Rosendo: En la brecha, como siempre

Autor:

«Tengo 56 años y, como comprenderás, empiezas a pensar que hay demasiadas cosas que no tienen demasiado sentido y que al final la vida no consiste más que en pasar el tiempo de la manera más agradable posible dentro de tus posibilidades»

El rockero madrileño de la larga melena sigue ahí, en la brecha, como en los últimos treinta años. Acaba de publicar su nuevo disco, «A veces cuesta llegar al estribillo», un álbum (en CD y vinilo) cien por cien Rosendo. De las preguntas en esta entrevista se encarga Juan Puchades.


Texto: JUAN PUCHADES.


Rosendo Mercado es el que es, un rockero de raza, un tipo con los pies en la tierra, la antiestrella. Así ha sido desde que en 1978 a muchos nos sorprendiera con aquel primer disco de Leño, en el que estaba trazando los planos sobre los que se edificaría el rock urbano en su vertiente más dura. La suya, desde entonces, ha sido una carrera de fondo, de esas en la que los participantes saben que lo importante es resistir, aguantar más que llegar a meta. Una carrera en la que no ha habido grandes sorpresas, pues Rosendo lleva años siendo fiel a sus formas personales, esas con las que seduce a los amantes de los sonidos más duros pero también a muchos que no estamos en esa fracción pero que disfrutamos con su voz, con sus letras tan peculiares y con ese sonido machacón marca de la casa. Su nueva obra, «A veces cuesta llegar al estribillo» (DRO/Warner), lo presenta bastante enfadado con el paisaje que nos rodea y en ella le saca partido a su voz como no lo había hecho en entregas anteriores.

De nuevo de promoción, Rosendo, y hace poco tuviste otro poco con el lanzamiento del disco de homenaje a Leño, ¿qué tal aquello?
Lo que pasa es que me pilló en plena grabación del disco y, la verdad, es que me escaquee bastante y la promoción que hubo que hacer se la cargaron Toni y Ramiro. Ya era algo con lo que contábamos y ellos lo han hecho a gusto porque estamos muy contentos con el invento del homenaje. Sí, porque la gente que ha colaborado lo ha hecho de verdad, con cariño, y las versiones que han hecho son impresionantes en la mayoría de los casos. A nosotros el día de la presenatción, que tocamos un rato, se nos saltaban las lágrimas.

¿Hace ilusión que te hagan ese tipo de discos?
Hombre, pues sí, a mí me han hecho un par de cosas parecidas, aunque yo soy muy apocado de carácter y me superan esas cosas, me vienen grandes. Pero claro que hacen ilusión, es un reconocimiento y un rollo cariñoso que nunca es de despreciar, al revés. En el caso de Leño, aparte estuvo el tocar después de veintitantos años sin hacer nada juntos, que no queríamos hacerlo, siempre habíamos dicho que de hacerlo sería por un motivo especial, como era esto. Fue algo muy diferente a todo lo que acostumbramos.

¿Ha habido promotores intentando que volváis?

Ha habido comentarios, pero creo que todos tienen tan claro que no nos vamos a volver a reunir que ya ni nos ofrecen nada, que por otro lado es de agradecer [risas], porque no deja de ser un compromiso, porque cuando te vienen con estas hitorias te ponen en el brete de tener que decir que no. Claro lo tenemos y no estamos por la labor, pero no deja de ser un poco violento tener que estar otra vez dándole vueltas. Pero, afortunadamente, esto ha sido una cosa muy familiar y muy bonita, ahora a ver si surge la ocasión de volver a juntarnos otra vez, pero por un ratito.

