“Sonido Joanic”, de Los Retrovisores

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DISCOS

 

“El oyente, al fin y al cabo lo que importa, no puede dejar parada ni la sonrisa ni los pies en las diez canciones que se despliegan”

 

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Los Retrovisores
“Sonido Joanic”
BCORE

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No ha pasado ni un segundo desde que pusimos en marcha el reproductor, y ya es patente lo que vamos a encontrar ahí. Un sonido balanceante y sabemos que lo que va a venir es una buena descarga sesentera, de esas que llevan vientos y hacen crecer tempestades. La canción se llama ‘Mentiras’ y es un desbarre plagado de trompetas y baile. A lo ibérico, eso sí, de cuando el ye yé se reconvirtió, los grupos fueron a los USA y supieron lo que era el soul. Estamos hablando del 68, de los Pop Tops y los Canarios, de las producciones de Bruno Lomas, de un ejercicio de estilo que a Los Retrovisores les queda más moderno que el noventa por ciento de la música editada este año. No puede decirse que actualicen el estilo, eso no, pero todo discurre muy fluido, las guitarras saturadas de ‘Pan de ayer’ dan cuenta de ello. Mike Mariconda sabía lo que hacía al producir.

Porque baile hay mucho en este disco de los barceloneses que se define por esa Plaza Joanic que cierra el barrio de Gracia, el más musical de la ciudad y donde el grupo tiene su centro neurálgico. Ahí tenemos ‘Solo pienso en bailar’ –una versión de un clásico del norther soul, ‘I Need A Helping Hand’– o los brincos que se inventan en ‘Harlem Shuffle’ –en este caso más conocida la versión, vía Rolling Stones más allá de los Bob & Earl que la estrenaron–, con la que consiguen cierto regusto neoyorquino de los primeros sesenta, a lo Del Shannon o a lo Ben E. King. Trazas intertextuales que se pueden ver por aquí y por allá y que resultan jugosas; ‘Tus ganas de huir’ por ejemplo, se inicia con un acorde del ‘Venus’ de los Shoking Blue para luego discurrir sobre una densa base de órgano y trombones.

También hay sitio para las baladas, en esos años de referencia común y de arreglos grandilocuentes, a ellos se ajustan en ‘El trovador’; de la misma manera, el peaje de la psicodelia a lo oriental  lo pagan con ‘Algo que ocultar’. Acuden también al catalán, en su letra más irónica, ‘Carrer d’un sentit’, estampa costumbrista con fijación por Serrat que extraen del ‘One Way Street’ de Jigsaw.

Y para concluir, declaración de intenciones en ‘No quiero regresar’: no hay nostalgia, no hay obsesión por una época. Simplemente escogen un periodo en el que el pop español fue felizmente efervescente y continúan con esa chispa. Y el oyente, al fin y al cabo lo que importa, no puede dejar parada ni la sonrisa ni los pies en las diez canciones que se despliegan. Este era el propósito. Y lo han conseguido.

Anterior crítica de discos: “Oh, Germanes!”, de Gener.
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