Operación Rescate: El Niño Gusano

Autor:

El Niño Gusano
«Circo Luso»
GRABACIONES EN EL MAR, 1995

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.


Fue uno de aquellos conciertos en familia, escasamente concurridos –a lo sumo treinta o cuarenta personas– pero propicios para que, con el paso de los años, unos pocos afortunados lo puedan recordar esgrimiendo aquel manido “yo estuve allí”. Hace poco más de quince años, un sábado del mes de febrero de 1995, un cuarteto zaragozano prácticamente ignoto recalaba en aquel céntrico sótano valenciano llamado Sala Quatre para presentar los temas de su EP de debut. Tal y como lo harían por aquel entonces en cualquiera de las capitales hispanas en las que se presentaron. Algunos fuimos allí movidos por la curiosidad, azuzada por un par de temas escuchados en una radio local (que para más inri nos había obsequiado con un par de invitaciones, tras media hora aguardando que algún oyente ocioso se dignase a llamar). Ahora mismo cuesta recordar si fue el primero o el segundo tema de la noche, pero “Menta” ya ponía sobre el tapete una quebradiza y hechizante forma de entender las relaciones sentimentales. Sí: ahí sobre el escenario, con un Sergio Algora (secundado por Sergio Vinadé, Andrés Perruca y Mario Quesada) enfundado en una delirante camiseta de Constantino Romero, se podía intuir que había grupo para rato. Lejos del inglés cogido con alfileres, lejos del canónico indie rock de filiación anglosajona, lejos del techno pop pata negra (el que va de Berlanga a Fangoria pasando por Family) y lejos, por supuesto, de cualquier clase de mestizaje autóctono, flamenco o de cualquier otra especie (si acaso, la sombra de Derribos Arias). Aquello era otra cosa. Algo casi imposible de definir recurriendo a los paralelismos que todos conocemos.

El resultado en formato largo de todo aquello se pudo testar apenas un par de meses más tarde, con la publicación de “Circo Luso”. Una lírica tan aparentemente caprichosa (el socorrido sambenito del surrealismo) como presta a múltiples lecturas, al servicio de tonadas de muy bajo presupuesto, que iban de la jarana de ‘La mujer portuguesa’ a la indefinible ternura de ‘El hombre bombilla’ o ‘Ciempiés’, pasando por el dance esquelético, casi inverosímil, de ‘Capitán Mosca’ o la febril ‘Cine experimental’. Todo regido por una galería de estrambóticos personajes de ficción que ni el mismísimo Lewis Carroll tras una sobredosis de absenta. ¿Sentido del humor? Todo el que haga falta. ¿Vida más allá de la broma? Por supuestísimo. Hubo quien en su momento no vio mucho más, y les calibró como unos simples Patrullero Mancuso sin gracia. Es de suponer que con el paso de los años lamentarían su error. Especialmente a la luz del fulminante destello de “El efecto lupa” (1997) y del incandescente fulgor de “El escarabajo más grande de Europa” (1998), un álbum que, aparte de ser su indiscutible cima, marca con el fuego del desengaño la mayoría de edad del indie estatal de los 90, junto al magno “Una semana en el motor de un autobús” (1998), de Los Planetas. Ambas secuelas superan, por composición y acabado, a este “Circo Luso”, pero siempre viene bien recordar cómo empezó todo, y cómo debutó una de las bandas más irrepetibles que el pop hispano ha dado en su historia (irrepetibles incluso para la nostalgia escénica que nos invade: el repentino deceso de Sergio Algora hace poco más de año y medio cercenó cualquier posibilidad de reunión). Aunque sólo sea por aquello de que, echando mano de la manida canción de Cat Stevens, el primer corte siempre es el más profundo.


Anterior entrega de Operación Rescate: Victoria Abril.

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