Es curioso, porque no sé si ha sido carambola o es que fuisteis muy cuidadosos, pero Leño dejó cuatro discos y dijo adiós en un momento en el que el pabellón estaba muy alto y, con los años, el recuerdo luego ha sido brutal.
La intención era haber seguido de por vida. La ilusión de mi vida era hacer un grupo y que funcionara y este ha sido el único grupo con el que he estado que ha funcionado en serio, pero, bueno, la cosa fue así. Si hubiera durado, yo habría estado encantado, pero cuando aquello se acabó, pues se acabó, y lo mismo que te digo que la ilusión de mi vida hubiera sido que durase siempre, te digo que cuando se acabó, se acabó para siempre. Aparte, afortunadamente, yo tengo mi carrera que, de alguna forma, funciona por lo menos para poder subsistir, y contento, porque en aquel momento yo me plantee que quizás la mejor manera de no tener que andar dando palos de ciego por ahí era tomar las riendas del asunto, poner la historia a mi nombre y tomar yo las decisiones.


EL NUEVO DISCO

¿A veces cuesta llegar al estribillo?
[Risas] Esa es un poco la consecuencia, los tiros van por ahí, el tema que se llama así, se me ocurrió pensando en cómo se hace una canción: ¿Qué hace falta? Tener algo para decir, pues venga, «p’alante», al final me di cuenta que con 56 años ya, miras para atrás y para llegar a este momento que, afortunadamente, me siento relajado, cómodo en cuanto a vivir de ello, si de alguna manera el estribillo es la parte festiva donde todo el mundo colabora, donde todo es fácil y divertido y si ese puede ser el momento en que me puedo encontrar ahora, tiene cojones lo que ha habido que pasar para llegar hasta aquí, ¡y lo que me queda!

¿No sé si también has querido relacionar esa canción con que cada vez te cuesta más escribir las letras de las canciones?
Sí, cada vez me cuesta más, porque me lo tomo demasiado en serio y porque no tengo técnica ninguna. Además, yo no leo nada, no sé cómo coño me atrevo a escribir, al final me salen, pero lo paso muy mal. Es un suplicio, me salen pupas y me tiro días enfermo hasta que la veo acabada, joder, me voy relajando, pero es un trago amargo, aunque también es apasionante cuando la ves terminado y dices, joder, encima me gusta.

¿Es verdad que no lees nada?
Leo prensa, leo cosas que las pueda terminar de tirón, porque en el momento que cojo un libro y lo empiezo, donde lo dejo la primera vez, ahí se queda, es una putada, pero es lo que me pasa.

¿Eres más de cine?
Tampoco, para nada. Soy una patata, no valgo pa ná, no es que no me guste, es que no tengo la inercia de moverme.

¿Y a qué dedicas tu tiempo libre?
Eso digo yo, que soy un soso de cojones. Me gusta viajar, y cuando tengo tiempo, una semana, quince días, me gusta viajar. Más que viajar, conducir, que tampoco entiendo nada, porque mira que es aburrido, pero me gusta ir viendo el paisaje mientras escucho música. Me cojo un mapa y digo me voy a la Toscana y me voy a pasar por no sé dónde y me pierdo. Ese es el ocio que más disfruto.

No es mal ocio, tampoco.
No, es algo que me encanta. La putada es que cuando estoy currando siempre estoy viajando, y cuando no curro también viajo. Alguna vez me han preguntado, «¿y si no fueras músico, qué serías? «Y al final acabo diciendo ¡camionero! [risas]. Es con lo que creo que me sentiría bien [risas].

Dices que te cuestan las letras, ¿las músicas te salen con facilidad?

Bueno, no sufro tanto, me resulta más cómodo. Aparte, con la música lo que voy haciendo es ir guardando apuntes a lo largo del año, toco a diario, en casa o en el local de ensayo y voy guardando apuntes e ideas que me pueden valer. Y me resulta más cómodo no por el hecho de que me sea más fácil, sino que lo hago con más asiduidad. Siempre tengo apuentes, y las letras, no, hasta que no tengo una fecha para grabar no me planteo que tengo que ponerme a escribir, además se me amontonan los temas, me pongo a escribrir ocho o diez temas a la vez, con lo cual no sé ni en cuál estoy, acabo mezclándolos…

¿Siempre ha sido así?
Siempre, creo que temas que haya hecho de un tirón está ‘El obstáculo impertinente’, que era un tema que hablaba del camión de la basura y siempre me acuerdo que en casa oía el camión todas las noches, cogí un boli y sobre la marcha salió. Esta es la única canción que recuerdo que haya hecho de un tirón. Pero siempre voy tomando apuntes, haciendo la estructura del tema, voy buscando las frases, y es un poco coñazo.

