Punto de Partida: Alaska y David Bowie

Autor:

«Estaba leyendo el libro ‘Gay rock’, de Eduardo Haro Ibars, así que la teoría la tenía completamente asumida y estaba totalmente convencida de ella, pero nunca había oído a Bowie. Había oído Sweet, a Slade… pero no a Bowie»

 

Ya que Alaska se ha decidido a mirar al pasado desde el nuevo disco de Fangoria, «El paso trascendental del vodevil a la astracanada», aquí nos sumamos a la nostalgia y recuperamos este «Punto de Partida» en el que nos contó que «Space oddity», de Bowie, fue el disco que le cambió la vida.

 

David Bowie
«Space oddity»
MERCURY, 1969

 

Recuerdo perfectamente cuándo lo compré, era noviembre de 1975; Franco había muerto y esos días sólo sonaba música clásica, fue en una tienda de Madrid, el Drugstore, que era como los VIPs de ahora. Fui allí, estaba leyendo el libro «Gay rock», de Eduardo Haro Ibars, así que la teoría la tenía completamente asumida y estaba totalmente convencida de ella, pero nunca había oído a Bowie. Había oído Sweet, a Slade… pero no a Bowie. En la tienda pedí que me pusieran el disco para escucharlo con los cascos, estos que había antes en algunas tiendas de discos. Lo escuché y me lo compré. De todas maneras ya iba muy decidida a llevármelo por todo lo que estaba leyendo en el libro de Haro Ibars. Ese mismo día también oí el «Billion dollar babies» de Alice Cooper, pero como no tenía dinero, ése me lo compré a la semana siguiente. Creo que entonces los discos costaban unas 300 pesetas, o quizás menos.

Supongo que, teniendo en cuenta que yo tenía doce años y que me gustaban Slade y Sweet, el «Billion dollars baby» me entró más fácilmente que «Space oddity», pero de «Space oddity» me gustaban mucho las letras; desde pequeñita sé inglés y eso te daba una visión distinta que si tenías que quedarte sólo con el lado musical, en ese caso me habría quedado con Alice Cooper, pero me gustaban mucho los dos. La letra de ‘Space oddity’ me sigue pareciendo una de las más bonitas que se han escrito nunca. También me gustaban mucho dos canciones bastante raras: ‘Letter to Hermione’ y ‘Memory af a free festival’, que me encantaba.

Un par de semanas después me compré otro disco de Bowie, el «Hunky dory» que es mi favorito absoluto de Bowie, pero el que me cambió la vida fue «Space oddity». Aunque en aquel momento me cambió… para mal, porque, claro, con doce años, un físico emergente, en el colegio, un poco “chica Russ Meyer”… yo era todo lo contrario a lo que en ese momento me empezaba a gustar. Nada de lo que descubrí se ajustaba a lo que yo era en ese momento, pero fue lo que provocó que luego quisiera hacer todo lo que he hecho, y definió todos mis gustos estéticos. Era un planteamiento que iba de lo sexual a lo musical.

«Scary monsters» es el último disco que, de verdad, me gusta de Bowie, hasta el «Heathen»: todo lo que está entre ellos no me gusta demasiado. «Let’s dance» y aquellas cosas me espantaban.

[Texto publicado originalmente en EFE EME 63, de noviembre de 2004]

 

 

Anterior entrega de Punto de Partida: José Ignacio Lapido y los Beatles.

Artículos relacionados