Operación rescate: “Ramones”, de Ramones

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“Los Ramones apostaron por devolverle el rock a la calle, a través de un sonido básico, sencillo y acelerado con letras facilonas sobre la vida de barrio, sus anécdotas y personajes”

 

Eran maestros de la canción de menos de dos minutos, y sus conciertos eran una descarga absoluta de energía, punk y adrenalina, pero los directivos de las compañías no acababan de animarse a editar un larga duración, hasta que alguien apostó por ellos y gestaron su debut discográfico. Sara Morales nos habla de él.

 

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Ramones
Ramones
SIRE RECORDS, 1976

 

Texto: SARA MORALES.

 

Desde su nacimiento como banda en 1974, los Ramones se fueron ganando a pulso el lugar que lograron alcanzar a base de una puesta en escena abrasiva, ruidosa e impactante con la que alteraron los bajos fondos neoyorkinos en aquellos días. Habituales protagonistas en los primeros años del histórico antro CBGB –todavía es recordado su estreno en directo ante 70 personas, la mayoría amigos entre los que se encontraba Debbie Harry–, consiguieron ir atrayendo con cada concierto a un público más numeroso y ecléctico. El boca a boca fue su mayor embajador, y su rock and roll de los 50 matizado con pinceladas de sonido surf y garage sesentero, su pasaporte a la inmortalidad.

Cada vez eran más los capos de la industria musical que se dejaban caer por sus conciertos y, aunque se recreaban en ellos, ninguno se lanzaba a producirles su primer disco. Estaba claro que el punk había llegado para alterar el “establishment” del rock y, aunque parecía configurarse como una escena propia cada vez más atractiva y potencial, ningún cazatalento se atrevía a dar el primer paso. Además, en el caso de los Ramones se sumaba el hecho de que su propuesta ultrarrápida, cósmica y corrosiva, convirtiendo la canción pop de tres minutos en un asalto feroz de sesenta segundos, los hacía enormes como genios del single, pero no terminaban de verlos encajando en un álbum de estudio.

Sin embargo, la suerte de los cuatro de Queens cambió cuando el periodista musical Danny Fields, que había trabajado para Elektra Records, Atlantic Records y tenía importantes contactos dentro de las compañías discográficas, decidió ir a parar a uno de sus directos, quedando prendado de su magnetismo. A las pocas semanas se ofreció a ejercer de manager y consiguió para ellos una audición con Sire Records, en busca del tan ansiado primer álbum. La compañía parecía contemplar entre sus posibilidades la de ofrecer una oportunidad a los Ramones; pero no fue hasta julio de 1975, tras el festival que organizó en su local Hilly Kristal, el gurú propietario y promotor del CBGB, cuando se decidieron a hacerlo. Durante aquel fin de semana de cita suburbana con la música, en un cartel conformado por Television, Heartbreakers, Blondie, Talking Heads y los Ramones, la prensa comenzó a vociferar el surgimiento de una interesante escena musical a la que merecía la pena prestar atención por estar cambiando el modelo cultural de Nueva York.

Al final de aquel verano, los Ramones grabaron una maqueta producida por MartyThau que contenía dos pistas: ‘Judy is a punk’ y ‘I wanna be your boyfriend’. Esta fue enviada a Craig Leon, magnate de Sire Records, que escuchó la cinta junto a Seymor Stein, el jefe de la compañía. Tras oírla varias veces y acudir a un par de conciertos más, en enero de 1976 desde Sire Records se tiraron a la piscina con Johnny, Tommy, Joey y Dee Dee, rubricando un contrato de cinco años cuyo pistoletazo de salida sería este álbum debut y homónimo.

