Raffaella Carrà: Sí, es ella. ¡¡Raffaella!!

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«Siempre digo que el rock está en mi cuerpo, aunque cante cosas más sencillas, menos duras. Lo importante es tener la garra y la ironía. Es más fácil sentirlo que explicarlo con palabras»

Es un icono de los más populares de los últimos treinta años, pero la simpática presentadora televisiva italiana también ha protagonizado películas junto a Frank Sinatra o Marcello Mastroianni y ha grabado más de veinte álbumes. Sus éxitos musicales fueron arrolladores durante los años 70, algunos muy avanzados para su época. Eduardo Guillot habla en profundidad con la diva.

 

Texto: EDUARDO GUILLOT.
Fotos: MARINETTA SAGLIO.

 

Ha sido una presencia habitual en la pequeña pantalla española desde mediados de los setenta, primero como cantante y después convertida en una de las presentadoras más populares del medio. Pero la italiana Raffaella Carrà, toda una institución en el mundo televisivo, tenía una intensa trayectoria previa en su país, repleta de curiosidades, que incluye diversas incursiones en el cine y el teatro.

Su primer contacto con el cine tuvo lugar cuando sólo contaba nueve años, en “Tormento del passato” (Mario Bonnard, 1952). Entonces todavía era Raffaella Pelloni. ¿Cómo se preparó para afrontar una posible carrera de actriz?
Estuve en el Centro Sperimentale di Cinematografia, en Roma. Hice un intenso curso de dos años en el que estudié impostación de voz, historia del cine y del teatro, danza clásica, equitación… Todo lo que puede necesitar un actor. Al final del curso, el director Florestano Vancini me escogió para hacer su primera película, “La larga noche del 43” (1960), que ganó el Premio a la Opera Prima en Venecia. Mi papel era pequeño, pero muy dramático y complicado. El guión era de Pier Paolo Pasolini. Después hice teatro.

En 1961 adopta el nombre artístico de Raffaella Carrà. ¿Por qué?
No me lo puse yo, me lo pusieron. Stefano Pelloni era un bandido como Robin Hood. Robaba a los ricos para darlo a los pobres. Pero en Italia se equivocaban siempre con mi apellido y le ponían la B, me llamaban Belloni. Y en el sur alargaban la doble l y sonaba horrible. Para solucionarlo, un guionista decidió llamarme Carrà. Le pregunté el motivo, porque a mí no me gustaba el acento. Me explicó que Rafael Sanzio era un pintor del Renacimiento, y Carrà era un pintor moderno [se refiere al pintor futurista Carlo Carrà]. Así combinaba un nombre clásico con otro moderno. No me gustaba mucho, pero me acostumbré.

¿Diría que “I compagni”, de Mario Monicelli, es la película más destacada de su primera etapa como actriz en Italia?
Fue la película que me llevó a Hollywood. Tenía un papel secundario, pero muy intenso, en el que compartía varias escenas con Marcello Mastroianni. Los americanos la vieron y me escogieron para hacer “El coronel Von Ryan” en Estados Unidos.

Fue su primera gran oportunidad internacional. Y en la película tenía una escena muy sensual con Frank Sinatra. ¿Cómo recuerda la experiencia?
A nivel laboral, fue fantástica. No sé cómo trabajan en España, pero en Italia es bastante común que el director se levante por la mañana y decida eliminar o cambiar una parte del guión y se invente algo en el momento. En América todo está establecido de antemano, y eso te permite trabajar mucho más a gusto, porque llevas tu guión aprendido. Son muy profesionales. Firmé un contrato de varios años con 20th Century Fox, pero no me gustaba el modo de vida hollywoodiense. Yo no bebo, ni consumo cocaína, por lo que me aburría mucho a partir de las seis de la tarde, cuando terminaba la jornada de trabajo. No sabía qué hacer. Además, me habían dicho que la ciudad era muy peligrosa, que no saliera sola, etc. Preferí ir a ver al productor Richard D. Zanuck, que entonces dirigía los estudios, y le pedí que rescindiera mi contrato. Regresé a Italia, y lo primero que hice fue un drama de Diego Fabbri. Estuve haciendo teatro durante año y medio para dejar de respirar el aire hollywoodiense, que es fantástico, pero estaba muy lejos de mi temperamento y mi forma de vida.

