Músicos en la sombra: Carlos Gamón, investigando en la batería pop

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“Intento hacerme fuerte en un lenguaje que aparentemente es sencillo. Yo veo al batería de Paul McCartney tocando pop, y lo hace con una seguridad, con un gusto, con una musicalidad, que lo hace especial”

 

Carlos Gamón se fogueó en Zaragoza, al lado de Pedro Andreu, estuvo siete años con Amaral, luego recaló en El Canto del Loco, y ahora acompaña a Dani Martin. Arancha Moreno lo entrevista.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Creció entre tambores y siempre soñó con tocar la percusión. Por el camino aprendió a tocar el saxofón, y lo abandonó por la batería, a la que ha dedicado su vida. Carlos Gamón se curtió en Zaragoza, sin parar de tocar en grupos, hasta que Amaral le propuso formar parte de la banda y se mudó definitivamente a Madrid. Aquí lleva trece años, en los que ha estado en la primera fila del pop: siete años con Amaral, tres con El Canto del Loco y los últimos con Dani Martín. Cree que necesitaría tres vidas para tocar el instrumento como le gustaría, pero se siente muy cómodo en su estilo y le interesa profundizar en él. Nos encontramos una mañana de abril, poco después de realizar algunas grabaciones y esperando volver a la carretera. Entre sus próximas metas, tiene en mente sumergirse en un proyecto propio, y entre las cuentas pendientes como batería, una ilusión: tocar algún día con el desaparecido El Último de la Fila.

¿Tu historia musical arranca con un tambor en las cofradías?
No sé cuándo empieza, vengo de familia de músicos aficionados. La banda del pueblo eran mi abuelo y todos sus hermanos. Siempre he tenido un tambor en casa, lo he tocado desde los tres años. Siempre he estado rodeado de música y de percusión. Recuerdo que me atraía mucho el montaje, las baterías en las orquestas en el pueblo… Pero conocía la batería, un tío mío la tocaba y siempre estaba en su casa tocando los tambores.

¿Aprendiste por tu cuenta o con maestros?
Con un profesor, con nueve años. Luego me metí en el conservatorio. Yo quería hacer percusión, pero no había plazas, y como en mi casa había un saxofón, empecé a tocarlo. Hubo varios años que hice las dos cosas a la vez, hasta que no era compatible y dejé el saxofón, pero sí acabé el grado medio.

¿Has vuelto a tocar el saxofón?
No, al final me resultaba duro ir a las clases sin haber estudiado, mi tiempo lo dedicaba a la batería, y tenía una espina porque no podía con tanta información. Tenía que estudiar mucho y me gustaba más la batería. Toco otros instrumentos, ahora estoy tocando la guitarra con un profesor. Sigo teniendo el saxofón, y me atrae, y escucho mucho a Charlie Parker y a John Coltrane.

¿Con quién aprendiste, entonces?
Tuve un profesor en Zaragoza que me introdujo la base y la pasión por el instrumento, el que me formó. Se llama Toni García y es una institución allí. En una época en la que no había información, él estaba muy relacionado con escuelas como Berkley, fue el mejor profesor que puede tener, por lo meticuloso y lo completo que era con la base del instrumento. Cuando vine a Madrid, coincidí con otros baterías a los que admiraba, y que acabaron siendo amigos, como Pedro Barceló, Ángel Crespo, Vicente Climent… Con Pedro y con Ángel he quedado para disfrutar la pasión por el instrumento, compartir la visión y he aprendido cómo han encontrado su lenguaje, para buscar el mío.

Dicen que Pedro Barceló marcó a toda una generación de baterías.
Cuando le conocí y nos hicimos amigos, es tan personal que le dije que no quería tocar como él, pero sí saber cómo había llegado a coger ese camino. Me dio unas cuantas clases. Mi manera de tocar no recuerda nada a Pedro, pero sí me hizo coger confianza en mi manera de entender el instrumento y la música, y aplicarlo como él lo había hecho.

