Músicos en la sombra: Toni Jurado, levantando edificios con sus baquetas

Autor:

«Ariel Rot me ha enseñado a tocar la batería más que muchos métodos: conoce el rock and roll seriamente, es un tipo muy inteligente, con una cultura del rock and roll seria»

 

Toni Jurado, el invitado de Arancha Moreno de esta semana, es de sobras conocido por los seguidores del rock español. Su nombre y su batería han estado unidos a Ariel Rot, Quique González, Antonio Vega, Loquillo o Andy Chango, ahora toca con Rebeca Jiménez.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

¿Un rockero en un polígono cerca de Valdemoro? Allí tiene el local de ensayo el batería gaditano Toni Jurado. Nos invita a ver su nave, donde comparten espacio sus furgonetas, pinturas a medias de un amigo suyo que va por allí y un local insonorizado donde tiene la batería, un teclado, micrófonos… Allí es donde ensaya y estudia habitualmente Toni, pero para los descansos le gusta acercarse a un bar que hay a la vuelta. Cerveza en mano, nos cuenta su experiencia como batería de Quique González, Ariel Rot, Antonio Vega y Andy Chango, entre otros muchos. Nos cuenta su historia escondido tras sus gafas de sol, camuflando –probablemente– unos ojos divertidos acordes con su habla gaditano.

 

Bueno, ¿empezamos por el flamenco? Es por donde comenzaste tú, ¿no?
Sí, con ocho años. Mi padre me compró una guitarra y empecé a dar clases con Pepe Fernández Fernández. Con nueve años ya estaba danzando en restaurantes. Mi hermano Paco empezó a tocar el laúd y tocábamos los dos. Era estresante, tan pequeño. Me gustaba, pero me quitaba tiempo para jugar al fútbol, que nunca me ha gustado, pero bueno… Con quince años, empecé a tocar la batería en los festivales en los Salesianos. Faltaba un batería en uno de los grupos, me senté y el primer tema que toqué fue el ‘Get back’ de los Beatles.

Así que te acercaste a la batería casi por casualidad.
Hombre, con cinco años vi una batería y me llamó mucho la atención. Un día estaba correteando por el colegio y vi una batería en el escenario. Miré, no había nadie y me senté en la batería y dije: “Esto mola”.

Todo esto ocurrió en tu tierra, Algeciras… ¿Con la batería ya apuntaste entonces al rock?
Sí, el primer grupo que hicimos se llamaba los Sultans of Swing. Después hicimos otro grupo de versiones de los Rolling Stones, y otro, hasta que coincidí con Shalom. Ganamos un certamen de rock, allí coincidimos con Círculo Vicioso, y Jose María Sagrista, el cantante, nos grabó el primer disco en Sevilla. Él se fijó en mí y me llamaba para grabar y tocar en el grupo.

¿Y cuándo pones rumbo a Madrid?
Un día vinieron a grabar a Sevilla El Ángel y Los Volcánicos. El chico vino de Madrid con Ana Curra y con otro chico, César. En la banda estaba Juanjo Pizarro a la guitarra, y como había hecho alguna producción con él contaron conmigo. Grabamos el disco y se presentó en Madrid. Después de estar una semana en Madrid dentro de salas de rock, me empecé a plantear que en Algeciras estaba perdiendo un poco el tiempo. Si me quedaba seguiría con mi grupo, o acabaría tocando chirigotas y sevillanas.

Querías entrar en el circuito madrileño…
Tenía una necesidad imperiosa, no estaba a gusto. Me casé y tuve una hija, pero me vine para Madrid y se rompió toda mi vida anterior, a machete. Una hija es una hija, pero estaba loco por dedicarme a esto. Lo pasé mal cuando llegué. Cargué la batería en el camión de un amiguete y me vine con ciento treinta mil pesetas a Madrid. Empecé a buscarme la vida. De peón de albañil, vendiendo muñecos de escayola por los polígonos, engañando a la gente… ¡No vendía ná! Pero me valía tener local de ensayo, me metía a estudiar.