Se dijo que podía haber seguido el camino de Gina Lollobrigida, Sofía Loren y Virna Lisi.
Sí, trunqué mi carrera. No tenía un novio o marido que me empujara a tomar la decisión de quedarme a vivir allí para formar una familia o estar con alguien que me diera seguridad y me evitara la nostalgia de mi país. Yo era muy joven entonces. Mi madre, que había viajado conmigo, regresó a Italia. Yo sólo podía ir de visita a mi país una vez al año. La libertad, poder elegir, ha sido siempre para mí el mayor empuje en mi vida. Si me equivoco, la culpa es mía.

En 1969 rodó en España, con José Luis Merino, otro filme ambientado en la Segunda Guerra Mundial: “Comando al infierno”. ¿La recuerda?
¿Puedes creer que no la he visto nunca? Recuerdo que el director me cortó mucho el pelo, porque mi personaje tenía que hacerse pasar por un hombre. Lo pasé bomba en aquel rodaje. Fue cuando empecé a conocer la rumba española, porque durante las pausas del rodaje, todo el equipo, sastras, técnicos, etc., se ponían a tocar palmas. Me pareció una música fantástica. Mi sueño era ser coreógrafa, trabajar detrás de la cámara, y no delante de ella. Habiendo estudiado ballet mucho tiempo, la rumba fue un descubrimiento enorme, que años después presenté en Italia. Lo pasé muy bien. Después rodé también en España una película con Steno, “Rose rosse per Angelica” (1968), con Jacques Perrin, un actor francés. Ahí descubrí el fútbol, porque me llevaban cada domingo al estadio. Fue muy divertido. Pero creo que todo ese trabajo fue una preparación para que descubriera la forma de comunicar con el espectador a través de otro medio, la televisión.

De hecho, abandonó el cine.
El cine es un sacrificio enorme para una actriz. Tienes que estar horas y horas dando batalla. Maquillaje, vestuario… Si es una película histórica, tienes que llevar pelucas todo el día. Admiro muchísimo a las actrices de cine, pero en televisión me siento mucho mejor. Es también una batalla, pero dura tres horas, en directo, y se termina. En cine, el trabajo es muy corto, pero hay que mantener el personaje en la memoria, no cometer errores… Y si no tienes un gran director, es complicado.

«Nunca me he sentido una cantante pura, siempre he sido una actriz que cantaba. Sé que no soy Dionne Warwick ni Barbra Streisand. El baile y la palabra son lo mío, el canto es sólo un aderezo. Pero como vendimos tantos discos, no hacía más que entrar en el estudio, y grabé más de veinte álbumes»

LA CANTANTE ACCIDENTAL

¿Entonces ya estaba cantando? Las primeras grabaciones suyas que he localizado son de 1970. ¿Cómo da el salto a la canción?
Empecé, efectivamente, en 1970. En los estudios del Centro Sperimentale también se incluía un curso de educación vocal. Tuve un gran profesor, que un día me examinó la garganta y me dijo que podría cantar tranquilamente. Yo le dije que no, que no lo había hecho nunca y no era mi aspiración, pero él insistió en que tenía la predisposición física necesaria para poder hacerlo. Luego, un día, en una reunión de personal en televisión, un director que había visto el musical “Hair” se dio cuenta de que la televisión italiana, en aquellos momentos, era muy antigua, y había que modernizarla. Fue entonces cuando me dieron cuatro programas de prueba en los que tuve que cantar. Tomé clases y lo hice. Funcionó, y en unos meses me pusieron como presentadora del programa más importante de entretenimiento de la televisión pública italiana, “Canzonissima”. Mi primer disco llevaba la sintonía del programa. Así empezó todo, por casualidad.

¿Ya trabajaba con Gianni Boncompagni, autor de temas como ‘Tuca tuca’ y ‘Fiesta’?
Efectivamente. Era mi compañero y el autor de muchos grandes éxitos de los que canté. El entrenamiento hace que puedas cantar. Cada maestro, cuando grabas una canción, te ayuda y te enseña cómo se hace.

