“Transilvania”, de Josele Santiago

Autor:

DISCOS


“Su música ya no es cortante, es cómoda y acogedora, casi folk, excepto en las letras”

 

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Josele Santiago
“Transilvania”
ALKILO DISCOS

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Vuelve Josele Santiago con un quinto disco y el color ha sido desterrado. Ya desde el libreto, su mirada perdida en la lejanía y la desolación de los paisajes nevados anuncian que nos vamos a encontrar con un disco puro y doliente, como apunta claramente el título. Así es, la producción del catalán Raül Refree se aventura a hurgar en lo básico y muchas de las canciones tiran de lo más crudo para acentuar así la claridad. Ocurre con ‘Un guardia civil’ o con ‘Ángel’, donde no sólo apuesta por lo primigenio –una acústica, una pandereta y leves notas de piano–, sino también por la delicadeza.

Lo que no ha abandonado es el mundo que recrean sus letras, preocupaciones existenciales y religiosas junto a escenas en ocasiones crípticas. Así sucede en ‘Saeta’, que goza de cierta oscuridad en la instrumentación y cuyo registro vocal, al igual que la más eléctrica ‘Que hable el sol’, recuerda a ese que derramaba chulería en Los Enemigos.

Porque Josele no le hace ascos a la potencia, pero la trata con parsimonia, balanceándose en ella. ‘Magia negra’ es un buen ejemplo de algo que en ocasiones –’Prestao’ o ‘Ovni viejo’– tiene cadencias swing. Pero en conjunto, la impresión que da es que su música ya no es cortante, es cómoda y acogedora, casi folk, excepto en las letras. ‘Déjame sufrir’ se recrea en la herida y ‘No se equivoca el mal’ –uno de los temas fetiche que nombrábamos antes– parte de un obsesivo canon instrumental que se adueña de la canción para recrear el laberinto de las palabras.

Palabras en las que se adivina un discurso apocalíptico que escupe sobre una sociedad enferma. Son, eso siempre, canciones las suyas que merecen varias escuchas. Ya lo eran en los tiempos de Los Enemigos, a pesar de su empuje directo, y lo son tanto más ahora que se han adelgazado hasta que su mensaje deba enfocarse bien para captar el peso político –en sentido amplio– y la desesperanza de unas canciones que son –como la poesía– mucho más de lo que cuentan.

Anterior crítica de discos: “Sticky fingers at The Fonda Theatre 2015”, de The Rolling Stones.

 

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