Rockola, Discos. 15 de mayo de 2009

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Rockola, Discos. 15 de mayo de 2009Merche Corisco
Oasis

PEERMUSIC/MALAX/LOCOMOTIVE

Nueve años ha tardado Merche Corisco en editar Oasis, su tercer disco. Sus anteriores entregas Merche Corisco (1996) y Dulce kaos (2000) mostraron parte del potencial artístico de esta enérgica cantante y compositora madrileña. Ahora tocaba dar el paso definitivo, entregar un puñado de canciones cargadas de buenos argumentos sonoros y líricos.
Oasis reúne doce composiciones grabadas entre 2002 y 2006 (¡las más recientes llevaban tres años en la “nevera”!) que consiguen ese objetivo gracias a la hermosa voz de Corisco, la producción de relojería suiza, los trabajadísimos arreglos y las colaboraciones “estelares” de Quique González, Javier Ruibal, el ex Tam Tam Go! Nacho Campillo y los guitarristas Diego García y Julián Kaneviski, músicos habituales del universo Calamaro.
El largo periodo de maceración ha jugado a favor del disco. Entre los doce temas que lo integran encontramos composiciones orientadas al pop, que podrían encontrar su nicho ecológico en las radiofórmulas convencionales como lo han hecho otros artistas de calidad contrastada como Amaral o Calamaro. Es el caso de “Días sin luz” y, sobre todo, de “Salió el sol”, un potentísimo, brillante y optimista single. No obstante, Merche Corisco firma también temas menos digeribles a priori como “Caja de zapatos”, en el que se mezclan influencias de diverso pelaje, que van desde la psicodelia, Björk o el hip-hop. “Un paso más”, en cambio, es una canción más intimista que nos permite conocer los diferentes registros vocales de la madrileña, mientras que “Reina de las flores” explora las posibilidades de mezclar sonoridades latinas y el rock. En esta línea está “Oasis”, la canción que da título al disco y cuya letra parece en algunos momentos una partida de ping-pong entre las contradicciones que debemos afrontar en la vida cotidiana. “Dentro de un cuadro”, en la que colabora el ya citado Quique González en los coros, es nuestra favorita por la fuerza que amaga su letra.
Este debería ser el disco de confirmación de Merche Corisco, una artista que ha tenido que hacer su particular travesía por el desierto después de que Sony le diera la carta de libertad y parece que, finalmente, ha llegado a un oasis personal y artístico que le ha permitido alumbrar un LP cargado de fuerza y buenas canciones.
ÀLEX ORÓ.

Omar Sosa
Across the divide (A tale of rhythm and ancestry)

HALF NOTE/NÄIVE

Cada realización de Omar Sosa es la perfecta sublimación de la espiritualidad. A veces le llega en su entorno afrocubano de Orishas y guaguancó. Pero lo sorprendente –aunque no tanto, y aquí es donde entra siempre en juego la calidad del músico– es que también le ocurre cuando está lejos. Le ha pasado recientemente en Maktub, con su colaboración con la Orquestra Arab de Barcelona. Y vuelve a pasarle ahora en Across the divide, tras tomar como aliado eventual al violinista de Nueva Inglaterra Tim Eriksen, un especialista en músicas de raíz del Norte de América (que abarca desde las primitivas lamentaciones indígenas hasta el bluegrass). Con él completó una banda de hasta seis músicos con los que compartió esta exquisita grabación en el Blue Note de Nueva York (con recordings grabados también a puerta cerrada), y que demuestra que a los Orishas no les habían dado ni mucho menos vacaciones ese día. La rugosa voz de Eriksen y la sutilidad de su banjo conectan de maravilla con el universo personal de Omar Sosa. De tal pasmosidad que hasta se diría que su música siempre fue así. Incluso una pieza como “Glu-glu”, que no pinta mucho por aquí –sino quizás en alguno de aquellos discos laietanos de fusión más eléctrica–, tiene también su razón de ser. Y el maravilloso tema de apertura, “The promised land”, con esa invocación vocal tan hebraica, es una absoluta delicia para los sentidos.
GERNOT DUDDA.

