Operación rescate: “Copper blue”, de Sugar

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“Es muy difícil hacer justicia a ‘If I can’t change your mind’ con palabras. Obra maestra, canción redonda, pop de guitarras perfecto, clásico…”

 

Retrocedemos hasta 1992 para encontrarnos con una de las bandas de Bob Mould, después de su etapa con Hüsker Dü y antes de que volviese a su etapa como solista. Por Fernando Ballesteros.

 

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Sugar
“Copper blue”
RYKODISK, 1992

 

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

 

En 1992, Bob Mould no era precisamente un recién llegado. Pasaba la treintena y había invertido buena parte de la década anterior deleitándonos con Hüsker Dü. Con su primera banda le dio al hardcore a una velocidad que comenzó siendo de vértigo y acabó reduciéndose y abrazando el pop de forma orgullosa pero no tan inspirada.

Con estos antecedentes y dos discos firmados en solitario, el amigo Mould decide en nuestro olímpico año volver al formato trío con David Barbe –ex Mercyland– al bajo y Malcolm Travis –ex Human Sexual Response– a las baquetas. Nacía así su proyecto más exitoso, y reconocido, a un nivel, digamos masivo.

En “Copper blue”, obra magna y cima creativa de esta nueva aventura de su carrera, Mould retoma algunos de los postulados de “Candy apple grey” y “Warehouse: songs and stories”, sus dos últimos discos en los Hüsker. Pero lo que allí se quedaba como una incursión algo desangelada en un terreno que pretendía, o eso parecía, ser algo más comercial, aquí explotaba en todo su esplendor con un sonido robusto, unas guitarras furiosas que levantaban muros y unos estribillos que los saltaban a base de melodías irresistibles.

 

 

 

Estábamos en un año propicio para un disco como este: “Nevermind” lo había cambiado todo, los Pixies y Bob, compañero generacional de los de Boston, regresaba dispuesto a disfrutar de su merecida porción de tarta del festín alternativo. Y lo hacía por derecho, con diez temas repletos de inspiración que le granjearon elogios por unanimidad en la crítica y un éxito de ventas no muy esperado por mucho que el disco con el niño desnudo en la piscina hubiera allanado el camino.

Y si la carrera de Sugar comenzaba a lo grande, el tiro de salida de “Copper blue” también quería dejar las cosas claras desde el minuto uno. ‘The act we act’ gana por abrasión y nos pone en guardia.

 

 

Los primeros segundos de  ‘A good idea’  remiten directamente a Pixies y ese regusto a los de Black Francis no abandona nunca una canción que no hubiera desentonado entre lo mejor de “Doolittle”. A la altura de ‘Changes’ ya nos ha quedado claro que Mould esta vez quiere conquistarnos a base de estribillos. Con ‘Helpless’ sin embargo no tenemos que llegar a él porque la melodía se adhiere al cerebro desde el primer acorde. Una maravilla. Así, sin más.

 

 

‘Hoover dan’ supone una bajada en  las revoluciones y en ‘The slim’ parece que nos preparan para el gran momento. Y es que  es muy difícil hacer justicia a ‘If I can’t change your mind’  con palabras. Obra maestra, canción redonda, pop de guitarras perfecto, clásico… son algunas de ellas. Pero si una imagen vale más que mil palabras, tres minutos de melodía en estado puro valen más que dos mil.

 

 

El único pero que le podría poner a “Copper blue” es que ninguna de sus tres últimas canciones esté entre las mejores del lote. Y eso sin desmerecer la mordiente de ‘Fortune teller’ la fuerza algo repetitiva de ‘Slick’ o la marea de guitarras que pone el broche con ‘Man on the moon’.

Las sesiones de este disco dieron para tanto, tal era el estado de gracia creativo que alcanzó Mould que, poco después, editaría “Beaster”, también procedente de aquella hornada, tan inspirado como su debut, oscuro como pocos y merecedor de otro rescate.

En  “Fuel under easy listening”, de 1994, a Sugar les ocurrió lo que ya habían sufrido los Hüsker. El listón había estado tan alto en los dos años anteriores que la crítica juzgó que esta vez  lo habían derribado, y fue inflexible con ellos. Mould volvería a su carrera solista, con la que nos brinda varias joyas cada vez que se lanza al mercado. Seguramente, eso sí, nunca entregará un conjunto tan redondo, una obra con un acabado tan perfecto como aquella con la que nos sorprendió hace ya veintitrés años.

 

 

Anterior entrega de Operación rescate: “Blaze of glory”, de Jon Bon Jovi.

 

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