Rulo y La Contrabanda: Encajar bien el golpe

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“Tengo un cantautor dentro de mí, y tengo un cantante de rock, un cantante eléctrico, y creo que ahora se llevan mejor que nunca, conviven perfectamente”

 

Tras publicar “El doble de tu mitad”, entrevistamos a Rulo sobre este nuevo disco producido por Carlos Raya y sus próximos proyectos. Por Chema Domínguez.

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Fotos: JOSE GIRL.

 

Desde «Señales de humo» (Warner, 2010), bajo la piel de Rulo y La Contrabanda, todo un cuerpo de canciones sigue creciendo. «El doble de tu mitad» (Warner, 2016) llega como un paso inédito, renovado gracias a la elección de Carlos Raya como productor y la entrega habitual del cántabro en la composición. Rulo no se conforma con una sola orilla de su repertorio, siempre amplía su particular cartografía con nuevos matices hasta llegar a nuevos puertos. Antes de pulsar la grabadora, hablamos de su creciente público americano.

 

No sabía de tu corriente atlántica.
América es un chute de energía. Los que llevamos unos cuantos años ya conocemos todas las salas y recintos de Valencia, todos los de Murcia, todos los bares del post concierto y aledaños, y al final lo que te estimula mucho es ir a tocar a América Latina, en mi caso es una auténtica pasión. Puede haber años que vayamos tres veces, otros una solo vez, pero la media es un par de veces al año. En abril de 2017 iremos a los cinco países que habitualmente hacemos: Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y México. Ahora meteremos Guatemala por primera vez y Perú, o sea, que esto crece.

 

Recuerdo tu dúo del ‘Vals del adiós’ con Bunbury para tu segundo disco de estudio, «Especies en extinción» (2012). ¿Esta colaboración surge a partir de esas giras latinoamericnas?
No, venía de antes. De hecho, si no hubiera sido por tantos viajes a México… con La Fuga fuimos tres veces nada más. Siempre digo que ‘El vals del adiós’ nunca la hubiera podido componer el disco anterior a ese disco, todo responde un poco al bagaje que vas teniendo. Por ejemplo, ‘Tu alambre’ es la primera de «El doble de tu mitad», pero podía haberla compuesto hace diez años perfectamente.

 

 

Tu sello es más reconocible ahí.
‘Dias dorados’, que cierra el «El doble de tu mitad», pues ni siquiera hubiera ido en el anterior disco; y eso para mi está lejos de ser algo negativo, quizá hay gente más fundamentalista de los estilos y tal, cuando dicen «este disco es más rockero», ¿pero cuándo he ido yo de rockero?, si solo he ido de compositor y cantante. Yo soy fiel a lo de que voy, cantante y compositor, aquí canto las once y compongo las once. Y a mi lo que no me gusta es tener un corsé estrecho, y no soy como Enrique (Bunbury), ojalá fuera tan inquieto como él, pero sí que me considero muy inquieto, y tengo al menos la premisa y la actitud de no intentar hacer otro disco igual. El primer disco que hicimos se puso número uno de Afyve (actual Promusicae), no lo había conseguido nunca, cosa que no lo esperábamos ni Warner ni yo, y en el segundo disco lo que hice fue no repetir el primero, hicimos un disco con un blues rockerizado, con ‘El vals del adiós’, con una cantidad de estilos, era un disco antigénero. En «El doble de tu mitad» han primado las canciones. Hay un poco de todo, hemos buscado no repetirnos, pero ha primado más la canción.

 

Me llama la atención esta respuesta, ¿te sientes más identificado como cantautor o el rock y la canción de autor son cada vez más aguas mezcladas? No sé si, en tu interior, se llevan bien el rockero y el cantautor.
Sí, al final son canciones. Me gusta escenificarlo de esta manera: tengo un cantautor dentro de mí y tengo un cantante de rock dentro de mí, un cantante eléctrico, y creo que ahora se llevan mejor que nunca, conviven perfectamente. Yo flipo con Pedro Guerra y con Evaristo de Gatillazo. Afortunadamente, en España no es como hace años. En mi barrio, en los 80 tenías que tener una etiqueta, tenías que ser rockero o punkie o heavy, aunque luego en casa escuchabas de todo. Yo llevaba esa pose, sí, con diez años, con quince, pero luego en mi casa se oía la Creedence, se oía Supertramp, se oía Sabina y se oía Boney M. De todo.

 

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“Yo quería que Raya aportara, que diera un barniz al disco, pero que se adaptara a la carrocería del coche”

 

Con el paso del tiempo, parece que Sabina ha influido más en los rockeros que en los cantautores.
Al final son canciones y canciones son emociones. Lo divertido de trabajar en solitario es que no tienes ningún corsé, porque no acepto que me lo imponga el público ni acepto que me lo imponga una compañía, porque yo no me lo quiero poner, soy totalmente libre. Tengo la suerte de que yo marco todos los tiempos en lo artístico y en cuanto a las giras.

