«Siamese dream» (1993), de The Smashing Pumpkins

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OPERACIÓN RESCATE

 

 

 “A pesar de la debacle en la que se encontraban inmersos, lograron vertebrar desde la faz más gris del alma, casi sin darse cuenta, uno de los mejores discos del rock alternativo de los 90”

 

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The Smashing Pumpkins
“Siamese dream
VIRGIN, 1993

 

Sara Morales nos lleva hasta 1993 para recuperar el segundo trabajo de la banda liderada por Billy Corgan. Un disco esperado, que no siguió los mismos parámetros grunge de su debut, pero con el que lograron uno de los mejores trabajos de rock alternativo de los 90.

 

Texto: SARA MORALES.

 

Venían de publicar su álbum de debut, «Gish» (1991), con un éxito tan rotundo que les llevó a ser merecedores del sobrenombre popular de «los próximos Nirvana». Sin embargo, este «Siamese dream», segunda entrega discográfica de la banda, no fue ni mucho menos su trabajo más grunge. Aunque no fue algo premeditado, con este disco se alejaron en cierto modo de la comparación que les había caído encima. Y a pesar de que continuaron por la vereda de los sonidos noventeros que por época les correspondía, con él dieron vida a un tratado existencialista asentado en el rock progresivo, el shoegaze, el noise y unos riffs superlativos y tendenciosos. El solo de guitarra de ‘Geek USA’ y el crescendo de ‘Soma’ –tema inspirado en la novela «Un mundo feliz» de Aldous Huxley– demuestran rotundos su virtuosismo a las cuerdas.

Grabado en los estudios Triclops Sound de Atlanta y lanzado el 27 de Julio de 1993, contó con la producción del propio Billy Corgan en colaboración con Butch Vig. Nada más comenzar su carrera, el líder de la banda había decidido inmiscuirse en todos los ámbitos de la concepción de sus álbumes, y con este repitió tarea. Además de firmar todas las letras del mismo, se afanó en controlar los detalles ornamentales que vendrían desde el estudio, unos efectos y arreglos los de este disco que abrirían la veda a una nueva forma de trabajar el sonido en aquella década.

 

 

Sumido en una profunda depresión, en parte por el cese de la relación con su novia y posterior esposa, Corgan asiste a un cuadro de desesperanza que nos contagia en cada uno de los temas. Un canto a la angustia que trasladó decisivo en ‘Disarm’, tercer single del álbum, una de las insignias de The Smashing Pumpkins hasta hoy y prohibida en su día por la BBC debido al calado hiriente de la frase «cut that little child» (corta a ese pequeño niño). El decadentismo reflexivo del líder de Illinois le llevó aquellos días a rozar los pensamientos suicidas, así lo muestra en ‘Today’ a través de esos inolvidables coros distorsionados que retratan el estado entrópico de su conciencia, decisivos para dar forma al que sería el segundo single del disco.

 

 

Encabezó una expedición conceptual por los parajes más asfixiantes de la vida, planteándose cuestiones filosóficas que reflejó en ‘Sweet sweet’ con la repetición hipnótica de la eterna cuestión «Where are we going?» («¿Hacia dónde vamos?»). También indagó en los deseos humanos con una poderosa trova al escapismo en ‘Rocket’, cuarto single del álbum y en cuyo videoclip vemos a unos niños construyendo un cohete para volar a otro planeta en busca de un concierto de The Smashing Pumpkins. Incluso esbozó una crítica directa y audaz a la industria musical estadounidense con el primer sencillo del disco, ‘Cherub rock’, que llegó a ser nominado a los Grammy de 1994 como mejor canción de hard rock. Le cantó al abandono –’Silverfuck’– y a su hermanastro autista –’Spaceboy’–. Y aunque en aquellos días la oscuridad pintaba su paisaje emocional, los continuados intentos por acercarse a la luz también dieron su fruto en canciones como ‘Quiet’, la cruda ‘Hummer’ y ‘Luna’, la encargada de cerrar el disco con un llamamiento a las oportunidades.

 

 

Estaba claro que no era el mejor momento de Billy Corgan, sometido además a la presión comercial y popular del éxito del primer disco, que poco ayudó a su concentración compositiva esta vez. Tampoco fue una etapa fácil para el resto de la banda: el batería Jimmy Chamberlin se encontraba sumido en una profunda adicción a la heroína y el alcohol, y el guitarrista James Iha y la bajista D’arcy Wretzky asistían a su propio desamor. Pero con todo y con eso, The Smashing Pumpkins consiguieron que su «Siamese dream» alcanzara el décimo puesto en Billboard aquel año, vendiendo cuatro millones de copias en Estados Unidos y seis en todo el mundo. A pesar de la debacle en la que se encontraban inmersos, lograron vertebrar desde la faz más gris del alma, y casi sin darse cuenta, uno de los mejores discos del rock alternativo de los noventa.

 

 

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