Músicos en la sombra: Pablo Martín, un superviviente feliz en la segunda división

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«Estás en segunda división, pero cerquita de los de primera, de los que aguantan, lo que más me llena de la camiseta. El respeto es de tú a tú»

Un caso extraño: mantiene con Josu García, y desde hace años, un dúo noble y de largo recorrido, La Tercera República (también llamado Martín & García), su particular joya de la corona. Ha compuesto para quien no podemos imaginar, se ha curtido en producciones junto a Alejo Stivel haciendo de todo, pero no le gustan los jefes. Arancha Moreno nos presenta a Pablo Martín.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: ALFONSO MARTÍNEZ PLA.

 

Soñaba con tener su propia banda, y con el tiempo se dio cuenta de que cantar sus propios temas no era el único camino. Lleva muchos años defendiendo el dúo La Tercera República (o Martín & García), pero al margen de su “niña bonita” ha aprendido a reciclarse en muchas tareas: desde grabar coros para M Clan o La Oreja de Van Gogh hasta componer temas de cualquier corte, dar clases y cantar en varias bandas de versiones. De cuando en cuando se sube con la mitad de los Burning a cantar en Wild Horses; ahora se prepara para rendir tributo a Tom Petty y noches como la de nuestro encuentro, sale a encarnar a Mick Jagger. Nos encontramos con Pablo Martín un rato antes de su concierto con Sticky Fingers, en pleno ensayo de su actuación en la sala Galileo Galilei. Un rato después, demostrará en el escenario que su faceta pop no excluye para nada una voz rockera muy bien acompañada.

 

Seguro que recuerdas la primera guitarra que cayó en tus manos.
Era una guitarra de mi hermana, que había en casa. Ella cantaba canciones de las monjas y yo instintivamente hacía voces. Me encantaba el sonido. Le cambié las cuerdas de la guitarra española por unas de acústica. Ella me dijo que le había fastidiado la guitarra, así que la guitarra para mí. Cuando era pequeño, mi padre me preguntaba dónde quería ir, y yo siempre le decía “donde la guitarra”, que era la casa de unos amigos.

 

¿Tenías fijación con el instrumento?
Era una enfermedad. Tuve una educación normal, orientada a hacer un oficio cualquiera. El entorno obliga a ser lo que se espera de ti, pero yo notaba algo, notaba que tenía que ser músico.

 

¿Empezaste entonces con las versiones de misa de los temas de los Beatles?
Sí, estaba también el ‘Blowin’ in the wind’ de Bob Dylan, había algo de Mocedades… Entonces se llevaba la canción melódica, en la televisión yo veía «Popgrama». Mi hermano Javi tenía un tocadiscos, y tenía pocos discos, pero yo los oía muchas veces: la banda sonora de «Jesucristo Superstar», Bill Haley & His Comets… Cuando terminaba los deberes mi premio era escuchar ‘Singin’ in the rain’. La primera música que oyes es la que te marca para el resto de tu vida. No lo pasaba mal con pocos discos y una guitarra mala. No sé si era más inocente y más puro. Cuando se convierte en un trabajo las cosas cambian: las relacionas con la gente que trabajas… Esto me suena nostálgico.

 

Quizá porque te pilló un rato antes de versionar a los Stones, y estás mirando atrás.
Puede ser, ya son cincuenta años de los Stones. Estoy con los Sticky Fingers, que me adoptaron hace poco. Son un poco más mayores que yo, y en ocho o diez años las generaciones musicales cambian. Antes había gente que tenía un «look» para un grupo y un sonido, y ahora hay artistas que en un solo single han cambiado tres veces de imagen y han pasado por cuatro estilos distintos. Hay una especie de verborrea creativa, darse mucha prisa.

 

Quedarse poco tiempo en el mismo sitio: es lo que prima hoy día.
Sí, como no disfrutar lo que tienes en tu momento. A mí me gusta un disco de blues y lo escucho, lo aprendo, lo exprimo… Así aprendimos a tocar muchos. La palabra Conservatorio era horrorosa. Antes te sacabas el disco de “Just one night” de Eric Clapton entero, y con eso sabes mucho de tocar. Pocos de los músicos con los que he tocado han empezado a estudiar al principio, lo han hecho después, cuando han visto sus cualidades mermadas. Luego está la personalidad, parece que hay que ir de algo. Yo sufría mucho, porque a mí todo me volvía loco. Me comparo con los de mi edad, por ejemplo con Coque Malla, que es mi amigo. Él tenía muy claro su grupo de rock, pero mira cómo ha abierto su espectro musical y artístico con el tiempo. Hasta hace poco estaba haciendo algo de Rubén Blades. Eso es inquietud creativa, no verborrea creativa. Hay un punto en el que eres artista y quieres crear, y otras personas quieren innovar y convencer.

 

Quizá porque intentan convencer al de fuera antes de sentir y convencerse a sí mismos.
Aprendemos muchas cosas por mimetismo, por admiración: la figura de tu cantante de rock, tu futbolista… Vas cambiando de modelos, y con el tiempo aprendes a ser tú.

