Músicos en la sombra: Francisco Simón, seis cuerdas que han sonado con Duncan Dhu, Antonio Flores, Miguel Ríos y Red House

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“Antonio Flores era un artista en estado puro, poco disciplinado e inconstante, pero un artista”

 



Francisco Simón es uno de los veteranos guitarristas de la escena española: ha tocado con Cabaret Pop, Duncan Dhu, Antonio Flores y Miguel Ríos y mantiene su propio grupo Red House. Durante años fue fijo en la banda del televisivo «Caiga quien caiga».

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Se define promiscuo musicalmente, porque es la manera de seguir evolucionando y no oxidarse. Son conceptos que están continuamente en boca de Francisco Simón, guitarrista veterano de sólida trayectoria. Sus primeros años los pasó girando con Cabaret Pop, Duncan Dhu, Antonio Flores y Miguel Ríos, pero pronto decidió ser su propio jefe y dedicarse al género que más le fascinaba: el blues. Así fundó Red House, junto a su compañero Jeff Espinoza, banda con la que lleva quince años subido a los escenarios españoles y europeos. Fruto de ello y de sus muchos trabajos televisivos (fue músico, durante seis años, del programa “Caiga quien caiga”), ha compartido escenario con artistas de la talla de Jerry Lee Lewis, Tom Jones o Lou Marini, el saxofonista de los Blues Brothers. Y además de todo esto, es productor. Nos encontramos con Simón una agitada noche de jueves, en un bar céntrico madrileño, días antes de que suba al escenario del madrileño Café Central, donde tocará la semana del 26 al 2 de diciembre. Un encuentro en el que condensa treinta años de escenarios delante de dos cervezas, con su verbo rápido y su energía constante.

 

¿Por qué te hiciste músico?
Buena pregunta… Estaba haciendo la carrera de Geografía e Historia, me especialicé en Arte, pero me llamaba tanto la música que decidí tocarla. Me gustaba especialmente el blues. No sé por qué lo entendía, porque en mi familia nunca se escuchó blues, pero lo comprendía muy bien y me puse a tocarlo. Era la época de la movida y era fácil tocar rápidamente. Aunque yo nunca participé en la movida, porque mi música era proscrita, el blues era un género aparte.

 

La música de la movida y el blues tenían tempos distintos: la movida era música rápida, urgente… Y el blues iba por otro camino.
El blues tenía más que ver con el rock y el jipismo, pero a mí me gustaba el blues afroamericano, y en esa época en España no se entendía, iba un poco en paralelo a la industria. En aquel momento todo el mundo se tiraba al barro sin tener ni idea. ¡Algunos de la movida siguen tocando treinta años después sin tener ni puta idea! Era muy fácil ponerse a tocar. Yo empecé en el 79 o el 80, un poco tarde, pero progresé muy rápidamente. Tengo un hijo de trece años y ha sido premio extraordinario de paso de grado con violín, el tío ha empezado muy rápido y tiene muy buenos conceptos musicales, ojalá los hubiera tenido yo.

 

Te formaste entre España y EE.UU., ¿cuándo empezaste a tocar?
Primero estudié aquí, estuve becado por AIE, estuve en la Escuela de Música Creativa, estudié composición, arreglos, armonía… Cuando me fui a EE.UU. tenía treinta años, ya había trabajado con Duncan Dhu, Miguel Ríos… Y sentí que ya había alcanzado mi techo en el tipo de música que a mí me gustaba, la música americana: blues, jazz, country, funk… Era muy difícil seguir aquí, así que lo vendí todo, todas las guitarras menos una, y el resto: la nevera… Me fui un año y medio a estudiar, era carísimo.

 

Si vendiste las guitarras, me creo que lo vendieras todo. Pensé que tus primeras giras las viviste después de EE.UU., pero veo que la etapa pop-rock la viviste antes de irte.
Sí, fue antes. Aquí había hecho muchas cosas, estaba con Flying Gallardos, el grupo de Los Secretos. A Enrique Urquijo le llamaron para hacer la mili, y sus músicos, previendo que se iban a quedar un año en paro, montaron ese grupo. Resultó que a Enrique le echaron de la mili o algo así y volvió. El grupo ya tenía identidad propia, Ramón Arroyo volvió a Los Secretos y yo entré como sustituto de Ramón. Hacíamos country rock, era una cosa muy novedosa, en aquellos años no había nada parecido. Yo era el único español, todos eran norteamericanos.

 

Y después giraste con Duncan Dhu.
Estuve primero con Cabaret Pop, con Diego [Vasallo], y luego con Duncan Dhu. Grabé el directo del Teatro Victoria Eugenia. También trabajé mucho con Antonio Flores y luego con Miguel Ríos, son los tres más grandes.

