“Positively Bob: Willie Nile sings Bob Dylan”, de Willie Nile

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DISCOS


“Con la dignidad del francotirador y la frescura de quien no pierde un minuto delante del espejo, Nile incide en la veta más contagiosa de unas canciones poliédricas”

 

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Willie Nile
“Positively Bob: Willie Nile sings Bob Dylan”
RIVER HOUSE RECORDS

 

Texto: JULIO VALDEÓN.

 

Cuesta aproximarse a Bob Dylan sin tropezar. Sin sonar como los mil y un imitadores previos. Sin masticar hasta que se hagan bola unos clásicos tan estudiados que parecen imposibles de reinventar. Paradójicamente, dado que estamos ante un cantante poco ortodoxo, uno de los grandes obstáculos radica en la originalísima personalidad del Dylan intérprete. Dueño de una voz agresiva, camaleónica, acuciante y frágil y de un fraseo matemático y flexible; cercano, para entendernos, al de una Billie Holiday, y muy lejos de lo que entenderían por cantar “bien” en un concurso de karaokes televisado. De ahí que en el 99.9% de los casos, cuando alguien versionea una canción suya, entregue una pieza más melódica y paladeable que la original. Un Dylan, vaya, para todos los públicos, versus el Dylan original, que está a otra cosa.

Solo cuando el interprete juega en territorios igual de peliagudos, igual de expuesto ante la cornamenta del miura, tan cerca de la gloria como del ridículo, pongamos por caso Lou Reed y su revisión de ‘Foot of pride’, atisbamos la magnética oscuridad original, la polisemia, la libérrima valentía y la ternura y agresión latentes en las interpretaciones dylanitas. Basta revisar aquel concierto del 93 en el Madison Square Garden para comprender que incluso gigantes de la talla de Stevie Wonder, Eric Clapton, George Harrison y Neil Young no acaban de triunfar en sus aproximaciones al genio. Sus interpretaciones son hermosas, sin duda, pero les falta algo. El ingrediente secreto. Esa rara capacidad para mirar a los ojos de los muertos. Sirva todo esto como introducción a “Positively Bob: Willie Nile sings Bob Dylan”, el muy disfrutable trabajo con el que rockero neoyorquino revisita a Dylan.

Hay que reconocerle, para empezar, el buen gusto y la inteligencia de no quedarse en los clásicos al uso: ‘Every grain of sand’, ‘Abandoned love’, dos joyas superlativas, ayudan a sobrellevar la pereza que a priori provoca encontrarse con ‘Blowin´ in the wind’, ‘The times they are-a-changin´’ o ‘Love minus zero/ No limits’. Incluso cuando afronta las canciones que hasta tu abuela conoce, las ‘I want you’ y etc., Nile se las apaña para llevarlas a su terreno. A ese híbrido de electricidad con dejes punk y ecos del Bowery, chulería rocker y rota melancolía con la que ha levantado una carrera admirable. Con la dignidad del francotirador y la frescura de quien no pierde un minuto delante del espejo, su “Positively Bob: Willie Nile sings Bob Dylan” incide en la veta más contagiosa de unas canciones poliédricas.

Gracias al oficio y talento del autor de “Streets of New York” y “House of a thousand guitars”, sintonizamos con el joie de vivre (la alegría de vivir) inherente a tantas composiciones dylanitas. Y otro día, ya puestos, comentamos el “50 years of Blonde on blonde” de Old Crow Medicine: tremendo ejercicio, entre el country y el bluegrass, que también elige la exuberancia como fórmula para adentrarse en un repertorio de resonancias cósmicas. Ideales, tanto el disco de Nile como el de los Medicine, para ilustrar a quienes en su cortedad intelectual quisieran arrinconar al de Duluth en otra de sus infinitas variables, o sea, la del cantautor político (de 1961 a la primera mitad de 1964). Como si a estas alturas, y en realidad desde hace décadas, no estuviera requeteclaro que a Bob Dylan no hay dios que lo abarque. Que luego ya prefieras la etapa azul, la rosa o la cubista, los desnudos y el erotismo, los autorretratos o los minotauros, es cosa tuya. Yo disfruto con todas.

 

 

Anterior crítica de discos: “Mi vida entre las hormigas”, de Ilegales.

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