Prefiero que me trates de tú, de Daniel Azcona

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LIBROS

«Seis relatos sobre cómo el azar puede poner a los personajes en pequeñas tesituras que modelan su futuro»

 

Daniel Azcona
Prefiero que me trates de tú
PEPITAS DE CALABAZA, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Daniel Azcona es un escritor secreto, tardío y novel. Tras una vida dedicada a actividades muy variadas y estancias en muy diversos países, a los cincuenta y cinco años se decide a coger un teclado y seguir escribiendo narraciones. Seguir escribiendo, sí, porque puso punto final a su primer cuento a los quince. Los cuarenta años intermedios se dedica al atletismo, a los negocios internacionales, a los recursos humanos o a los planes estratégicos. La dicha es buena, estos seis relatos tratan de cómo el azar puede poner a los personajes en pequeñas tesituras que modelan su futuro. De golpe, un suceso que parece casual los lleva a cambiar las perspectivas de un futuro que parecía bien atado. Por cierto, es hijo de Rafael Azcona, aunque eso no venga al caso más que como curiosidad.

Quizás el que se salga de estos parámetros sea el que abre el volumen, un recuerdo de sus experiencias deportivas. “Un atleta de clase familiar” aborda la experiencia de un alumno destacado en la clase de educación física, al que su profesor le propone participar en una prueba de campo a través. Va pasando pantallas hasta llegar a la de gran promesa. Al competir en el campeonato provincial, su padre parece tener el don de la ubicuidad.

En “El mundo rendido a sus pies” un encuentro casual acaba en un pequeño pueblo de la costa maya, donde el protagonista acepta participar en la película de un conocido director norteamericano. Así, por un casual. Como el casual que decide que una viuda en pleno proceso de mudanza reciba un paquete dirigido a su marido y se encuentre una gentil sorpresa.

Pero sin duda, los dos relatos de más enjundia, dignos de un guion de su padre, son “No hay mal que por bien no venga” y “Hasta que la muerte nos separe”. En el primero, un alto ejecutivo atenazado por el estrés y que presenta su dimisión, escucha por casualidad en un restaurante una conversación que puede hacerle ganar mucho dinero si anda presto y actúa con inteligencia. En el segundo, un enfermo terminal se ve de repente en el ataúd cuando lo que ha sufrido es un caso de catalepsia. Una serie de enrevesadas casualidades —tras levantarse, claro— le llevan a un mundo perfecto donde la venganza es dulce. Darían para un par de películas estupendas.

Es en estos dos últimos donde consigue amañar ese don que tenía su padre para retratar cierta picaresca, cierto pasar por el mundo con la inseguridad de la cuerda floja, cierto absurdo que esconde la vida diaria si raspas un poco en sus cenizas. Bien medidos en su estructura, los relatos —a pesar de que muchas veces se mueven en situaciones inverosímiles— están llenos de vida. Y logran transmitírsela al lector.

Anterior crítica de libros: Utopia avenue, de David Mitchell.

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