 

Duncan Dhu, Antonio Flores y Miguel Ríos: ¿qué aprendiste de ellos?
Duncan Dhu eran «mainstream»: una gran oficina, Get In, una gira muy potente, muy bien tratados… Aprendí mucho de lo que es un gran escenario, soy una persona curiosa por naturaleza e intento aprender de donde estoy, de la televisión también he aprendido mucho. Antonio Flores era un artista como la copa de un pino, una persona muy inconstante por naturaleza. Mi madre alucinaba cuando me llamaba a casa Antonio Flores. Yo le tenía cierto miedo, no miedo, pero era el hijo de la faraona y yo estaba empezando. Era un artista en estado puro, poco disciplinado e inconstante, pero un artista. Y Miguel Ríos, la veteranía absoluta que ha marcado las pautas en este país, como empresario y gran cantante. Hicimos una gira por Sudamérica con Miguel, con el guitarrista John Parsons, una bestia. A Miguel hay una cosa que no se le puede negar nunca: su gran capacidad como cantante. Hay muy poca gente en este país que cante bien, y Miguel canta muy muy bien, afina muy bien, no defrauda nunca.

 

Así que trabajaste como músico de directo y de estudio en aquella época.
Sí, pero enseguida intenté ser mi propio jefe, hacer la música que más me gusta. Abandoné de forma consciente esa vida de “mercenario” al servicio de los artistas, aunque estoy encantado con los que he trabajado. Tengo recuerdos fantásticos, los he respetado mucho, pero le vi las orejas al lobo del futuro: cuando se te pasa el arroz, ya no eres jovencito, crias barriga y pierdes pelo, ya no puedes estar defendiendo a unos chavales, mi futuro pasaba por crear mi propio proyecto. Y lo creé con Jeff Espinoza, el proyecto Red House, que es la parte fundamental de mi trabajo ahora mismo. Jeff acababa de dejar la Vargas Blues Band e hicimos un tándem. Hay mucho talibán en España con el blues, el blues comprende muchos subestilos, tiene pinceladas funk, country, jazz… Hacíamos música del ámbito blues. A lo mejor no es blues puro del delta, pero aquí nadie lo hace, no lo he visto nunca. Montamos una productora, un sello discográfico y hemos publicado seis discos.

 

¿Quiénes completan la banda Red House?
El batería Carlos Sánchez, que toca con Bustamante entre otras muchas cosas, y Manuel Bagües, nuestro bajista, que está con Revolver y con Marlango. Estamos muy contentos, lograr ese equipo nos ha costado años, son amigos y nos compenetramos muy bien.

 

Ya llevas catorce años con este proyecto, y has trabajado además con muchos artistas internacionales.
Eso es porque soy mayor, y a lo largo de mi carrera he trabajado con mucha gente. La promiscuidad en la música es necesaria: si te dedicas solo a tocar tus veinticuatro temas y nada más, estás acabado. Tienes que tener un abanico de posibilidades muy abiertas, eso revierte en ti mismo. A mí me encanta explorar otros caminos, hacer música con máquinas, trabajos para televisión, cine… Te da una visión muy diferente. Mi grupo es Red House, pero me gusta dedicarme a otras cosas. Da tiempo a todo, el día tiene muchas horas. En la tele empecé en el 92, con “La noche se mueve”, en un programa diario con Wyoming, muy divertido, aprendí muchísimo y lo pasamos fantástico. Las pintas que teníamos son para vernos. La tele te da otra perspectiva, si solamente eres un guitarrista de blues estás limitado, la tele te va a exigir otros estilos musicales: bossa nova, pop, rock…

 

De hecho te has fogueado durante mucho tiempo en la tele, eras uno de los rostros visibles de la banda del programa “Caiga quien caiga”.
Sí, el más famoso de todos fue “Caiga Quien Caiga”, que estuve seis años. También trabajé en «El peor programa de la semana», en la dos, alguna versión de “Furor”. También estuve en “La azotea de Gyoming”, su último proyecto fallido…

 

Hay muy pocas opciones de tocar en directo en la tele ahora mismo, como hacías entonces.
Dicen que con la música en la tele hay un efecto Phil Collins: se habla de un programa que tenía un 40% de audiencia, entró un video de Phil Collins y bajó al 12%. Mentira, hay programas de música en otros países y son fantásticos. Eso es educación musical, en este país hay una educación musical paupérrima, llevamos arrastrándolo más de cincuenta años. En Europa, en los años cincuenta, Miles Davis hacía entrevistas en la televisión, en Inglaterra en los sesenta, había programas como “Ready, steady, go”, donde pasaban todos los grupos… Aquí no lo hemos tenido nunca, no ha existido. Ahora la televisión está centrada en el amarillismo, como Telecinco, que tiene un mismo programa todo el día, con un contenido que no sé si es contenido o descontenido, y la cultura queda muy lejos, y por extensión la música. Lo único que queda aquí, residual, son los conciertos de RNE que pone la 2 de madrugada, y tienes que darte con un canto en los dientes por estar ahí.

