La cara oculta del rock: ¿Quién secuestró a Debbie Harry?

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«Intenté acercarme para bajar la ventanilla y me di cuenta de que no había manilla en la puerta ni manivela para la ventana ni nada. El interior del coche estaba totalmente vacío”

La muerte nunca estuvo tan cerca para Debbie Harry. Unos años antes de formar Blondie, subió al coche de un desconocido que amablemente se había ofrecido a acercarla hasta un bar en Nueva York. Lo que Harry no sabía era que aquel automóvil estaba conducido por el asesino en serie Ted Bundy. Héctor Sánchez nos narra esta historia.

 

Texto: HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

Durante los años 70 en Estados Unidos, el terror se presentaba ante las mujeres sentado al volante de un Volkswagen escarabajo. Este automóvil era el vehículo habitual de Ted Bundy, el temido y peligroso asesino en serie. Bajo una apariencia atractiva y con buenos modales se escondía un auténtico monstruo. Bundy solía mostrarse como un hombre encantador y atento, pero cuando una ilusa víctima subía a su coche, ya no había escapatoria. El asesino en serie se mostraba indefenso y salía a la caza de nuevas presas con un brazo escayolado y en cabestrillo o con un par de muletas. Bundy se paseaba por el campus universitario, dejaba caer libros al suelo, solicitaba ayuda a las incautas féminas y se aprovechaba de las buenas intenciones de estas jóvenes que estaban dispuestas a echarle una mano recogiendo los objetos y acompañándole hasta su coche.

Como para muchos otros psicópatas, los primeros años de Bundy fueron clave. Ted nació en 1946 y nunca conoció a su verdadero padre. Creció creyendo que su madre era su hermana mayor y sus abuelos eran sus padres. Cuando el pequeño Ted tenía cuatro años, se mudó con su madre a Tacoma, en el estado de Washington, y un año después, ésta se casaría con un cocinero de quien Ted acabaría incorporando el apellido. De este matrimonio, nacieron cuatro hermanos para Ted Bundy, pero nunca se sintió cómodo ni integrado en su familia. Su vida amorosa tampoco fue mucho mejor: después de ser rechazado por una novia, comenzó una relación con una mujer divorciada mientras enviaba constantes cartas a la chica que le dio calabazas. Cuando por fin volvió a conquistarla, consiguió su venganza rechazándola él a ella.

Mientras, Bundy, un alumno prometedor, se graduó en Psicología, estudió Derecho y estuvo vinculado al Partido Republicano. Sin embargo, prefirió dejar la política de lado cuando descubrió un nuevo y cruel pasatiempo después de cometer su primer asesinato en 1974. A partir de aquí comenzó una oleada de brutales y salvajes homicidios. Todas sus víctimas tenían un patrón común: era mujeres jóvenes con melenas peinadas con raya al medio, el mismo peinado que el de su primer amor. Pero la novia que le rechazó no fue la única mujer que sirvió de “inspiración” para que Ted Bundy cometiera sus asesinatos. “Toda la rabia que he estado desahogando con las mujeres que maté, estaba dirigida contra mi madre”, declaró el criminal.

El secuestro, la desmembración y la necrofilia eran prácticas habituales para Bundy. Aunque se confirmaron dieciséis víctimas, el asesino en serie confesó más de una treintena de muertes. No obstante, se sospecha que el número real pudo llegar al centenar. Después de ser arrestado y escapar, finalmente se le detuvo de nuevo en 1978 y en 1980 se le condenó a muerte. Aunque sería en 1989 cuando Ted Bundy pagó definitivamente por sus crímenes bajo los plomos de la silla eléctrica.

