“Realidad virtual de Rock’n’roll” (1992), de Cabaret Pop

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OPERACIÓN RESCATE

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“Aunque aquellos tres discos en los que jugueteó con la electrónica nos parezcan ahora una rareza dentro de su extensa discografía, en sí mismos son coherentes”

 

Javier Escorzo nos lleva hasta 1992 para recuperar el segundo de los tres trabajos que publicó Diego Vasallo con Cabaret Pop, su proyecto paralelo a Duncan Dhu.

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Cabaret Pop
“Realidad virtual de Rock’n’roll”
DRO, 1992

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

La década de los ochenta había sido la de la gran explosión de la música nacional. Tras el chispazo que supuso la Movida (o mejor dicho, las Movidas, pues hubo muchos otros focos periféricos además del situado en la capital), en la segunda mitad de la década todas las cifras crecieron hasta volverse mareantes. Bandas como Alaska & Dinarama, Gabinete Caligari o Radio Futura despachaban discos por cientos de miles. Sus canciones sonaban incesantemente en las radiofórmulas y su presencia era habitual en programas de televisión (sí, amigos, la televisión dejaba espacio para la música, muchas veces en horarios de máxima audiencia). Los conciertos eran multitudinarios y los cachés estratosféricos. Era la época que posteriormente se conocería como La Edad de Oro del Pop Español.

Entre todos aquellos grupos estaba Duncan Dhu. Surgido como trío en San Sebastián a mediados de los ochenta, había dejado un puñado de canciones imperecederas que sorprendieron a propios y extraños (‘Cien gaviotas’, ‘Esos ojos negros’, ‘En algún lugar’, ‘Una calle de París…). Posteriormente abandonó la banda Juanra Viles, el batería de la formación original, que se mostraba partidario de mantener una actitud amateur, negándose por tanto a profesionalizarse, algo que tuvo que hacer Duncan Dhu, al igual que todos los grupos que triunfaron en aquellos años dorados. Ya como dúo, Mikel Erentxun y Diego Vasallo grabaron la que todavía hoy es considerada su obra magna, el doble “Autobiografía”. Lo hicieron en Londres acompañados por grandes nombres de la new wave británica. Fue entonces cuando Allan McGee, del prestigioso y exclusivo sello Creation, viajó a España para ficharlos. McGee pasaría a la posteridad como el descubridor de Oasis, y en Creation publicaron grupos de la talla de My Bloody Valentine, The Jesus and Mary Chain, Ride, Primal Scream o Teenage Fanclub. Pero esa es otra historia. Lo importante de aquellos viajes de Duncan Dhu a Londres fue, además de las lustrosas líneas que embellecen su curriculum, el descubrimiento por parte del dúo de los clubs, la cultura de baile y el sonido Manchester, algo que tuvo mucha influencia en la música de Diego.

“Cabaret Pop, realidad virtual del rock’n’roll” hay que entenderlo como el final de una trilogía, de la que también formaron parte el primer álbum de Cabaret Pop (de título homónimo) y “Supernova”, de Duncan Dhu. En esos tres discos Diego se alejó de sus orígenes musicales, enclavados en el rock anglosajón (más americano en los tres primeros elepés de Duncan Dhu, más británico en “Autobiografía”), y se sumergió por completo en la música de baile de los setenta y de los ochenta, en David Bowie y en Iggy Pop, en Depeche Mode y en Prince, en el funk y en la música disco.

Jesús N. Gómez fue el encargado de producir el álbum en su estudio, situado en el barrio de Prosperidad de Madrid. Aunque Jesús ha trabajado con artistas de todo tipo, y no necesariamente electrónicos (Joaquín Sabina, Gabinete Caligari, Loquillo o Radio Futura son solo algunos ejemplos), lo cierto es que se desenvuelve muy bien con las programaciones, y junto a Vasallo llenó el álbum de loops, bases y sonidos disparados. Con todo, y en contra de lo que algunas veces se ha dicho, Cabaret Pop nunca llegó a ser un grupo de música electrónica, sino más bien de pop-rock sintético y bailable.

