Rockola Discos 6 de marzo de 2009

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Rockola Discos 6 de marzo de 2009Cooper
Aeropuerto

ELEFANT

Hace casi seis años que Alejandro Díez Garín anunció que renunciaba a editar LPs. A partir de ese momento, sólo grabaría con Cooper cuando tuviera tres o cuatro canciones lo suficientemente válidas para formar parte de un EP. Todos tenían que ser temas de esos que te dejan paralizado, que se te pegan en la mente y te impiden pensar en otra cosa (musical) durante dos o tres días. Se trataba, además, de no editar LPs con algunos temas destacados pero también con canciones de relleno, algo que, indudablemente, cansa al aficionado con sentido crítico, que siempre acaba cuestionándose si una adquisición de estas características ha merecido la pena. Parecía que iba a ser el suicidio comercial del ex líder de Los Flechazos. Parecía, pero no fue así. La jugada le salió redonda a Díez y en los últimos tiempos nos ha entregado EPs que han estado encabezando las listas de ventas de singles y extended plays. No, por favor, no se sorprendan. Esa lista existe. Todavía se editan singles en España y, lo que es todavía mejor: se venden. En pequeñas cantidades, pero se venden.
    Pero volvamos a Cooper. En 2004 editó Retrovisor, una primera recopilación con las mejores canciones de su primera tanda de sencillos y algún que otro inédito. Cinco años después nos presenta Aeropuerto, su segunda compilación con las mejores canciones incluidas en sus EPs Días de cine (2006), Guárdame un secreto (2007) y Lemon pop (2008). Para hacer más atractivo el disco se han añadido cuatro temas inéditos, o lo que es lo mismo, material para otro EP que estaría compuesto por “Hyde Park”, un rabioso canto a la juventud que se ha dejado atrás; la soulera “La edad de la inocencia”, la lánguida y psicodélica “Lisboa”, y “El sueño”, una versión de Nacha Pop. En la edición en CD se han añadido los videoclips de “Un día de furia”, “Canción de viernes” y “El círculo polar”.
    En Aeropuerto se puede comprobar que gracias a la decisión de ofrecer con cuentagotas repertorio nuevo, la frescura de Cooper se mantiene intacta con el paso de los años y que hay motivación de sobras para seguir en la brecha. Así, sin enterrar definitivamente su pasado al frente de Los Flechazos, nos advierte en la autobiográfica “Ruido” de que “siento orgullo de lo que fui, pero más de lo que puedo ser. No te lo vayas a perder”. Es la manera que tiene Díez Garín de reafirmarse y reivindicarse. De pegar un puñetazo en la mesa y advertirnos de que con Cooper va a darnos en el futuro lo mejor de sí mismo. Siempre mirando hacia adelante pero echando de vez en cuando una mirada por el retrovisor para incorporar lo mejor de su acervo musical a las canciones de Cooper. Así, en el resto de material compilado en Aeropuerto encontramos influencias de The Byrds (“Canción del viernes”), Teenage Fan Club, (“Un día de furia”) o la herencia mod (“Mi diario”, “El sur”…). Por todo ello es un disco vibrante y sin desperdicio. No sobra nada. Es pop de pata negra que encandilará a quien no conozca a Cooper y satisfará a los completistas que quieran hacerse con el material inédito que incluye.
ÀLEX ORÓ.

U2 
No line in the horizon

ISLAND/UNIVERSAL
 
La prensa internacional (y nacional) ya se ha rendido al nuevo trabajo de U2. No sorprende. Los Irlandeses tienen una sólida reputación de banda profesional y difícilmente van a entregar un producto por debajo de sus estándares de calidad. La otra cara de la moneda es la desmesurada devoción que el grupo despierta en sus fans y en el público periférico que les sigue (al igual que ocurre con los Stones, cada concierto de la banda de Bono es un evento “cool” al que asistir, tanto si conoces sus canciones como si no).
    Algunos han querido situar No line in the horizon entre lo más granado de su discografía, equiparándolo a algunas de las obras maestras que grabaron cuando la inspiración no dejaba de visitarles. Y pese a pisar con más firmeza que en sus erráticos últimos pasos, la última obra de U2 se muestra incapaz de acercarse al lejano pasado. Es lógico, se trata de una banda viva, que ha envejecido arrastrando tantos defectos como virtudes, ganando un peso que impide un grácil paseo por otros tiempos. No line in the horizon es pop, puro y duro. Sí, hay más espacio para la experimentación que en despreciables anteriores entregas pero no es la búsqueda el “leit motiv” de la obra. Podríamos decir que la ideología del trabajo es la de la improvisación, la de la creación en carne viva mucho más que la de abrir caminos como hicieron a principios de los años 90. Accesible, limpio y saneado, el nuevo trabajo de U2 gana en espacios sonoros pero pierde a la hora de rematar las canciones que lo componen, situándolo en una indefinición que es su peor y mejor baza.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Amadou & Mariam  
Welcome to Mali

