Músicos en la sombra: El gran legado de Sergio Castillo

Autor:

“Recibí las dádivas de la generosidad de Sergio. Era un tío muy creativo, y muy honesto, no soportaba la injusticia a los músicos, el menosprecio al gremio” Miguel Ríos

Esta semana «Músicos en la sombra» toma forma de edición especial para homenajear al batería Sergio Castillo, recientemente fallecido. Arancha Moreno reconstruye su camino en el pop español con las palabras de muchos de los músicos que trabajaron con él.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Cuando nació «Músicos en la sombra» tenía una larga lista de músicos a los que quería entrevistar. Muchos ya han pasado por esta sección, y otros están a punto, pero no siempre llegamos a tiempo. Esa es la sensación que tuve al escuchar hablar de Sergio Castillo. Había hecho de todo: fue el batería de discos muy importantes para el rock español (Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Juan Perro, Amaral, Antonio Vega, Nacha Pop…), escribió canciones para muchos de esos artistas; dirigió el sonido de Estopa en el debut que les llevó al éxito y supo enderezar el sonido de muchos de los discos en los que trabajó como productor (Mercedes Ferrer, Rosana, Navajita Plateá…). Su legado impresionaba, y su marcha sobrecogió a muchos de sus compañeros de profesión y de carretera. Ellos decidieron organizarle un concierto de despedida en Galileo, en el que sonaron muchas de las canciones que firmó, tocó o significaron algo importante en su carrera, y allí estuvieron muchos de sus amigos para explicar al público quién era Sergio Castillo. Creí que sería bonito intentar reconstruir su historia, a través de todas esas voces y algunas que no pudieron estar allí. Esto es lo que me contaron.
Experto en hacer fácil lo difícil, disciplinado, serio, con gran ojo para el repertorio y una tremenda empatía para ponerse en el lugar de la gente, como si fuera un oyente más. Dicen que así era Sergio, consagrado a una profesión “de la que estaba enamorado”, en palabras del productor Carlos Narea, con el que compartió muchos años de profesión, discos, giras y vivencias.

Sergio Castillo nació en Cuba, pero creció en Málaga, y después se marchó a estudiar al City of Leeds College of Music. Vivió en Inglaterra y Alemania, Nueva York… Tocó en González y She’s French; giró con Trevor Holm y Hans Zimmer, pero la mayor parte de su trayectoria musical tuvo lugar en España. Aquí se enroló en la banda de Miguel Ríos, con el que empezó a girar en 1981, como batería en directo del disco “Extraños en el escaparate”. Así arrancó una relación profesional extensa en el tiempo, como nos contaba Miguel la otra noche, durante el concierto homenaje a Sergio Castillo celebrado en la sala Galileo: “Hemos compartido muchísimos años de carretera. Yo recibí las dádivas de la generosidad de Sergio. Era un tío muy creativo, y muy honesto, no soportaba la injusticia a los músicos, el menosprecio al gremio”.

Muchos recuerdan a Sergio por ser el batería del “Rock & Ríos”. Cuando mira hacia atrás, Narea rememora con nitidez muchos de los momentos de su compañero sobre el escenario, incluída aquella gira en la que tocaron con dos baterías: “Miguel invitó a Sergio y a Mario Gandoña a la vez. Trabajaron todo el repertorio para tocarlo a dos baterías, tocaban increíble, sonaba brutal”. No es de extrañar que siguiese dominando las baquetas de Miguel Ríos en 1983, con “El rock de una noche de verano”, y en la grabación del disco “En la encrucijada” (1984). Por entonces, cuenta Narea que Sergio vivía en Londres, y hacía viajes de ida y vuelta para tocar con Miguel, hasta que poco a poco fue afincándose en España: “A partir de ahí, hicimos muchísimos discos juntos, dos de Nacha Pop, ‘El momento’ y ’80-88′, y los cuatro primeros discos de Luz Casal, él tocó y yo los produje. Era mi batería de cabecera, y nos hicimos muy amigos, casi familia”.

Ese tejido musical, en el que enlazó proyectos muy importantes como batería, fue creciendo en otros planos: “Sergio siempre compuso, hizo varios temas para Luz y para Miguel, pero no solo componía, también te daba la visión de cómo tenía que ser el tema: cómo tenía que ser producido, cómo tenía que ser el arreglo… Y  lo defendía con vehemencia. Estaba clarísimo que acabaría produciendo”, asegura Carlos Narea, que destaca también su gran capacidad para ponerse “en el lugar de la gente normal, algo que produciendo es muy difícil, porque tiendes a desmenuzar las cosas cuando las escuchas”. Definirle, para Narea, es aunar sus raíces y su escuela: “Era un músico cálido, como buen caribeño, pero anglosajonamente disciplinado. Se tomaba las cosas en serio, con un tremendo cariño y mucha pasión”.

