Músicos en la sombra: Emilio Saiz, el guitarrista de Iván Ferreiro

Autor:

“Iván Ferreiro me dio la posibilidad de dedicarme a lo que quería. Le estoy eternamente agradecido por ello”.

Es el guitarrista de Iván ferreiro desde sus comienzos en solitario. Además ha estado con Jaiver Álvarez, Fon Román y Russian Red y ha grabado con Christina Lliso. Ahora mantiene su propio proyecto, Nothing Places. Su padre es Suso Saiz. Arancha Moreno conversa con Emilio Saiz.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Creció entre cables, grabaciones y conciertos, y no se le escapó detalle. Su padre, el prestigioso productor y músico Suso Saiz, no quiso animarle a seguir sus pasos por temor a que sufriera las inseguridades de la profesión, pero a Emilio Saiz la música le caló desde niño. Aún recuerda cómo, justo antes de dormir, escuchaba la voz de Pablo Guerrero grabando canciones en la habitación de al lado, y cómo disfrutaba viendo a su padre tocando en un escenario. Agudizó el oído y se enredó en las entretelas del oficio, y sintió que no podía haber algo más emocionante que ser músico. Una pasión que no pasó desapercibida a ojos de Iván Ferreiro, el primero que le llamó para tocar. Es su guitarrista desde entonces, aunque también ha girado con Javier Álvarez, Fon Román y Russian Red. Tras formar parte de la banda Glez con Amaro Ferreiro, Emilio Sáiz se ha lanzado a defender su proyecto en solitario, Nothing Places. Su debut es un trabajo de pasajes fríos y solitarios, concebido en soledad (lo ha tocado todo salvo la batería), tras meses de búsqueda y aislamiento. Días antes de presentar oficialmente este disco, nos citamos con Emilio en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Una mirada amable y atenta esconde la timidez que le envuelve desde niño, semioculta tras una coraza llena de humildad y agradecimiento a todos los que le han ayudado a llegar hasta aquí.

 



Hace un año charlé con tu padre, Suso Saiz, en esta misma sección, y me reconoció que intentó que no fueras por su mismo camino. ¿Por qué un productor y músico como Suso, tan brillante y enamorado de su profesión, no te animó a seguir sus pasos?
Está muy claro, es una profesión muy perra, dependes mucho del día a día y nunca sabes si vas a poder pagar el alquiler. Imagino que no quería que yo viviera esa inseguridad, pero la cabra tira al monte.

 

O sea, que quiso protegerte.
Sí. Yo quise satisfacer su deseo, empecé dos carreras, pero la música me tiraba mucho más. Sopesé que iba a ser mucho más infeliz teniendo un sueldo asegurado y trabajando en otra cosa que siendo músico y buscándome la vida. Dejé todo y me dediqué a tocar con Iván Ferreiro.

 

Desde niño has vivido entre estudios y backstage. ¿Qué momentos concretos te han marcado e influido para dedicarte a la música?
¡Son tantos! Siempre iba con mi padre a las grabaciones, no tenía con quién dejarme. Cada una te marca de forma distinta. Cuando tenía ocho o diez años, estuvimos con Pablo Guerrero, grabando en la casa de su madre en Extremadura. El disco se oía en toda la casa, me iba a dormir y lo escuchaba desde la cama. Todo tiene que ver con mi padre. Hizo uno en Pamplona, con Quartet, una movida que montó con dos baterías, Krishou Montieux y Tino di Geraldo, flipaba con esa electrónica surrealista. Cuando mi padre hacía versiones de Miles Davis, con Trevor Moraes a la batería y Tino tocando a la guitarra… Veía a grandes musicazos transmitiendo.  Yo quería hacer lo que hacían y emocionarme así. Sentir lo que ellos sentían.

 

Me llama la atención, porque son referencias bastante complejas para un niño.
Desde fuera puede parecerlo, pero estás allí y tratas de entenderlo, no te lo planteas desde el punto de vista racional. Ves esa manera de tocar, a todo el mundo riendo, todo muy productivo, mucho cariño… Yo quería formar parte de eso. Era un niño solitario [risas]. Si creces con eso es algo natural.