¿Te planteas a la hora de componer, en letra y música, tratar de dar algo que no hayas ofrecido. Es decir, este nuevo disco, qué ofrece con respecto al anterior?
Yo he dicho siempre que no es lo que prentendo porque siempre digo que hago rock and roll y el rock and roll ya está inventado y poco voy a aportar. Lo que intento es no repetirme demasiado, que es lo único que me preocupa, sobre todo no parecerme, en el momento que a mí o alguien del grupo una canción le recuerda a otra, la desecho inmediatamente, no quiero que se parezca a nada, por lo menos con consciencia. Me gusta hacer canciones, contar un poco lo que veo y lo que me pasa y decirlo de manera que tenga cierta gracia. Por lo menos ya hay un rollo de complicidad con la gente que me sigue, yo tengo una forma de escribir muy enrevasada y le doy mil vueltas, lo tergiverso todo y esa es quizás la diferencia. Pero inventar o hacer algo diferente es muy delicado, muy difícil.

Tus letras, como dices, son enrevesadas, que es algo que me gusta mucho de tu obra, lo que te permite ser sugerente, ¿no?
Claro, esa es la idea, que cada uno interprete y le sugiera historias. Me han contado interpretaciones de mis canciones, ¡que para mí las quisiera yo! Mucho más interesantes que lo que yo había planteado.

En muchas de las letras de este disco pintas un paisaje bastante desolador.
Claro, ¿dónde estamos? Mira alrededor, verás lo que hay. Quiero ser optimista y, de hecho, en el fondo lo soy, pero en el fondo, en la forma no me preocupa que se note, creo que la filosofía del rock and roll va por ahí, de denuncia y de dar la brasa, entonces, coño, con mala leche y con energía, ya que la energía física de alguna forma se va menguando, la mala leche está ahí, no falta nunca y hay motivos para tenerla.

En ‘Ni gozo ni calvario’ cantas «se ha terminado la bonanza / se oculta el pasteleo / y dando coces a voleo las vamos a pagar.» Muy real, ¿no?

Es lo que me temo que va a pasar y que ya está pasando.

¿Que la estamos pagando nosotros, no?
Claro, la estamos pagando todos, además al tuntún, al que le toca la china. Es evidente que alguien la va a pagar y no son los que controlan, que esos lo tienen clarísimo.

Que son, a la vez, los que nos han metido en esto.
Por supuesto, pero siempre ha sido así, la injusticia divina es esa, aquí el más infame es el que más controla y el que más posibilidades tiene de manejar el cotarro, con lo cual estamos perdidos de por vida.

Dices que tratas de ser optimista en las letras, pero te veo descreído, en el sentido de «pasemos de ellos».
Hombre, tengo 56 años y, como comprenderás, empiezas a pensar que hay demasiadas cosas que no tienen demasiado sentido y que al final la vida no consiste más que en pasar el tiempo de la manera más agradable posible dentro de tus posibilidades. Yo recuerdo cuando era más joven, con la ilusión aquella, y más viniendo de la época en la que yo vengo, que estaba el abuelo todavía vivo y dando por culo y creíamos que íbamos a cambiar el mundo, y no era yo sólo, tenía la sensación de que la gente de mi generación teníamos las mismas inquietudes y los mismos problemas y te das cuenta que con el tiempo todo se va desinflando y la gente se va creyendo menos y se van apuntando al carro de sacar beneficios rápidos y fáciles y pasar de todo. Joder, a partir de los 40, ya pasados los 50, dices, mira, chico, a ver si me jubilan pronto, que no hay quien pueda con ello [risas]. Y aun así me siento muy afortunado porque creo que he tenido mucha suerte haciendo lo que hago, que es lo que me gusta, y poder vivir de ello, pues no dejaba de ser un sueño.