¿Cómo elegía el repertorio? Entre sus primeras grabaciones, hay canciones italianas populares y versiones de Burt Bacharach y Hal David, como ‘I say a little prayer’, ‘Close to you’ o ‘Raindrops keep fallin’ on my head’.
Todavía no tenía repertorio propio. El tema fuerte era el de la sintonía del programa, pero cantaba de todo, incluso ‘Borriquito como tú’, del grandísimo Peret. Lo grabé en español y fue directo al hit parade. De ahí en adelante, viendo que vendía muchos discos, lo cual fue una gran sorpresa, empezaron a escribirme canciones específicamente, que todavía hoy son éxitos. Aunque ya no somos pareja, todavía vivo muy cerca de Gianni, y a veces le pregunto por qué sus canciones siguen sonando tanto en todo el mundo. Y no lo sabe. Quizá porque son sencillas, divertidas e irónicas. Qué sé yo.

Cantaba temas interpretados anteriormente por Dionne Warwick o Dusty Springfield. ¿Eran sus modelos de referencia?
No lo fueron, porque nunca me he sentido una cantante pura, siempre he sido una actriz que cantaba. Sé perfectamente que no soy Dionne Warwick ni Barbra Streisand. El baile y la palabra son lo mío, el canto es sólo un aderezo. Pero como vendimos tantos discos, no hacía más que entrar en el estudio, y grabé más de veinte álbumes. Fue una sorpresa. Yo no cantaba desde niña, tengo una prima con una voz estupenda a la que sus padres no permitieron estudiar canto, y sin embargo yo me he convertido en cantante. La vida es rara.

Sus apariciones televisivas eran explosivas. Incluso el Vaticano la censuró. ¿Sentía que estaba rompiendo barreras morales?
Así fue, en 1971. El Vaticano, a través de su periódico, «L’Osservatore Romano», censuró el ‘Tuca tuca’. Según ellos, era muy atrevido y transgresor, porque el bailarín que estaba frente a mí me tocaba diversas partes del cuerpo. ‘Tuca tuca’ entró directamente en el número 4 de las listas de ventas de singles. Entonces, cuando se leía el hit parade, se daban los primeros cinco puestos, pero ellos saltaban del 3 al 5 para no tener que nombrarlo.

¡Como el ‘God save the Queen’ de los Sex Pistols en Inglaterra!
¡Sí, sí! Pero un día bailé el ‘Tuca tuca’ en televisión con el grandísimo actor Alberto Sordi, que vino como invitado al programa [se puede ver en internet], y lo convirtió en una perla de la televisión. A partir de ese momento, «L’Osservatore Romano» se quedó tranquilo.

Por entonces también comenzó a visitar la televisión española.
Tuve la oportunidad de ir como invitada a un programa y el director de la CBS se enamoró de mi música y mi forma de actuar, tan diferente de los demás en aquellos tiempos, así que en 1976 me dieron otra hora de programa especial, que hice en Madrid. Tuve la suerte de que se emitiera después de partidos de fútbol muy importantes, por lo que tuvieron mucha audiencia y surgió el cariño de los españoles hacia mí. Un cariño que, como sabe todo el mundo, es mutuo. No es una frase hecha, pero siento España como mi casa.

¿Era consciente de que fue un mito erótico para la España de la época?
¿Erótico? Los movimientos del baile subliman la relación entre hombre y mujer. El baile es algo erótico en sí, pero sin caer nunca en la vulgaridad, esto es muy importante. Lo que me encantaba era que yo hacía el ‘Tuca tuca’ tocando caderas, rodillas, espalda, cara… Y los niños lo repetían, se divertían porque era algo muy natural. Ese es el secreto.

A finales de los años setenta cambia su estilo melódico y de corte popular y lanza unas cuantas canciones que hoy pueden considerarse precursoras del italo-disco. ¿Fue una decisión propia o le aconsejaron?
Un poco de las dos cosas. Por ejemplo, ‘En el amor todo es empezar’ era una canción que a mí no me decía nada. De hecho, la puse en la Cara B del single ‘Forte forte forte’. ¡Y fue número 1 en Inglaterra! Es difícil que un cantante pueda reconocer un éxito. Cantas algunas canciones con más entusiamo que otras, pero en un álbum tienes que grabar diez, y no todas pueden ser hits. Es normal. De vez en cuando, no te das cuenta. Para mí, el ritmo es más importante que las baladas, porque me puedo mover de una forma más en consonancia con mi personalidad. Siempre digo que el rock está en mi cuerpo, aunque cante cosas más sencillas, menos duras. Lo importante es tener la garra y la ironía. Es más fácil sentirlo que explicarlo con palabras.

