Objeto de Deseo: Aventuras de Kirlian

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Objeto de DeseoAVENTURAS DE KIRLIAN
Aventuras de Kirlian

LP, DRO, 1989

VALOR: 100 Euros


Una sección de VICENTE FABUEL.



Es el sino de todo artista subterráneo que se precie. Tímidamente pedir paso reclamando un poco de esa atención que por su supuesta singularidad se le resiste. Ufano cree que la naturaleza debería de vibrar a su paso y sin embargo enseguida comprueba que el eco le ha retirado el saludo. Todo ha sido inútil. Al cabo, pasadas dos décadas, la rueda de la diosa fortuna dicta sentencia y –de ser agraciado por ella– una exigua tirada de algunos miles, a menudo unos pocos cientos de ejemplares, comienzan a cambiar de mano por cantidades respetables que no restituyen nada que no sea la autoestima y la memoria del creador. Bueno, algo es algo. Tarea pendiente aún, han pasado dos, tres o más décadas y nadie ha dicho todavía ni mu de artistas favoritos –tuyos o míos– a los que supuestamente aún no les debe haber llegado su hora. Mantengamos la fe en los caprichos del destino porque ciertamente es algo muy agradable toparse de bruces –de hoy para mañana– con eso que se conoce como un clásico. Clásico habemus, pues. Clásico como el único disco (LP/CD) que llegaron a editar los donostiarras Aventuras de Kirlian.

El grupo que tras ese mini LP (apenas media hora de música) mutaría en Le Mans con prácticamente la misma formación, desplegó a finales de los 80 su innovador plano local de intenciones a base de un pop acústico, suave y delicado, de textos cotidianos escritos con trazo perezoso y sin artificio, nueve canciones de liviana apariencia y de  belleza algo gélida, ciertamente insólita por estos pagos. Todo acrecentado, curiosamente, por la bisoñez instrumental que el combo lucía por entonces, a salvo de la guitarra de un Ibon Errazquin siempre brillante. Aderezado en su “cover art” por la genuina personalidad de un joven debutante Javier Aramburu (por entonces en el grupo La Insidia, luego en Family), ese disco de portada minimalista a base de grandes y exageradas letras grises sobre fondo verde y con un diseño que llegaba felizmente tanto al “insert” como a la etiqueta interior del vinilo, enseguida y con toda lógica se hizo acreedor a su malditismo al atesorar de inicio demasiadas propuestas nuevas. Miniaturas como “En un día gris”, “Pez Luna” o la chispeante “Víctor”, al tiempo tiernas, al tiempo apáticas, producidas por Alejo Alberdi (Derribos Arias) y cantadas por Jone (entonces Teresa, actualmente emboscada tras esa espléndida realidad de Single en el sello Elefant, únicamente era la bajista y compositora junto a Ibon Errazquin), mostraban inocentemente las bases de una de las corrientes más frescas de los 90. Tras el reflejo falsamente desapasionado de los discos de Sarah Records, las voces de Lolita gótica “made in” Velvet o el inevitable influjo local de Vainica Doble comenzaba a emerger eso que comúnmente se conoce como Sonido Donosti.

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