Un gusano en la Gran Manzana: ¿Ya no quedan discos?

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gusano-07-08-14

«No sufran más, mis cuates. Murió el disco. En Nueva York palmaron Virgin y Tower Records. Barnes & Noble los ha sustituido por sacapuntas de diseño y agendas molonas»

Julio Valdeón entra en Barnes & Noble, en Brooklyn, y sorpresa: los discos han desaparecido, quedan cuatro cedés de Beyoncé y Justin Bieber. Poco más. Parece que esto se ha terminado.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.

 

—Jueves, 31. Barnes & Noble

Entro en un Barnes & Noble de Brooklyn, a comprar unos regalos a mi chica. Su cumpleaños es el domingo. Paseo entre tarjetitas ñoñas, recipientes para el café con leche, bestsellers y cuadernos de notas. Hay libros, muchos, pero algo falta. De pronto abro los ojos como un niño de Miyazaki tras constatar que sus padres son unos cerdos: los discos, no quedan discos. Apenas cuatro rosquillas, cuatro cedés de Beyoncé y Justin Bieber que si te empeñas valdrían como posavasos, y no precisamente de un Rioja crianza o un whisky de malta. Tampoco películas más allá del penúltimo «blockbuster». Entre la torpeza de unas «majors» felices de dispararse en el pie (primero liquido el vinilo, luego el cedé, etc.) y la política de tierra quemada de cuatreros culturales tipo Apple Inc., el daño abruma por irreparable.

«¡Genocidio (cultural)!» exclamaría un imitador de Penélope Cruz en Fox. Como no soy estrella de Hollywood ridiculizada por la muy liberal cadena, y hay que ver cuánto gozan los patriotas liberales españoles ante la evidencia de que dos compatriotas son defenestrados en el extranjero, me limito a rumiar mi tristeza. Imagino lo que disfrutarían en este Barnes & Noble libre de discos los damnificados, corneados, heridos y muertos por culpa del trauma que suponía comprar música pudiendo gastar sus perras en tabaco, ropa o donaciones a la parroquia del barrio.

Ya está. No sufran más, mis cuates. Murió el disco. En Nueva York palmaron Virgin y Tower Records. Barnes & Noble los ha sustituido por sacapuntas de diseño y agendas molonas. Como a mí me aburre cantidad comprar camisetas, y las copas en Nueva York son un asco, a medida que chapen las últimas tiendas que sobreviven, y les queda poco, ahorraré mogollón. «¿Otro? Pero si tienes muchísimos. ¿Para qué otro?», repetía mi abuela como un sortilegio cuando yo entraba en casa acompañado por un nuevo disco de Van Morrison, Clash, Siniestro Total o Camarón. Qué orgullosa luciría, tras corroborar que su nieto ya nunca vuelve de la calle con una bolsa repleta de música (la traigo en el bolsillo, en el mp3, que suena igual que la radio de mierda y a pilas que llevábamos a la playa en Asturias). A partir de ahora seré decente. Gastaré cremas de protección solar, corbatas y zapatillas. Lo explicó, más menos, Chesterton: empiezas por no comprar discos y acabas en el gimnasio. O algo peor.

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Roger McGuin y el viejo folk.

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