U2 reviven su sueño americano para éxtasis de Montjuïc

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“Lo más novedoso fue constatar el apabullante vigor que cobran en escena sus pasajes más enérgicos, como ‘Bullet the blue sky’ o una fascinante ‘Exit’”

 

La banda irlandesa actuó en Barcelona ofreciendo su vis menos pirotécnica y realizando guiños a la memoria de Bowie y recuerdos a “The Joshua tree”, el disco que les convirtió en estrellas mundiales. Por Carlos Pérez de Ziriza.

 

U2
Estadio Olímpico Lluís Companys, Barcelona
18 de julio de 2017

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Fotos: LETICIA PÉREZ DE ZIRIZA.

 

La madre superiora de todas las batallas épicas que en el rock han sido, U2, sigue en forma. Para los poco amantes de las estridencias, la sempiterna vis mesiánica del cuarteto irlandés puede resultar cargante, pero reconozcámoslo: sin su alargada sombra no se entendería gran parte del rock de estadios que se ha ido gestando en las últimas décadas, de Coldplay a (incluso) Arcade Fire, pasando por The Killers, Foals o Editors. Nadie como ellos consigue manejar la grandilocuencia de enormes audiencias de forma que el mensaje no se diluya, como si le hablasen directamente a todos y cada uno de los 55.000 espectadores que anoche abarrotaban el Estadi Olímpic de Montjuïc. Este año sucumbían a ese ritual de la nostalgia consistente en recuperar, punto por punto, su disco más emblemático. Poco que afearles a estas alturas por esa maniobra que anula el factor sorpresa -dado lo mecánico de su ejecución- cuando fueron precisamente tótems del rock alternativo (Sonic Youth, por ejemplo) quienes tiraron la primera piedra hace cosa de una década.

La noche, dividida en tres tramos, comenzó con el cuarteto entarimado entre el público, rescatando su vertiente más esencialista en clásicos previos a «The Joshua tree» (1987) como ‘Sunday bloody sunday’, una ‘New years day’ en la que The Edge (portentoso toda la noche) combinó teclado y guitarra y una ‘Bad’ que, vampirizadores natos como son, enlazaron con estrofas de ‘Heroes’ en el primer tributo de la noche a la memoria de David Bowie.

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Lejos del mastodóntico aparataje escénico de otras giras, los irlandeses tan solo recurrieron (que no es poco) a una enorme pantalla trasera, desde la que unas proyecciones de Anton Corbijn reforzaron el contenido del disco del árbol del desierto de Joshua, objeto de la parte central del concierto. Sin ser el mejor álbum de su carrera, sí puede decirse que es el que luce mejor y más inoxidable apertura: pocas triadas tan irrebatibles en las lides del stadium rock como la secuencia formada por ‘Where the streets have no name’, ‘I still haven’t found what i’m looking for’ y ‘With or without you’. Con todo, lo más novedoso fue constatar el apabullante vigor que cobran en escena sus pasajes más enérgicos, como ‘Bullet the blue sky’ o una fascinante ‘Exit’, con Bono en su mejor versión, desatado en su rol de insinuante agitador de masas al borde de la autoparodia, en uno de los mejores momentos de la noche (precedido, por cierto, por imágenes de «La noche del cazador» ilustrando recado a Donald Trump). La nota más sorprendente, la sección de vientos del Ejército de Salvación que dotó de nuevo empaque, desde la pantalla, a ‘Red hill mining town’. «The Joshua tree» fue siempre un álbum (dividido en dos caras, como se encargó de recordar Bono al receso del set: una obviedad que hoy día no lo es tanto) con cierta carga anticlimática –la relajación de intensidad en su segundo tramo– , pero U2 se esfuerzan por iluminar sus esquinas menos exploradas y defender su vigencia. Y lo cierto es que, viéndoles en directo, no queda otra que asumir que ha superado el test del tiempo con una entereza poco presumible hace treinta años.

El último tercio de la noche, de nuevo con el cuarteto invadiendo el escenario que, en forma de pasillo, se adentraba entre el público de pista, escenificó la demoledora efectividad de los U2 mas aprovechables de las últimas dos décadas y media, sin mención alguna a nada posterior a 2004, excepción hecha de la nueva ‘The little things that you give away’, adelanto de su próximo álbum, a editar a finales de año, que les sirvió de cierre. Con ‘Beautiful day’, ‘Elevation’, una ‘Vertigo’ que remataron con alusión directa al ‘Rebel rebel’ de Bowie (segundo tributo de la velada), una ‘Miss Sarajevo’ que ilustraron con imágenes y algún testimonio del conflicto en Siria y, ya en pleno desmelene del Bono más obvio en su rol de filántropo de masas, en plena homilía desde su púlpito, con una hipnótica ‘Ultraviolence (Light my way)’ dedicada al ejemplo empoderador de mujeres como las Pussy Riot, Patti Smith, Poly Styrene o… Hillary Clinton e Isabel Coixet. Son U2, qué quieren. Y es lícito hacer apuestas con otra operación rescate en 2021: la del 30 aniversario de «Achtung baby», su magistral pirueta de reconversión en los albores de los 90.

Contaron anoche con un telonero de mucho fuste, por cierto. Uno de los subalternos de más peso con los que han contado nunca. Noel Gallagher, acompañado por sus High Flying Birds y enfundado en una camiseta del Barça tan vintage que parecía preolímpica y anterior al primer Wembley, defendió con sección de vientos los temas del que fue su último álbum, junto a clásicos de Oasis como ‘Champagne supernova’, ‘Wonderwall’ o ‘Don’t look back in anger’, a los que trató de insuflar algún nuevo matiz. Algo que, junto a su envite por defender su producción más reciente en un entorno poco proclive a empatizar con ella de buenas a primeras, le honra.

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