 

Esas influencias, tan adultas desde niño, habrán influido al crear tu propia música.
Sí. Por otro lado ha sido un problema, nunca he encontrado a nadie de mi edad con el que tocar. Puede sonar a patito feo, siempre he tocado con gente mucho mayor que yo. Cuando quería montar una banda, no había nadie joven al que pudiese acceder que tuviese el feeling que buscaba.

 

Por eso dices que no te sientes muy unido a la gente de tu generación…
Sí, de lo que se hace aquí. Pero tampoco me siento desconectado, simplemente he estado viendo otra cosa, no he sido un adolescente en locales de ensayo haciendo punk.

 

Tu primera guitarra llegó a los trece, pero sin profesores ni escuelas.
Intenté dar clases un par de veces, pero no tuve buen feeling con ninguno, no fructificó. Me pasaba con la guitarra horas y horas. Llegaba del colegio y me sacaba canciones que me gustaban, veía mucho vídeo, me dio por Jimi Hendrix a muerte, todo lo de un adolescente cuando descubre el rock. Aprendí con repetición tras repetición, porque no sé leer música.

 

¿Cuándo y con qué grupo o músico te estrenaste en el escenario?
El primer bolo fue con Iván, me llamó antes de tocar con nadie. Tenía 18 recién cumplidos. Hizo un bolo en Siroco, cuando estaba con As Ferreiro, que se vestía de mujer gallega, e hicimos unas versiones. Estaban Coque Malla, Rubén y Leiva… No sé quién estaba de batería, creo que estaba Axel de Sidonie, no recuerdo. Fue encontrarme de repente con todo el rock, y yo entusiasmado. Estoy muy agradecido a Iván por todo lo que me ha dado. Él me vio desde pequeño, y me dijo “Tú tienes que tocar, chaval”. Me iba animando, mi padre me decía que no, y él me decía que sí. Me daba caramelitos, ahí… Un par de años después me llamó él.

 

Entonces dejaste de estudiar: ya lo tuviste claro.
Sí, empecé dos carreras, pero en la segunda carrera ya estaba tocando con Javier Álvarez. Hice la gira del “Plan be”, un disco que sacó en 2005. Muy bien con él, y después me llamó Iván. Luego hubo un parón, y me fui con Fon Román.

 

Suena el teléfono. Le llama Pachi García, «Alis». “Estoy tocando con Alis últimamente”, nos cuenta. “Está con mi padre en Baeza, grabando el disco. Yo voy la semana que viene. Hemos hecho el fin de semana pasado una mini gira por Andalucía, tres bolos a dúo, los dos solos, muy bonito”.

 

Retomamos… Así que después de disolverse Piratas, tocaste con Iván y también con Fon.
Estaba un poco en medio, sí.

 

Habrás seguido mucho la historia de Piratas, por lo mucho que han trabajado con Suso.
Sí, sobre todo con “Relax”, desde mi punto de vista le da mil vueltas al resto de su trabajo. Aparte de los temazos y la melodía, el uso de los loops, los ambientes… Fue una influencia máxima. Me parece un disco top.

 

¿Es el disco que más tiene que ver con lo que tú haces?
Sí, tiene que ver como una influencia de muchos años. Las canciones de Iván tienen su voz y es inimitable, pero de feeling es una influencia total, esa intención explorativa que tiene el disco te lleva a muchos sitios. Es algo que busco en los discos, que te lleven a muchos sitios, que hablen de muchas cosas y que tengan una coherencia dentro de eso, que es lo difícil.

 

¿Cuándo te incorporas a la banda definitiva de Iván?
Cuando llegué estaban Charly Aranzegui y Jacob Reguilón, luego ellos se fueron con Quique González. Nos quedamos Iván, Amaro y yo, y luego encontramos a Toni Toledo, a Pablo (Novoa)… Luego Toni se fue con Amaral, le echamos mucho de menos, ¡Toni vuelve! Ahora estoy muy contento, porque el batería que toca conmigo en Nothing Places, Xavi Molero, va a entrar el mes que viene a tocar con Iván. ¡Esto no lo sabe nadie! Es un mega crack, toca en Egon Soda, el grupo de Ricky Faulkner, toca con Christina Rosenvinge, Zahara… Va a ser muy guay compartir giras.

