Objeto de deseo: The Beatles

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«El libro que acompañaba al álbum, que ni siquiera muchos veteranos fans del grupo recuerdan, y que el paso de los años y el apabullante valor mediático de los de Liverpool ha hecho de aquella primera edición uno de los hitos del coleccionismo hispano»

The Beatles
«Let it be»
LP + BOX + LIBRO:  EMI-ODEON, 1970

Valor: 600 Euros.


Una sección de VICENTE FABUEL.


Coleccionar discos siempre ha sido algo extraño. De gente extraña. Quizás no tanto ahora, pero hasta los años 80 ni mucho menos era una práctica habitual entre cualquier aficionado a la música. Como los libros, los discos se compraban, se escuchaban –o se bailaban– y si hacía falta se intercambiaban entre los amigos. Cuando uno se cansaba podía deshacerse de ellos cambiándolos por otros en tiendas de segunda mano. El poder de sugestión de los discos nos parecía tal que incluso solíamos pasarlos –a modo de embajador aliado– a personas deseadas en pos de que su atenta escucha nos allanase ciertos caminos. Por unas u otras, al poco tiempo te dabas cuenta de que apenas te quedaba uno sano sin rayajos, y por lo menos esa pieza clave debíamos volver a comprarla. En realidad, se cuenta por experiencia propia, aquellos a los que no nos apetecía para nada desprendernos de ellos, o bien es que teníamos una especial relación con la música, con el fetiche del objeto –soporte, se maldice ahora–, o bien es que éramos algo raros. Si como decía Andy Warhol, el hombre verdaderamente refinado es el que es capaz de comer y hablar al mismo tiempo, el modelo de aficionado raro en el que uno se reconoce debe de ser algo similar. Qué otra cosa cabal se puede pensar de alguien que mientras sonaba el glorioso slow ‘Marie Jolie’ de Aphrodite’s Child –y en estado de considerable excitación sexual– era capaz de analizar el lirismo de los arreglos de Vangelis Papathanassiou al tiempo que tenía a una entregada muñequita de 17 años bailando entre sus brazos.

Soñábamos con discos… Tanto, que aquel buen día de junio de 1970 permanece imborrable en mi memoria como si de un acontecimiento extraordinario se tratara. Realmente lo fue. Al fin pude darme un gusto mayúsculo a la altura de los mejores que recuerdo de esos años: ir a una tienda del ramo con un billete de mil en el bolsillo –el típico comercio de electrodomésticos con anexa sección de discos llevada por la misma señorita que vendía el televisor a tus padres–, contemplar embelesado el escaparate con las novedades y debutar comprándome tres LPs eligiendo despreocupadamente lo que me apeteciera. Tan especial circunstancia, impropia de la precaria situación de mis caudales y debida a una confabulación astral que uniría algún premio por buenas notas, unos primeros duros sacados de un ocasional currillo como camarero y alguna inesperada prebenda de la abuela, curiosamente facilitó que aquellos tres discos bien distintos puedan hoy explicar las vicisitudes por las que un vinilo puede adquirir con el tiempo un precio prohibitivo. O no. El primero de ellos fue el Vol. 8 de la serie «Hits soul», una colección con la que Atlantic/Hispavox resumía lo mejor de la temporada en música negra (Otis Redding, Aretha Franklin, Wilson Pickett, Brook Benton, Tyrone Davis…), 290 pesetas increíblemente bien aprovechadas durante ese verano a base de centenares de felices audiciones en solitario o en compañía que han hecho de su cotización actual –por otra parte, como de cualquier recopilatorio– algo irrisorio.

El segundo LP fue una apuesta personal, un punto de riesgo juvenil a sabiendas de que la envergadura de la obra podía superar mis expectativas musicales: 240 pesetas costaba el hoy mítico y reconocido “Why?” de los catalanes Máquina!, y aunque su sonido tenía que ver poco con los singles anteriores del grupo que habíamos bailado, su capacidad de encantamiento dotó a varias noches de aquel verano –ahora tristemente en solitario– de una pulsación más que especial, un auténtico instant karma estival. Ni que decir tiene que tras lo limitado de la tirada, de las varias que en realidad tuvo, y el aumento de su prestigio, su valor se ha multiplicado considerablemente, digamos que alrededor de los 80 euros.

Para el tercer LP preferí no correr riesgo alguno, todo lo contrario, escogí un clásico: los Beatles y su discutida despedida, “Let it be”, y que sin embargo acabaría siendo una de mis mayores frustraciones de aquel verano al comprobar en qué quedaban las 385 pesetas invertidas –era una edición especial y limitada– en un disco nada espectacular si prescindíamos de los ya conocidos singles ‘Get back’ y ‘Let it be’, y cuyo sonido en general ya distaba un mundo de lo que imperaba en la vanguardia de esos años. Poco pareció importarle a aquel crío que la primera edición del disco viniese envuelta en una caja de cartón de complicada estructura con un anclaje especial para el libro «Beatles get back» que acompañaba al álbum, que ni siquiera muchos veteranos fans del grupo recuerdan, y que el paso de los años y el apabullante valor mediático de los de Liverpool ha hecho de aquella primera edición uno de los hitos del coleccionismo hispano. Ya ves, nunca se sabe lo que pasará con cualquier disco que te compres (¡qué más da si eso no se puede controlar!), pero uno de los LPs actualmente más valiosos de cuantos llegaron a editarse jamás en España, lo que son las cosas, a mi me dio el verano. El del 70.


[Versión actualizada del texto publicado originalmente en EFE EME 66, de marzo de 2005.]

Anterior entrega de Objeto de deseo: Manolo y Ramón.

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