BECAUSE/WARNER

No ha podido tener mejor regreso la entrañable pareja ciega de Malí que Manu Chao apadrinó en su anterior trabajo, Dimanche à Bamako. Desde entonces, el matrimonio de las glamourosas gafas oscuras parece haber ejercido de brazo purificador y creíble (no lo quería decir) del glosario ideológico y musical del ex Mano Negra. Sin faltar a su celebrada diversidad musical, Welcome to Mali no es tan rockero como su predecesor y puede presumir de una vindicación absoluta por la causa (¡la música!) africana. Se puede gozar desde los rabiosos sonidos de la ciudad (no hay que olvidar que Bamako es una urbe; igual que París) e incluye ritmos que apuntan a la música disco (“Djama”). O a la bulla rockera (“Masiteladi”, “Africa”). O al propio Manu Chao, que charlotea en castellano en su jerga de la calle (“Je te kiffe”). Pero luego encuentras completísimas reconstrucciones del “folk del campo”, de la vasta geografía tradicional de un país inmensamente rural y bluesero (“Magossa”) y que alcanza un maravilloso cenit con el violín que suena en “Bozos”. Los dos modelos coexisten, confluyen. Basta como ejemplo esa pieza en la que suenan sutiles ritmos electrónicos y que tiene a la kora de Toumani Diabaté como un protagonista más (“Djuru”). En este Africa-abierta-de-par-en-par-a-todo-el-que-se-sienta-africano también han colaborado el guitarrista Keziah Jones, el cantante de reggae Tiken Jah Fakoly y, uh-oh… Damon Albarn. Sólo si eres fan de The Rentals pueden gustarte esos sintes que éste cuela en el primer tema. No hay que asustarse: es tan sólo la salida en falso de una carrera que luego resulta ejemplar, desde la segunda pieza a la última. Un trabajo impecable que transmite una energía auténtica y conmovedora.
GERNOT DUDDA.

Bubblegum  
Where is Matthew Smith?

ROCK INDIANA

Siempre faltan argumentos para justificar que un disco sin nada especial sea maravilloso. Se suele acudir a adjetivos como honesto, arrogante, tierno… que se han convertido, a fuer de aplicarse sobre todo, en banales. Así que hemos de encontrar nuevos compromisos verbales para atacar la conjunción de estremecimiento y nervio que provoca el tercer disco de estos cuatro asturianos.
    Y al levantar nuevas palabras, nos aparece el vacío al que se acoge la mente al escuchar el primer guitarrazo del disco, un vacío que se llena enseguida de tremenda densidad, de abandono a formas de comunicación más puras. Y es que con la excusa de celebrar al programador del ZX Spectrum –el Where is Matthew Smith? va por él-–se encadenan ahogos de belleza a veces cercanos a una onda británica setentera y a veces a sonidos americanos. Elementos que ya tensionaban los anteriores discos y que ahora añaden una cierta querencia sixties en canciones como “Real trial” o en ese pop soleado de la escuela de los Hollies que es “You’ll come back to me”.
    Por lo demás, hablar de power pop tampoco es significativo de nada, ni lo es proclamar que este es uno de los mejores discos europeos del año pasado en su estilo. Lo significativo es por ejemplo escuchar canciones tan deliciosas como “Not the one”, que podría pertenecer a cualquiera, desde Buddy Holly a Animal Collective, y sería igual de grande. O esa precisión en los coros y la melodía de “Doll house”. Ni siquiera “Complicated”, un descarte de La Ruta que versionan, resulta extraño ni incoherente. Y es que nada evita más la incoherencia que la verdadera pasión, no la que te estraga sino la que te despierta esa sonrisa de reconocerse en la belleza. Y de esa belleza está lleno el disco.
CÉSAR PRIETO.

