“Pop” (1996), de Los Planetas

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OPERACIÓN RESCATE

 “Un disco de transición que sentó las bases de una formación que perdura, adelantándose en muchas ocasiones a la escena nacional, marcando las pautas de lo que denominamos sonido indie”

 

Tras debutar con el aplaudido “Super 8”, Los Planetas tenían un importante reto por delante: no decepcionar al público y a la crítica, expectantes por su siguiente paso. Raúl Tamarit recupera su segundo disco, “Pop”, en su vigésimo aniversario.

 

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Los Planetas
“Pop”
BMG-RCA, 1996

Texto: RAÚL TAMARIT.

 

Después de un debut como “Super 8”, Los Planetas tenían que superar su ópera prima con un puñetazo en la mesa, ya que muy pocas veces, un grupo ha tenido del mismo lado a buena parte de la prensa especializada del momento y a un público ávido de nuevas sensaciones con ganas de aperturismo sonoro. Seguramente llegaron a la hora indicada en el momento indicado, pero también es cierto que las canciones están por encima de todo, y en definitiva, son las que mandan. Enlazando dos generaciones de grupos de pop y rock, sin complejos, con independencia, y sin mirar excesivamente a lo anglosajón.

Primer punto a favor: el castellano como vínculo entre lo inmediatamente anterior y el presente. Herederos de las formas iniciadas a principios de los ochenta por Décima Víctima, posteriormente por Surfin´Bichos, Family, e incluso de unos Enemigos que por entonces no le hacían ascos a bandas de planteamientos comunes como Dinosaur Jr , Pixies o Velvet Underground; pero al mismo tiempo empapados por un pop de carácter alternativo, evitando lugares comunes de lo que, por entonces, se entendía por pop. Jugando con el término, y al mismo tiempo, buscando la provocación en el titulo: “Pop”, a las bravas, sin más, con todas las letras.

En contadas ocasiones un título de un disco ha estado más acertado. Un año más tarde los irlandeses U2 lo utilizarían para su nuevo álbum. El entorno más rockero, y al mismo tiempo, más conservador, no acababa de entender un concepto que abarca mucho más que la idea preconcebida que se tiene sobre el término. Y por otro lado, se retorcía al comprobar que los cánones estilísticos que habían imperado en las últimas décadas hacía aguas en pro de un concepto en el que las guitarras eléctricas no estaban estandarizadas en cuanto a estructuras y patrones ortodoxos de riff y punteos, por no hablar de la voz, que aunque escupiendo interesantes melodías, no se adecuaba a los cánones de un frontman tal y como estábamos acostumbrados a ver en la revistas del momento. La eterna disputa de lo que es pop y rock, una línea tan fina como invisible en muchas ocasiones. Los Planetas, aunque duela, siempre han estado ahí, debatiéndose entre las dos orillas, hasta que finalmente, y como demostrarían con los años, definieron su propuesta con una personalidad intransferible que ni siquiera sus imitadores supieron captar, ni sus detractores entender.

En este trabajo, la banda granadina mantiene la filosofía iniciada en “Super 8”, y que en el ep “Nuevas sensaciones” se hace todavía más patente, pero que, en la nueva entrega se resiente levemente, seguramente por ciertos intermediarios que pretendieron que unos tipos que tenían como armas la aspereza del noise, el ruidismo y la psicodelia más etérea (‘José y yo’, ‘Ciudad azul’) las encauzasen camufladas de amabilidad. Nada más lejos de la realidad. Si fuera poco con el título, se atreven a abrir un disco con una canción de nueve minutos, ‘db’, con una sinuosa atmósfera de guitarras que estalla en una tormenta de ruidismo mientras J susurra: “Piensas que me entiendes, pero no sabes nada sobre mí”. ¿Declaración de intenciones? ¿Mensaje con segundas? O en ‘Una nueva prensa musical’, otro descarado ajuste de cuentas con un riff seco, directo, y un acople constante durante toda la canción: “Y si has pensado que las cosas se podrían mejorar, será mejor que no hables, no digas nada más”.  O la que cierra el disco, ‘Punk’, un disparo certero en el que J. reivindica que ciertos mensajes pueden llegar a ser exasperantes: “Estoy cansado de oírte protestar, estoy cansado de oírte protestar, adelante chilla cuanto quieras, eso no me va a impresionar”. Reincidirán en la idea con la canción ‘Vuelve la canción protesta’ incluida en el single ‘Punk’ junto a ‘Nueva visita a la casa’ y ‘Cielo del norte’ de Nick Drake.

