Músicos en la sombra: José Vera, el bajista de las mil puertas

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“Cuando tuve que dejar a Aute para irme con Ella Baila Sola, su frase fue: “Me has cambiado por dos de 20”

 

José Vera es un bajista curtido en mil batallas (ha tocado con Luis Eduardo Aute, Ismael Serrano, Revólver, Ella Baila Sola, Javier Ruibal, Antonio Vega, Quique González, Mercedes Ferrer), de algunas de ellas habla con Arancha Moreno.

 

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: JOSÉ LUIS LUNA.

 

 

Del contrabajo al bajo eléctrico: así fue el camino de José Vera, inverso al de otros muchos músicos que pasan de la electricidad juvenil a la difícil tarea de dominar el contrabajo. En sus primeros años en Mallorca, José empezó interesándose por el jazz, pero poco a poco el círculo se le hacía pequeño y las ganas de ver mundo crecían. Y con el bajo le salieron mil trabajos distintos en Madrid: Luis Eduardo Aute, Ismael Serrano, Revólver, Ella Baila Sola, Javier Ruibal, Antonio Vega, Quique González, Mercedes Ferrer… Dice que a él le oxigena el cambio, le parece sano y le gusta dejar siempre la puerta entreabierta. Por el camino, ha publicado ya dos discos como JVera, y ahora, después de una gira con Sergio Dalma, se ha embarcado en algún nuevo proyecto y anda pensando en nuevos caminos. Nos lo cuenta una mañana de mayo, en el corazón de Malasaña: la plaza del 2 de mayo.

 

Eres bajista eléctrico, ¿por qué empezaste estudiando solfeo y piano?
Ahora hay mucha facilidad en las academias, puedes estudiar rock, jazz, pop… Pero cuando yo empecé, con los trece o catorce años, solo podías hacerlo con profesor o en el Conservatorio. Tuve un profesor particular, que me enseñó lo básico, y cuando mi madre vio que me entusiasmaba me mandó al Conservatorio. Estudié solfeo, tuve que hacer dos años de piano antes de elegir instrumento y después elegí el contrabajo.

 

Así que en realidad vienes del contrabajo, pero has acabado siendo bajista.
Estudié mucho tiempo contrabajo, pero con lo que me salió más trabajo fue con el bajo eléctrico. Estuve muchos años queriendo ser el contrabajista de jazz por excelencia, dando todos los pasos, pero con el tiempo el jazz me fue aburriendo, porque vi que pasaba exactamente lo mismo en Mallorca que en Madrid. Empecé a conocer gente nueva, conecté con el circuito de las giras y de la tele, y todo era con bajo eléctrico, y el contrabajo lo aparqué. Lo dejé tres o cuatro años aparcado en una esquina, porque el bajo eléctrico me daba lo que yo quería: giras, viajes, dinero, comida, diversión… Tocar y conocer un mundo nuevo alucinante viniendo de provincias.

 

Llegaste a Madrid muy joven, con dieciocho años. Y aquí cambió tu óptica.
Al principio quería mantenerlo todo: pop, rock, flamenco… Pero era muy difícil. Pasé de Ciudad Jardín a un grupo que se llamaba Pop The Block, luego toqué con Luis Eduardo Aute, y en el 96 con Ella Baila Sola, que fue un boom tan grande que no se podía hacer nada más. En aquella época no había tiempo para nada: grabábamos videoclips, televisiones, promociones, radios, gira… Éramos un grupo e íbamos todos. Fue entonces cuando dejé el contrabajo, lo estuve tocando hasta el proyecto anterior, que fue con Aute. Estuve con él dos años, y en 2011 me volvió a llamar, me encantó.

 

Qué experiencia, tocar el contrabajo con Aute tan joven.
Sí, fue maravillosa. Aute estaba en un momento muy alto de su carrera, poco después de haber grabado el disco de Las Ventas con Silvio Rodríguez. Yo era muy chaval y los músicos eran señores. Cuando tuve que dejar a Aute para irme con Ella Baila Sola, su frase fue: “Me has cambiado por dos de 20”. Pero he vuelto a tocar con él.

 

La música y el trabajo de los músicos es un completo círculo.
Sí, me atrevería a decir que en todos los años de carrera no me he cerrado la puerta con nadie, con casi todo el mundo tengo la puerta abierta, y eso en este negocio es clave. Siempre que he tocado con gente, y lo he dejado por lo que sea, al cabo del tiempo he vuelto a tocar o a grabar con ellos.

 

¿Con quién te ha pasado, además de Aute?
Yo grabé el “Básico” de Revolver en el 93, fue una de las cosas más importantes que hice cuando llegué. Y al cabo de un montón de años grabé el “Básico 3”, y que Carlos Goñi me volviese a llamar después de todos esos años me hizo mucha ilusión. Después él quería que yo hiciera la gira, pero ya tenía todo preparado para entrar en el estudio a grabar mi disco. Él me retó y me dijo: “¿Estás seguro de que lo vas a grabar, o vas a hacer lo que todos?”. Yo le dije que lo iba a grabar, y que se lo enviaría. Y así lo hice: lo grabé, lo edité y le envié una de las primeras copias a Carlos. No sé qué pasó, que me lo devolvieron varias veces, pero al cabo del tiempo me escribió y me dijo que había escuchado mi disco por itunes, y que le había encantado.

