“Últimas tardes con Teresa”, de Juan Marsé

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LIBROS

“Seguramente, y a pesar de toda la hipocresía que envuelve a los personajes, pocas veces se ha escrito en nuestros días una historia de amor tan hermosa”

 

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Juan Marsé
“Últimas tardes con Teresa”
SEIX BARRAL

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En estos días en que “Esa puta tan distinguida” está en boca y teclado de todos como impecable artefacto narrativo, incluso con dosis de atrevimiento estructural en su inicio, poco esperadas en un autor de ochenta y tres años, no estaría de más que acudiéramos también a una edición que ha pasado más desapercibida, la que celebra el cincuenta aniversario de “Últimas tardes con Teresa”. Cierren el libro de temporada del escritor barcelonés y acudan a su librería más cercana para conseguir el ejemplar que conmemora el medio siglo de su novela más celebrada; aunque quizás no sea la mejor –esa categoría aún se reserva para “Si te dicen que caí”–, sí que es la que mejor ha resistido el paso del tiempo. Y, ya puestos en la partida, voy de órdago: “Últimas tardes con Teresa” es la novela más representativa de la segunda mitad del siglo XX en España.

Explico mi juego. La frase que soliviantó no a la censura, sino a todos los escritores y activistas que pensaban que su puesto era luchar contra la dictadura con medios teóricos y activismo protegido por la familia es que todo ellos eran “señoritos de mierda”. Pensemos en cuantos fueron pasando de partidos de izquierda radical a escaños de orden y veremos que estas tres palabras anuncian más el futuro que cualquier sesuda monografía sobre la transición. Y ya no oso decir –esto de que ha sostenido el paso del tiempo– que puede volverse a dar en nuestros días. Más, el encaje de la avalancha emigratoria, plano general sobre los barrios, la delincuencia a pequeña escala, el desarrollismo, el sexo como liberación o como engaño… Todo está en esta historia de apariencias y confusiones. Además, de una manera enormemente fluida en su trama.

Recordémosla: un joven emigrante murciano, apuesto y con ambiciones, llega a conocer a alguien a quien no debería acceder: la hija de un destacado personaje de la burguesía barcelonesa. El capricho y las expectativas de ascenso hacen que la relación entre ambos dure la temporada estival. No es cuestión de que les haga una monografía sobre ella, pero releída ahora, por enésima vez, destaco dos factores que se me han puesto ante los ojos: en primer lugar, la solidez de los personajes secundarios, Maruja o la Jeringa –a pesar de ser ésta el germen del triste final– tienen consistencia de víctimas, desgraciados deshechos de la codicia y la fantasía de otros. En segundo lugar, que es la novela de Marsé donde la música está más presente como telón de fondo, en las fiestas de Gracia, en la casa de San Gervasio donde Manolo se introduce de polizón o en el baile popular donde Teresa pierde la inocencia suenan boleros, o ritmos afrocubanos en una quizás inconsciente marca de diferenciación social.

Aparte de eso, “Últimas tardes con Teresa” es el germen de la novela barcelonesa, todo lo que vino después –Vázquez Montalbán, Marcos Ordóñez, Casavella, incluso Carlos Zanón– está ya anunciado en ella. Narrativamente impecable, también lo es la descripción de sus decorados: la ciudad desde el Carmelo, los recorridos del Pijoaparte en moto por el norte de la ciudad, la parte baja de las Ramblas a la hora del baile, lóbregos portales en las calles que suben desde el Paralelo… Uno puede hacerse una idea bien cabal de la trama urbana atendiendo a su aparición en el texto.

Por si fuera poco hay material complementario e inédito: dos prólogos recuperados del propio autor y de Vázquez Montalbán, uno escrito para la ocasión de Pere Gimferrer y todos los informes y cartas de los archivos de la censura que sorprenderán al lector curioso. Buen condimento para la mejor materia prima. Seguramente, y a pesar de toda la hipocresía que envuelve a los personajes, pocas veces se ha escrito en nuestros días una historia de amor tan hermosa.

 

 

Anterior crítica de libros: “El sargento Pepper nunca estuvo allí”, de Julián Ruiz.

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