“Que Dios nos perdone”, de Rodrigo Sorogoyen

Autor:

CINE

 

 “Con este espeluznante retrato de los miedos y angustias de la sociedad española contemporánea, Sorogoyen firma uno de los mejores filmes del año”

 

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Que Dios nos perdone”
Rodrigo Sorogoyen, 2016

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

 

Tras la inquietante, ambigua y fascinante “Stockholm” (2013), Rodrigo Sorogoyen vuelve a ponerse detrás de las cámaras (una vez más con un libreto firmado por él mismo e Isabel Peña, ganador además del premio a mejor guion en el festival de San Sebastián) y nos regala una nueva experiencia absorbente, en esta ocasión en la forma de la obsesiva persecución de un perverso asesino de ancianas por parte de dos problemáticos detectives en el caluroso y agobiante verano madrileño.

Como todo buen thriller, “Que Dios nos perdone” utiliza los clichés del género negro, en esta ocasión en el subgénero del asesino en serie, para mostrarnos un mundo que no funciona. Ni la justicia ni la Iglesia, dos de los pilares fundamentales de la sociedad española, parecen aquí capaces de hacer otra cosa que no sea enfangarse y hundirse cada vez más, arrastrando consigo a todos los que las conforman. No existe la redención, sólo hay instituciones fallidas, decadencia, desconfianza, dolor, miedo.

Los personajes, defectuosos más que imperfectos e interpretados con maestría por todos los actores protagonistas (¿qué podemos decir a estas alturas del trabajo de Antonio de la Torre que no nos demuestre él mismo cada vez que aparece en pantalla?), luchan contra sí mismos por sobrevivir en una sociedad destrozada, sucia, en un universo donde la esperanza ya no tiene cabida. Con este caldo de cultivo, la película poco a poco construye un ambiente angustioso e imponente que consigue, casi sin que el espectador se dé cuenta, atarle con una fuerza tremenda y empujarle al mundo sombrío representado en pantalla, engancharle a la desesperada carrera en que los protagonistas se ven atrapados. La información se ofrece en la cantidad adecuada en el momento preciso para que, aunque tengamos una imagen de lo ocurrido más completa que ellos, compartamos en todo momento la angustia de los personajes.

Con este espeluznante retrato de los miedos y angustias de la sociedad española contemporánea y haciendo gala de un sentido del ritmo y la cadencia prácticamente perfecto, tanto en lo calculado de todos los diálogos como en la configuración de los planos y su situación dentro del (a veces frenético, a veces parsimonioso) montaje de la película, Rodrigo Sorogoyen firma uno de los mejores filmes del año y se confirma como una de las figuras más interesantes del cine patrio contemporáneo.

 

 

Anterior crítica de cine: “Mike y Dave buscan rollo serio”, de Jake Szymanski.

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