 

“En este país los técnicos de sonido le han salvado la cara al productor porque han hecho que suene muy bien el disco”

 

Por desgracia no hay espacio para la música, pero tampoco hay una cultura alrededor de la música: no hay entrevistas, no hay información, no hay educación… solo se utiliza como telón de fondo cuando interesa.
Hay muchos intereses. Las televisiones debían un pastizal enorme a la SGAE porque no pagaban los derechos de autor, y antes que pagar, se demonizó a la SGAE, que lo hiceron fatal, pero internamente. Un músico tiene que estudiar toda su vida, y no es barato, tiene que hacer una reinversión de su patrimonio en el equipo porque los afinadores se rompen, las guitarras se gastan… Y un esfuerzo enorme. En este país parece que somos un poco titiriteros, cuando en otros países un músico es alguien muy respetado. En Suecia abres un bar y si vas a hacer actuaciones recibes una subvención del Estado, porque estás haciendo cultura. Y te dan un préstamo blando para que insonorices el local y no molestes a nadie, en vez de cerrar el local. Arrastramos una problemática con la educación musical. En los colegios la música sigue siendo la “maría”, y si no tienes criterio, consumes cosas malas. En España consumimos una música de muy baja calidad.

 

Antes te preguntaba por los artistas internacionales con los que has trabajado: he leído que van desde Jerry Lee Lewis hasta Tom Jones.
Sí, con Jerry Lee Lewis estábamos en un festival, en Tenerife, y luego en Madrid, y coincidí. Con Tom Jones coincidí en “Caiga quien caiga”, vino y le preguntaron si quería actuar y dijo que sí. Quiso ver a la banda para ver qué tal, tiene un nivelón y quedó encantado. Modestia aparte, pero sonó muy bien. Preparamos el ‘Sex bomb’, es una bestia parda, un tío superprofesional. Con Kenny Neal hemos coindidido aquí, es un grandísimo guitarrista y cantante de Louisiana; también con Colin James, canadiense, uno de los grandes del rythm and blues. Siempre que viene a España me da un toque, hemos tocado juntos en tres ocasiones, es fantástico. Llevamos vidas paralelas, tenemos la misma edad, lo que pasa es que él ha vendido cientos de miles de copias de sus discos y yo no.

 

¿Soléis tocar también fuera de España?
Sí, Red House hemos tocado mucho en Europa: Portugal, Inglaterra, Francia, Italia… Y también en México. Queremos hacerlo más, somos una banda perfecta para el circuito de clubes de Europa.

 

También habrás notado un cambio en el circuito español, en todos estos años…
Sí, los clubes están fastidiados por impuestos y normativas, se resienten los salarios, hay clubes que pagan lo mismo que hace veinticinco años, como si la vida no hubiese subido. No es fácil para ellos tampoco: los sueldos, el alquiler… Pero los que lo llevamos somos nosotros.

 

Precisamente, Red House tocáis toda esta semana en el Café Central de Madrid, presentando vuestros discos.
Sí, el último es un recopilatorio, “Hits”, lo hemos llamado éxitos aunque no hemos tenido ninguno. Vamos a hacer un repaso de este disco y seis o siete temas que hemos rescatado, que nunca hemos tocado, y tres o cuatro versiones. Hay que estar en permanente evolución. Tenemos que estudiar permanentemente, es un buen ejercicio, no puedes parar.

 

Hablando de versiones, ¿no tienes ninguna banda paralela donde toques música de otros?
Tengo una, Tv Tones, tocamos todos los miércoles en el Honky Tonk. Lo hacemos para mantenernos engrasados, lo pasamos bien, es menos transcendente que Red House pero me permite estar en activo. Esta semana, además de tocar en el Café Central el miércoles hago doblete en el Honky Tonk, el jueves toco con Jeff a dúo en un evento de publicidad a puerta cerrada y el sábado después del Central me voy a tocar en el homenaje al Reverendo. Yo me metí en esto de la música pensando que se trabajaba poco y se ganaba mucho y no paro de trabajar. Aunque si por mí fuera estaría siempre tocando cinco o seis noches a la semana, es lo mío.