 

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“Los músicos que acompañamos a artistas, a no ser que sean tus amigos del alma, cada dos años tenemos que cambiar”

 

Has grabado dos discos propios, «Concepts» (2006) y «Butterfly» (2009). Empezaste a grabar discos propios bastante antes que muchos de tus compañeros de profesión.
Quizá por estar tocando con todo el mundo, necesitaba mi tiempo, decir algo yo. Ya iba componiendo, y lo vi clarísimo, tanto como para dejar una gira importante. Con el tiempo he pensado que quizá me equivoqué, pero intento pensar todo el rato que todo lo que hago es lo correcto. Hace unos años dejé de tocar con Melendi y me fui con Sergio Dalma, y no pasa nada. Creo que uno tiene que evolucionar, no quedarse estancado. Yo tengo una teoría que no todos los músicos comparten. Los músicos que acompañamos a artistas, a no ser que sean tus amigos del alma, cada dos años tenemos que cambiar. Todo empieza con una energía muy potente, pero todo se va deteriorando, empiezas a creer menos en su música, él piensa que vas por dinero… Y cambiando cada dos años, algo que me ha pasado de manera natural, está la puerta abiertísima.

 

¿No se contamina la relación?
Eso es. Tú decides irte con otro, grabar tu disco, o él decide no ir con bajos, o ir con una tuba o con un trombón, eso me ha pasado, y no pasa nada. Estuve con Carlos Nuñez dos años, y decidió no llevar bajista porque no le compensaba económicamente, y decidieron hacer un montaje los tres, y el del bouzouki inventó una especie de bajo, y fuera bajista, pero la puerta abiertísima. Cuando graban disco me llaman. Cuando tomo una decisión no pienso nunca que me equivoco.

 

Es una decisión valiente, la de arriesgar y cambiar. Menos acomodada, pero tal vez más enriquecedora.
Estoy convencido. Creo que el destino te lleva a todos lados. Me doy cuenta de que mi vida tiene un recorrido que va todo el rato con un engranaje perfecto: salgo y entro. Ahora la cosa está como está, para mí y para todos los músicos. El otro día me encontré a un amigo y me dijo: “Con lo lince que eres tú, que tienes tentáculos por todas partes, si tú estás con poco curro, la cosa está jodida”. Yo no me considero el barómetro de la crisis, pero me hizo gracia.

 

Pero al tener un puzzle tan bien encajado, no me extraña que piensen así.
Tú lo has dicho, ha sido un puzzle muy bien encajado. Estoy muy orgulloso de los dos discos que he hecho. Es muy difícil llevar la música instrumental a ningún sitio, y hemos hecho muchísimos conciertos. Ahora seguimos haciendo, pero he bajado un poco la guardia, por el sobrepeso que conlleva moverlo todo: composición, arreglos, pagar las comidas, buscar un concierto, conducir la furgoneta… Cuando eres el líder de tu proyecto lo haces tú todo, si no hay un manager, y es lo habitual. El primer disco lo grabé por un gusanillo que tenía de sacar la música.

 

¿Por qué lo editó una compañía alemana?
Era una compañía que tenía una marca de bajos, que me esponsorizaba, y por eso hice un montón de conciertos en Alemania y algunos aquí. Fue un poco difícil de llevar al directo, porque tenía muchas colaboraciones: cinco baterías, siete guitarristas, seis cantantes… El segundo fue un cuarteto tocando en el estudio, con algunos colaboradores, y lo tocamos muchísimo. Me encantó poder llevar mi música como líder sin miedo, porque el liderazgo da un poco de miedo, sobre todo cuando uno lleva toda la vida a la sombra de alguien.

 

Y además, desde el bajo.
Desde el bajo, el contrabajo y sin cantar, buscando cantantes. Yo intento pensar lo que quiere ver la gente desde abajo, y entiendo que un concierto instrumental de una hora y pico puede ser un poco denso, y busco un cantante, o una flauta, para darle un aliciente. De vez en cuando salimos, conozco gente por Europa y voy invitando a gente a tocar. Ahora he parado un poco, porque noto que necesito grabar y descansar. Ahora me he metido en otro proyecto, un cuarteto de jazz que se llama The Noise Beat, con un rapero. Estamos intentando grabar, somos piano, contrabajo, batería y saxo y trompeta, y un rapero que se llama Artes. Estamos intentando grabar, y no recae sobre mí todo.

