“Taxi”, de Carlos Zanón

Autor:

LIBROS

“Hay acción, giros inesperados, pero a la vez todo está teñido de una profunda humanidad ante el absurdo y la desolación de la vida”

 

carlos-zanon-taxi-29-11-17

Carlos Zanón
“Taxi”
SALAMANDRA

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Previa a la aparición de un nuevo título en la saga de Carvalho, encargado a su pluma, Carlos Zanón da un salto en profundidad a su narrativa, sobre todo en la grandeza de esos personajes que se sitúan en la misma Barcelona de anteriores novelas pero que le ofrecen a la ciudad, a la trama y a sí mismos el presente de un aliento épico y humano. Cierto, es una novela de personaje, así en singular, porque Jose —Sandino— es quien anuda toda la puesta en escena. Taxista a su pesar y por tradición, de juventud soñadora, impulsiva y dada a leer y a escuchar música, se ve envuelto en una semana de locura que se inicia un martes durante el desayuno, cuando su mujer le dice que han de replantearse su situación.

Se desata en él esa melancolía que no es más que la cara sucia de las fantasías adolescentes y se alía con una mezcla e inacción y huidas hacia adelante que da para una tragedia griega, de la que tiene parte la novela. Coincide la situación con el entierro de su abuela, de la que ha de pasar a recoger las cenizas de la incineración. Son las dos líneas de partida de un texto que desde los primeros momentos se nos presenta con una voluntad de estilo, no un mero thriller. Al mismo tiempo es una novela de camino, las paradas son pocas y más que nada para recoger aliento, pero lo importante discurre dentro del taxi, donde las anécdotas no son azarosas, sino que van encajando en el cuerpo principal de un descenso a círculos junto a Sofía, una compañera de profesión. Cierto es que hay acción, y que engancha, giros inesperados, pero a la vez todo está teñido de una profunda humanidad ante el absurdo y la desolación de la vida.

También es novela de espacios: el retrato de la noche y los bares de Barcelona, sus barrios, polígonos de discoteca, la casa de sus padres en el Guinardó y la infancia como el espacio del que nunca es posible huir, lo cual da pie a abordar las relaciones familiares en un relato que desborda ambientes hasta conseguir el fresco de una Barcelona actual, con sus turistas y sus héroes a pie de calle, sus locos y sus viejecitas.

A veces, el estilo que intenta, esa hondura, falla algo en la voz, pero cuando acierta es un crochet pleno. Es difícil, la acción, las sorpresas, las marcas de género… se han de combinar con sonidos que vienen de lejos, la huida a no se sabe dónde, las marcas del pasado, los sentimientos, pero al cerrar la última página nos damos cuenta de que Zanón nos ha contado más de lo que creíamos.

Anterior crítica de libros: “La mirada de los peces”, de Sergio del Molino.

 

novedades-diciembre-17

Artículos relacionados