Un gusano en la Gran Manzana: Tesoros videográficos a nuestro alcance

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«Si tratas en este momento de hacer algo productivo, rematar un artículo, cerrar un balance, ordenar los armarios, comprar yogures, limpiar el baño, olvídalo y sintoniza Music Vault»

 

Julio Valdeón Blanco se queda fascinado ante el trabajo de Music Vault, subiendo históricos tesoros musicales de su archivo a Youtube: van más de dos mil vídeos. Toda una tentación a nuestro alcance.

 

 

Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.

 

 

—Julio, 6.
Cuentan que Lou Reed ha vendido discos por valor de veinte millones de dólares desde que murió. Reed fue rudo y visionario, cabrito y genial, huraño, joven y peligroso, o viejo, resabiado y amargo. Siempre existía la posibilidad de que regresara con una estampa maestra sobre las calles del pico y una Nueva York de ojos amarillos, sucia, romántica, enferma, o que ofreciera un concierto bestial con las púas del alma en modo puercoespín, incluso de que te noqueara con experimentos como el de Poe y el de Metallica, pero lo que no ocurrió nunca o casi, el milagro, fue que vendiera muchos discos, menos aún después de la crisis de la industria, llamada crisis por tirar de eufemismo piadoso y no decir naufragio, apocalipsis. Y ahora, con ambos muertos, o sea, Reed y la industria, va el hombre de la linterna helada en la yema de los dedos, el francotirador de versos que nos levantaban de la cama, fumador de anfetas y simbolismo, y despacha por valor de veinte millones. Firme partidario de que los artistas a los que amo, la gente que me enamora y a la que aprecio, músicos a los que debo compañía y consuelo, felicidad e insomnio, sudor y afonías, ganen mucha pasta y vivan como reyes, bien está que si no Lou al menos sean sus deudos quienes disfruten del dinero.

 

—Julio, 8
A veces el compañero, redactor jefe o director quisiera hacerte vudú. Clavarte alfileres como si fuera Nabokov y tú un gordo coleóptero. No los culpo. Uno escribe con prisa, pero no siempre llego a tiempo, y hoy tiene pinta de ser una de esas veces. Escribo mi confesión rodeado de papeles, bolígrafos, vasos vacíos, discos amontonados, ceniza. Según avanza la mañana, cuando creí tener lista la pieza, he abierto internet y leído la noticia de que Music Vault, propiedad de Wolfang’s Vault, ha volcado más de dos mil vídeos en Youtube.

Un tesoro, un akelarre, la memoria de tantos artistas, conciertos, canciones, condensada en tropecientas horas y a partir de material original, en ocasiones inédito, que la gente que trabaja con el monumental archivo del legendario promotor Bill Graham ha restaurado a partir de las cintas originales. Amenazan con multiplicar ese número por seis. El rompecabezas infinito está montando con el amor por la música de unos profesionales que recorren, clasifican, ordenan, repintan, peinan y miman los archivos gracias al necesario dinero para marcarse una gesta.

Conocíamos hace años la mina de Wolfang. Mucho había aflorado. Pero la cantidad y calidad de lo que acaban de colgar provoca una sensación rampante, casi agresiva. Soy incapaz de asimilar tanto, consciente de que el tiempo corre, quema, mientras Juan espera el artículo y sueña con hacerle un Burroughs a mi chola a modo de diana, bang-bang, y yo aquí, hipnotizado, sediento, bulímico de guitarras, de concierto en concierto, de Grateful Dead a Elvis Costello, del Fillmore West a Winterland, incapaz de abandonar la dichosa pantalla.

Releo las notas tomadas al abordaje. No perderse el recital de Lou Reed de mediados de los ochenta, completo. Qué me dices de Jefferson Airplane y ese ‘Somebody to love’ del año 70 en los Wally Heider Studios. ¿Un Van Morrison reposado y lustroso? ¿Qué tal ‘Tupelo honey’ live? ¿Algo jamaicano? Bien, bueno, tenemos a Toot & the Maytals con ‘Pressure drop’ del 15 de noviembre del 70 en el Winterland de San Francisco. A U2 en 1981 con ‘I will follow’. El recital entero de Aretha Franklin del 71. ‘Ophelia’ por la Levon Helm Band. El Springsteen del teatro Capitol, gira «Darkness». Neil Young recién resucitado de sus experimentos para meterle gasolina al fuego en el 89, «Freedom» mediante. Blondie, cosecha del 79, con un exultante ‘Heart of glass’. No siempre los vídeos tienen una calidad digamos suprema. A veces parecen bootlegs. Qué quieres. El conjunto es superior a cada una de sus partes. Y recuerda lo que costaba, en tiempo y dinero, hacerse con una porción infinitesimal de semejantes joyas. Si te encuentras en una situación similar a la mía, si tratas en este momento de hacer algo productivo, rematar un artículo, cerrar un balance, ordenar los armarios, comprar yogures, limpiar el baño, olvídalo y sintoniza Music Vault.

Anterior entrega de Un gusano en la Gran Manzana: Tres veces mojado.

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