Steven Van Zandt, el corsario del Boss

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LA SEMANA DE SPRINGSTEEN

 

 

“Un tipo en la nube del éxito, dotado de un radar mágico para detectar talento y que añora el calambrazo esencial del blues y de los orígenes del rock and roll”

 

Entró a grabar los vientos en “Born to run” y no volvió a irse. Steven Van Zandt acompaña y complemente a Bruce Springsteen en discos y escenarios, una figura esencial a su lado en la que ahonda Eduardo Tébar.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

Uno se da cuenta de la farsa del rock and roll cuando Bruce Springsteen llena el Camp Nou, Anoeta y el Bernabéu. Estadios de fútbol como cúpulas de Brunelleschi. Las entradas oscilan entre 65 y 115 euros. Igual que con Dylan, se reportan viajes apostólicos de la fraternidad internacional springsteeniana. Gentes que pretenden revivir una y otra vez la experiencia. Lo de siempre: euforia eléctrica, un trance hipnótico durante las baladas. Y salen de noche caminando sobre algodón. Dejemos a un lado el hecho de que al rock le iría de otra manera si la tercera parte del público del Boss frecuentara un par de conciertos al mes en las salas de su ciudad. Obviemos el alto grado de estomagante “cuñadismo”. La cara B del fenómeno contempla un estudio obsesivo de la obra del artista. Basta recordar aquellas tertulias enfermizas en la primavera de 1999, cuando Springsteen presentaba “Tracks”, una caja de cuatro cedés solo apta para devotos completistas. Hubo discusiones, argumentos soliviantados, criticas durísimas por la calidad del material, revisiones de los repertorios de cada noche por si aparecía una canción nueva. Se hablaba y se habla del Jefe como si se tratase de alguien muy próximo.

En 1973, lo advirtió Jon Landau, periodista de “The Real Paper” y “Rolling Stone”, que lo intentó como productor (“Back in the USA”, de MC5). “He visto el futuro del rock and roll, y se llama Bruce Springsteen”. Sin más. Directo al estrellato. El de Nueva Jersey escribe la gran novela americana. ¿Cómo no conectar con tal sentimiento y sinceridad emocional? El fan sigue reconociendo a aquel Bruce del 73 como un antiguo amigo con el que se reencuentra periódicamente. Aquel que reblandecía corazones con inocencia electrificada al cantar “sé que no le gusto a tu mamá porque toco en una banda de rock and roll”. Resulta difícil olvidar la utopía primigenia del joven Springsteen, que empuña una guitarra para evitar el paro y la miseria.

Con poderosa lírica, Bruce se erige en el working class hero de la época, capaz de traducir en un macuto de versos y acordes el imaginario cultural norteamericano. Para ello se sirve de la épica sonora de la E Street Band. La liturgia: entran las guitarras, se unen las voces, bosquejan el inmenso fresco de la vida, se pasean por sus extremos. En el más placentero de los casos, esas canciones y esas letras provocan la misma congoja visceral que décadas atrás. Han envejecido contigo. Como todas las familias, la E Street Band resiste a pesar de las cicatrices y bajas irremplazables. A finales de los ochenta, atajaron su inminente decadencia al disgregarse y dedicarse cada miembro a otras cuestiones. La figura del guitarrista Steven Van Zandt ha despuntado en los últimos años por su actividad paralela. Émulo de Al Pacino en el papel de Silvio Dante en “Los Soprano”, es un agitador contumaz del underground rockero en Estados Unidos a través de su sello discográfico, además de divulgador radiofónico del garaje, organizador de conciertos, productor de grupos y ocasional tocapelotas político.

 

 

Muchas han sido las mudanzas en las edades de Springsteen: el desastrado y sucio barbudo de suburbio, el rocker chuleta, el falso camionero “nacido en iuesei”, el dandy con traje y ramo de flores que buscaba el amor maduro, el millonario vagabundo de “Philadelphia” y, por fin, el dinosaurio conservado en formol que peta estadios y ejerce de padre y esposo fiel. Sin embargo, el Boss reconoce haber admirado a Steven Van Zandt desde el mismo instante en que le conoció. En el fondo, más que el Dante de “Los Soprano”, su perfil conecta con el Richie Finestra de la reciente “Vinyl”. Un tipo en la nube del éxito, dotado de un radar mágico para detectar talento y que añora el calambrazo esencial del blues y de los orígenes del rock and roll. Para Bruce, al término de los sesenta, Little Steven fue el compinche callejero con el que descubrió los antros de Asbury Park, los estímulos de la British Invasion y el soul de Aretha Franklin, Ottis Redding y Arthur Conley. Se retrata en aquellas líneas de “Born again savage” (1999): “No temo el fuego del infierno. Solo temo malgastar mi tiempo”.

