Músicos en la sombra: Santi Comet, del pop de Los Peces al rock de Loquillo

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“Nunca quise ser músico contratado, o en la sombra, quería hacer mis proyectos, pero desde los primeros conciertos me empezaron a llamar”

A Santi Comet muchos lo recordarán por Los Peces, dúo chico-chica que publicó un par de discos y nunca más se supo. Los más rockeros sabrán que es el teclista de Loquillo, pero también ha estado con Amaral y en algunas aventuras más que le cuenta a Arancha Moreno.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: SUE RAINBOW (superior).

 

Llega al Café Comercial a la una del mediodía, puntual, y lo encontramos revisando su móvil. Durante seis años, Santi Comet fue la mitad del dúo Los Peces, el proyecto personal que compartió con Clara Téllez, con el que publicaron dos discos, sonaron en radio, giraron… Y desaparecieron azotados por las circunstancias. Pero antes y después, Santi no ha parado de trabajar: vivió las primeras giras de gran éxito de Amaral, acompañó a Josele Santiago un verano, tocó con La Naranja China… Desde 2010 es el teclista de Loquillo, con el que ha grabado y girado los dos últimos años. El último disco, de hecho, lo han grabado hace escasos días. Nos cuenta los detalles de la grabación y de su propia historia descansando su mirada en un punto fijo, como si abstraerse le ayudase a recordar. Arrancamos.

Tu vida empieza en Zaragoza, ¿y tu historia musical?
Desde pequeño escuchaba música en casa. Somos seis hermanos y todos compran discos. El mayor escuchaba a Queen y Simon & Garfunkel, a mi hermano mayor le dio por los ochenta: Simple Minds, todo eso, mis padres por Serrat… Empecé en el conservatorio por libre, y como tenía bastante oído me aprendía las lecciones de memoria. Fui a examinarme por mi cuenta y me suspendieron. Mi madre nos oyó un día a mi hermano y a mí tocando la flauta y la melódica a dos veces y pensó “Mis niños son unos genios, les voy a apuntar al conservatorio”.

¿Cuándo empezaste con el teclado?
Fue a los catorce. A mi hermano le dio un ataque de apendicitis y no pudo ir a un campamento, y les dio la paliza a mis padres hasta que le compraron un teclado. Nos pusimos los dos a tocar y estábamos todo el día enganchados. Es la única cosa en la que he sido mejor que mis hermanos [risas]. Todos tienen profesiones decentes: abogados, médicos, ingenieros… Yo soy la oveja blanca.

¿Qué pasó después?
Empecé a tocar con grupos del cole, y a los veinte años me puse a estudiar con un profesor uruguayo de jazz que había caído en Zaragoza, Coco Fernández. Tocaba con todos los grupos que podía, tenía mucho complejo porque no había estudiado. Tenía formación autodidacta, de tocar encima de discos y buscarme la vida.

Me parece especialmente difícil ser autodidacta en el caso de los teclistas…
No te creas. Ahora he estado en una escuela de música, un campus de una semana junto a José Bruno, Candy Caramelo y más gente. Tenía seis teclistas y solo alguno había pasado por el conservatorio. Ha sido una experiencia muy bonita, en el concierto con los alumnos estábamos más nerviosos que en nuestras propias giras.

¿Hay menos teclistas que guitarristas, bajistas…?
Sí, somos minoría. Hay mucha gente que viene del piano clásico, pero es otro lenguaje. La diferencia entre un pianista y un teclista es la diferencia entre Jesucristo y Brian, el de «La Vida de Brian» [risas]. Antes eran diez años, ahora no sé si catorce.

¿Te orientaste hacia la música en directo: el pop, el rock…?
Sí, era lo que más me gustaba. También empecé a hacer algunas cosas de publicidad, bandas sonoras… Yo nunca quise ser músico contratado, o en la sombra, quería hacer mis proyectos, pero desde los primeros conciertos me empezaron a llamar. Uno de los primeros fue Juan Aguirre, en el 95, que estaba empezando a tocar con una chica que se llamaba Eva Amaral. Empezamos juntos en Zaragoza, hacíamos una cosa muy folk, y muchos conciertos a trío, ellos cambiaron de banda mil veces. Yo dejé la facultad por las teclas, y mientras tanto trabajaba de camarero. Como soy muy optimista, pensé “me pongo a poner copas y en un par de años vivo de la música”. Lo que iban a ser un par de años fueron siete, pero al final lo conseguí. La primera vez que me sentí profesional fue con Ángel Petisme, un cantautor aragonés con el que ha tocado todo el mundo: Josu García, Laurent, que está en la banda del Loco… Tino di Geraldo, Javier Vargas… Es un aglutinador de músicos.