Te han jodido, porque quieren retrasar la jubilación hasta los 67.
Esa es otra, en esta profesión pues no tenemos garantía de ningún tipo, como no ganes dinero en un momento y lo sepas acumular y ahorrar para cuando no haya… no sé qué va a pasar con nosotros cuando lleguemos a los 60, que ya los veo venir ahí. Pero, afortunadamente, no soy de muchas alharacas y con poder hacer lo que me gusta y subsistir me doy por satisfecho.

¿Piensas en serio en el retiro o te ves tocando en directo pasados los 60?
Lo que pasa es que me lo estoy temiendo y quiero ir haciéndome a la idea, por si acaso. Ahora mismo me siento bien, pero veo vídeos de cuando era más joven y te das cuenta de que realmente ya no es igual, pero eso no quita para que se puedan seguir diciendo cosas, y tocar, creo que se toca mejor. Aunque tampoco soy de estudiar, siempre he sido un poco negado para todo, toco la guitarra como dios me ha dado a entender, pero creo que por lo menos feeling sí tengo.

¿Pero no crees que con los años has ido mejorando técnica?
Sí, supongo que sí, pero mi técnica, que no es la oficial, así que siempre he tenido la sensación de que realmente no sé tocar la guitarra. A mí ahora me dices que me toque una canción de quien sea y tengo que estar toda la tarde viendo cómo se hace eso.

Joder, Rosendo, ¡vaya mañana que llevas!
[Risas] Lo digo con el optimismo que me da el saber que lo que hago tiene sentido y que a la gente le llega, y sé que toco muy bien la guitarra, pero como la toco yo, a mí manera y como no es la forma oficial, pues estoy un poco al margen de los que se lo toman en serio. Yo voy a mi aire.

Has vuelto a grabar en el estudio Du Manoir, que con los tiempos que corren es un lujo.
Es el tercero disco que hacemos. Es un estudio cojonudo, pero ahora muere, lo cierran ya, nos lo dijeron mientras estábamos grabando. El primer disco que hicimos allí, aquello era impresionante, cuando llegamos nos quedamos alucinados, Eugenio [Muñoz], el productor, dijo es un lujazo grabar aquí, por el equipo que había, el sitio donde está, pero se ve que no funciona bien y al final van a acabar haciendo una casa rural. Es una pena. A ese nivel me siento bien porque estoy en el estatus de que hay unos mínimos y es un lujazo sobre todo comparando con gente joven que está grabando en casa y poco más.

Incluso hay gente de tu generación con muchas dificultades para grabar.
Sí, por eso dentro de lo que hay me quejo de lo que me tengo que quejar, pero sigo pensando que he tenido suerte, que estoy cuidado y de alguna forma reconocido, y ya no te hablo de la gente que me sigue, que es un rollo casi familiar, una suerte especial que he tenido.

¿Se han sumado los hijos de tus primeros seguidores?
Sí, y además, bien, porque  hace unos años empezaba a haber gente muy joven y me daba un poco de miedo, de hecho, cuando vamos a los festivales donde hay muchos grupos, gente joven, me siento un poco desplazado, soy como el abuelo. Por otro lado, los jóvenes entienden lo que hago, y lo valoran y me siguen, y se me ha duplicado el personal en unos años y, joder, para mí eso es lo más grande que me podía pasar, porque podía estar pensando en la jubilación, ¡pero por cojones!

