Punto de partida: Diego García y Stray Cats

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«Solo con mirar la portada pensabas: estos tíos tienen que tocar… Además, tenían un guitarrista que con el tiempo se convertiría en un héroe de la guitarra sin distorsión»

El guitarrista Diego García (actualmente en la banda de Andrés Calamaro”, que acaba de publicar su nuevo álbum –el instrumental y delicioso «The Brooklyn session»–, nos cuenta del disco que le cambió la vida: el debut de Stray Cats, un álbum que es la segunda vez que nos visita en esta sección.

 

 

Stray Cats
“Stray Cats”
ARISTA, 1981

 

 

La primera vez que oí el nombre de Stray Cats fue a finales de los 80. Estaban pasando un documental de motoristas en TVE 2 y recuerdo que mi hermano pequeño y yo nos quedamos de piedra cuando aparecieron unas imágenes del videoclip de ‘Runaway Boys’: «¡Dios mío, qué es esto!». Yo llevaba ya un tiempo tocando la guitarra, escuchaba los discos de mi padre de los Shadows, Elvis, Beatles y trataba de tocar encima. Pero ver a esa banda, con esa actitud, tocando a un ritmo frenético, con esos sonidos de guitarras antiguas pero modernas a la vez me voló la cabeza.

Yo no sabía ni siquiera dónde se compraban discos así en ésa época, así que pregunté a un conocido del colegio que vestía de rocker, para ver si me podía ofrecer algún dato: «Harmony, una tienda al lado de la Plaza de Toros de Valencia». Fue todo lo que necesité oir. Fui a la tienda y vi que estaba el disco. Costaba 795 pesetas, toda una fortuna para mí en aquellos días. Volví a casa, por supuesto sin el disco, para intentar convencer a mis padres que tenía que tener ese disco a toda costa. Creo que un mes después conseguí juntar el dinero y comprarlo. Ese día, al escucharlo, supe que quería dedicarme a tocar la guitarra el resto de mi vida.

Escuchar el arranque del disco, con esas guitarras descendentes a ritmo de rockabilly de ‘Runaway boys’ es uno de los recuerdos más dulces que tengo de mi niñez. Después venía ‘Fishnet stockings’, al más puro estilo 50, el rockabilly-ska de ‘Ubangi stomp’, el proto punk oscuro de ‘Storm the embassy’… todo un delirio para mis oídos.

Con el tiempo llegué a ser un ávido coleccionista de rarezas de Stray Cats: tenía ediciones japonesas, alemanas –que compré en Europa cuando giraba con Rock´n´Bordes– y bootlegs que les robaba a amigos. Pero este disco en concreto es algo especial. Contenía muchas visiones del rock primigenio. No era simplemente una banda de «revival». Estos tipos, con 20 años, supieron sintetizar en doce temas estilos como el swing (‘Stray cat strut’, ‘Wild saxophone’), el ska, el punk con tintes rockabilly (‘Rumble in Brighton’), el rock and roll y el rockabilly más genuino que venía de gente como Johnny Burnette o Gene Vincent (‘Rock this Town’, ‘Jeanie, Jeanie’).  Y todo con un sonido y un concepto general impresionante. Solo con mirar la portada pensabas: estos tíos tienen que tocar… Además, tenían un guitarrista que con el tiempo se convertiría en un héroe de la guitarra sin distorsión; esto puede parecer una tontería, pero para mí no lo era. No es que esté en contra de los sonidos saturados ni mucho menos, pero la llegada de Brian Setzer nos hizo replantearnos muchas cosas a los guitarristas que empezábamos en ese momento. Y también me sirvió de conexión con la música de los 40 y los 50, puesto que gracias a Setzer descubrí a los pioneros de ese sonido: Chet Atkins, Scotty Moore, Cliff Gallup de The Blue Caps, Carl Perkins, Link Wray, Robert Gordon… en definitiva, música bella y honesta que se grababa con tres tipos tocando en una sala y apuntando en la misma dirección. Pero esto ya es otra historia.

Anterior entrega de Punto de partida: Manuel Malou y Ted Nugent.

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