En el 2000 viviste una etapa de tres años como teclista de Amaral, ¿cómo fue aquello?
Ellos estaban a punto de sacar su segundo disco y tenían más teclados y querían que me incorporase a la banda. Yo no lo terminaba de tener claro, pero empecé a venir a tocar con ellos, y la cosa se fue disparando. Entonces no había AVE, y todos los jueves bajaba a tocar en un R5 con Carlos Gamón, el batería. Ensayábamos, tocábamos y todos los domingos volvíamos a tocar desde donde fuera a Zaragoza. En seis meses recorrimos la autovía de Aragón cincuenta veces, hasta que Carlos decidió venir a Madrid y después de pensarlo, vine con él. Voy a hacer doce años aquí.

¿Tu traslado a Madrid suponía también que te lanzabas de lleno a la aventura musical?
Yo ya estaba viviendo de la música desde el 98, pero en Zaragoza, y donde se hacían las giras grandes, los discos y la industria era Madrid.

Tu ciudad tiene mucho circuito musical, también.
Tiene mucha cantera. Yo tuve un grupo, Adiós Jumbo, con Carlos Gamón, que produjo Laurent Castaignet, el batería de Loquillo, y en las colaboraciones teníamos a Kase-O de los Violadores del Verso y Carmen París haciendo los coros, pero fue un disco que pasó absolutamente desapercibido fuera de Aragón. Bueno, Manrique nos sacó en «El País de las Tentaciones», eso sí.

Volviendo a Amaral, fuiste partícipe del ascenso de vértigo que vivieron.
Sí, pasar de salas de trescientas a pabellones de 30.000 en año y medio fue genial, una locura. Fue vivir todo lo bueno y lo malo, porque se multiplica todo por diez: el número de conciertos, de kilómetros, la gente que trabajaba en la gira… Bueno, nuestros sueldos no, pero casi [risas]. En 2002 hicimos 120 conciertos. Terminamos aquí y nos fuimos a América con Rock en Eñe, un disparate. En medio, ellos tenían mucha promo, nosotros hacíamos cantidad de teles con ellos, playbacks, acústicos… Luego hubo un cambio de formato, metieron a una chelista, la cosa se hizo más acústica. Entonces yo había empezado a trabajar en Los Peces y lo dejé y dejé unos años de tocar para nadie.

“Durante cuatro o cinco años Los Peces pudimos vivir del grupo, que es el sueño de cualquiera, pero el segundo disco era un nivel de estrés muy fuerte, se nos acababa el dinero”

Y emprendes tu propio proyecto: Los Peces.
Sí, apareció Clara [Téllez] y empezamos los dos a trabajar en maquetas, mientras terminaba con los últimos compromisos de Amaral. Como era la primera vez en mi vida que tenía tiempo y dinero, decidí tomarme unos meses sabáticos y dedicarme a Los Peces a muerte. Fue un caso muy extraño, cuando empezamos la banda sonaba el primer día, el repertorio esta casi hecho… Clara era casi la que era más neófita, pero eso le dio una frescura especial al grupo. Al año de existir como grupo teníamos contrato y disco, casi.

Y fuisteis grupo revelación, allá por 2005 con vuestro disco debut, “Merodeando”.
Sí. Nos vio un chico de una editorial y nos propuso un contrato, pero no pasó nada hasta que grabamos una maqueta con Alejo Stivel y nos abrió las puertas de la industria, que todavía existía…

Cuando la industria aún tenía puertas.
Sí, eso es. Hicimos el primer disco, vendimos 15.000 copias en 2006, me parece un auténtico disparate para aquel momento. Hicimos más de setenta conciertos, mucha promo…Yo pensaba que músicos y artistas era lo mismo, pero naranjas de la china. Tenía que ocuparme no solo de las canciones, sino de los ensayos, los músicos, los números… Al final estaba a todo menos a las canciones.

