Roger Hodgson, complaciendo hasta a los agnósticos

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“Enumerar los éxitos que interpretó es innecesario, aunque es imaginable la cara de satisfacción de los puristas del rock progresivo al llegar a bises con los sonidos sampleados propios de ‘Fool’s overture’ o la de todo el público en pie hermanado y coreando ‘Give a little bit’”

 

El pasado miércoles, el vocalista, bajista y compositor de Supertramp paseó en solitario su extenso legado por la Plaza de Toros La Condomina. Al borde del escenario murciano estuvo Miguel Tébar A.

 

 

Texto y fotos: MIGUEL TÉBAR A.

 

 

Roger Hodgson
8 de julio de 2015
Plaza de Toros La Condomina, Murcia

 

 

¿A quién le podría interesar acercarse a ver uno de los tantos conciertos que periódicamente ofrece por medio mundo Roger Hodgson, sin la justificación de encontrarse con material nuevo y previo pago de treinta o cuarenta euros? Se preguntaba un conocido de esos que repudian la perpetuidad de “los dinosaurios del rock” aún llenando grandes recintos, pero que es capaz de justificar cualquier mediocridad de efímera actualidad.

Una respuesta cualquiera : “Yo fui más de The Alan Parsons Project porque Supertramp era el típico grupo que le gustaba a todos los delegados de clase de mi colegio”, me la brindaría una compañera de trabajo de la amiga que me acompañó a la Plaza de Toros La Condomina, lugar que acogió la primera actuación en la Región de Murcia del cantante y compositor nacido en Portsmouth (Inglaterra) y afincado en California desde principios de los años 80.

Ciertamente no pareció equivocarse, sobre todo observando las primeras filas del habilitado patio de butacas en el foso, se podía intuir bastantes grupos de antiguos amigos que celebraban con entusiasmo los himnos de uno de los grupos de rock progresivo más comercial de su juventud, retrayéndose así hasta la segunda mitad de la década de los 70. También estaban presentes los grupos mixtos de dos personas que se miraban sonrientes cada vez que sonaba “su canción”. Una cuantas parejas afortunadas fueron las protagonistas de las dedicatorias que un cercano Hodgson recogió del libro de visitas habilitado en su propia web, con las que les brindó algunas de sus canciones. “Todas las que cantaré esta noche son de mi autoría, formando las piezas de mi corazón y estoy muy agradecido porque una vez que las lancé al universo las habéis hecho vuestras”, tal que así fue el tono espiritual de sus intervenciones, en un educado y claro inglés. “Prometo volver por estas latitudes, porque estoy enamorado de vuestra cultura, mi alma se agranda porque sois una audiencia muy respetuosa y entregada”, es una muletilla dicha con tanta amabilidad que sin duda fue merecedora de la ovación más española “¡Oé, oé, oé, oé… oé, oé!”.

¿Y musicalmente hablando?, parece indudable su legado.

La voz aguda de Roger Hodgson –en perfecta forma a sus sesenta y cinco– es probablemente una de las más reconocibles de la historia del pop, un don natural añadido a una personal capacidad compositiva, en dique seco desde hace tres lustros, que le sirve de especial reclamo junto al eslogan “Legendary Singer-songwriter formerly of Supertramp” traducido por el presentador un minuto antes de iniciar su concierto. Un espectáculo de hortera escenografía, correcta iluminación y un sonido de primer nivel que nos mantuvo en estado de bienestar durante las poco menos de dos horas, descanso aparte, y las casi veinte piezas elegidos. Una selección de los cinco álbumes más relevantes de la banda motivo de su eterna disputa, en la que obviamente destaca “Breakfast in America”, junto a un par de temas escogidos de su debut en solitario “In the eye of the storm” (1984) y otras dos de su tercer y último disco, “Open the door” (2000).

 

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El siempre sonriente Hodgson se va alternando entre los teclados, la guitarra acústica (puntualmente la eléctrica) y el pequeño piano de cola. Se basta tan solo de cuatro músicos para llegar a envolver con su introspectiva música. Cierto es que uno de ellos, el canadiense Aaron MacDonald es tan valioso como una banda completa, pues es capaz de tocar media familia de instrumentos de viento, cantar en el mismo registro agudo que el inglés, llegar a los graves mientras acompaña a los sintetizadores o adornar perfectamente con pequeñas percusiones como el simpático vibraslap e incluso hacer algo de beatboxing.

Enumerar los éxitos que interpretó es innecesario, aunque es imaginable la cara de satisfacción de los puristas del rock progresivo al llegar a bises con los sonidos sampleados propios de ‘Fool’s overture’ o la de todo el público en pie hermanado y coreando ‘Give a little bit’ –casualmente último y primer corte del mismo trabajo de 1977–. Personalmente destacaría ‘Don’t leave me now’, aunque si le preguntásemos al propio Roger nos diría lo mismo que confesó, sentado sólo al piano, “‘Lord is it mine’ es probablemente una de mis tres favoritas”. Ante su aparente paz no cabría duda. Tal vez si le preguntásemos a su excompañero Rick Davies, la magia se perdería. Pero esa es otra historia que aún lleva el nombre de Supertramp como marca muy rentable.

 

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