“Roy Orbison. Alma de rock and roll”, de Juan Pedro Guerrero

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LIBROS

“La imagen que queda es la de un tipo tocado por los dioses que le dieron lo mejor y lo peor”

 

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Juan Pedro Guerrero
“Roy Orbison. Alma de rock & roll”
MILENIO

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si algo no caracterizó la vida de Roy Orbison fue la placidez. Para bien o para mal, sus andaduras artísticas y vitales se vieron dominadas por los altibajos, los cambios de dirección y los contrastes. Unos contrastes que aliaban su hieratismo escénico con la pasión desbordante por las motos o por su esposa, su rechazo a cualquier tipo de sustancias de esas que corren por los camerinos, pero su condición de fumador compulsivo. Son conocidos también episodios como la muerte de su primera esposa cuando paseaban en moto, o la de dos de sus tres hijos en el incendio que asoló su casa. De todo esto, y de mucho más, trata el libro que le ha llevado años de escritura a Juan Pedro Guerrero.

Porque la labor de documentación ha sido ingente. No solo se basa en las tres biografías publicadas en el mercado inglés, sino que maneja centenares de entrevistas y sobre todo ha conseguido contactar con personas que lo conocieron sobremanera, incluso miembros de su familia. Todo ello hace que desvele anécdotas y episodios desconocidos hasta ahora y que revelan el carácter bonachón y humano del cantante tejano. Quizás todo esto la convierta en la biografía más completa que se ha publicado en cualquier ámbito.

Es, a la par, una guía indispensable para los devotos de los primeros tiempos del rock and roll. Con parsimonia, y desde 1955, dedica un capítulo extenso a cada año con los episodios que vivió Orbison, incluso los más banales. Y por allí desfilan todos: Elvis, su gran amigo Johnny Cash, Carl Perkins, los Everly Brothers, la Sun y su enfado con Sam Phillips. Prueba del detalle es que da hasta la lista de invitados de su boda con Claudette.

Con las canciones es algo menos preciso y puntilloso en su análisis, pero por ejemplo comenta cómo se gestó ‘Only the Lonely’, el origen de su introducción doo-woop y que se la ofrecieron a Elvis, pero la asumió su propio autor porque no lo llegaron a encontrar. De ahí, fue creciendo y creciendo hasta tener el honor de ser el único que se comió a los Beatles en su época de mayor esplendor. Tras ello, pasa muy por encima de la década de los setenta y solo vuelve a la carga documental con la gestación de los Travelin Wilburys y su resurrección con ‘Mistery girl’. A partir de aquí, el apartado de apariciones en televisión, discografía y filmografía, apariciones en las listas, colaboraciones… que –pásmense- ocupa bastante más de cien páginas con letra de tamaño pequeño.

La imagen que queda es la de un tipo tocado por los dioses que le dieron lo mejor y lo peor. Capaz de escupir fuego con esa voz que trasmite hasta el nervio, pero marcado por una maldición que le sustraía partes de su vida a dentelladas. Y sobre todo, merece una buena revisión como la que ofrece este texto porque como se señala en él sus canciones son rabiosamente actuales.   

Anterior crítica de libros: “Prohibido escuchar canciones ñoñas”, de Laura Santolaya.

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