 

Así es un peso compartido.
Sí, y me apetece un grupo, ya he vivido la experiencia de líder [risas]. Es reinventarse todo el tiempo. Estoy dándole vueltas a hacer un dúo de contrabajo y voz, estuve haciendo unas cosas con Eva Cortés… También pensé el otro día que estaría muy bien hacer un tributo a los Beatles con contrabajo y guitarra. No vas a estar parado en tu casa.

 

Aunque no has parado mucho, porque hace poco has vuelto de girar con Sergio Dalma.
Sí, bastante tiempo, porque sacó unos discos de canciones italianas y tuvo un boom, han sido tres años bastante intensos. Como grabará disco para Navidad, ahora se para hasta 2014. He salido mucho, porque hizo dos años intensivos en España, y luego por Sudamérica, pusieron su música en una telenovela, y hemos tocado en Argentina, Chile y Uruguay.

 

¿Conocías Sudamérica tocando?
Sí, he estado con Aute, con Ella Baila Sola… Con Ismael Serrano fui varias veces, llegamos a hacer el Gran Rex cinco noches, un teatro emblemático de Buenos Aires. Y con Carlos Núñez me hice el mundo entero. Hemos estado todo el rato en Australia, Japón, Europa… Esos dos años que estuve con él fueron maravillosos, pero decidió no llevar bajista [risas].

 

En tanto tiempo, y con tanto viaje, parece que has visto mucho.
Sí. He vivido años de mucha gloria. A los músicos que hemos trabajado mucho, el recuerdo nos trae dolor. Todos los años de gira, grabando, haciendo televisiones, radios en directo… Había de todo, y ahora pasas a que no hay nada, y todo lo tiran a precios por el suelo, y el recuerdo de haber vivido esos veinte años de la música y que ahora no suene tanto el teléfono te encoge el corazón. Se ha ido lo mejor, y quizá no vuelva nunca. Cuando los argentinos vivieron el corralito, después no ha vuelto a ser lo de antes. Pero habrá que olvidarse de todo lo vivido para volver a entender todo de otra manera, resetear el disco duro, adaptarme a lo que hay. Si no, queda emigrar o dedicarse a otra cosa.

 

¿Y entre esas dos alternativas?
Ahora no sé contestar, estoy intentando hacer todo, reinventarme aquí con lo que hay y mover hilos fuera para ver la posibilidad de salir. Soy un tipo que no espera a que le pase algo, fuerzo a que las cosas pasen. Soy bastante hiperactivo. Mientras hago cosas aquí, llamo a amigos de fuera, tanteo un poco todo para ver cómo afrontar el futuro. Hablando del puzzle de mi vida, quizá esta tarde me encuentre a un amigo y se abra una puerta. Una noche me animaron a ir a un concierto, y me daba mucha pereza salir, pero fui, y allí me ofrecieron girar con Ismael Serrano. El destino te abre puertas.

 

¿Qué tiempo compartiste girando con Antonio Vega?
Fue una cosa puntual, unos conciertos que no podía Billy Villegas y me llamó. Fue una experiencia maravillosa, no te la puede contar nadie, hay que vivirla.

 

No se puede explicar…
Hay experiencias con artistas que las podría explicar, quizá no esconden más allá que lo que se ve. Antonio era muy especial, él, una comida, viajar en la furgoneta… Era un personaje desde que se levantaba hasta que se acostaba, y la sensación de estar arriba en el escenario… Muchas veces era hora y pico, y otras no era ni una hora, dependiendo de su estado de ánimo y de muchos factores acortaba.

 

¿De los momentos más emocionantes que has vivido en un escenario?
Te diría que sí. He tocado con mucha gente, pero no con todos con los que he tocado he disfrutado. He hecho trabajos que han sido eso, trabajos. Tocar con Aute, que tiene una trayectoria muy larga y consolidada, con mucha poesía; con Antonio Vega, Quique González, Mercedes Ferrer, Javier Ruibal… Son los que más me han hecho disfrutar. Cuando toqué con Quique González fue por unas suplencias a Jacob [Reguilón]. Conoces su música y ves su talento y te das cuenta de que son muy grandes.

 

¿Eres de los que te subes a dar lo mejor de ti en cualquier circunstancia?
Por supuesto, es mi manera de ser. Cuando me subo a un escenario no pienso si es grande o pequeño, si me pagan 50 o 50.000, me subo y lo doy todo, lo mejor de mí. Seguramente eso ha influido en que esté en tantas historias. Cuando veo un músico aburrido en el escenario me siento mal, me dan ganas de irme, es de lo peor que puede pasar. Como no me gusta verlo, no lo hago.

 

¿Y cuándo te podemos ver en el escenario?
Estoy todos los miércoles en Marula Café, en Madrid, llevamos una jam de soul-latin setentera a tope, es otra manera de estar descargando. Vienen muchos músicos de jazz, soul, algún flamenco… Lo pasamos muy bien, espero que aguante bien.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Edu Ortega, tocando las cuerdas de Quique González.

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