“Una mar enorme”, de Templeton

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DISCOS

“Un disco de azul y de mar, un álbum que —a diferencia de los anteriores— se renueva porque intenta abarcar sentimientos sin centrarlos en la partitura”

 

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Templeton
“Una mar enorme”
GRAMACIONES GRABOFÓNICAS

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Álvaro Martínez Bueno es la voz principal del sexteto cántabro Templeton y a la vez ilustrador de prestigio en DC o Marvel. Con ello nos proporciona dos cosas: la especial calidez de su garganta y la maestría de sus pinceles para las portadas del grupo. Para “Una mar enorme” retrata a los componentes del grupo subidos en una pequeña barca y remando con coraje para evitar una enorme ola. Como portada, de lo mejor del año; como alegoría, perfecta para el trabajo de estos componentes de otras formaciones que se unen para llevar adelante un proyecto que proviene de diversas fuentes pero se une en un mismo cauce. Amigos que se divierten ensayando y que cada vez experimentan con mayor conexión.

Porque hay varias canciones en este cuarto disco que se apartan de esta revitalización de los cánones clásicos que había sido marca de fábrica. Hay ejercicios minimalistas que abren las dos caras. ‘Año sabático’ es un beatus ille de la modernidad y ‘Conan’ es un pequeño ensayo reflexivo en formato eléctrico que descubre lo que de verdad importa. Dan paso a la acción en las ocho restantes.

En la A, ‘Largo recorrido’ es una melodía que se detiene un punto antes de lo festivalero al que entraría si no descargara tanta nostalgia —como New Order o el italo-disco, a los que se acercan— y en la B, la canción presentada de anticipo, ‘Marzo mayea’ va creciendo poco a poco al acoger a vientos y cuerdas. Un monólogo en parte desolador que mete hasta el fondo los dedos en el corazón de las relaciones.

Unos vientos y unas cuerdas que bordan también los arreglos en ‘Me has dejado de gustar’ hasta darle un aire setentero que saben resolver muy bien. Quizás con cierta ironía, abordan en el deje norteño de ‘¡Flash!’ qué pasa con las fotos de antiguos novios; un tono íntimo que en ‘Agua con sal’ se relaja hasta resultar acariciador.

Se cierra de manera esplendida, esas olas que ocupan el espacio de ‘Remar’ tras la psicodelia lúgubre. Un disco de azul y de mar, un álbum que —a diferencia de los anteriores— se renueva porque intenta abarcar sentimientos sin centrarlos en la partitura. Y sobre todo porque demuestra que un grupo no aprende a hacer canciones nunca, aprende a hacer la canción que está haciendo.

Anterior crítica de discos: “Historias de caza”, de Eladio y Los Seres Queridos.

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