Buscabas el aprendizaje fuera de la técnica.
Ya había trabajado técnica, independencia y coordinación, pero me interesaban otras cosas. Sin que él lo sepa, a Pedro le debo mucho. También a Ángel Celada, a Ángel Crespo… Me han ayudado mucho sin saberlo, por discos que han grabado. Cuando les he conocido y se han abierto me han ayudado mucho a hacer mi camino. Para tocar como ellos ya están ellos, que lo hacen muy bien.

¿Hay buen nivel de bateristas en España?
Sí, y muy buen rollo entre los baterías. Los mejores amigos que tengo son baterías, lejos de piques por información o trabajo, como puede haber en otros instrumentos. Todo el mundo me ha demostrado amistad.

En Zaragoza trabajaste con muchas bandas, allí Héroes del Silencio eran héroes locales –y nacionales–, y pudiste trabajar con Pedro Andreu. ¿Fue uno de los trabajos más importantes que tuviste?
Entre los 20 y 24 tocaba con todos los grupos, no porque fuera mejor, sino porque era de los pocos que estaba dispuesto a hacer ese trabajo. Se vivía muy bien de las orquestas, la mayoría de mis compañeros hacían ciento cincuenta conciertos al año, ganaban mucho dinero, y para tocar con los grupos solo estaba disponible yo, prácticamente. Fue mi escuela. Entre ellos, Niños del Brasil, el primer grupo de Bunbury. Fue el primer grupo que me llamó como músico contratado, hasta entonces me costaban dinero los conciertos. Ahí fue cuando conocí a Pedro Andreu, poco después se separaron Héroes y me llamó Pedro para formar parte de su banda. Estuvimos preparando el disco, la cosa no funcionó pero hicimos presentaciones. Poco después, me vine a vivir a Madrid.

A Madrid llegaste ya como batería de Amaral, y no viniste solo.
Sí, me vine con Santi Comet, el teclista. Me comentó que le habían llamado los “amarales”, y le dije que tenía que irse y llevarme con él. Yo había tocado antes con ellos. Amaral empezó como trío en Zaragoza: Santi, Juan y Eva. Ellos se vinieron a Madrid, hicieron el primer disco y en el siguiente llamaron a Santi, y él les propuso llamarme a mí. Él tenía dudas sobre dejar su ciudad, pero yo lo tenía clarísimo. Sientes que pasa el tren, y luego nos ha salido todo muy bien a los dos. Antes de eso, los dos teníamos un grupo en Zaragoza, Adiós Jumbo. Es curioso, hacía mucho que no lo escuchaba, lo escuché el otro día y me sorprendió, por el concepto, por el sonido… Es un disco del 97 o así.

¿Adiós Jumbo fue tu primer proyecto propio?
Tuve otros anteriores, pero fue el de más repercusión. A lo mejor era una locura, pero tocaba con seis o siete grupos a la vez. Yo tenía una batería en el coche porque tocaba casi todos los días. Lo que sería una locura ahora es dejar una batería en el coche, tapada con una sábana. Llegó un momento en el que el día lo dedicaba a estudiar y a cierta hora me iba a tocar. Echo de menos esos años.

¿También por la variedad de trabajar con tantos grupos?
No, más la actividad tan potente. Amaral, Coti, El Canto del Loco… Todos van en la misma línea, y al final desarrollas tu manera de entender el instrumento en ese estilo, eso me lo ha dado tocar el mismo tipo de temas. La semana pasada grabé unos temas para el disco de David De María, que tiene su banda, pero tenía cuatro temas concretos que al productor le sonaban con mi manera de tocar la batería. Por un lado, es que estoy cogiendo mi sonido y mi personalidad, y eso me lo ha dado profundizar un estilo, más que tocar cincuenta cosas. Yo no quiero ser un batería muy versátil, pero quiero hacer muy bien lo que haga.

