica de ‘Alma matthers’, uno de los grandes singles de su carrera.

 

 

‘Sorrow will come in he end’ se sale de la línea del disco y muestra a un Morrissey en clave “spoken word” dando rienda suelta a su furia contra sus ex compañeros de grupo, en especial contra Mike Joyce, al que amaneza con ganas. ‘Ambitious outsiders’ hace acopio de arreglos y ‘Satan reject my soul’ con su gancho comercial y la ironía de su texto, marca de la casa, busca un reconocimiento que se le negó.

Con todo, el disco no pasó del número 8 en el Reino Unido y se hundió sin remisión. En Estados Unidos apenas alcanzó el número 60 en las listas.

 

 

La vida personal de Morrissey y el momento que atravesaba tuvieron un reflejo negativo en la gestación de un disco sobre el que no tuvo el control absoluto del que había hecho gala en anteriores ocasiones. ‘Maladjusted’ se resiente de ello, por ejemplo, en una foto de portada que no aguanta la comparación con otras portadas de su discografía. Es horrible, las cosas como son.

En 2009 se le intentó poner remedio en una reedición que, entre otras cosas, cambió el artwork, dejó en la cuneta ‘Roy’s keen’ y ‘Papa Jack’ y tiró de caras b como reclamo para los incondicionales que habían dejado pasar el disco doce años antes.

 

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Declive comercial, reportajes en la prensa preguntándose qué ocurría con su carrera… nadie parecía creer ya en Morrissey en los últimos años del siglo pasado. El contexto tampoco parecía favorecerle. Los pesos pesados del britpop seguían dominando el cotarro. Cualquiera diría que no había sitio para él en 1997. Por eso fracasó su intento de seguir adelante contra todo y frente a todos. Puso toda la carne en el asador en los meses posteriores y giró y giró defendiendo las canciones y su carrera, pero su momento tardaría en llegar.

Su particular venganza, su abandono del olvido en el que parecía sumido, llegó por fin en 2004, con la publicación de ‘You are the quarry’, una vuelta por la puerta grande y uno de los mejores discos de toda su carrera. Tras siete años de silencio, el más prolongado de su trayectoria, volvía dispuesto a cobrarse facturas. Desde entonces nadie se ha vuelto a olvidar de él.

 

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