“Oczy Mlody”, de The Flaming Lips

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DISCOS

“Estas doce composiciones al menos sustancian el irrefrenable anhelo de Coyne y los suyos por descifrar nuevas vías de expresión”

 

The-Flaming-Lips-Oczy-Mlody-26-01-17

The Flaming Lips
“Oczy Mlody”
BELLA UNION/PIAS

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Corriendo el riesgo de resultar tan reiterativos como ese enorme balón de plástico transparente en el que Wayne Coyne llevaba años metiéndose para dar vueltas y más vueltas sobre su parroquia en cada uno de sus directos, The Flaming Lips necesitaban que su caudal de imaginería neopsicodélica recobrase cierto enfoque. Lo consiguen solo a medias en este “Oczy Mlody”, el decimoquinto álbum de su dilatada carrera, acogido con calidez –diríase que excesiva– por quienes no empatizaron con entregas tan abigarradas como “Embryonic” (2009) o “The Terror” (2013), o directamente desestimaron dedicarle algo más de una escucha furtiva a su peculiar tributo a The Beatles (“With a Little Help From My Fwends”, 2014) o a su interesante alianza con Miley Cyrus (“Miley Cyrus and Her Dead Petz”, 2015), testigos de una incontinencia creativa que bien podía lindar con el desbarre.

Es precisamente del sonido que procuró esta última entente del que este álbum es fiel continuación, desde un prisma más sombrío (lógicamente: por algo lleva su nombre, y no el de la exestrella de la Disney) y presto a encapsular su tradicional imaginería lisérgica, ese universo que aquí se concreta en brujas, hadas, unicornios, ranas con ojos diabólicos, castillos que brillan con más fuerza que cientos de árboles de Navidad y demás retórica con la que alumbrar el eterno retorno a las sensaciones de la infancia, ese edén particular que todos albergamos en nuestro interior cuando se trata de emplearlo como filtro para cualquier experiencia alucinógena, de las que los de Oklahoma son diestros chamanes desde mediados de los 80. No en vano, Cyrus aporta su voz a ‘We A Family’, que resulta ser también su hallazgo melódico más preclaro, escondido al final de sus 58 minutos. Cabe interpretar esos ojos de los jóvenes a los que alude el título, original polaco, como un guiño a la propia regeneración de su sonido a través de la savia nueva de colaboradores sin las rémoras de la mediana edad.

Sin apenas rastro de baterías convencionales ni tampoco de la electricidad que brotaba de las guitarras saturadas que se gastaban cuando Dave Fridmann (el Phil Spector de la era del rock alternativo, según la MOJO, aquí de nuevo presente) empezó a producirles, sus hechuras ratifican su deseo confeso por fundir la psicodelia clásica con las texturas hip hop de un A$AP Rocky, aunque en temas como ‘Nigdy Nie (Never No)’ o ‘The Castle’ afloren esas contundentes tramas rítmicas que tanto remiten a la producción de Arca para la última Björk. Sin la menor intención por reeditar las magnas cotas de “The Soft Bulletin” (1999) o de cobrar la altura de vuelo de otras maravillas como “Clouds Taste Metallic” (1995) o “Yoshimi Battles The Pink Robots” (2002), estas doce composiciones al menos sustancian el irrefrenable anhelo de Coyne y los suyos por descifrar nuevas vías de expresión. Lo que tampoco es moco de pavo tras más de tres décadas de exploración en los confines de esa policromía sonora, marca de la casa, que juega a mirarse una y otra vez en el espejo de lo surreal.

Anterior crítica de discos: “Feo, flojo… y en directo”, de Trogloditas.

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