También había en el disco pinceladas de hard rock, como bien se apreciaba en ‘Funk City’, la canción que abría el trabajo. Sobre un ritmo trepidante, relata la vida nocturna de una gran ciudad, repleta de hedonismo decadente, corrupción, “drogas, alcohol y sábanas usadas”. Podría estar hablando de Madrid, donde el músico pasaba largas temporadas, o de cualquier urbe en la que poder dilapidar dinero, tiempo y salud. De hecho, el contenido de la letra podría recordar al ‘Paradise city’ de Guns N’ Roses, por entonces uno de sus grupos favoritos. Los sonidos más duros se hallaban también en ‘La piel de lobo’, cuya letra se dirigía contra las sectas, los predicadores y, en general, todo el negocio que se puede montar alrededor de la fe. Esta canción, que fue el tercer single, contaba con unos coros gospel que ayudaban a ambientar mejor la temática. La corista de este álbum fue Edith Salazar, que años más tarde saltaría a la fama como profesora de Operación Triunfo. Edith también dejaba su voz en el segundo sencillo, la funky ‘Rastros de ti’.

Uno de los puntales que definían el disco, especialmente en los temas más acelerados, era la guitarra de Luis Miguélez (en los créditos Luisy Sexx). Le llamó porque quería recrear esas guitarras sintéticas, a medio camino entre el hard rock y la electrónica, que Luis había registrado en los álbumes de Alaska & Dinarama, otro de los grupos que también le influyó en aquellos años (no olvidemos que Alaska y Nacho Canut habían colaborado en el primer trabajo de Cabaret Pop).

Había también excelentes baladas como ‘Amiga carnal’ o ‘En el peine de los vientos’, un homenaje a la famosa escultura de Chillida situada en la costa de San Sebastián, que todavía hoy suena hermosa y sensual. O la deliciosa ‘Historia en Re Mayor’, que cerraba el trabajo entre bases electrónicas y sonidos orquestales. Pero si había una canción que sobresalía entre las demás, esa era ‘Juegos de amor’, el primer single. La sugerente voz de Edith Salazar daba paso a un tema irresistiblemente bailable, con letra amorosa y melodía brillante marca de la casa. El lanzamiento de este single coincidió en el tiempo con el de ‘A un minuto de ti’, carta de presentación del primer álbum en solitario de Mikel Erentxun, y era curioso ver a los dos miembros de Duncan Dhu comandando las listas de éxitos con estilos tan diferentes. ‘Juegos de amor’ se convirtió en un tema muy popular, el gran responsable de las excelentes ventas del disco, que pasó con creces del disco de oro y se quedó a las puertas del de platino. Diego siempre sintió debilidad por esta canción y en 2006 volvió a grabarla a dúo con Quique González para el recopilatorio “Las huellas borradas” (Warner, 2006), aunque con diferente letra e instrumentación, más acorde con su estilo de entonces.

Conociendo los trabajos que ha publicado después, parece mentira que hace veinticinco años Diego Vasallo grabase un álbum como “Cabaret pop, realidad virtual del rock’n’roll”. Basta una escucha rápida a su último trabajo (el excelente “Baladas para un autorretrato”, Subterfuge, 2016) para adivinar que su autor ya no se reconocerá en esas viejas canciones. Pero esa es, precisamente, la misión de los discos: dejar constancia de un momento concreto. Y en 1992, cuando tenía veintiséis años, el donostiarra era exactamente así. Aunque aquellos tres trabajos en los que jugueteó con la electrónica nos parezcan ahora una rareza dentro de su extensa discografía, en sí mismos son coherentes. Se sostienen solos. Y al acercarnos a ellos seguimos encontrando grandes canciones.

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