Javier Colis y las Malas Lenguas  
Otra nube

NUEVOS MEDIOS
 
Las aproximación de Javier Colis al rock como género solo cabe definirse como brutal. En expresividad, en sus objetivos y en su fórmula. Otra nube es la deconstrucción de un género, una remodelación del blues y el rock primitivo, una gesta personal de gran valor. No busquéis una formula sencilla en el nuevo trabajo de Colis, no tratéis de encontrar comodidad sonora, pues aunque la propuesta es orgánica el planteamiento resulta extremo en el sentido de que, aun cuando se hace acompañar de la mínima instrumentación, la voz del músico remueve un caldo creativo de gran peso histórico.
    Las raíces del rock y del blues dictan cada una de las notas que contiene, con Colis a modo de filtro, apoyado por una banda competente que parece seguir sin problemas las directrices de su líder. La influencia de Tom Waits es clara, la voz de Javier, así como sus inflexiones y modos, es deudora del americano, aunque al contar con el castellano como vehículo lingüístico gana en una originalidad de la que no disfrutaría en territorio anglosajón.
    No se trata de un trabajo fácil de asimilar, aunque bien merece la pena el intento. Profundizar en él no deja de ser interesante, pues se trata de un disco ciertamente vanguardista en su manera de reciclar la tradición sin complejos.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Chuck Loeb
Between two worlds

HEADS UP!/INDIGO

El guitarrista de jazz de sólidas conexiones hispanas –su mujer, la vocalista Carmen Cuesta, es española– regresa con un nuevo trabajo en el que vuelve a perfilarse como un músico dinámico y virtuoso, pero plenamente volcado a la elaboración de texturas cálidas (lo que tampoco es ninguna novedad desde el momento en que Stan Getz le tocó con su varita mágica). No exhibe el nervio rockero que parece destinar a sus grabaciones con sus colegas de Metro, pero tampoco es el tan temido “smooth jazz” que tiene a los críticos tan arrinconados.
    La cosa toca muy sentimental, porque es el primer trabajo que graba tras la muerte de su viejo amigo Hiram Bullock. Y claro, todos ellos, desde Will Lee (bajo), Till Brönner (trompeta) o Wolfgang Haffner (batería), hasta Gerald Veasley (bajo), Eric Marienthal (saxos y flautas) o Bashiri Johnson (percusión), han coincidido en alguna ocasión con el entrañable “guitar hero”. El tema en cuestión se llama directamente “Hiram” y aquí el bajo sin trastes de Will Lee se enreda de maravilla con el de Veasley para dar con una de las mejores piezas del álbum, a cuya belleza no es tampoco ajena la voz de la Cuesta, que la usa como un instrumento más. Jim Hall (“The great hall”), Pat Metheny (“360”) y Mike Stern (“Let’s play”) son otros de los músicos que se llevan también explícitos y merecidos homenajes. O Jobim, con esa versión de “Sò tinha de que ser com voçé” a la que pone voz su propia mujer.
    Un disco perfecto, claro, a lo que hay que añadir un tramo final de piezas grabadas con el común engranaje de Haffner a la batería y Dieter Ilg al bajo que por sí solas sustentan todo el trabajo.
GERNOT DUDDA.

Chris Cornell 
Scream

INTERSCOPE
 
Una sorpresa. El tipo que entonó las furiosas y depresivas canciones de Soundgarden, el icono grunge que cayó en las garras del “mainstream” formando un supergrupo junto a miembros de los políticos Rage Against The Machine, remata su trayectoria solista con un disco para el que la palabra comercial se queda corta. Chris Cornell abraza el dólar, abraza a la MTV y cede ante la inmadurez musical de la mano de Timbaland, el productor de moda dentro del pop estadounidense más blando. Poco tenía que ver Cornell con Madonna o Nelly Furtado, pero ahora es uno más en esa inabarcable lista de estrellas a la carrera de la modernidad.
    Bien, dicho esto, atentos: Cornell canta en este álbum como nunca en toda su trayectoria – y sí, incluyo a Soundgarden–. Scream no es un disco que vaya a llegar al corazón de ningún rockero, más que nada porque no parece que se sea su público objetivo y porque el disco suena tan sintético que difícilmente va a cuadrar en el currículun de un tipo afiliado a las guitarras. Y aun así, esa frialdad, irónicamente, potencia la voz del músico, que sigue entonando en su estilo, de potente languidez, sonando más negro que nunca. ¿Hay buenas canciones? Bastantes y muy logradas, dignificando un estilo tan indefinido como ese suave R&B de bases electrónicas que tanto gusta a las jóvenes generaciones, incultas musicalmente pero preparadas para todo lo que el mercado les dicte como “cool”. La instrumentación es aséptica, la producción fina y la voz de Cornell caliente. El músico se muestra inspirado en un entorno tan alejado de sus raíces, lo cual no deja de ser sorprendente. Sin prejuicios se disfruta, aunque dista mucho de ser una obra de arte. Esto es mercado.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

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