M Ward
Hold time

4AD/POPSTOCK!

A diferencia de tantos de su especie, este californiano expone una vertiente más que interesante en su estilo de songwriter. Más enraizado que el formato indie, menos clásico que la vieja guardia, hay una intensidad cruda en su cancionero que toca la fibra, pese a moverse en tierra de nadie. No es sólo cuestión de interpretación, es algo más, y ese algo es acercarse al corazón de lo que se dice y se busca decir. Con pulsión y un mundo propio, M Ward abre el disco con simple belleza en “For beginners” y a partir de ahí planea, no siempre con el mismo acierto, por un tímido pop, luminoso por brotar de una oscuridad latente. Pistas como “Jailbird” señalan el camino, aunque hay además una magnífica revisión de “Rave on” de Buddy Holly o un cameo hipnótico de Lucinda Williams en “Oh lonesome me”.
FENANDO NAVARRO.

Depeche Mode
Sounds of the universe

MUTE/EMI

Suma y sigue. Tras el excelente Playing the angel, los Depeche Mode contraatacan con este Sounds of the Universe, otro gran disco que añadir a su discografía aunque poco tenga que ver con su anterior lanzamiento. Y es que es complicado encontrar inmediatez (o comercialidad) en cada una de las canciones que lo componen, a lo que hay que añadir el sonido electrónico “vintage” que impregna todo el trabajo, ¡nada moderno precisamente! Sounds of the universe suena futurista y añejo, a naves plateadas de plástico y hombrecillos verdes de pega, pero con encanto, mucho encanto. Y es que, según se cuenta, esto es lo que ocurre cuando Martin Gore comienza a comprar teclados arcaicos en Ebay (es divertido verle ilusionado con sus juguetes en el DVD que acompaña a la edición de lujo).
Todo ello es tremendamente útil a la hora de armar un disco soberbio, que se aparta de la modernidad para caer en la sencillez, aunque esto no implica melodías especialmente accesibles. “Peace”, “Wrong” o “Fragile tension” se pueden tararear, claro que sí, pero distan mucho de ser hits radiables, exactamente lo mismo ocurre con la sinuosa “Little soul” o el regreso al soul de “In chains”. Son piezas excelsas que trasladan al oyente a un pasado que jamás existió, con gusto y muy buenas maneras, pero que demandan concentración. No hay piezas facilonas y sí grandes tesoros a descubrir con tranquilidad, llenos de sonidos provenientes de otro tiempo, trasladados al presente con maestría. Siguen siendo únicos.
JUANJO ORDÁS.

Sweet Oblivion
Black sheep serenade

LUCINDA RECORDS

El trabajo de un crítico no es desde luego glamouroso, pero en ocasiones resulta estimulante. Sí, estimulante es, para alguien que sigue siendo un simple aficionado, abrir el buzón y encontrarse con sobres que adivinas que contienen CDs. Algunos los has solicitado, otros te asaltan por sorpresa y escuchas por convicción y respeto. En ocasiones, apenas sin haber mirado su portada, los colocas en el reproductor mientras vas preparando lo que vas a cocinar, mismamente. Y de repente tienes que cortar la cocción, apoyar las manos en el mármol y buscar acomodo al lado de los altavoces.
Eso, estimulante, me pasó con el disco de unos desconocidos Sweet Oblivion, busqué la hoja de promo para que se me desvelara su pasado musical, anoté que el nombre era el de un disco de los Screaming Trees, pero lo verdaderamente importante era que las voces y las melodías seguían recorriendo la piel.
No inventan nada, no es más que un remedo, a veces calco, de la música americana que bebe del folk rock, de Gram Parsons y del country. Pero tienen dos virtudes, la primera es que saben hacer canciones que son inmensamente bellas, esa “Black sheep serenade”, sostenida por el bajo y el Hammond y tan cruda como envolvente. O esa “Only dust” de balanceante melodía trenzada por guitarra y voces angélicas, cordiales y puras.
La segunda es que saben separarse del estilo e inyectar estéticas alternativas. “Moonlight” aparece teñida por el síndrome Fleetwood Mac, pero de golpe te das cuenta que asistes a las mismas melodías de La Buena Vida o a esa batería esquelética de Duncan Dhu. Y poco a poco avanza el disco entre secuencias más oscuras que concluyen en “Dead time” con guitarras a lo Echo and The Bunnymen o The Church.
Virtudes que solventan un tanto el problema de siempre, la uniformidad de canciones deudoras de un estilo, el tránsito AOR. Queda claro, hay que oxigenarlas y Sweet Oblivion lo consiguen. Y así les ha quedado un disco de perfecta emoción y perfecta escuela.
CÉSAR PRIETO.