 

Esa inquietud a la que te referías antes, sobre que te gusta mucha música, ¿ha abierto tu abanico de trabajo?
Al principio yo quería mi banda, pero hay que ser un poco más diverso. Se me pasó cuando me puse a tocar para otros grupos, como sustituto. Yo siempre componía y cantaba, pero toqué la batería siete años, con La Cantina, desde el 92. Y con los Johnny Juerga y Los Que Remontan El Pisuerga hice de sustituto de batería y luego de guitarrista. De repente disfrutaba de tocar con otras personas. A mí la diversidad me ha empujado mucho a abrir la cabeza y no ser esclavo de mí mismo. Descubrí que dentro de la música, yo era un compositor, que podía hacer canciones para otras voces que yo no era capaz de cantar. Yo solo quería cantar rock, y a veces escribía temas más pop. Tenía disfunción de personalidades, no me parecía coherente, pero tenían que salir: había cosas rockeras, otras románticas… Para cantar me quedo más bien en un sector, un poco amplio: el blues, el rock, el pop… Pero como compositor puedo hacer cualquier cosa.

 

¿Por ejemplo?
Ahora estoy trabajando para una editorial, como filial. Lo último que he hecho ha sido componer una balada para un cantante romántico venezolano. Hace poco hice algo completamente dance para Corea. Estoy haciendo unos esquemas que hay ahora, casi no se toca ningún instrumento de verdad, es todo con teclados y otras cosas. Eso para mí antes era un pecado, ahora lo analizo. A lo mejor no me gusta mucho, pero tengo que aprender de esa música: qué le dice a la gente, por qué les mueve… Cuando compuse para los de «OT», hice una canción de rock argentino para Verónica y se transformó en una canción de dance. Para Rosa hice ‘Caradura’, era un bolero, pero Alejo Stivel le puso un bombo a negras y acabó siendo algo festivalero, muy comercial. Me salió bien aquello, conocer a esa gente, que tenían las mismas ganas de cantar que yo hace un tiempo, pero eran famosísimos. No se podía salir a la calle porque era una persecución. Con Lolita curré también, para un tema de la ONCE, me pidieron un tema flamenco, y fue una rumba. En vez de tomármelo como un problema, lo tomé como…

 

¿Una cualidad?
Claro. También hay muchas envidias. “Ah, el tío de La Tercera República, que hace voces como los Eagles, Los Secretos, cosas así…”. De repente parece que no te puedes salir, hay gente más papista que el Papa y no puedo con ello. Las cualidades generan envidia a veces, sobre todo si estás viviendo de eso. A mí se me han ido muy buenas épocas y han venido otras buenas, y las he encontrado componiendo para grupos. Mi crisis empezó en 2009: las cosas no me llegaban, bajaba lo de Autores… Yo viví muy bien diez años componiendo, pero, ¿por qué iba a ser toda la vida? ¿Y si se acaba? Hay pánicos, como que se acabe estar arriba, y empezar a bajar.

 

“Mis alumnos ven que es posible vivir de la música con un tío que no es primera línea. Es como estar en segunda división y estar feliz”

 

O sea, que has ido aprendiendo de los golpes.
Sí, de lo que opinan de ti, supongo que como buen cáncer soy vampiro de cariño. Ser músico es ideal: aplauso, admiración… Y si encima ganas es perfecto. Pero he aprendido que puedo ser profesor. Hay muchos músicos mucho mejor preparados que yo, pero resulta que lo que yo sé a una persona iniciada le parece un mundo. Soy profe de voz y de guitarra, aunque mis alumnos también vienen un poco a terapia: ven a un tío que le va bien con lo que hace, y lo quieren para sí, porque se pega muy buena energía.

 

Así que al verte, tus alumnos sienten que es posible.
Claro, ven que es posible vivir de la música con un tío que no es primera línea. Es como estar en segunda división y estar feliz. Creo que en mi vida estoy en primera división conmigo mismo. La competitividad en la música no existe para mí: para mí existe tener una estima por lo que haces, valorarlo y ser feliz con eso. Ahora se valora lo que vende, pero eso en el arte no sirve para nada. Estoy un poco harto de la agresividad dentro de la música, parece que ser un verbenero no es ser auténtico. Con la crisis aprendí a diversificar. Me di cuenta de que no solo podía tocar en mi grupo, eso es muy pequeño, el mundo es muy grande y no te da tiempo en una vida a saber lo que es. Tendré que cantar otras cosas, componer para otras personas, tener grupos de versiones…

 

¿Has vuelto a grabar con Josu García, en vuestro dúo La Tercera República?
Sí, lo hemos retomado: hay cuatro temas nuevos, hemos regrabado ‘Sorprendentemente’, parece que la letra está de rabiosa actualidad. Lo hemos grabado con Álvaro Urquijo y Ramón Arroyo, de Los Secretos, por coherencia, hicimos la gira cuando murió Enrique, y por amistad. Es una ilusión tremenda, porque parece que vuelves a salir, ahí está lo mejor de nuestro trabajo. En La Tercera canto el mensaje, lo que quería hacer cuando empezaba, pero mezclado con la realidad. Es mi joyita, solo se encuentra a un Josu una vez en la vida, un compañero con el que te entiendas así. Pero el grupo ya no es el concepto de hace diez años, cuando nos decían que íbamos a ser los nuevos Secretos.