¿Con quién has grabado?
El equipo es el mismo de siempre, llevamos ocho o diez discos juntos. Hay quienes me tachan de conformista, pero la verdad es que yo cuando una cosa funciona, lo que quiero es que dure, que no se acabe nunca, y además tenemos el concepto de grupo, cada uno tenemos nuestra parcela, todo el mundo se siente cómodo y yo encantado porque me descarga de mucha responsabilidad el saber que hay un equipo ahí que sabe lo que tiene que hacer y que lo hace con cariño. Eugenio ha entendido mi forma de hacer y, a la hora de cantar, por ejemplo, con él he aprendido muchísimas cosas que ignoraba, me daba mucho miedo ponerme en el micro, efrentarme con el micro era un enfermedad, porque en el estudio están esos micros cabrones que nos ponen que se te oye el pensamiento [risas], cuando te arrimas a él, de repente empezaba a hacerme amigo suyo, y en este disco, Eugenio me decía «vamos a hacer guitarra» y yo le decía, «no, vamos a cantar, que he venido a cantar». Como los críos.

En este disco has hecho cosas con la voz que en trabajos anteriores no habías hecho.
Es cierto, porque estoy más empeñado, me estoy escuchando y estoy dándome cuenta de que, bueno, de alguna forma puedo manejar la voz y sacarle más partido del que le sacaba en otro tiempo.

Hay dos temas más acústicos, o más lentos, ‘La cera que arde’ y ‘Rompe la cadena’, y me da la sensación de que en ellos estás especialmente sembrado, y le quedan como un guante a tu voz.
Estoy empezando a creer que soy capaz de hacerlo, porque hasta ahora me daba muchísimo miedo lo de ponerme con una guitarra acústica y la voz sin más… eso era poco menos que impensable hace unos años. Y ahora le he echado un poco de valor y quizás pienso que en unfuturo me gustaría hacer algo acústico, recuperando canciones de hace mucho, de las que han caído un poco en el olvido. Tengo ese proyecto, de hacer un disco más relajado, no sé si acústico, pero sí más propio de las circunstancias que estoy viviendo. Hace años, cuando se puso de moda lo de los acústicos, que Clapton reventó el tinglado, pues yo ya estaba dándole un poco de vueltas a esa idea, pero cuando vi que todo el mundo lo hacía, dije pues ya no lo hago. Pero la idea sigue estando ahí y cada día la veo más cerca porque estoy tanteando y viendo las posibilidades.

¿Has vuelto a colaborar con tu hijo, aquí en la canción ‘Rompe la cadena’, os entendéis bien en lo musical?
Sí, musicalmente el tiene otra onda, le gusta mucho el reggae, ha tenido un grupo, Ganyahmun, que hicieron un par de discos, se movían entre el reggae y el funky, pero al final como están las cosas, se han desencantado y han tenido que dejarlo, volvió a hacer un grupo con tres de los miembros del grupo anterior, haciendo algo más rock, han hecho una maqueta y mi hijo, a los pocos meses, ha dicho que lo deja, que lo suyo no es el rock. Está estudiando piano y componiendo, dice que el reggae es lo que más le tira, está en un terreno bastante delicado, pero es joven. La gracia que tiene es que escribe y que yo entiendo la forma que escribe, soy capaz de cantar lo que escribe, cosa que no me pasa con la mayoría de la gente, o por lo menos lo que conozco, que no me atrevo a encargarle letras a nadie, no conozco a nadie que escriba con esa historia que lo hago yo y, sin embargo, con mi hijo me siento cómodo. Ya llevo tres discos en los que le encargo una letrita, que parece que no, pero para mí es un porcentaje importante de trabajo [risas].

¿Cómo escribís, te pasa una letra y tú la musicas, o al revés?
La fórmula es la misma que utilizo para mí, primero hago la música y luego la letra, cuando tengo unos cuantos temas, el que veo que quizás le pueda resultar a él más cómodo, se lo paso, o incluso le pongo dos o tres, y le digo que escoja. Luego él se lo trabaja por su cuenta y me lo pasa acabado, le pido que me lo cante, sobre todo porque cuando veo la letra me quedo siempre un poco descuadrado, sobre todo en este caso, que la letra es muy profunda.