Curiosamente, una de sus primeras producciones fue el disco “Entre mi sombra y yo” (1986), el debut de Mercedes Ferrer. Para ella, “Sergio era un tío bastante genial. Estaba pendiente de todo, no solo de su batería”. Tras aquel trabajo, compartieron escenario muchas veces: “La última vez que tocamos juntos fue en 2010, en el aniversario de la Gran Vía, delante de un millón de personas”, recuerda Mercedes al salir del concierto homenaje a Sergio, en el que le dedicó el tema ‘El golpeador’: “Habla de un boxeador, pero los baterías son un poco boxeadores. Aunque Sergio se haya caído, con el concierto de hoy se ha vuelto a levantar”.

 

DE LOS NACHA A SABINA

Batería de Nacha Pop y de Rico, Nacho García Vega compartió escenario con él otras tantas veces: “Sergio tenía mucha personalidad, era serio pero a la vez muy abierto, un tío con las ideas claras, sabía dirigir a la gente haciéndose valer. Es un placer sentirse parte su puzle profesional”. Ese puzle lo compartió también con el teclista Manuel Villalta, que recuerda con una sonrisa el experimento fallido que realizaron juntos en la grabación del «80-88» de Nacha: “Los dos estábamos muy interesados en los ordenadores. Decidimos programar ‘Lucha de gigantes’ para la grabación del directo. Fue fenomenal en los ensayos, pero cuando salimos a tocar la gente se puso a cantar tan fuerte que no oíamos la claqueta, y hubo un momento de pánico horroroso. Fue un desastre”. Esa es la razón por la que ‘Lucha de gigantes’ no figura en el disco de despedida de la banda.

Tras aquella experiencia, Manuel Villalta llamó a Sergio para trabajar en la gira de Miguel Bosé, con el que estuvo entre 1992 y 1995. Varios años de carretera que le sirvieron a Manuel para darse cuenta de que a Sergio “le gustaba tenerlo todo claro, no soportaba que se le escapara un compás por ningún sitio. Era un placer tocar con él, tenía un pulso y un latido espectacular”. Ese pulso lo compartió treinta años con Jose Antonio Romero. Se cruzaron en muchas de sus producciones: Mercedes Ferrer, Rosana, Antonio Rodríguez, Navajita Plateá “y los dos discos de Estopa, él produjo los dos primeros y yo los dos segundos. En mis producciones siempre estaba Sergio”. Y vivieron juntos muchas giras: “hicimos una gira en México con Miguel Ríos, de mes y medio; con Víctor y Ana hicimos una gira en el 88, y al día siguiente de acabarla empezamos a ensayar el Nacha Pop ’80-88’”. También tuvieron un par de bandas conjuntas, el grupo instrumental Luz Big Bang, con canciones propias, y la banda homenaje a Stevie Ray Vaughan, donde también tocó Jaime Asúa, con el que ya coincidió a primeros de los años 80: “Conocí a Sergio cuando yo estaba en Alarma, teloneando a Miguel Ríos en ‘Rock en el ruedo’. Después compartí con él un par de discos y un par de giras con Sabina. He trabajado con él componiendo: unos meses antes de morir estábamos trabajando una canción suya”. Sus encuentros musicales fueron “fantásticos, no era un batería al uso, era un músico completo, y producía, tenía una visión global de todo. Como persona era una risa constante”. Por aquel entonces, los tres trabajaron con Joaquín Sabina, al que Sergio produjo “Mentiras piadosas”, a medias con Pancho Varona. Fruto de la colaboración con Sabina nació ‘Y se amanece por fin’, cuya música llevaba también la firma de Sergio Castillo.

A primeros de la década de los 90, Sergio vivió uno de los matrimonios musicales más especiales de su carrera, con Cristina Narea. Se conocían desde que Cristina era una niña, como amigo de su hermano Carlos, y compartieron escenario por primera vez en el “80-88” de Nacha Pop, donde Cristina ejerció de corista. Ella recuerda con  una sonrisa como comenzó su dúo musical: “Yo trabajaba en un bar al que iban muchos músicos. Un día llegó, y con su acento y su humor, me dijo “Cristina, ¿queres hacer un conjunto?”. Fruto de aquello nació el dúo Pecata Minuta, con canciones de Cristina, músicas y arreglos de Sergio, un proyecto que duró un par de años, mucho menos de lo que duró su amistad: “Fue un amigo de largo recorrido, algo que no es muy habitual”. De ahí que Cristina cogiese las riendas del concierto homenaje a Sergio Castillo, algo que “no hubiera sido posible sin el apoyo de todos sus amigos”; rescatase el disco duro de Sergio y escogiese un repertorio significativo de toda su carrera. Por el escenario de Galileo desfilaron muchas canciones vinculadas al homenajeado: “Hizo muchísimas músicas, conocidas y otras muy buenas no tan conocidas. Todos los temas del concierto homenaje de alguna manera tenían que ver con Sergio: ‘La reina del queroseno’ y ‘Paul y John’, cantadas por Miguel Ríos, ‘Siempre y nunca’, una letra de Manolo Tena y música de Sergio, Pancho y Paco Bastante; ‘Y si amanece por fin’, de Joaquín Sabina, con música entre otros de Sergio… También era suya ‘Lo prometido es duda’, que dio a conocer Manolo Tena, ‘Tres pies al gato’, que cantaba Ana Belén…”.