 

Aunque sepáis que estáis en otro punto, sí que notaréis una evolución musical.
Sí, todos hemos mejorado mucho, es más respetable. Es como respetar a Raphael: él quiere currar, y los Stones también, como hacía Miguel Ríos, o Luz Casal, Obús… Generan mucho respeto. Supongo que si La Tercera se acaba algún día no tendrá un final pactado, seguiremos tocando si alguien nos llama, ya pasamos muchas, y cada vez que nos juntamos es un placer. Pero seguimos haciendo otras cosas. Josu está con Loquillo, y yo estuve con Vega, pero lo dejé porque me agobiaba el rollo de obedecer al tiempo de un artista. No me sentía libre, y veía que mis trabajos como profe y con mis grupos sí me daban la libertad que yo quería. En realidad puedo tener mil jefes, pero no puedo tener uno.

 

Así que nunca has trabajado como músico de gira para alguien, salvo con Vega.
No, nunca. Sí he hecho publicidad, y he tenido algún cliente que me ha dicho que tenía que “poner la voz con un matiz más azul”, es para contar hasta diez y… Trabajo para mil personas, pero soy autónomo. Puedo hacer un trabajo para alguien, pero no puedo formar parte única de un equipo.

 

Con quien has trabajando mucho también ha sido con el productor Alejo Stivel. ¿Para quién?
Por ejemplo con Manolo Breis, un gran tipo murciano, muy auténtico. En esa época grababa coros para La Oreja de Van Gogh, Los Lunes, M Clan, David Broza… Luego empecé a componer para todo lo que Alejo producía.

 

¿Viviste la época en la que había listas enteras de artistas que solicitaban canciones porque no tenían repertorio?
Sí, eso ha cambiado mucho. Estuve un tiempo currando para Universal, luego estuve con Pablo Pinilla, después para BMG y ahora estoy en PIR. Antes había unas listas de canciones, y siempre contenían los mismos nombres: Ana Torroja, Sergio Dalma, Rosario Flores… Era el productor de esos discos el que quería canciones, y si tienes la editorial con esa compañía colocas cosas. Tus canciones pueden ser mejores o peores, pero está el “contactismo”. Eso ha cambiado, porque ahora todo el mundo compone. Todo el mundo tiene algo que decir, no lo dudo, pero si todo el mundo compone te da la risa. Hay que tener un respeto hacia los grandes compositores: Juan Carlos Calderón, Armando Manzanero… El tiempo coloca las canciones en su lugar, y eso me gusta. Yo de mayor quiero ser Albert Hammond: componer para mucha gente, ser estimado, estar detrás, y salir a cantar y a hacer la estrellita un rato. Hoy salgo un rato a hacer la estrellita, ser Mick Jagger, que me vean los colegas y pasármelo genial, pero en casa a trabajar.

 

Encarnas la figura de un músico no de primera fila, pero te ganas la vida trabajando en la música, ¿haces lo que soñabas?
Soñaba con vivir en una casita, con mis guitarras en una habitación, una chica que me quisiera y vivir de la música, y lo he conseguido. Hay gente que está muy por encima de mí y no lo ha conseguido: por aires de grandeza, confusiones, por imitar cosas que están mal como modelo… Yo no soy un gran guitarrista, ni un cantante bueno, no lo hago mal pero sé que hay cosas por encima. Un alumno me dijo el otro día que creía que yo soy un tío con éxito: vivo de lo que me gusta y me gusta un amplio espectro. Y he trabajado con un montón de gente: Ramón Arroyo ha tocado en mi grupo, Carlos Tarque es gran colega, ha colaborado en La Tercera, he hecho coros en un disco de Coque Malla, en ‘Hace tiempo’, un tema de “La hora de los gigantes”, he cantado con Guzmán… También estoy con Wild Horses, un grupo de versiones country, trabajo con un grupo con el que soñaba cantar cuando era pequeño: estoy con el batería y el bajista de Burning, y estamos muy a gusto. Estás en segunda división, pero cerquita de los de primera, de los que aguantan, lo que más me llena de la camiseta. El respeto es de tú a tú. No sé qué pasará en el futuro, pero yo estoy mucho más en el futuro de lo que pensaba hace años.

 

¿Alguna espinita que aliviar?
Espinas no, me quedan alegrías e ilusiones. Espinas es que no meta gambas hoy. Hay miedos, pero espinas no. Ahora me voy a meter en un tributo a Tom Petty, con Juanma del Olmo, Jesús Redondo… Algo nuevo. El otro día estuve en un tributo a Enrique Urquijo, fue una experiencia. Me veo tan joven metiéndome en tantos líos ahora… Y gracias a la crisis.

 

Y a tu actitud, porque habrá otros que se acomoden.
Está bien que me lo digas, porque antes no creía que pudiera hacer todo esto.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Francis Amat, de compositor de Ana Torroja a productor de Estopa.

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