¿No habías estudiando antes?
No conocía métodos, era autodidacta. En Algeciras no conocía a Dennis Chambers, yo conocía a los Rolling, a los Beatles, a Camarón… Ahora mismo hay una cantera de baterías buenísima en Algeciras, pero en aquel entonces estábamos un poco perdidos.

¿También tocabas el cajón?
Sí, lo empecé a tocar cuando vine a Madrid. Me fabriqué uno y me metía en todos los garitos a ver dónde me podía enganchar con alguien y tocar. Uno de ellos era Edu Bighands, un bluesman. Él cogía su acústica y yo mi cajoncito y nos íbamos a los bares a tocar un par de temas, y si les gustaba, volvíamos otro fin de semana a tocar y a que nos pagaran lo que quisieran.

¿Así funcionaba?
Así lo hacía yo. Empecé a tocar música celta con Caledonia… Los estilos están todos relacionados. La pena que canta un gitano y la pena que canta un negro en un blues es exactamente lo mismo. El flamenco lo había tocado con la guitarra, la percusión flamenca la empecé a desarrollar en Madrid. Estuve dando clases de percusión flamenca en el IMT, y llegué a tocar con un grupo irlandés, Los Colonials.

¿Qué pasó después?
En los locales de Tablada 25 conocí a mucha gente: a Javier Andreu de La Frontera, conocí a  Ariel [Rot], a Jaime Urrutia…

He leído que formaste parte de Los Pistones cuando se intentó relanzar el proyecto, allá por el 95, 96…
Con Pistones grabamos un disco en directo de dos días, en la sala Moby Dick. No se publicó, no sé cómo quedaría, porque no lo llegué a oír, pero se montó un estudio de grabación allí. Después seguí con Caledonia, en el 96 nos hicimos una gira improvisada por Europa que duró un mes. Nos fuimos a la Bretaña francesa y nos fuimos a tocar en un bar, en la calle…

La vieja mili del rock…
¡Ojalá la mili fuera eso! No creo que vuelva a coger un cajón y una tienda de campaña y me vaya a la aventura a recorrer Europa… ¡Pero si hay que hacerlo, se hace! Aquí hay que currar. La suerte es la consecuencia de lo que tú escoges en la vida.

¿Qué pasó después de Pistones?
Al batería de La Frontera, Mario, le salieron otras cosas y me avisó. Yo estaba loco por tocar con La Frontera. Me llamó Javier Andreu unas navidades, y el día de Reyes hice el primer bolo. Después conocí a Ariel Rot, y en ese mismo tiempo a Quique González. Luego llegó Andy Chango de Argentina, y Ariel le cedió la banda para tocar con él. Estaba en esas bandas en paralelo.

¿Andy Chango vino una temporada?
Chango venía con la cabeza dada la vuelta, hizo un intento de quedarse, luego se fue y después vino para quedarse. Hicimos muy buenas migas, eso no es un trabajo, es harina de otro costal…

Hay una canción humorística de Chango, que circula por youtube, dedicada a ti.
Sí, ‘La canción de Toni Jurado’ es el hit de Andy, el que nos va a sacar de la pobreza [risas]. A ver cuándo la grabamos: yo me hago famoso y él se forra. Las vivencias que hemos tenido dan para un doble en directo. Después de esto, el director de la escuela del IMT, Chema Vilchez, me llamó para tocar jazz, era muy complicado pero él estaba encantado. Empecé a tocar con Paco Benítez, haciendo formaciones de tributos, versiones… Y le grabé a Paco otra cosa complicadísima de fusión. Me lanzaba, pero me da mucho respeto. Yo me identifico tocando rock, es mi terreno, pero si hay que lanzarse, me lanzo. Creo que a un músico, lo que le hace evolucionar es saber qué cosas puedes aplicar a cómo tocas el instrumento. Eso, y escucharte, que te grabes y te oigas, y coger lo que funciona con naturalidad.