 

CREADOR DEL SONIDO DE ESTOPA

En las manos de Sergio cayeron algunos trabajos importantes, debuts discográficos de grupos que entonces buscaban su camino, y él aprovechó su recorrido para ayudarles a crecer con solidez. Cuenta José Romero que “el sonido de Estopa, habitual desde su primer disco, se lo inventó Sergio. Ahora son muy serios, pero cuando empezaron eran muy inexpertos, era bastante complicado hacer un mapa de eso, y esto se lo inventó Sergio: los acelerandos, cambios de tiempos que hacen Estopa… Y eso se ha quedado”. Al margen de este trabajo, Sergio también fue determinante en el sonido de otros muchos grupos: “Marcaba mucho el estilo. Hicimos unas maquetas de Navajita Plateá y de ahí salió su sonido, un poco blues y flamenco, eso también lo diseñó él”.

Con el paso del tiempo, su trayectoria enlazaba grabaciones de todos los niveles, pero no a cualquier precio. “Era un productor excepcional, muy preocupado con la calidad de su trabajo. Le he visto rechazar trabajos importantes porque estaba haciendo otra cosa, y prefería estar a una cosa y hacerla perfectísimamente. Era un gran arquitecto de la música”, cuenta José Romero, muy orgulloso del trabajo que hizo Sergio en su último proyecto, Emite Poquito.

Y entre discos, composiciones, giras y producciones, Sergio seguía estrechando lazos con sus compañeros. Fueron fuertes, también, los que le unieron al bajista Paco Bastante: “Sergio Castillo ha sido por encima de todo uno de mis mejores amigos, aparte de gran compañero de batallas en este negocio de la música”. Le conoció en 1991, por medio de Mercedes Ferrer, con quien trabajaba Paco entonces: “Él era uno de los músicos más cotizados en España como batería y productor. Recuerdo perfectamente su cercanía desde el principio. Aprendí mucho a su lado, fuimos a muchos conciertos juntos y compartimos muchos grandes momentos, dentro y fuera del estudio, en la carretera y en nuestras casas, donde a veces tenía que cambiar el menú porque olvidaba que no le gustaban nada los pimientos”.

El Music Man Sting Ray 5 de Paco Bastante acompañó a Sergio en infinidad de grabaciones: “Siempre me decía que me lo llevara, él lo llamaba su instrumento de placer”. Trabajaron sobre el mismo escenario con Juan Perro, Pastora Soler o Estopa, entre otros muchos: “Creo que sus trabajos como batería son todos ejemplos de musicalidad y profesionalidad”. Paco resalta su trabajo en el debut de Rosana, “Lunas rotas”, donde también ejerció de maestro: “Hizo un gran curro de zapador y arreglista rítmico, grabamos las bases de batería, bajo y percusión a la vez. Fue mostrando los caminos, sacando su muestrario de batería experto para enriquecer la monotonía de las maquetas sobre las que grabamos”.

 

BATERÍA EN EL DEBUT DE AMARAL

Cuando le encargaron la producción del primer disco de Amaral (junto a Pancho Varona), Paco llamó a Sergio sin dudarlo: “Creo que fue nuestro mayor acierto en ese trabajo. Sé que él estaba muy orgulloso de su trabajo en ese disco”. Y Eva Amaral y Juan Aguirre guardan un grato recuerdo del músico: “Conocimos a Sergio en la grabación de nuestro primer disco. El grabó las baterías en aquellas canciones y desde entonces guardamos un grandísimo recuerdo suyo, como músico y como persona. Era experto en hacer fácil lo difícil. Como batería tocaba con un sentimiento y una energía fuera de lo común”. En el disco de debut de Amaral, cuenta Juan Aguirre que “se esforzó por entender hacia dónde íbamos, y eso que en aquel momento éramos un par de chavales muy inexpertos, con un montón de dudas e inseguridades. Él nos hizo sentir tranquilos y nos ayudó mucho”. Esa cualidad, de convertir en fácil lo complicado, también la vivió el bajista Juanjo Ramos, que coincidió con él en un disco de David Summers y otro de Hombres G, “era magnífico grabar con él. Empatar con el batería es algo importantísimo. Que la base sea sólida depende mucho de la comunicación y del entendimiento, y él lo ponía muy fácil. Él marcaba cuatro y te lo llevaba en bandejita”.