Y hubo un segundo disco de los Peces en 2008, “Ocho brazos para abrazarte”.
Sí, pero antes de eso, después de hacer nuestra primera gira potente, de 70 conciertos, pasó algo. En febrero de 2006 teníamos contratadas veinte fechas para ese verano. Pero Clara se quedó embarazada meses antes, dio a luz en julio, y entre ella y la manager, que eran dos chicas, y feministas, decidieron suspender la gira por si había complicaciones post-parto. Pensaron que era mejor hacerlo así que tener que suspender a partir de gira y recuperar al año siguiente. Pero en 2007 nadie quería saber nada de Los Peces, fue un aprendizaje de lo más duro.

¿Fue solo por esa cancelación, o también por las circunstancias del momento?
Las dos cosas, pero ya no estábamos sonando en radio tampoco… Así que cogí mis bártulos y me volví a Zaragoza. Me metí en casa de mi novia de entonces, y me sentaba al piano diez horas al día haciendo canciones, y Clara mientras criaba a su hijo y trabajaba sus canciones también. Volvimos con el disco terminado, pero ahí empezó el calvario: la compañía cerraba, pero no nos daba la carta de libertad, y habíamos firmado tres discos con ellos. Pasaron unos meses muy malos de abogados, incertidumbre… Hablamos con las otras compañías, que se habían interesado por el grupo en el primer disco, y a algunas les dio un ataque de celos y dijeron que ahora ya no querían.

Pero al final lográsteis la carta de libertad.
Sí, pero costó mucho, el disco estaba listo en 2008 y no salió hasta 2009. Para entonces ya habían empezado los problemas financieros. Aún así, conseguimos que nos ayudase la editorial, Universal Planet, nuestra manager, Warner, que lo licenció… Y el gobierno de Aragón, que destinaba ayudas a músicos, dentro de unos años creerán que es ciencia ficción, presupuestos públicos para ayudas de cultura. El segundo disco lo hicimos con Álex Olmedo, de La Naranja China, con los que yo había tocado también. Pero nos pilló un muy mal año, y pasamos de dar trabajo a cinco personas a tener que hacernos todo nosotros: reservar la sala, promo, pegar carteles… Muchos días ni siquiera cubríamos gastos. Durante cuatro o cinco años pudimos vivir del grupo, que es el sueño de cualquiera, pero el segundo disco era un nivel de estrés muy fuerte, se nos acababa el dinero. Y eso que volvimos a sonar en la radio, y siempre tuvimos buenas críticas… Quizá el problema es que estábamos en tierra de nadie.

Finalmente, lo que funciona es estar en un bando.
Es una tontería, una cosa española, pero pasa. Un día, después de tocar en Xàtiva, nos salimos de la carretera, no pasó nada pero patinamos, y nos tocaba poner dinero porque no habíamos cubierto gastos. A mí me habían ofrecido tocar con otra gente, y ya no compensaba seguir. En mayo de 2010, que ya estaba ensayando con Loquillo, lo dejamos. Y suerte que tuve que me llamó la gente.

¿Te reclutó el Loco para la banda?
Sí… Yo podía haber entrado en la banda de Loquillo en 2005, llegué a hacer un concierto con ellos, pero justo nos salió una gira y tuve que decirle que no. El Loco dijo: “Ah, va a sacar un disco con su grupo… Que lo intente. Ya volverá”. Y efectivamente, volví. Aguantar siete años fue una proeza, cuando veo a los que han aguantado treinta años en este negocio me parece una absoluta proeza, tienes que dar en la diana muchas veces.

Simultáneamente a Los Peces, también estuviste con Josele Santiago. ¿Cómo fue aquella gira?
Me llamó Luca Frasca, un organista argentino fabuloso y le sustituí un verano con Josele. Ahí aprendí a tocar rock. Siempre había tocado pop, siempre he sido el popero de los grupos. Fueron como unas vacaciones pagadas, Josele acababa de sacar “Las golondrinas” y se disculpaba porque había poco dinero, pero yo hubiera pagado por tocar con él. Lo pasé muy bien, fue como un bálsamo.

También hiciste bandas sonoras, jingles… ¿Te interesaba el mundo audiovisual?
Sí, me interesaba mucho, y era una manera extra de pagar el alquiler. Hice una serie de televisión, «El inquilino», y Rafa Sañudo me llamaba para hacer cosas para la tele, anuncios… Hacía cosas locales, spots, y cortos. ¡Pero te puedo contar que el de 11811 lo hizo Josu García! Él sí que ha hecho muchas cosas.