“Quique González es la referencia de mi crecimiento como músico, me cogió recién llegado a Madrid y contó conmigo para su primera gira. Lo que no sabía era que iba a ser tan importante, para mí lo que hemos hecho es mucho más importante que otros grupos que han vendido millones de discos”

¿Es fácil escuchar desde la batería?
Es entrenamiento, como todo. No es fácil, yo veo a gente que toca y no escucha y me da pena. Por eso las bandas, cuando suenan, es cuando están tocando juntos mucho tiempo.

Osvi Grecco nos contó en esta sección que Ariel Rot es de los músicos que escuchan todos los instrumentos a la vez.
Ariel me ha enseñado a tocar la batería más que muchos métodos. Ariel conoce el rock and roll seriamente, es un tipo muy inteligente, con una cultura del rock and roll seria. Recuerdo muchos consejos, me decía cosas y luego me daba cuenta de que llevaba toda la razón, que tocarlo como me decía lo dejaba más sutil, más bonito.

¿Es el músico del que más has aprendido?
He aprendido de todos… Del rock and roll sí, sin duda. Le tengo un respeto enorme, y estaré con él cada vez que él quiera.

También has acompañado muchos años a Quique González, ¿cómo ha sido trabajar con él?
Hemos vivido cosas muy bonitas, mucho tiempo y desde la base. ¡Cómo sonaba aquello, con ese Carlos Raya! Con Raya coincidí tocando en el 87, cuando él estaba con Sangre Azul y yo con los Shalom. Para mí Quique es la referencia de mi crecimiento como músico, me cogió recién llegado a Madrid y contó conmigo para su primera gira. Lo que no sabía era que iba a ser tan importante, para mí lo que hemos hecho es mucho más importante que otros grupos que han vendido millones de discos. Musicalmente, como letrista y como persona ha sido y seguirá siendo una referencia seria para la música en castellano. Sé que tenemos una conexión personal muy arraigada. Nos han pasado muchas cosas, nos hemos reído mucho y hemos discutido mucho. Por muchas diferencias que haya, se puede conectar bien también. Yo soy muy simple, prefiero no complicarme, tiro para adelante. Toco la batería, ¿qué te voy a contar? Los baterías somos muy simples.

¿Es verdad que por un lado están los músicos y por otro los baterías?
Los baterías no somos músicos, los baterías somos la evolución de la carpintería. De un martillo se hizo una baqueta.

Eso me recuerda que se referían a ti como «el hombre que construye edificios con sus manos».
Creo que eso es de Chango, mi familia tiene una empresa familiar de construcción y él me dijo: “Bueno, tú levantas edificios con tus manos”. La batería es el hormigón.

¿Cuándo tocaste con Andrés Calamaro?
Hizo una colaboración con Chango en televisión, también hemos grabado juntos en el disco de Andy, y he grabado con Calamaro una versión del disco de homenaje a Duncan Dhu. No he ido de gira con él nunca, estuve a punto, pero al final entró José Bruno. Yo estaba con Maíta Vende Ca, llamé a [José] Bruno para que me sustituyese en un bolo de Andy Chango, y le cogieron. A Bruno le gusta Bob Dylan y a mí no, esa es la clave [risas]. Nunca hemos hecho gira, algún día, yo que sé…

¿Y con Fito Páez?
Contactamos por el disco de Andy, vino a España a hacer promoción y contó con la banda de Ariel. Eso fue una experiencia seria, es un musicazo muy completo.

¿Hay una hermandad especial entre los músicos españoles y argentinos?
Yo he trabajado con todos: Ariel, Chango, Fito, Calamaro, Sergio Makaroff… No hay hermandad, ¡solo conmigo! [risas)]. Eso me enorgullece mucho, ahí estoy, yo encantado. Me entiendo muy bien con los argentinos.