 

 

Otra cosa no, pero la acidez en las letras y, por qué no decirlo, la mala leche, siempre han estado muy presente en los textos. Lo políticamente incorrecto, alguna letra de corte misógino, la toxicidad encubierta provocada por ciertas sustancias ilegales y la vehemencia a la hora de expresar las relaciones de pareja. Una bomba de relojería fácilmente inidentificable por el oyente medio. Está muy presente en ‘Himno generacional #83’: “Y podrás decirme ¡qué cabrón! y puede que incluso se te ocurran más insultos”. Letras en las que obviamente se pueden sacar dobles lecturas, o no, caso el de ‘La máquina de escribir’, un exabrupto con aires neoyorquinos con final vía Sonic Youth, con un riff machacante y de reminiscencias a lo Lou Reed lo deja a las claras. Aquí no hay doble intencionalidad: “Me gustaría ver que eres capaz de hacer por verme así, mi dulce y tierna niña, por verme sonreír. ¿Vas a arrodillarte? ¿vas a hacerme caso? ¿podrás hacer esto por mí?”.

 

 

En 1996, el grupo atraviesa un punto de inflexión: esperan grandes cosas de ello, pero al mismo tiempo ya no son la banda que ha revolucionado el panorama indie con un acertado debut, hay que seguir profesionalizándose o quedarse en una anecdótica propuesta. Con la maquinaria funcionando, la agencia Attraction los incluye en su catálogo junto a Los Enemigos, Largartija Nick, Porretas, Los Marañones y Reincidentes; y la multinacional RCA, que no aún no sabe que tiene realmente entre manos, publica sus discos. De alguna forma se resiente esa presión en el seno del grupo. Se va Paco Rodríguez, batería y miembro fundador, y May no tardará en abandonar la formación que vio nacer, aunque sigue encargándose de las cuatro cuerdas. Para las baterías entra en nómina Raúl Santos, y Eric Jiménez, entonces en Lagartija Nick, se encarga de los tambores en siete de las once canciones.

La producción del primer disco que realizó Fino Oyonarte fue más que acertada, pero para este trabajo a Kurt Ralske, de sus admirados Ultra Vivid Scene. A priori, Ralske sabe cómo encauzar la producción, ya que al igual que Los Planetas, grupos como My Bloody Valentine están en su catalogo de preferencias. Tras un tira y afloja, el disco ve la luz y no acaba de convencer al grupo, sobre todo a J, que discrepa con la presencia que tiene la voz respecto al resto de instrumentos, ya que es partidario de que esté más enterrada entre la muralla de de sonidos y guitarras. No obstante, volverán a contar con el neoyorquino años después en “Una semana en el motor de un autobús”, su obra cumbre

 

 

“Pop” es un disco de transición que sentó las bases de una formación que perdura, adelantándose en muchas ocasiones a la escena nacional, y marcando las pautas de lo que hoy en día denominamos como sonido indie, entre el oscurantismo desafiante del rock y pequeñas joyas del pop contemporáneo como ‘David y Claudia’, un acertado medio tiempo con tintes naïf, que muchas bandas posteriores tomaron como bandera en una incipiente escena de la que se ha derramado ríos de tinta y ha sido motivo de eternos debates, pero que en definitiva ahí está, y no fue precisamente algo efímero. Dejó un poso que veinte años después aún está latente.

Anterior entrega de Operación rescate: “Face to face” (1966), de The Kinks.

 

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