Operación rescate: “Fotografiando al corazón”, de Corcobado

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“Estaba a punto de cumplir cuarenta años, llevaba más de cuatro sin componer y solo le interesaba una cosa en la vida: explorar el amor”

corcobado-09-11-13

 

Corcobado
“Fotografiando al corazón”
DRO/GASA, 2003

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

En el cambio de milenio, Javier Corcobado era un proscrito total. Exiliado en Galicia y después en México, muchos daban su carrera por concluida y le atribuían una espiral de politoxicomanía. En verdad, los ochenta y los noventa le dejaron exhausto. Su anterior lanzamiento, “Corcobator” (Everlasting, 1999), se diluyó sin fase promocional. Un chasco, a pesar de contar con piezas habituales en su repertorio como ‘Dame un beso de cianuro’ o ‘En el bosque’. Además, en aquel cartucho finisecular le arropaban compañeros veteranos y recientes: Julián Sanz —imbuido entonces en la gestión del sello Alía Discos, especializado en sonidos latinos y flamenco—, Javier y Nacho Colis, Gabriel Serrano Arias, Javier Rodrigo —primer guitarrista de Mar Otra Vez—, Edi Clavo, Ibón Errazkin, Nacho Vegas, y su expareja, Ana D., para quien Javier escribió en la época hermosos manifiestos de amor en “Satélite 99”, una obra insólita que hermanaba la más vanguardista música de baile con ecos brasileños, aires de bolero y gotas de copla. Por esos derroteros transcurrían las sonadas sesiones de Corcobado, en su faceta de Dj, en el Morocco madrileño.

Borrón y cuenta nueva. Javier había creado un personaje impar y chirriante en el rock español. Era un poeta maldito, un príncipe de la no wave, un crooner ácrata, un híbrido epatante entre James Chance, Alan Vega y Nino Bravo. No tardaron en señalar el paralelismo: por su trayectoria, resultaba un Nick Cave ibérico. El sustrato de las misas de blues endemoniado encauzaba su obsesión por el ruido y la canción romántica. En el inicio del siglo XXI, Javier contaba con un par de cumbres discográficas a sus espaldas (“Tormenta de tormento”, de 1991, y “Arcoíris de lágrimas”, de 1995) y una ferviente comunidad de seguidores en el D.F. Entre sus defensores ilustres había quien le consideraba el poeta español más revolucionario desde Vicente Aleixandre.

Aislado de la rueda mediática —salvo su empatía con Jesús Ordovás, a quien apreciaba como locutor psicodélico—, Corcobado resucitó en 2003 con “Fotografiando al corazón”, el álbum que marca el punto de inflexión del artista en la última década. Un trabajo de producción limpia, quizá demasiado limpia, mano a mano con Gerry Rosado en Zona de Intolerancia, México D.F. Javier creó una banda eficiente a partir de los hoy consagrados San Pascualito Rey (Juan Morales, Edgar Torres) y la impronta de Paula Grau, su musa en esta etapa, que se recreó con efectos de teclados Korg Polysix y aportó unos maravillosos coros espectrales.

El cancionero de “Fotografiando al corazón” es espléndido, sin fisuras. Puro Corcobado emocional, audaz modelador de sonidos, devoto de la canción popular y sentimentalmente desnudo. Además, por primera vez ofrece unas letras sencillas: de vuelta de todo y de todos, las confesiones rayan lo naíf. Ese mirar al pasado con cierto resentimiento por las embestidas innobles. Ese afrontar el futuro con la lección aprendida y las heridas tatuadas en la memoria. Corcobado estaba a punto de cumplir cuarenta años, llevaba más de cuatro sin componer y solo le interesaba una cosa en la vida: explorar el amor. Así, las piezas de nuestro “ecce homo” se podrían estructurar en tres partes: ruido, baladas y versiones.

El arranque con ‘Ciudad erótica’ pone al oyente en alerta. Una secuencia rítmica y melódica de orgásmicas voces y respiraciones. Erotismo urbano. La electrizante ‘Vivir en tus ojos’ abraza el rock and roll primitivo con un groove arrollador. Algo similar sucede en ‘Yo no quiero saber’, aparente copla con arrebato y músculo funk. Prodigiosa. Como la rabiosa y perspicaz ‘Amor anoréxico’. Por su parte, ‘Todo se rompe’ devuelve al Corcobado de los desarrollos interminables (recordemos ‘El corazón de tu cabeza’), incorporando timbres con guiños al disco rock y a Pierre Henry.

Lo más recordado de “Fotografiando al corazón” son los medios tiempos. ‘Secuestraré al amor’ fue un single bellísimo: country ranchera en reposo y luminoso envoltorio pop. ‘Temblando’ se perpetuó como palmaria declaración a corazón abierto. Y ‘Desnuda en el Pacífico’, con su aire infantil e hipnótico, describe con hermosura lo tórrido de un idilio febril. Luego, fiel a su querencia por las versiones, Corcobado incluyó algunas de las mejores que ha grabado a lo largo de su carrera. Empezando por ‘Poupée de cire, popée de son’ —y lo estrambótico de que la cante un hombre—, sin olvidar la joya de Leonardo Favio, ‘Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora’, que tan bien le sentaba a Raphael, o la brasileña ‘Negue’ —Corcobado es un gran susurrador—, sublimada antes por la gran Maria Bethânia. “Fotografiando al corazón” formó parte de la selección de los mejores discos españoles de EFE EME en 2003. Fue el punto de partida de un Corcobado estable, a punto de estrenarse como novelista y felizmente retirado en el desierto almeriense.

Anterior entrega de Operación rescate: «Contrabando», de Los Brincos.

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