‘Fiesta’ (1977) logra un gran éxito, pero es ‘Rumore’ (1978) la que catapulta su fama. ¿Recuerda cuando le presentaron la canción por primera vez?
Aquí me pongo la medalla. Me mandaron ‘Rumore’ en formato maqueta. La habían hecho unos músicos que no conocía, medio borrachos, en un estudio en Milán. La escuché y me di cuenta de inmediato de que nunca había tenido una canción igual. De hecho, Guido Maria Ferilli y Andrea Lo Vecchio, sus autores, intentaron repetirla varias veces, pero nunca lograron igualarla. ‘Rumore’ fue una espontánea explosión de entusiasmo. La primera vez que la grabé, tuve que cantar varios tonos por encima de mi registro de voz habitual. Me pasé tres días en el estudio. Pero la base de la canción era tan potente, que no quise cambiar nada. Los coros también son míos.

Las traducciones de las letras en España las hacía Luis Gómez Escolar [Aguaviva, La Charanga del Tío Honorio]. ¿Tuvo algún contacto con él?
Escolar tradujo muchísimas canciones mías. Tenían el detalle de mantener el espíritu de la letra original, no como en otros países, donde tuve algún problema de censura.

Supongo que se refiere a lo ocurrido con el tema ‘Para hacer bien el amor hay que venir al sur’, que estuvo censurado en varios países sudamericanos.
Exacto. Después del éxito obtenido en España, los vídeos comenzaron a emitirse en Argentina, pero yo no tenía claro ir. Al final, en 1978, me decidí. Me pidieron que cambiara la letra y que cantara ‘Para enamorarse bien hay que venir al sur’. Pensé: ¡Otra vez! [risas] En Italia, el Vaticano, y en Argentina, un régimen militar.

¿Cómo eran sus shows en directo?
En Argentina actué en los campos de fútbol del Mundial. Llevaba grabada la música, diez bailarines y un vestuario enorme, con varios cambios de ropa a lo largo de un show de hora y media. La voz era siempre en directo. Era agotador, durísimo, sobre todo en países como México, donde el aire está muy contaminado. Al final, pedí tener siempre a mano una botella de oxígeno en el camerino. De hecho, recuerdo una anécdota que me pasó actuando en Valencia. Actuaba en la Plaza de Toros, y hubo un apagón. Para terminar el show, canté ‘Rumore’ sin amplificación y fue muy hermoso. Es uno de mis recuerdos más fuertes. He actuado en lugares muy caros y sofisticados, pero también en discotecas, y eso me ha dado una gran experiencia. Lo que no quise nunca, y ahora me arrepiento, es que grabasen el show. Fui tonta.

¿Por qué se negó?

No confiaba en la iluminación, la técnica… Pensé que no podrían plasmarlo en todo su esplendor. Fui una cretina, me arrepiento muchísimo, porque sólo existe alguna filmación de Viña del Mar, donde canté en directo, pero es muy poco.

A partir de finales de los setenta, su carrera se centra en la televisión. ¿Por qué?
Un día, en Acapulco, me pidieron hacer un último gran show, pero poco después me plantearon la posibilidad de presentar un programa diario matinal en directo, que era la primera vez que se hacía en Italia. Fue cuando me convertí en presentadora y entrevistadora. Fue un trabajo muy duro, a diario, durante ocho meses. A partir de ahí, empecé a escribir y presentar programas, y la música me exigía promoción que no podía hacer, porque no tenía tiempo.

¿Ha pensado alguna vez en regresar?

Me han pedido muchas veces volver a montar un gran show, pero es muy caro. Una vez acepté, con la condición de ofrecer sólo diez actuaciones, pero no era posible, tenía que hacer una gira mundial y eso era demasiado complicado. Hay que vivir un poco.

¿Qué hace en la actualidad?
Tengo muchos proyectos ahora, sigo eligiendo cosas que me interesan. No me gusta la televisión actual, así que necesito un proyecto personal que me atraiga para lanzarme. En España me han robado la idea de hacer “Carramba que sorpresa”, que lanzamos desde Italia [aquí fue “Sorpresa, sorpresa”]. No sólo lo han copiado, lo han quemado. Si no, estaría haciéndolo en España.

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