Os ha salido una canción de cantautor.
Sí, está un poco ahí.

¿Qué has querido contar con la estética de la portada, simulando aquellas enciclopedias infantiles, que quizás los jóvenes ni sepan de qué va?
Pues seguro, porque el diseñador, Víctor Zapata, cuando le plantee la idea que tenía, que quería que el disco fuera muy básico, muy simple, que se note que es un bajo, una guitarra y una batería y los temas son muy simplotes. Y quería que la carpeta reflejara eso, me acordé de la «Enciclopedia Álvarez» y la idea era hacer un dibujo de un trazo y en colores pastel, muy de críos. Le comenté para que me cogiera el punto lo de las «Enciclopedias Álvarez» y no las conocía, claro. La idea se ha quedado en una especie de cartilla de apuntes, y voy metiendo ahí dibujitos de estos típicos de los márgenes.

EL RECONOCIMIENTO

Uno de mis discos favoritos tuyos es la banda sonora de «Dame algo», con la que creo que te saliste de tu traje habitual y te pusiste experimental, sin dejar de ser Rosendo.
Ese era el reto, el hacer la música para una película para cualquier músico que compone es un lujazo tremendo, y cuando me lo plantearon no daban crédito. Al director, Héctor Carrré le dije «ya sabes lo que hay», él tío me conocía, claro, había escuchado los discos, y le plantee que lo iba a hacer con una guitarra y poco más, además no había canciones con letra, eran ambientes. Para mí era un riesgo pero para él también, porque corría el riesgo de que aquello no tuviera mucho sentido, pero me lo tomé muy a pecho. Me acuerdo que me iba pasando cintas con las secuencias en las que tenía que ir música y eso de estar poniendo música a algo que estás viendo fue un gustazo, una experiencia que me gustaría volver a repetir. Me quedé muy satisfecho, pero con la pena esa de que la película pasó sin pena ni gloria, no tuvo mucho repercusión.

¿Nunca te has planteado hacer un disco íntegramente instrumental?
No, me parece complicado, siendo para una película, bien, porque no es el motivo, es un complemento, pero para mí es comprometido. Hace unos años siempre metía un tema instrumental en cada disco, pero es delicado. Como te decía antes, creo que no tengo recursos suficientes para hacer un disco instrumental, ¡o a lo mejor me llevaba media vida!

¿Tienes a buen recaudo la medalla al Mérito de las Bellas Artes?
Sí, la tengo guardadita en un cajón, con mucho cariño, que no me la trastoque nadie, que eso es para toda la vida.

¿Impresionó recibicir la medalla?
Fue un gustazo, no ya por mí, que lo es, sino por el hecho de que se tuviera en cuenta a los peludos rocanroleros en el terreno oficial y que su majestad real te entregase un trofeo, aunque sea un poco obligado, me temo, no deja de ser un acontecimiento que para mí fue importante, y lo pasé fatal, y lo pasé muy bien. Una de esas cosas que se guardan como algo muy especial.

En el fondo eres un afortunado, porque estás teniendo reconocimientos, cuando hay gente que le llega cuando ya no lo puede disfrutar.
Yo pensaba que se me acababa la vida y que no salía de mis límites, pero afortunadamente, sí, en unos años he tenido una serie de eventos de nivel, que tampoco es que pase nada, si fuera un premio en metálico, seguramente me habría venido mejor [risas]. Pero no está mal.

Lo que sí es evidente es que tu obra ha dejado un poso.
Bueno, pero sobre todo por Leño, que yo creo que era una época en la que había muchas cosas que decir y muchas barreras que tirar abajo y echarle descaro a la cosa y dejar claro que había una generación que queríamos que pasaran otras cosas y sí, creo que formo parte de una etapa en la música de este país que tuvo mucho sentido. A partir de ahí, es ganarme la vida con lo que más me gusta.


Desde aquí puedes acceder a la web de Rosendo.

Artículos relacionados