Prefieres la especialización, entonces.
Tampoco he elegido el estilo, antes iba de batería funky, me encantaba James Brown y las bandas de acid jazz, y ahora escucho a Led Zeppelin. Tocando jazz sería feliz, pero los años me han llevado a un estilo donde me siento cómodo y veo un mundo muy interesante, el groove, tocar poco pero acompañar, donde el papel de la batería es que la melodía tenga más fuerza. No tengo la necesidad de ser más solista. Me encanta y me siento muy bien, también llevo veinticinco años haciendo lo mismo. Necesitaría tres vidas para tocar como me gustaría en este estilo, pero ahora me rodeo de otras cosas, como la guitarra o cosas de armonía, para que lo que haga tenga más musicalidad. Intento hacerme fuerte en un lenguaje que aparentemente es sencillo. Yo veo al batería de Paul McCartney tocando pop, y lo hace con una seguridad, con un gusto, con una musicalidad, que lo hace especial. Desde hace muchos años persigo eso, interpretar cosas sencillas, pero que al entrar la batería una melodía o un tema gane en fuerza, en seguridad. Me encanta cuando me llaman para cosas concretas porque ven que encajo en esos temas. Veo que las comeduras de tarro, la investigación de sonidos, al final tienen su recompensa.

Y lo consigues. Hay mucha gente que ya te identifica con un sonido.
Sí, yo me meto poco a leer cosas, porque la gente en blogs y cosas así descarga mucho su frustración. Pero sí me llegan privados de gente que dice que ha aprendido mucho conmigo, aunque otros me ponen a caldo. Cuando entré en El Canto del Loco, para muchos baterías era un nivel por debajo de Amaral, y había gente a favor y otra en contra, y los que estaban en contra era para leerlo y suicidarte. Es lo bonito del instrumento, haciendo lo mismo a cada uno le sale de una manera distinta.

¿Te quedas con la etapa de Amaral?
Siento que a Amaral le debo mucho, he aprendido mucho, he disfrutado y viajado mucho, he ganado dinero, y siento que parte de lo que soy viene de esa época, porque fue muy extensa y muy intensa, hacíamos muchos conciertos y ensayábamos mucho. Hubo un momento en el que todo había crecido, y Manolo Mejías, el bajista, y yo seguíamos compartiendo habitación, éramos una pareja inseparable. Todos los días grabábamos el concierto en discman y lo escuchábamos con un casco cada uno, y hasta el último concierto estábamos analizando cada uno para que funcionara mejor. A base de hilar tan fino en la época de Amaral, tenemos un lenguaje que hace que toquemos muy a gusto y sepamos dónde va a ir el otro.

¿Manolo Mejías es el bajista con el que mejor te entiendes?
Cuando el concepto está muy claro, me entiendo muy bien con los bajistas. Soy meticuloso y siempre estoy dando un poco el coñazo, pero con Manolo me entiendo también muy bien como persona.

Volviendo a esa época, ¿qué te llevas de tu etapa en Amaral?
Siempre me he sentido como parte del grupo. Cada uno sabe cuál es su papel, pero en cuanto al trato, la convivencia, siempre me he sentido integrado, en Amaral vivimos como un grupo. Recuerdo los primeros temas que habían entrado listas de ventas, y era celebración, Eva nos invitaba a su casa, cocina muy bien… La gente con la que trabajo me hace sentirme así, rindes el 200%. Como profesión es dura, a veces te ves en situaciones que no deseas, compañías con las que no tienes mucho que ver. Es curioso como una cosa tan bonita puede tener un entorno tan desastre: no es una profesión que esté estipulada como tal, yo a veces tengo unas preocupaciones que cualquier trabajador no se plantea. Y somos gente normal, con pareja y niños. Meter a tu niño en la guardería es casi un problema, porque nadie entiende lo que haces.

