Televisión: «Becker». La mala uva es un gran valor

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«Entre tanta ficción de altos vuelos como últimamente disfrutamos en la pequeña pantalla, Becker supone, en sus escasos veinte minutos diarios, un maravilloso desengrasante cerebral merced a sus sensacionales diálogos, apoyados en un humor inteligente, adulto, nada convencional»

 

«Becker»
Creada por Dave Hackel
SONY ENTERTAINMENT

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Como el canal Sony anda reponiendo episodios de las tres últimas temporadas (de un total de seis) de «Becker» (emitida originalmente en Estados Unidos entre 1998 y 2004), tenemos la excusa perfecta para recomendar esta brillante sitcom protagonizada por un médico fumador, por lo menos durante un tiempo, políticamente incorrecto, tacaño, irascible, eternamente enfurruñado con el mundo, rayano en la misantropía. Vamos, lo que se conoce como un tipo encantador. O, por lo menos, encantador a los ojos de quienes no congeniamos con el habitual tono dulce y rosado que impregna la mayor parte de las sitcoms estadounidenses.

John Becker, interpretado por un muy creíble Ted Danson, tiene una consulta en el Bronx, que no es precisamente el mejor barrio de Nueva York (ni, desde luego, el favorito de Becker), en la que trabajan Margaret (Hattie Winston), su apoyo permanente, y la alocada y delirante Linda (Shawnee Smith). Junto a ellos, los personajes que rodean al uraño Becker son la guapa pero solitaria e irónica Reggie (Terry Farrell), que regenta un mugroso café; el quiosquero ciego Jake (Alex Désert), siempre con problemas de pareja; y el portero de su edificio, el eternamente perezoso Bob (Silverio Guerra), personajes no menores en la serie y contrapuntos, con sus propias historias personales –en muchas ocasiones tan protagonistas como las del propio Becker–, del solitario médico que nunca se cambia de gabardina. Todos juntos, en realidad, conforman un grupo de personajes perdidos y unidos en sus soledades. En las últimas temporadas, salieron de la serie Bob y Reggie, para incorporar a dos nuevos personajes, Héctor (el gordo Jorge López antes de recalar en «Perdidos») y la pizpireta y bondadosa Chris (Nancy Travis), que se queda al frente de la cafetería y acabará de novia de un Becker que va suavizando sus rasgos (¡confiesa ser feliz!), aunque sin perder en ningún momento su muy higiénica mala uva. La relación entre ambos, lejos de conducir tramas y diálogos hacia el almíbar, nos permite seguir disfrutando de Becker en su salsa; de hecho, con Becker emparejado todavía se acentúan más sus manías de cincuentón solitario y mal encarado.

Entre tanta ficción de altos vuelos como últimamente disfrutamos en la pequeña pantalla (afortunadamente, añadamos), Becker supone, en sus escasos veinte minutos diarios, un maravilloso desengrasante cerebral merced a sus sensacionales diálogos, apoyados en un humor inteligente, adulto, nada convencional. Aunque hay que tener cuidado, porque el magnetismo de Becker puede ser peligroso y uno quisiera ser como él, y además cuanto antes.



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