Muchos son los que le recuerdan como uno de sus mejores compañeros de profesión, entre ellos, el teclista Francis Amat: “Le conocí en el 89, en La Nave, unos locales de ensayo que había en Pacífico. Le gustó mi grupo, XL, y nos produjo una demo de cuatro temas allí mismo”. La relación entre Sergio y Francis se estrechó de nuevo años más tarde, en el estudio de Francis, donde empezaron a trabajar asiduamente: “Realizábamos una fórmula bastante buena: programábamos la batería, tocaba todo el mundo encima y él era el último que tocaba”, algo que repitieron cuando les llamaron para producir el debut de Estopa. “Hicimos aquí casi toda la producción, tuvo mucho éxito. He trabajado con él en muchos discos, primero como arreglista, como ingeniero, como coproductor, y luego produciendo con él, hicimos un disco de Guaraná, otro de Azúcar Moreno… Nos hicimos muy amigos, teníamos una relación bastante estrecha”.

¿Buen batería, productor, músico, compositor…? Sí. Pero Sergio también tenía otra habilidad, según Francis: “Sabía escoger muy bien a los músicos, y tenía mucho ojo para el repertorio. Tenía mucha habilidad para escuchar una canción como la escuchaba el público. De hecho, el primer éxito de Navajita Plateá, ‘Frío sin ti’, el grupo no lo veía, pero él se dio cuenta de que era un single, le dio la vuelta, y con ‘Noches de bohemia’ igual. Además tocaba la guitarra, el bajo, el piano, rítmicamente era un tío muy completo, un músico muy global”. Francis subraya, como casi todos sus amigos, que “tenía un sentido del humor muy fino. Pero él hizo la carrera de batería y de música en Leeds, y viene de la escuela anglosajona: por muy divertido que fuera, era un tío muy serio, como trabajar con un inglés”. Además de forjarse académicamente con gran rigor, Sergio se había empapado de muchas experiencias internacionales: “Vivió en Alemania, en Inglaterra, en Nueva York… Tocó con todo el mundo, no es el típico músico español que no ha salido de aquí. Él tenía un ‘background’ muy inglés, tocó con los Bagles, Trevor Holm, Hans Zimmer… Estaba en esa liga, trabajó con gente muy importante”.

 

 


LATIDOS DE DESPEDIDA

Entre sus últimos latidos musicales, recogemos dos momentos. El primero nos lo marca Santi Alcanda, que confiesa que “siempre que le veía me ponía a su lado para aprender, he aprendido muchísimo de él”. Para Santi, Sergio “era un tipo muy estudioso y muy perfeccionista, y como tal ordenó el futuro de Estopa. Sergio fue su madre creadora, como dice Miguel Ríos, el que les dijo cómo aprender a llevar el tiempo, construir y componer más. Los hermanos Muñoz le deben mucho, Estopa existen porque Sergio se cruzó en su camino”. Pero más allá de aquel éxito, Santi nos señala el último disco en el que tocó Sergio: “Estoy seguro de que sentía que estaba al final del camino en esa lucha, y estoy convencido de que tocó mejor que nunca por eso. El disco de Emite Poquito es un gran testamento, está tocado increíble”.

Sobre sus últimos directos, nos habla Carlos Vega: “Creo que lo último que hizo Sergio fueron un par de conciertos conmigo, hace unos meses”, unas grabaciones televisivas de la banda Vega Villalta. “Sergio estaba tocando la percusión, y yo la batería”, añade Toni Jurado, que compartió poco tiempo vital con él, pero en un momento crucial: “El último año nos hemos visto muchas veces, ha sido corto pero muy intenso”.

Sergio no pudo continuar en esa banda. Su círculo musical se cerró, capricho del destino, junto al hermano de uno de los músicos con los que más trabajó. “Él tocó infinitas veces ‘Lucha de gigantes’ con Antonio”, recuerda Carlos, para quien Sergio era “un tipo serio, exquisito, tenía una visión muy global y muy justa de las situaciones”.

Su lucha terminó el pasado mes de marzo. Dice Miguel Ríos que a Sergio “le pasó lo que dice la canción de Dion DiMucci, ‘The good die young’: los buenos mueren jóvenes”. Pero no se fue sin dejar huella. Ahí están sus músicas, sus baterías, sus producciones, o como dice Paco Bastante, “muchos grandes ejemplos de sus bondad como músico”. En cientos de discos se esconde un pedacito de Sergio Castillo, y ahí quedará para siempre.

Artículos relacionados