Operación rescate: Gino Vannelli

Autor:

«La abundancia de guitarras eléctricas, batería, teclados y pretensiones sinfónicas deberían ser más que suficientes para circunscribir a Gino Vannelli dentro del campo del rock, pero no fue así. Escapaba a cualquier tipo de catalogación»

Gino Vannelli
«Brother to brother»
A&M RECRODS, 1978

 


Texto: GERNOT DUDDA.

 
El “What’s going on” particular de Gino Vannelli. La megalomanía más genial y concisa, directa al grano, del italo-canadiense de Montreal. La obra con mayor densidad relativa (y casi absoluta) de temas importantes de toda su carrera: ‘Appaloosa’, ‘The river must flow’, ‘I just wanna stop’, ‘Love & emotion’, ‘Feel like flying’, ‘Wheels of life’, la propia ‘Brother to brother’… Piezas que no habrían de faltar en sus conciertos quince y hasta veinticinco años después de ser aquí registradas, como lo demuestra esa grabación de 2002 junto a la Metropole Orchestra que acaba de ser ahora publicada por Indigo (“Gino Vannelli & The Metropole Orchestra at the North Sea Jazz Festival 2002”).

En 1978, Gino Vannelli ya contaba con cuatro discos que le habían supuesto una excelente reputación como solista con voz propia, capaz de llenarse el saco de rock, soul, R&B, jazz, funk y pop, géneros ya de por sí “impuros” que supo moldear de forma personal añadiendo sofisticados arreglos, para acabar también, de paso, demostrando que era un muy dotado vocalista. Precisamente es en este trabajo donde Vannelli lograría esa madurez que prueba lo muy acertados que estaban Herb Alpert y Jerry Moss –los dueños del sello A&M, que tuvo una década muy fértil– cuando, a pesar de los riesgos, decidieron apostar por músicos interesantes, creativos, con ideas que exponer y visión de largo recorrido. Casi sin pretenderlo, los éxitos llegarían por sí solos. Y llegaron (estamos en los 70, no lo olvidemos). A veces a la primera, como le pasó al propio Vannelli en su primer disco con aquel ‘People gotta move’.

Son años en los que a los músicos todavía no les asustaba completar las tropecientas treinta y seis pistas de la mesa de sonido con buena música (la tenían) y las ideas adyacentes para su más óptima “performance”: rever, cámaras de eco, delays, recordings… Salvo excepciones, no había aún esa obsesión de “llenar por llenar”.

Si la cosa se inclinaba hacia el rock, podríamos hablar de la meticulosa máquina de estudio de unos Toto que justo en este instante están recogiendo el testigo (el disco se grabó en Los Ángeles con excelentes músicos de sesión). Si es hacia el jazz, qué mejor cita que la de unos Crusaders que al año siguiente conseguirían con Randy Crawford aquel éxito llamado ‘Street life’. Y siempre pensando en que los grandes padres de este mal llamado “jazz para adultos” o “rock de fusión” eran (y lo seguían siendo por aquel entonces) Steely Dan. Por aquí van los tiros.

De entrada ‘Appaloosa’ y ‘The river must flow’, dos piezas de reveladora energía funk que nos conducen irremisiblemente al saxo tenor de Ernie Watts en ‘I just wanna stop’, la primera de las baladas que podemos encontrar en el álbum, o al rugiente solo de guitarra eléctrica de Carlos Ríos en ‘Love & emotion’. Otra balada, ‘Feel like flying’, incluye una de las más soberbias aportaciones vocales de las coristas de color, que en ‘The river must flow’ empujaron al propio Vannelli al falsete. Orgía de rock y sintetizadores con ‘Brother to brother’ –coros celestiales a lo Marvin Gaye y un solo de teclado que parece diabólica obra de gente como Herbie Hancock o Chick Corea– y ‘Wheels of life’, con una mortal línea de bajo sintetizado y un estribillo “in crescendo” que tira de espaldas. Aparte de los mencionados, los hermanos Vannelli –la producción la firmaron al alimón Gino, Joe y Ross– contaron con gente como Manuel Badrena en la percusión (que acababa de dejar a los Weather Report para dedicarse al mundo de las sesiones), Victor Feldman en el vibráfono y Jimmy Haslip en el bajo.

Realmente la abundancia de guitarras eléctricas (con sus solos), batería, teclados y pretensiones sinfónicas deberían ser más que suficientes para circunscribir a Gino Vannelli dentro del campo del rock, pero no fue así. Escapaba a cualquier tipo de catalogación y esto paradójicamente le vino incluso bien en los años 80, cuando a los supervivientes de la década anterior no les quedaba más remedio que facturar discos mucho más “mainstream”, lo que en él fue el caso de “Black cars”. Por supuesto que “Brother to brother” también lo era, pero no es lo mismo el “mainstream” de 1978 que el de 1985. Y es en ese “mainstream” de 1978 donde Gino Vannelli luce con esa autoridad que aquí reconocemos y admiramos.

Anterior entrega de Operación rescate: Piel de Pueblo.

Artículos relacionados