 

¿Es así como llega Carlos Raya a producirte, es tu elección?
Carlos Raya es un cómplice imprescindible para llevar este disco con esa brillantez de sonido que tiene. Ha conseguido lo que yo quería en este disco: que lo pones y parece que está tocado por una banda ahora mismo en un local, aunque tiene un curro detrás que alucinas. No es de esos discos a los que ves el curro, que te satura del curro que tiene con cincuenta millones de pistas de cosas. Este disco tiene esa inmediatez, esa frescura. ¡Y lo que he aprendido de él! Llevaba doce discos entre estudio y directo con Javier San Martín, y tuve una corazonada. Me fui a casa de Raya con mi guitarra acústica y le dije: «Mira, ni vengo con mánager, ni con compañía, ni nada, vengo yo porque mi corazonada es mía». Funciono por corazonadas y noventa y nueve me han salido bien. Le sigo diciendo a Carlos: «Vengo con mis canciones por delante, te voy a tocar tres o cuatro». No éramos amigos ni nada, nos hemos hecho muy amigos luego, muy colegas a raíz de la grabación y de todo lo que hemos currado juntos, y nos vamos a cenar juntos y, sí, ha sido muy intenso.

 

Con la grabación ya terminada y el resultado encima de la mesa, ¿te recordó Carlos aquel día?
Al final me dijo: «Me encantó el día que viniste con tus canciones, lo que dijiste». Yo sabía que grababa en directo, con Rulo y La Contrabanda siempre graba Pati (Dani Baraldés) el noventa por ciento de las guitarras, porque a Fito (Adolfo Garmendia) no le gusta el estudio. Va al estudio, ha hecho los coros del disco, pero le pone supernervioso grabar guitarras, y toca muy bien pero se pone cardiaco. Y se lo explica a Raya y decía: «Joder, qué curioso, cuando a los guitarristas hay que decirles habitualmente que no toquen más». Fito no quiere grabar, no le gusta grabar.

 

¿Miedo al estudio, nervios?
Es una persona muy, muy nerviosa, tremendamente nerviosa, y siempre le digo que toca de la hostia, no tiene nada que envidiar a nadie, él tiene su estilo y toca del copón. En los dos discos anteriores las guitarras son todas de Pati, tenía muy claro que mucha riqueza del disco iba a ser por el canal izquierdo, y por el derecho tenemos a Pati y Raya, y se han enamorado musicalmente el uno del otro. Carlos decía: «Qué descubrimiento Pati, porque yo lo había oído, pero no le conocía». Como es de Barcelona, Pati es una referencia en la escena catalana. Y Carlos dijo: «En grabaciones que grabo y toco me encantaría que tocara él por mí». Vaya piropazo. Pati enamoradísimo de Raya, y eso que al principio no las tenía todas consigo. Cuando tienes un productor nuevo te entra el miedo de ver si nos va a joder la esencia y todo ese rollo. Yo sabía que no, porque Carlos tenía pinceladas muy buenas al ser guitarrista también, oigo a M Clan y es M Clan, oyes a Leiva y es Leiva, no es un productor con el que todo suena igual. Yo quería que Raya aportara, que diera un barniz al disco, pero que se adaptara a la carrocería del coche.

 

Desde luego, eso es lo que llega escuchando los repertorios tan distintos que ha manejado, a M Clan ya los has citado, pero también están Chambao, Fito & Fitipaldis…
Es parte de su éxito, por lo que yo creo que va la gente a él. Si no, dejarían de ir a él, toda esa gente no iría si él impusiera cosas. Él tiene mucha inteligencia. Por ejemplo, ha habido un curro de acentos, cosas que yo no sabía que antes hacía mal o peor que ahora (sonríe). Carlos me decía: «Cuantas menos cosas pequeñas de esas haya en una canción, es mejor canción». No te dice que lo cambies, pero te dice: «Es tu canción, haz lo que quieras». Te abre los ojos.

 

¿Seguirás trabajando con Carlos Raya en futuros trabajos?
Todo lo que he hecho hasta ahora lo he hecho por corazonadas, pero la corazonada que tengo ahora es grabar con mucha gente diferente. Porque Javi (San Martín) me enseñó muchísimo durante estos años con su talento innato, Carlos me ha enseñado mucho y lo que me seguirá enseñando. Quiero que me enseñen más.