Háblame de tu etapa con Antonio Vega, ¿cómo fue trabajar con él?
He estado con Antonio dos veces. Primero estuve un año y medio, y luego grabé con Loquillo «Hermanos de sangre», y después me reenganché con Antonio hasta el final. Grabé «Tres mil noches con Marga», y luego me reenganché. Trabajar con él era muy fácil, iba tranquilo a trabajar, no pensaba en nada más que en disfrutar. Te dejaba hacer, ha confiado en los músicos siempre. Hay veces que si un artista llama a un músico tiene que delegar en ellos. En la última gira con Quique, «Daiquiri blues», él pretendía que sonara como el disco, pero yo no grabé el disco, ni Julián Maeso, ni Jacob… La banda sonaba muy bien, pero no hubo ese relax básicamente por eso. Yo puedo imitar a alguien, pero muchas veces cuando te dejan tocar como sabes hacerlo es cuando le sacas más partido.

¿Los discos marcan mucho las directrices de un directo?
O no, puedes hacerlo con un ordenador y luego llevarlo a la banda, pero no puedes pretender que la banda haga lo que ha hecho un ordenador, por ejemplo. Si la banda ha grabado el disco, el directo va a superar el disco casi con toda seguridad.

¿Con qué otros artistas has estado más tiempo?
Creo que con el que más he estado ha sido con Quique. Con Antonio he currado, pero no me considero “el batería de Antonio Vega”. Muchas veces hacemos los conciertos homenaje a Antonio, pero no creo que ningún músico seamos la banda de Antonio, excepto Basilio Martí. Hemos sido los últimos que hemos tocado con él, pero no me considero su batería. Con el tiempo no te consideras batería de nadie. Ahora mismo soy el batería de Rebeca Jiménez, llevo seis años con ella, y de Julián Maeso.

Rebeca es de las pocas mujeres de tu nómina, ¿no?
¡Vaya preguntita! Con Marta Sánchez he hecho dos bolos [risas]. He tocado con alguna chica más… Con Vicky Gastelo, ¡uy Vicky, que me mata! Grabé el segundo disco, «En el fondo de los mares», y  he hecho bolos con ellas en acústico. En unos días toco con Rebeca en Segovia.

¿Y qué hay de Julián Maeso?
Es un luchador contracorriente. Es un musicón, para mí ha sido un hallazgo conocerle. Conectamos muy bien, los dos queríamos tocar juntos. La pena es que su disco («Dreams are gone») no haya contado con los medios que se merece, pero también él es así. Las canciones son buenísimas. Yo, en vez de tantos temas, hubiera hecho diez. Hubiera hecho caso a los mayores [risas], de otra manera más relajada, y lo hubiera bordado. ¡Él no hace caso a nadie! De todas maneras, el disco está empezando ahora y creo que va a funcionar.

Con toda la experiencia que tienes, ¿eres capaz de ver cuando un artista tiene algo”?
Como cualquiera, ni más ni menos, ojalá… ¡Si supiera quién me va a dar de comer…! Cuando alguien tiene un don para la música, se ve.

¿Qué más estás haciendo ahora mismo?
Estoy trabajando con Carlos Raya. Hemos trabajado en el disco de Menso, su hermano Mario, y está bastante avanzado. Estoy también con Los Perros del Boogie, son de Valencia, buenísimos. Para septiembre o así nos meteremos a saco con el disco, para grabar todo, maquetarlo… Aparte tengo una empresa con dos furgonetas para llevar a grupos. Llevo a Iván Ferreiro, aunque no nos vemos, porque tienen un conductor. Con Rebeca [Jiménez], Julián [Maeso] y Ariel [Rot], cuando vamos a tocar vamos en mi furgo. Es grande, tiene nueve plazas.

Así que te cabrá detrás el famoso Hammond de Julián Maeso…
Sí [risas]. El otro día le apodaron Julián “Más-eso que pesa tanto”, ¡muy bueno el apodo!

¿Una espinita que te quede por cumplir?
Tocar con Elvis [risas]. Seguir tocando, no me voy a cansar de esto. Me gustaría mucho producir, me encantaría. Me he producido un par de temas a mí mismo, y produje el disco de un amigo, Leo Sánchez, pero en el local, con micros malos y un ordenador añejo. Me encantaría producir algo. ¿Ves tú? ¡Eso creo que lo haría bien!



Anterior entrega de Músicos en la sombra: Julián Maeso, a cuestas con el Hammond.

Artículos relacionados