Y ahora trabajáis juntos en la banda de Loquillo. Él te dijo “Volverás”, y volviste.
Sí, y me ha permitido conocer a gente muy especial, como Igor Paskual. La banda es alucinante, creo que es una de las mejores bandas del país. Fue Loquillo quien se acordó de mí, le caí en gracia. También por mi flequillo y eso… Loquillo es bastante mod aunque la gente no lo sepa, su grupo favorito son los Who, incluso tiene una parka suya, ¡la he visto! Yo entré sustituyendo a otro chico, hice la gira del 30 aniversario, el disco de poemas de Luis Alberto de Cuenca, y hemos hecho uno nuevo, que todavía no tiene título y creo que va a ser de los mejores discos de Loquillo.

El disco que habéis grabado hace unas semanas, con canciones de Sabino Méndez. ¿Cómo ha ido la grabación?
Lo hemos grabado todo en directo, como se hacía antes, con Jaime Stinus produciendo. Lo hemos grabado en los estudios CATA, de la SGAE. Me ha encantado la experiencia. Era como un laboratorio: escuchábamos una canción por la mañana, solo una vez, proponíamos ideas y a la hora de comer ya habíamos grabado una primera toma, y por la tarde otra. Muchas de las bases se han quedado ya como definitivas. Ahora no me apetece grabar de otra manera. La semana que viene vamos a grabar el disco de Jacobo Serra, en Audiomatic con Rosillo y Josu García, y lo vamos a hacer también en directo.

¿Cómo son las nuevas canciones en las que ha trabajado Sabino?
Hay alguna canción nueva, pero algunas son maquetas de hace quince o veinte años. Creo que va a ser mejor que “Balmoral” todavía. Tiene muy buenos temas, está muy bien cantado… Falta mezclarlo, pero estamos todos muy contentos.

¿Es un disco más rockero o más poético?
Es un disco de rock, de rock de garaje. En algún tema nos reíamos, porque el bajista, que es de Granada, decía: “Esto es Primavera Sound”. Va a ser un disco de rock, de chupa de cuero y sudor. Saldrá en noviembre, y en febrero empezaremos con las presentaciones y la gira, y luego creo que llevan idea de ir a América. Tiene muy buena pinta. Loquillo es uno de los más grandes, cuando estamos haciendo un disco ya está pensando en el siguiente, es un currante incansable.

Él dice que siempre se rodea de los mejores.
Sí, me sorprende la mezcla de la banda, pero todos juntos funcionamos muy bien. Por algo viene de jugar al baloncesto, tiene una visión de equipo. Él dice que es como el general Paton, que en la vanguardia no se quedaba atrás, que va en primera línea. Siempre intentamos ir más lejos, porque él lo pide. Tiene un equipo alucinante: Sopeña, Sabino, Igor… Josu y yo también estamos haciendo canciones para el próximo disco, no para este.

¿Qué fue de tu participación en Rockola.fm, la radio por internet que lanzó Joaquín Guzmán?
Trabajé en el departamento editorial con él. Le conocía de ir de promo con Los Peces, y me dio la oportunidad de llevar la editorial, para editar a grupos, y ayudarles. Luego hubo una pelea de socios, Joaquín salió de la empresa y los que íbamos de su mano también. Pero me sirvió para recuperarme del batacazo de Los Peces: vendí casi todo mi equipo… Me sirvió para limpiar la cabeza. Después monté la editorial La Cantina Sonora, con idea de hacer temas para otros. En seis meses no hemos vendido ni una escoba [risas], porque hay que pasar unos filtros muy severos, pero algún día ocurrirá. Algunos de los de Rockola siguieron conmigo, como Litus, que ahora está preparando un disco nuevo, con canciones de sus tres discos grabados en directo, es buenísimo.

¿Qué planes tienes este verano?
Ahora estoy haciendo la música para una aplicación de ordenador, la semana siguiente empezamos a grabar con Jacobo Serra, y estoy haciendo temas y produciendo a una chica que se llama Niccó, tocamos en el Noise off Festival, es una chica muy talentosa.

¿Te queda alguna espinita clavada?
No tengo grandes frustraciones, he hecho casi todo lo que quería hacer. Sigo haciendo canciones y no pierdo la esperanza de volver a hacer algo, aunque me gusta también estar en retaguardia. Sí que me gustaría poder tocar con gente, en plan sueño: M Clan, Quique González, Juan Perro, Drexler… Y ya puestos a soñar, con Paul Weller. Pero no me puedo quejar: llevo quince años viviendo de la música y por ahora puedo seguir.

 

 

Anterior entrega de Músicos en la sombra: José María Rosillo, entre los Beatles y R2D2.

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