 

Sí, la batería de Iván es la que más ha cambiado en todos estos años…
Es muy difícil encontrar un buen batería, ¡cuando lo tienes, se van! Estábamos antes con Gael Pintos, un gran tipo, pero tenía más compromisos.

 

Así que tu trayectoria profesional en los escenarios ha ido a la par que la carrera en solitario de Iván.
Sí, casi ha sido mi único curro hasta hace poco, que he empezado a diversificar. Nunca me atrajo la idea de ser un sesionero, no creo en eso, soy un poco más purista en ese sentido, más de amar la música, darle forma al discurso y al lenguaje con el paso de los discos. Iván me proporcionaba eso, podía tocar con él y no me hacía falta económicamente tocar con nadie más. He forzado eso lo que he podido, pero ahora, como están las cosas, antes de tocar con todo el mundo he preferido hacer mis temas, a ver si funciona.

 

También habéis compuesto juntos, ¿no?
Sí, bueno, es muy difuso. No estás componiendo la estructura, pero llegas y cambias una parte, no sé si es componer realmente… Para este nuevo disco sí que me he ido a su casa, en agosto, y he estado sentado con él y Amaro viendo cosas. Tal vez más en los arreglos, que da personalidad a la canción, pero no se puede llamar componer.

 

¿Qué ha significado para ti Iván Ferreiro?
Todo, me dio la posibilidad de dedicarme a lo que quería. Le estoy eternamente agradecido por ello. Conocer además de cerca el proceso de un tipo que es un escritor de canciones brutal, me considero muy afortunado en todos los sentidos. Su generosidad me ha ayudado mucho a estar donde estoy ahora, y a ser quien soy [sonríe].

 

Eres un tipo inquieto, y al margen de tu trabajo con Iván, también formaste Glez, una banda con Amaro Ferreiro, Suso Saiz y Toni Toledo.
Eso surgió porque Amaro compuso “La ciudad de las agujas”, no tenía banda y me dijo, “Oye Emilio, por qué no te vienes a tocar conmigo”. Empezamos a reformular las canciones de su disco, a hacer otras versiones, a encontrar un sonido peculiar, idiosincrático nuestro, y al cabo de un año pensamos hacer un disco nuestro. Fue mi primera experiencia con la composición. Estuvimos mano a mano, yo más la música y él más las melodías y las letras. Después llamamos a Toni Toledo, buscamos bajista, y mi padre dijo “Soy el productor y el bajista”. Hicimos el disco “Demos”, estoy encantado con ese disco, lo disfruté mucho, creo que hay grandes temas ahí. No sé por qué después no cuajó la gira, no pudimos darle la carretera que se merecía el disco, pero ahí está.

 

¿El proyecto está aparcado?
Sí, no hemos vuelto a retomarlo, pero puede que lo hagamos. Estuve este verano en casa de Amaro, componiendo, y puede que salga algo. Tampoco forzamos nada, disfrutamos de la compañía mutua.

 

Partisteis de una idea un poco experimental…
Era experimental compositivamente. Forcé un poco, estaba muy metido en hacer que la canción evolucionase desde la composición armónica. Hay gente que compone y deconstruye, yo quería hacer un camino. Fue muy divertido, me enseñó mucho.

 

No hace mucho tiempo que estabas eclipsado por la guitarra. ¿Ese disco te hizo despertar el instinto para buscar la canción, y fijarte más en lo global?
Sí, me picó el gusanillo. Antes nunca me había planteado componer solo. Amaro me ayudó, me dijo que tenía que hacer un tema, no solo pensar en arreglos. Todo muy de andar por casa, mucho sofá y darle vueltas a las cosas.