 

Francotirador en Twitter

Entró en las sesiones de “Born to run” para arreglar los vientos y acabó quedándose. También firmó, con Springsteen y Landau, la producción de una obra maestra como “The river”. Arrancan los ochenta y se sacan de la manga un trabajo extemporáneo, de tufo vetusto, hecho de guitarras, bajos y baterías. Reivindicando géneros tan superados como el rock tradicional, el country y el soul. En solitario, Van Zandt ha desperdiciado infinidad de oportunidades. Álbumes de sonido ramplón, producciones perezosas del momento, más preocupados en la denuncia política de turno que en la consistencia musical. Se posicionó contra el apartheid en Sudáfrica como ahora dispara contra Israel desde su cuenta de Twitter antes de la actuación de la E Street Band en Tel Aviv. ¿Una recomendación? Brilla el sentimiento de su debut, el espléndido “Men without women” (1982), nutrido de rollizo rock soul.

A sus 65 años, Little Steven preserva la pasión por descubrir bandas jóvenes en el subsuelo. Desde 2008, la etiqueta Wicked Cool ha lanzado discos deliciosos para cualquier amante de los Stones del “12 x 5”, The Who, Small Faces o Yardbirds, como los briosos Len Price 3, The Maggots o The Woggles. O la senda power pop de los australianos The Chevelles. O la psicodelia de The Grip Weeds y Outrageous Cherry. O las vitaminadas noruegas Cocktail Slippers, a las que produjo e incluyó en el ya incunable recopilatorio navideño “Christmas a go go”. Como joya del catálogo se mantienen The Chesterfield Kings, a los que, como The Cynics en “Here we are” (2007), se les queda corta la pegatina del revivalismo garajero. Lo suyo son, simplemente, canciones magistrales de este siglo. Como productor, destaca su labor con Gary US Bonds, Southside Johnny o, en última instancia, Darlene Love.

En su reivindicación del rock de la vieja escuela, se prenda de Los Coronas cuando los malasañeros tratan de reformular el surf de Dick Dale y The Ventures mediante la impronta hispana (introducen la trompeta en lugar de un saxo calentorro). Little Steven les plantea una oferta que no deben rechazar… Pero la rechazan. Fernando Pardo me lo explicaba, en caliente, en 2009: “Steve Van Zandt quiere ficharnos para su sello, pero aún estamos dándole vueltas al asunto. El contrato que nos propone es como el de cualquier multinacional, con demasiadas obligaciones y exigencias. Nosotros queremos seguir teniendo la máxima independencia y autonomía”. Exigencias que contemplaban hasta la explotación del merchandising. Los madrileños olieron la manzana: Los Straitjackets les alaban en Estados Unidos.

 

 

Steven Van Zandt abomina de la era digital y del sonido enlatado, pero Wicked Cool ofrece descargas en mp3 a precios módicos. Antes de las giras con la E Street Band deja grabados los podcasts de “Little Steven’s Underground Garage”, que cubren lo que era un vacío pavoroso. Little Walter, Ramones, Beatles, Andrew Loog Oldham o Martin Scorsese protagonizan los últimos capítulos. Un repertorio de 4.000 canciones que recorren toda la historia del rock. ¿Precedentes? Sí, bueno, nunca dejó de estar ahí el programa de Mike Stax, fundador y alma de la revista “Ugly Things”, la verdadera biblia del garaje. Una publicación que ahora cumple, atención, ¡treinta y dos años! Aunque el hombre del pañuelo en la cabeza va más allá. Este cruce imposible entre el filibustero Johnny Deep y un flamenco de taberna luchó por detener el cierre del CBGB’s, recuperó antes que nadie a Stooges y New York Dolls. Y bendijo a Bo Diddley en su festival (Underground Garage) antes de morir. Es un corsario auténtico.

 

 

Anterior artículo de la Semana de Bruce Springsteen: Diez grandes versiones de Bruce Springsteen.

 

 

 

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