Catorce pistas en poco más de veinticinco minutos, que no sorprende teniendo en cuenta que eran capaces de tocar en directo un repertorio de doce temas en cuarto de hora. Canciones frenéticas y minimalistas que rompían los esquemas de las arduas composiciones del rock progresivo de aquella época, a manos de bandas como Pink Floyd, Génesis o Yes. Mientras estas se adentraban en las profundidades del existencialismo, con melodías interminables tratando temas elevados y dirigidos a pseudo intelectuales, los Ramones apostaron por devolverle el rock a la calle, a través de un sonido básico, sencillo y acelerado con letras facilonas sobre la vida de barrio, sus anécdotas y personajes.

Representaban a la perfección el cliché del adolescente aburrido y ocioso en el Nueva York underground y parásito de los 70, paseante del submundo y partícipe de lo subversivo en unas canciones que también arrastraban una penetrante crítica social, como es el caso de ‘Now I wanna sniff some glue’. Mientras Dee Dee, el gran letrista de la banda, exploraba ese lado cavernoso de la realidad con temas como ‘I don’t wanna go down to the basement’, ‘Loudmouth’ o la autobiográfica ’53rd & 3rd’, Joey desdramatizaba con ese punto de humor y sátira influido por el cine de terror, la serie B y la cultura pop del cómic. De ahí creaciones como la frenética ‘Beat on the brat’, ‘Listen to my heart’, que bien quiso ser una canción de amor, y ‘Chainsaw’ inspirada en la película «La matanza de Texas» donde el personaje de Cara de Cuero se liga a su chica.

Para entonces la palabra «punk» ya se comenzaba a utilizar de manera corriente para denominar esta nueva subescena surgida en las calles de la ciudad de los rascacielos. Y los Ramones, erigidos como padres de la misma, atestiguaron su razón de ser y sonido con temas como ‘Judy is a punk’. Sin embargo, también tuvieron tiempo para acercarse tímidos a la balada por una vez. Esa fue ‘I wanna be your boyfriend’, capaz de sacar a relucir cierta sensibilidad en la inolvidable voz de Joey y para la que utilizaron un peculiar glockenspiel. Incluso con ‘Havana affair’ consiguieron, sin saberlo, que bandas como Red Hot Chilli Peppers hicieran su particular versión treinta años después llevándola por todo el mundo con semblante actualizado. ‘I don’t wanna walk around with you’, a base de tres acordes mayores y cuatro líneas de texto, fue menos popular pero también necesaria para comprender su obra, y ‘Today your love, tomorrow the world’ que cierra el disco, comenzó haciendo alusión a un miembro de los Juventudes Hitlerianas, en esa afán provocador y ácido innato en los Ramones, que tuvieron que edulcorar ante las amenazas del jefazo de Sire con no publicarla.

El álbum comenzó a grabarse el 2 de febrero de 1976 en un local de ensayo del Plaza Sound en Nueva York; un lugar recóndito con aires de años treinta que guardaba en su interior un órgano de tubos. Aunque Craig Leon, el productor del disco junto al propio Tommy, apenas introdujo instrumentos ajenos al sonido de la banda, este órgano sí jugó su papel en la infalible versión del ‘Let’s dance’ de Chris Montez de 1962. Como también lo hicieron las campanas y, sobre todo, el desdoblamiento de la guitarra de Johnny que Leon trabajó para aportar una fuerza descomunal al ya vertiginoso sonido Ramone. Los micrófonos y el juego de estereos hicieron su labor, de manera que la batería de Tommy sonaba fuera de serie en temas como la inmortal ‘Blitzkrieg bop’, que narra el éxtasis y el desenfreno vivido en un concierto de rock. Una oda a su propio mundo, un gracias a sus fans escrito por Tommy, que incluye el lema de la banda más coreado y popular en la historia de la música: «Hey ho, let’s go».

Grabado y mezclado en siete semanas, este disco ha sido capaz de traspasar las fronteras del tiempo como vital e imprescindible; un álbum que logró romper con los férreos cánones del rock y con el que los Ramones comenzaron a dar forma a su propia leyenda.

Anterior entrega de Operación rescate: “The Queen is dead”, de The Smiths.

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