 

Con Reverendo trabajaste mucho en la etapa “Caiga quien caiga”, y el día 1 le organizáis un homenaje en la sala Galileo Galilei. ¿Qué vas a tocar?
Voy a tocar con Eric, el batería con el que tocábamos el Reverendo y yo en trío, es muy bueno, y creo que Jeff cantará algo, porque también trabajó mucho con el Reverendo. De bajista vendrá Rafa Vegas, el bajista de Rosendo. Vamos a hacer una ráfaga que nos acompañó en la televisión, con un riff muy bonito, nuestra ráfaga fetiche, se llama ‘Paper thing’, y si hay tiempo haremos un shaffle con el que Red House cerramos una temporada de «Caiga quien caiga». Al margen de los conciertos, también tengo dos grabaciones la semana que viene.

 

¿Con quién?
Una es una masterización que estoy haciendo para Carlos Sánchez de Medina, un bajista que hace una música progresiva fantástica, y estoy produciendo a Susan Santos, una guitarrista extremeña zurda, lo hace muy bien, me faltan un par de grabaciones para completar la producción.

 

¿Desde cuándo produces?
Desde el año 90. Empecé produciendo blues, con artistas como Ñaco Goñi, y luego he producido todos los discos de Red House. He producido unos veinte o treinta discos, me gusta muchísimo. Para mí el top de productor es George Martin, el productor de los Beatles, un tipo que sabía música, escribía arreglos, hacía las partituras a los chelos, violines, trompas… Y sabía de técnicas de estudio para que sonase bien. Aquí cualquiera es productor, saber escribir música no tiene que ser condición sine qua non, pero hay que ir más allá, no solo serlo por estética musical, no ser el productor de algo que pega y convertirte en el productor de moda sin saber utilizar un compresor. En este país los técnicos de sonido le han salvado la cara al productor porque han hecho que suene muy bien el disco.

 

¿En qué estudios sueles grabar?
He grabado en casi todos: Red Led, Sonoland… Ahora estoy trabajando con un amigo mío, Carlos Sartorius, que tiene un estudio fantástico. Los grandes estudios son muy caros de mantener, hay que tener un técnico de mantenimiento muy bueno y muy eficiente y cuesta mucho dinero. Los «home studios» sirven para vender un poco el pescado, y hay mucho intrusismo, y luego las cosas suenan como suenan. En la última época del vinilo había muy buenos altavoces, amplificadores, vinilo de calidad… Se escuchaba muy bien. Ahora no. No entiendo muy bien que la frecuencia de muestreo (para capturar el sonido) esté en 96 kilohercios, un nivel altísimo, para que luego los chavales compriman diez mil canciones en mp3 y lo metan en un pen drive y lo escuchen con unos cascos horribles.

 

Después de treinta años, ¿aún sientes que tienes puntos débiles?
Claro, ¡no se lo digas a nadie! Yo veo a los chavales y todos me pasan por encima. Antes tenías que ponerte diez mil veces un disco para saber qué había hecho el músico, y ahora tecleas en youtube “tutorial del solo de California” y ves a un tipo explicándoles con la guitarra cómo se hace. Yo estoy una semana sin tocar y estoy hecho un torpe. Tienes que estar en forma porque los chavales te pasan por encima a la primera de cambio, están muy bien preparados. Mi punto débil es no tener suficiente tiempo para seguir estudiando. Me encantaría saber hacer arreglos para una orquesta, pero son años de estudio.

 

Y hay géneros y aprendizajes a los que hay que dedicarles toda la vida.
Y tengo el handicap de la edad, mi disco duro debe estar casi a tope, me cuesta más trabajo aprender que a los chavales, aunque tienes otro bagaje detrás que te sirve.

 

Tú tardabas mucho más tiempo en aprender las cosas porque entonces no había tanta información como ahora. A pesar del tiempo invertido entonces, ¿aquel aprendizaje te ha compensado?
Cuando yo empecé no había ni cables, el que tenía un cable bueno tenía un tesoro, era el objeto más robado. No había ni tomas de corriente, cuando empecé a tocar me enchufaba el equipo a unos enchufes denunciables, y lo hacía con miedo. Creo que cuando empecé la corriente de los amplificadores estaba a 125, no había toma de tierra, era un desastre. Antes no había buenas carreteras, ibas a tocar a Alicante y la carretera hacia Albacete era un horror. Bueno, eso te curte, pero yo prefiero que los chavales ahora no pasen por todo eso, que focalicen su energía en aprender.

 

Ya nos has contado tus planes más inmediatos, ¿cuáles serán los siguientes?
En navidades viene Lou Marini, el saxofonista de los Blues Brothers, un musicazo increíble. Y después, preparar los festivales de cara al verano. También quiero hacer mi propio disco, un disco instrumental. Tengo cuatro o cinco canciones, quiero hacer algo fuera de Red House, ya sabes, ¡la famosa promiscuidad!

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