 

¿Cómo habéis enfocado la grabación: en directo, analógico, digital…?
Hemos tocado en directo, eso me encanta: bajo, batería y dos guitarras en vivo, y claro, Carlos tiene una cacharrada analógica, tiene una cacharrada antigua. Puedes comprarte ese mismo Telefunken ahora, nuevo, que vale diez mil pavos, pero el del ’69, que para mi es impagable, no sé lo que valdrá, suena mejor. Ahí no hemos evolucionado, hemos involucionado. Tiene una ristra de aparatos y el talento para manejarlos que poca gente tiene. Yo soy un tío inquieto, pero al final vengo del rock, y hay ciertos productores que sí me dan más miedo… Al final esto es una banda con guitarras, somos tres guitarras en directo, y sí, hay Hammond, pero en cuatro temas, el Hammond y las voces se metieron después.

 

¿Y el tratamiento de las voces?
Hubo una cosa curiosa, yo venía de no cantar y decidimos grabar todas las canciones. Yo cantaba las canciones todos los días en mi «home studio» durante un mes, la gente que ha seguido mi carrera me dice: «Joder, es el disco en el que mejor cantas». No es que de repente me haya puesto a cantar bien, dios me libre, yo no soy un buen cantante, pero es el que mejor vocalizado está. Otras veces, cuando grabas una canción tal vez es la cuarta vez que la cantas y queda para siempre. Y joder, es un error, esto lo quiero volver a hacer en sucesivas grabaciones: quiero grabar toda la música y, si no un mes, tener mis quince días para cantar antes de grabar.

 

Efectivamente, tu voz está mejor matizada y más nítida, incluso parece más aguda.
Sí, esos aparatos que tiene Carlos pecan de agudo también, tiene la voz como más aguda y hemos renunciado un poco a lo grave de mi voz en cierta manera, pero por concepto lo queríamos así. Cuando cantas todos los días dos veces una canción, al mes ya sabes el regustillo del final de tal frase que te encanta. Cuando volví después de un mes y me puse a cantar, Carlos me soltó: “Joder, qué diferencia, cómo te lo has currado». También le dije a Carlos que el bajo y la batería sonaran. Vale, somos un grupo de guitarras, no somos un grupo de rock duro ni nada de eso, pero hay mucha guitarra. La presencia de la guitarra es importante, pero, coño, quiero oír el bajo y la batería. Creo que es más cañero el bajo y la batería mandando que mil guitarras ahí tocando.

 

Ahí está Coki Giménez a la batería y Candy Caramelo al bajo, eso tiene que funcionar por narices. Y como tú señalas, esa base funciona muy bien para temas rockeros como ‘Tu alambre’.
Sí, llegamos a un acuerdo ahí. Yo quería mi banda, llegamos a un acuerdo de fifty-fifty. Carlos no quiere meterse en grabaciones que diga «Joder, a ver si esto va», y no nos conocía a ninguno. Llegamos a ese acuerdo y funcionó muy bien. La verdad es que contentos con el resultado.

 

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“Todo nace con vocación de eternidad, pero luego todo se va al carajo. Lo que hay que hacer es disfrutarlo bien y encajar bien el golpe”

 

En lo emocional hay mucha melancolía, ajustando cierta crítica, salen mucho los abogados.
Me he divorciado hace no mucho.

 

Llama la atención porque salen tres o cuatro veces como protagonistas secundarios, de diferente manera: «No llames a mi abogado porque no voy a tener», «Poca voluntad como un abogado de oficio».
Sí. Pero también creo que el disco tiene más luces que sombras, tiene más alegrías, incluso musicalmente, tiene seis o siete temas al principio más de efecto rápido, siempre estoy buscando el estribillo perfecto, pero no existe, bueno, sí existe, pero yo nunca lo he hecho (risas).

 

No te quites mérito, hombre.
No, pero es verdad. Como dice Paul McCartney: «Todo lo que no pueda silbar no me interesa», me encantó esa frase. Apuesto más por la melodía que por cualquier otra cosa que me venda alguien. Pero es verdad que hay seis o siete canciones al principio con mucha luz, incluso algunas en letras, y luego llega ‘La reina del barrio’ y ‘Días dorados’, hay una parte de temas con más poso o más emocionales. Para mí esas dos partes se compensan y se necesitan.