 

Así que empiezas a interesarte por otros planos.
En la mezcla, sobre todo. Es un disco muy sencillo, pero me empecé a interesar por los planos de la mezcla. Para mí es parte de la composición, creo que es igual de vital para que una canción funcione. Sobre todo el empuje emocional que tiene la canción, en qué momento y en qué nivel entra cada cosa. Me daba cabezazos contra la pared buscando un sonido y no lo encontraba. En Nothing Places la mezcla ha sido un laboratorio, me tiré un mes en el sótano de mis suegros leyendo libros y haciendo experimentos, y el resultado es este disco.

 

“En Nothing Places la mezcla ha sido un laboratorio, me tiré un mes en el sótano de mis suegros leyendo libros y haciendo experimentos, y el resultado es este disco”

 

Antes de hablar de Nothing Places, háblame de tu etapa con Russian Red. ¿Coincidieron en tiempos?
El disco lo acabé en agosto del año pasado, y Lourdes me llamó en septiembre. Me vio tocar en Murcia, en un festival. No tenía guitarrista en la gira de «Asia», me dijo que le molaba como toco y que si quería hacíamos una prueba. A la semana siguiente estaba de gira con ella. Fuimos primero a París, luego a Bélgica y a Amsterdam, y de ahí a Tokyo, fue una experiencia brutal, le agradezco mucho que me haya llamado.

 

¿Cómo viviste lo de meterte en otra banda diferente?
Lourdes hace canciones atemporales, siento bastante atracción por esa sonoridad retro, me apetecía. Estaba Charlie Bautista, le dije que sí al instante porque me parece un musicazo, quería conocerle así, tocando con él. Fue brutal. Íbamos en trío, Charlie y yo a guitarras, él hacía alguna percusión. Conseguimos un sonido bastante empastado y muy original. Recuerdo con mucho cariño esa gira. Fue un desgaste brutal, nunca me había ido un mes entero de casa, viajando todo el día. Japón tiene un público muy distinto, mucho rollo fan beatlemanía. Todo el mundo es muy educado, pero te subías al escenario y había persecución, gritos… Espero volver a girar de esa forma.

 

Y además fuera, porque con Iván giras solo en España.
Sí, siempre. Nunca he tocado fuera de España con Iván. Vamos a ir a Londres, en enero, creo.

 

¿Cuándo empezaste a dar forma al disco de Nothing Places?
Fue muy progresivo. No canté hasta los 21, siempre tuve un miedo patológico a mi voz, era un niño muy tímido, la guitarra era mi vía de expresión absoluta. Pero empecé a hacer maquetas, y cuando tuve quince temas decidí que había que hacer un disco. Busqué la banda, no la encontré y decidí hacerlo solo. Aprendí a tocar el bajo, el piano… La batería no pude, así que llamé a Toni Toledo. Teníamos solo dos días y medio de estudio, él no se había escuchado los temas porque justo estaba empezando los ensayos con Amaral. Hizo tres versiones distintas de cada tema, y yo corté y pegué. Las baterías son un poco cubistas por eso. Está bien, le da un rollo cadáver exquisito al disco. El siguiente quiero hacerlo grabado en directo con banda.

 

¿Lo has maquinado ya?
Sí, por lo menos grabar las bases en directo. Con Xavi, el batería con el que toco ahora, y con Ricky Falkner al bajo. Estuve viviendo en Barcelona e hicimos muy buenas migas.

 

Pero a Ricky Falkner ya le conocías, de la grabación de «Confesiones de un artista de mierda» que hicísteis en directo.
Sí, pero fue una semana de ensayos y grabar. Nos conocimos después, en las tertulias hasta la madrugada en El Vinilo, el local de los músicos en Barcelona.

 

Cuando escucho «Nothing places», me sobrecogen tus canciones. Generan la sensación de trasladarnos a un paisaje lluvioso, frío, lejano. No sé si es lo que querías transmitir.
Es donde estaba yo emocionalmente cuando grababa. Estaba en El Escorial, todo nevado, sin ver a nadie, encerrado en pijama día tras día. Es un reflejo bastante fiel de donde estaba, pero más la atmósfera que las letras.

 

Grabar solo y aislado habrá impregnado mucho el disco.
Sí, hay una soledad redundante, me parece bien, pero no quiero repetirlo. Son muchos meses de rayarte con los sonidos, pensando que a veces puedes perder criterio. Ha sido un viaje introspectivo, además de aprender a mezclar, y otras cosas del proceso de grabación. Un auténtico viaje, bastante intenso.