Los Twangs
Mondo Twang

SLEAZY RECORDS

Vaya por delante nuestra felicitación a Los Twangs, la banda aragonesa de surf-rock, por cuidar tanto los detalles de Mondo Twang, su segundo trabajo. Lo han editado en vinilo de diez pulgadas con carpeta abierta que incluye también la edición en CD con cinco temas extras. Fotos en color del grupo zaragozano ilustran el interior de la carpeta.
A diferencia de otros discos del género comentados en las últimas semanas en esta sección (Los Coronas y Los Tiki Phantoms), Los Twangs no se limitan al surf instrumental. También graban canciones de rock and roll con influencias de los cincuenta y del garaje punk de los sesenta. No obstante, su propuesta sonora resulta algo más endeble, le falta “punch”, algo que estos surfers de secano suplen con buen humor y sentido del espectáculo en sus shows en directo.
Pese a todo, Mondo Twang es un disco altamente disfrutable, una pequeña golosina para los amantes del rock and roll. En é se puede escuchar tanto temas originales como versiones entre las que destacan “Amor amargo”, del Dúo Dinámico; “Latin Lupe Lu”, de The Kingsmen o «Roughshood», de Link Wray. En el CD con extras destaca el hit punk-rocker “Demolición”, de los peruanos Saicos.
En definitiva, un disco para pasar un buen rato siempre y cuando el oyente especializado en el género baje algo el listón de sus exigencias sonoras. Para el neófito, una gran oportunidad para acercarse al mundo del surf-rock e imaginarse las posibilidades de deslizarse en una tabla por el Ebro.
ÀLEX ORÓ.

Melissa Laveaux
Camphor & copper

NO FORMAT!/UNIVERSAL

Con este nombre bien podría haber sido uno de esos fascinantes personajes criollos sobre los que Dr. John cantaba en sus discos. Y su historia personal probablemente sea igual de interesante. Melissa es hija de padres haitianos y nació en la francófona Montreal, pero creció en la anglófona Ottawa. En este tira y afloja por fijar una verdadera filiación para sus raíces, descubrió por igual el folk de Joni Mitchell, el trip hop de la vieja musa de Tricky, la música brasileña alternativa de Os Mutantes o a las grandes divas del soul (Nina Simona, Erikah Badu) y la World Music (Rokia Traoré, Lhasa). Y algo de todo ello ha conseguido retener en este su primer trabajo internacional. Aunque con tanto bagaje sorprende lo austero y minimalista de su puesta en escena, lo que sólo su áspera voz es capaz de suplir. Digamos que podemos estar ante la primera folk singer de la generación de las Músicas del Mundo. Y al igual que a la iconoclasta Erika Stucky también le va el juego de las versiones que rompen con el modelo original. Aquí se atreve con cosas tan distintas como el “Needle in the hay” de Elliott Smith o el “I wanna be evil” de Eartha Kitt.
GERNOT DUDDA.

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