«Trabajo con artistas que aún siguen siendo rentables, pero estamos haciendo menos conciertos, muy pocas grabaciones y pagadas muy mal»

 

¿Cómo te ha afectado la que está cayendo? Me refiero al volumen de trabajo y a las condiciones.
Hay una crisis cultural que está acompañando a la otra, que viene de años atrás y ahora está siendo más castigada. La primera vez que fui a Argentina fue en el 2000, y fui con frecuencia a partir de 2002, con el corralito. Argentina siempre ha tenido un movimiento cultural muy potente, pero aquí la cultura es un divertimento. Me da mucha pena, la cultura diferencia a los países y a las personas. Cuando era un chavalín, un abogado de mi padre me dijo: “Es importante que salgas de tu casa, lo de menos es que te saques una carrera. Cuando vuelvas a tu pueblo y veas el río, verás tranquilidad, armonía, verás otras cosas, y tus amigos solo verán bajar el agua”. Yo creo que la cultura es eso. No me considero especialista en nada, me considero un apasionado. Tengo más cultura musical porque es mi pasión, pero voy a ver una obra de teatro o al cine y me emociono. Dedicarme a esto me ha enseñado a disfrutar todas estas cosas, que creo que las están dejando como un artículo de lujo. A mí me ha afectado como a todo el mundo: trabajo con artistas que aún siguen siendo rentables, pero estamos haciendo menos conciertos, muy pocas grabaciones y pagadas muy mal. Y los gastos que tienes cada vez son más elevados. A mí lo que me preocupa más es la desilusión, el miedo y la crisis psicológica, que la gente no tenga ganas de ir a ver nada.

Y que no vuelva a vivir un periodo boyante.
En la época de Amaral hacíamos cincuenta teles, sacaban seis o siete singles por disco. Todas las series de moda tenían música, ahora saca disco cualquier artista y no lo escuchas en ningún lado, no hay un apoyo visual, y tampoco en las radiofórmulas. Confías en que sea un bache, pero el presente nadie lo devuelve. He vivido giras de ciento treinta conciertos al año, eso ha sido mi escuela. El otro día estuve con un bajista muy joven que lo toca todo, pero no toca con nadie. Es una pena, aunque también para los que tenemos cuarenta años. El año pasado fue el primer año que no trabajé en agosto.

Y no sabías si alegrarte.
Desde que empecé en 2008 con Dani Martín no he parado, y han pasado muchas cosas en mi vida, he tenido dos niños. Parar me hacía ilusión y lo disfruté, pero este año no sé si me espera lo mismo, y yo vivo de esto.

Así que tu artista “base” es Dani Martín.
Sí, también grabé con El Pescao, el disco «Nada lógico», que en principio era mucho más discreto, no sabía si iba a hacer banda y gira, y lo de Dani sí estaba más estructurado. Trabajo con quien me llama, pero con Dani es con el que estoy haciendo cosas. Hemos grabado disco hace poco, lo están mezclando en Nueva York, empezaremos enseguida. No hay «planning» de gira, pero espero que no tardemos mucho.

¿Te salen cosas a intervalos?
Me van saliendo, aunque esta etapa ha sido más floja. He hecho siete años de Amaral, tres con El Canto del Loco y cuatro con Dani Martín, como trabajos grandes, pero de repente hacía suplencias con Coti, Carmen París, Hevia, Fon Román… He hecho cosas en huecos de giras, pero ahora haces cosas con cuentagotas, y eso lo echo de menos. Hay que tocar, un músico tiene que estar activo.

¿Te queda algo por hacer?
Muchas cosas. Hay artistas con los que me gustaría tocar, algunos ya no existen como grupo, como El Último de la Fila. Me encantaría que me llamaran y poder tocar todos los temas, porque me los sé. Sin darse cuenta, ellos crearon una manera de acompañar, un estilo. Me encantaría tocar con Luz Casal. Estoy tocando ahora con gente más mayor a la que he admirado. Siempre estoy en los grupos de moda, pero no en los grupos que estaban hace años. También creo que va llegando el momento de hacer un trabajo, no con ambiciones, pero sí con músicos. Creo que ya estoy preparado para hacer mi proyecto, a lo mejor a finales de año hacemos algo. Tampoco he tenido tiempo, siempre doy toda mi energía en los proyectos de otros, me siento muy realizado. Para mí lo más importante es levantarme y tener la energía que tenía con quince años, es lo que nos mantiene jóvenes en esta profesión.

Anterior entrega de músicos en la sombra: Tito Dávila, tras los teclados de Ariel Rot y Andrés Calamaro.

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