 

Cuando Debbie Harry conoció la noticia de la ejecución del asesino en serie, recordó un traumático episodio que sufrió antes de formar parte de Blondie. A principios de los años 70, la cantante se encontraba en el Village en Nueva York. Aunque ya era bastante tarde, Harry todavía tenía fuerza suficiente para visitar un club abierto hasta el amanecer, así que se dispuso a esperar un taxi que la acercara. Sin embargo, en lugar de un taxi, fue un coche pequeño y blanco el que se paró delante de la antigua conejita de “Playboy” y le preguntó a dónde iba. Como el local no estaba muy lejos, se ofreció a llevarla allí.

Así que Debbie Harry montó en el automóvil de aquel amable desconocido sin saber que se llevaría un susto de muerte: “Me subí al coche, y era verano pero las ventanas estaban subidas casi del todo excepto por cinco centímetros en la parte superior. Estaba allí sentada y no me hablaba. Automáticamente, intenté acercarme para bajar la ventanilla y me di cuenta de que no había manilla en la puerta ni manivela para la ventana ni nada. El interior del coche estaba totalmente vacío”, declaró la cantante. Algo olía mal. Ante esta situación tan escalofriante y sospechosa, Harry, en lugar de caer presa por el pánico, se dejó llevar por su instinto de supervivencia: “Me puse muy nerviosa. Saqué el brazo por la pequeña abertura, lo estiré y abrí el coche desde fuera. En cuanto vio eso, intentó girar la esquina muy rápido y yo me tiré del coche y aterricé en medio de la calle”.

De buena se había librado. La cantante guardó este recuerdo en la parte más oculta de su memoria, pero cuando se enteró de la muerte de Ted Bundy en la silla eléctrica recuperó este tormentoso recuerdo y llegó a la conclusión de que ella misma pudo haber sido una de sus víctimas: “Leí algo sobre él justo después de su ejecución. No había pensado sobre ese incidente en años. La descripción de cómo operaba, de su aspecto, del tipo de coche que conducía y del periodo de tiempo en que estaba haciéndolo en esa zona del país encajaban a la perfección. Dije ‘Dios mío, era él’”. La vocalista de Blondie, que calificó su experiencia cercana a la muerte como “espeluznante”, relató esta historia en un periódico en 1989 y reconoció que, aunque lo pasó muy mal, se sintió aliviada: “Soy una de las que tuvieron suerte”.

Para conmemorar semejante relato, Robert Williams, el ilustrador de la portada original y censurada del álbum “Appetite for Destruction” de Guns N’ Roses, inmortalizó esta escena con un cuadro titulado “Debbie Harry’s Fears”, una pieza que la cantante compró para su apartamento de Nueva York.

El perímetro en el que Ted Bundy realizó sus macabros crímenes incluía los estados de Washington, Oregón, Utah, Idaho, Colorado y Florida. El asesino en serie nunca estuvo en Nueva York, por lo que resulta poco probable que se cruzara con Debbie Harry. Además, a diferencia del automóvil “vacío” que describió la cantante, Bundy no modificaba los vehículos que utilizaba para sus crímenes. Ann Rule, autora del estudio sobre Ted Bundy, “The Stranger Beside Me”, aseguró que era bastante habitual que muchas jóvenes afirmaran haberse librado por los pelos del asesino: “Una docena de mujeres o más me han llamado desde 1980 completamente convencidas de que habían escapado de Ted Bundy. En San Francisco. En Georgia. En Idaho. En Aspen. En Ann Arbor. En Utah… Él no pudo haber estado en todas partes pero para estas mujeres, hay recuerdos terroríficos de un hombre guapo en un Volkswagen claro: un hombre que las llevó a algún sitio y que quería algo más. Están seguras de que era Ted el que acudió a ellas y declararon que no volvieron a hacer autostop”.

¿Quién sabe quién pudo ser aquel misterioso desconocido que recogió a la cantante de Blondie y que llenó su cabeza de miedos? Ted Bundy no pudo haber sido. Pero ¿quién no hubiera querido pasar un rato con Debbie Harry?

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Anterior entrega de La cara oculta del rock: Aquel maravilloso Marilyn Manson.

Puedes seguir a Héctor Sánchez en su propio blog.

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