 

 

‘Me gusta’ y ‘Me quedo contigo’ tiran hacia arriba, pero aún así el videoclip de ‘Me gusta’ tiene un guión al límite… No acaba de salir el sol.
Es que nunca sale, tío, el sol puede salir diez años, ocho, a mis abuelos les duró cincuenta… Todo nace con vocación de eternidad, pero luego todo se va al carajo. Lo que hay que hacer es disfrutarlo bien y encajar bien el golpe. ‘Me gusta’ la veo optimista para lo que soy yo, claro (risas), no soy la alegría de la huerta ni soy de Jerez, pero al final me gusta hablar un poco de esto, lo que realmente te jode de una persona a los diez años es lo que al principio te encanta. Habla un poco de eso, ese estado del principio que llaman enamoramiento y es un agilipollamiento que me encanta, y a todos, pero viene a decir: “Joder, cómo te puede gustar la impuntualidad de alguien, cómo te puede gustar todo eso”. Por eso creo que es optimista en el fondo, está en ese punto del sol que está saliendo y es maravilloso. ‘Me quedo contigo’ viene a decir que a pesar de la guerra que nos damos, joder, prefiero esta guerra que pudrirme solo. Por eso digo que tiene un poco más de luz. Pero luego vienen ‘Días dorados’ que es más oscura, ‘Tu nombre’… sí, pero también ‘Mi vida contigo era un blues’, que es un escupitajo. En un principio no la quería meter en el disco, pero a Carlos y a Pati le encantaban. Incluso a Leiva cuando le enseñé el disco este verano. Le dije que no sabía si meterla, y me dijo: “Joder, cuentas las cosas con una carga emocional que mola». De repente, son dos minutos cincuenta que es como un rock and roll-escupitajo. Y es verdad, pero como texto lo veía el más flojo.

 

Hay que verlo en su conjunto, tampoco lo vas a recitar.
Es que cuando te pasas demasiado de lírico, hostia, de poético, no mola, y cuando solo hay musicalidad y no hay algo de letra… Es ese equilibrio tan difícil.

 

La producción también ayuda al sentido de cada canción, a lo que has querido expresar en «El doble de tu mitad».
Claro, es que hay un recorrido. Como producción, ‘M’ me parece la más bonita, me parece súper bonita.

 

¿Ahí es donde más te has dejado llevar por Raya?
Ese tipo de breaks de batería, todo eso es muy de Carlos, pero luego te toco la canción como la llevo al estudio, con la guitarra acústica, y es lo mismo. Es la leche, ¡joder! Me gusta mucho ‘M’, cómo está musicalizada, está muy bien vestida.

 

Después de cada disco en el estudio viene su correspondiente directo. ¿Has pensado ya si va a ser como el último, «Una noche en el castillo» (2014), o el anterior «A ras de cielo» (2011)?
Considero que no he hecho ningún disco en directo.

 

¿Teniendo dos?
Sí, porque el día que hagamos un disco en directo será disco en directo como tal, han sido dos ediciones diferentes de siete mil copias con deuvedé.

 

Y muy cuidadas.
Pero no es un disco en directo, porque todavía no tenemos cinco discos de estudio como para hacer un disco con veinte hits, no es el momento. Espero que dentro de veinte años nos sentemos aquí, si nos respeta la salud y el público, y digamos: “Mira, tengo «Una noche en…»”. Voy a hacer otra este año, no puedo decir dónde, y vamos a citar a quinientas personas en un lugar, pero no saben dónde van a ir, les vamos a decir: “Puedes ir en barco, en avión o en autobús o en bicicleta, te vamos a citar aquí y es algo más que un concierto”. Pero va a ser en un lugar increíble, ya tengo el título y y donde va a ser, quiero que la gente se entere esa noche. Lo quiero filmar, y a Warner tampoco le digo un presupuesto de la leche, pero vamos a hacer algo que no palmemos ninguno y que quede muy estético y muy bonito.

 

«Una noche en el castillo» va a dar lugar entonces a una colección de «Noches».
Ya tengo varias pensadas, la próxima el verano que viene. Quiero que sean diferentes musicalmente, una puede ser piano, voz y guitarra, ahora le estoy dando mogollón al piano otra vez, estoy metiendo mil horas con un profesor que me está dando clases, otra puede ser con el eléctrico. No quiero avanzar mucho. Tengo la suerte de que todas estas majaradas se lo digo a la banda, o se lo digo a Warner, y me dicen que sí. Tocamos en Torrelavega, ocho mil entradas, o La Riviera todo vendido, eso está guay, me encanta, pero pasan los años y me flipa más el hacer algo especial. Mira, hicimos la gira de teatros y en lugar de grabarlo en un teatro hicimos lo del castillo. ¿Tú sabes lo que me costó? La gente pensará que fuiste a cantar y que estaba todo hecho. No, tuve que engañar a una cantidad de gente alrededor, y todos dijeron que adelante, desde la compañía a la banda, la gente del ayuntamiento de ahí (Argüeso, Cantabria), los trabajadores del castillo, todo el mundo, tío, y no nos valía poner sillas, pusimos fardos de paja, tuvimos que conseguir un camión que subiera hasta arriba que por quinientos euros nos puso las alpacas ahí… Pero, claro, luego llegas y lo ves y dices ¡joder! Ya tengo pensada la del verano siguiente, va a ser para quinientas personas. Haremos otra que ya tengo para más adelante. Proyectos hay.

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