 

Es un disco en el que has grabado prácticamente todo, salvo las percusiones, ¿cómo aprendiste el bajo y el piano tan rápido?
El bajo y la guitarra tienen algo que ver, pensaba en las frases melódicas, pillar el feeling, y el piano igual, no tenía, pero practicaba con un teclado eléctrico. Grabé todo en mi casa, menos el piano y las baterías, que las grabé en el sótano de un colega ingeniero. No puedo declararme pianista, pero creo que los pianos que hice tienen su punto, quizá por eso, son armonías traducidas. Lo hice por necesidad, me hubiera encantado tocar con más gente, pero no era plan de molestar a los musicazos.

 

¿Y respecto a la voz?
Últimamente la estoy encontrando. Ya hace mucho que grabé las voces del disco, ahí se escucha la tentativa de conseguir un timbre, una nota, más pensado que como toco la guitarra. No puedes componer de una forma fluida si estás perdido en la forma de cantar. Era mi punto débil y lo he estado desarrollando, no es que sea Pavarotti ahora, pero por lo menos tengo una expresividad más personal.

 

Suena el teléfono. Es Xavi, el batería de Nothing Places. “Te llamo en veinte minutos, estoy hablando de ti”. Sonríe y nos dice: “Que se ponga nervioso”.

 

Han pasado ya muchos meses desde la grabación, ¿cómo ha evolucionado el proyecto?
Este tiempo me ha dado espacio para replantearme las canciones, tengo mucho interés en ver dónde llego con Xavi y poder desarrollarlo. Creo que tiene mucho potencial y podemos llegar a un punto distinto.

 

Ya has pisado los escenarios con este disco, de telonero y en varios ciclos, pero el próximo 18 de octubre es la presentación oficial en sociedad, en el Matadero Madrid.
Sí, ya toca. Estoy reversionando los temas en mi cabeza todo el rato. El formato dúo le da un juego primario-minimal neoyorquino que mola bastante. Tengo muchas ganas, y si sale una gira, poder hacerlo bien. Nunca se sabe el potencial de los temas hasta que los llevas muy rodados.

 

Parece que lo enfocas todo desde la prudencia, con cuidado.
Es como sé hacer las cosas, con atención. De ahí sale lo bueno. No tengo mucha expectativa de lucrarme y de ser una mega banda, pero sí de hacerlo bien, y aprender, y llegar a un punto de concentración en el que todo fluya, que la música sea un tsunami que me arrolle. Creo que este es mi vehículo.

 

¿Has llegado a ese punto alguna vez?
Alguna vez, pero en instantes. Momentos de mirarnos con Iván, con Toni… Pero es algo que viene y se va. Creo que se puede hacer algo constante, lo voy a investigar. Bandas como Radiohead tienen ese punto todo el rato.

 

¿Y qué dice Suso ahora?
Ahora está encantado, curramos juntos y creo que le gusta, por lo menos confía en mí en ese aspecto.

 

Cuando grabasteis con Cristina Lliso, ella dijo que eras muy crítico, muy guerrero.
Yo no vi así el proceso, pero ella siempre se rebotaba conmigo. Yo jugaba con mi padre, a ver qué posibilidades tenía la canción, nos centramos mucho en arropar sus canciones, pero ella sí lo veía como si fuéramos unos radicales. Es un disco muy sencillo, no hay mucha ruptura con nada. Había que darles una diferencia, eran todas con un mismo tono, y queríamos darle diversidad para que luciesen las letras y melodías increíbles que hace.

 

Próximos proyectos, además de la presentación del disco…
Intentar sacar el disco en físico, es importante para poder llevarlo de gira. Voy a grabar el disco de Alis, en Baeza, tenemos una relación creativa bastante fructífera. Y grabaré el disco de Iván en enero. Tocar a muerte, el máximo posible. No tengo más ambición que llevar mi música a la gente.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Esteban Hirschfeld, la mano derecha de Jaime Urrutia.

Artículos relacionados