«Miedo a soñar» (1998), de Ramoncín

Autor:

Operación Rescate:Ramoncín

Ramoncín
Miedo a soñar
PICAP, 1998

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

«Si el corazón de la ciudad / dejara de latir / me moriría un poco», bonita frase, ¿verdad? El responsable de tan hermosa estrofa es el mismo que firmó el sublime álbum que la contenía: Ramoncín. Como no se trata de jugar a política de plástico y filosofía de bolsillo, lo mejor es centrarse en la degustación de Miedo a soñar, el disco que le trajo de vuelta allá por 1998 tras unas vacaciones musicales demasiado largas. O quizá lo más acertado sería señalar una renovación sonora bien llevada, inteligente y esencial para finos degustadores.

La trayectoria musical del madrileño siempre se ha movido en coordenadas rockeras aunque buscando nuevos territorios en los que continuar creando. Ajeno al negocio pero no a la música, Ramón pasó esos años disfrutando de las novedades que el panorama musical brindaba, desde Marilyn Manson a los Red Hot Chilli Peppers. Y no es que al caballero le interesara plagiar el sonido de los guiris, sino que andaba pensando en una actualización de su sonido clásico. ¿Lo consiguió?, claro que sí. Nada más pulsar el play el sonido fornido del disco inunda la estancia y la clásica voz de Ramoncín comienza a presentarnos a un observador cuyas despiertas letras nos guiarán de la introspección al barrio, de las calles a uno mismo, en un viaje continuo aderezado por canciones fascinantes, que sorprenden mediante cambios de tempo eficaces o melodías tan trabajadas perfectamente fusionadas con la mejor lírica que ha producido jamás. Sobrevuela el álbum cierta lucha por romper esquemas interiores, por abrirse paso en la existencia de uno mismo más allá del temor. Cuando “La pared” abre fuego uno se da cuenta de que el trabajo va a ser una llamada al ego sano, un intento consistente por derribar los muros que a veces aprisionan a uno mismo.

¿El estilo? Rock, rock maduro pero muy alejado de lo que entiende el gran público que toma estadios para vitorear a las estrellas yanquis de autenticidad obrera y caros zapatos. Aquí el pulso del barrio sigue presente, aunque retomado desde la perspectiva de la sabiduría. Personajes femeninos como los que protagonizan “Rosa” o “Sí, sí” podrían haberse dado cita en anteriores discos pero jamás lo habrían hecho como lo hacen en Miedo a soñar, donde el gusto de Ramón permite a dichas féminas vestirse (y desvestirse) de prendas literarias excelentemente facturadas mediante una aproximación al corazón auténtica, verdadera. Ramoncín maduró como lo que siempre ha sido, un tipo intelectualmente inquieto que sabe quién es y de dónde viene, libre de representar cualquier movimiento progresista y edulcorado. ¡Incluso a día de hoy continúa resultando políticamente incorrecto! Un tipo similar a Loquillo, capaz de hablar del barrio sin que se le caiga la cara de vergüenza, preparado para recordar que su credo es el trabajo duro y entrega artística. Es cierto que quizá no se regale artísticamente todo lo que gustaría, pero mientras su próximo trabajo tenga la mitad de calida que Miedo a soñar vamos bien.

Como músico inquieto y seguro de sí mismo, no tuvo miedo a mostrar sus influencias, a permeabilizar su sonido pasándolo por su personal filtro. Sus melodías características ondean sobre la contundente estructura de las canciones mientras narra historias personales, arrancadas de dentro de sí para el que las quiera disfrutar y que encajan perfectamente con la ejecución del grupo. El secreto es que el disco se grabó en directo, capturando en pocas tomas la esencia de la canción y finiquitándola antes de que perdiera su magia, evitando excesos de producción que no deberían entenderse como pobre instrumentación, pues el empleo de una banda sobrepotenciada (¡cuatro guitarras!) impedía una pérdida de robustez. Y es que estamos hablando de un disco con fuerza, mucha fuerza.

Sería interesante que, de una vez por todas, cesara el linchamiento masivo de Ramoncín: a veces las piedras de los que las tiran suenan más fuerte que la voz del apedreado. Lo más divertido es que le han convertido en más punk que punk, tornándose los supuestos oprimidos en salvajes opresores. ¿De verdad alguien cree a estas alturas que los indies Radiohead no disfrutan ganando dinero? Amigos, cuidado con los amigos del avance y el ciberespacio.

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