Músicos en la sombra: Billy Villegas, el bajista de poetas

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“Cuando nos metimos con Cómplices, lamentablemente rechacé una oferta de Joaquín Sabina. Me he arrepentido mucho tiempo”

Bajista de largo recorrido, Billy Villegas ha estado con Aute, Suburbano, Cómplices, Antonio Vega, Luz Casal… Arancha Moreno ayuda a que lo conozcamos mejor.

 

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

 
Es uno de los bajistas más veteranos de nuestra música. Billy Villegas ha acompañado, durante casi tres décadas, a Luis Eduardo Aute, y durante más de una década a Antonio Vega. Entre medias, ha girado con Luz Casal y con Mercedes Ferrer, a quien le produjo también un disco. Llegó a estar, también, en la formación original de Cómplices, y con Germán Coppini en Los Cuatro Fantásticos. Una trayectoria de treinta años dominada, en gran parte, por maestros de la poesía y grandes voces de mujer. Le entrevistamos una noche en el backstage de la sala Galileo, un pasillo alargado y estrecho por el que discurren los músicos que homenajean esa misma noche a Antonio Vega.

¿Por qué te hiciste músico?
Fue influencia de mi hermana, ella tenía unos amigos músicos y me gustaba mucho el ambiente. Un día me llevó a un cine de Andrés Mellado, al estreno de la película “Let it be”. Me quedé fascinado con la película y con sus amigos. A la semana siguiente me llevó a un ensayo y me enganché. Monté una banda con el padre de Jacob Reguilón [bajista], yo quería tocar la guitarra, pero como no teníamos bajista, me tocó.

Un comienzo de bajista “circunstancial”, entonces.
Sí, estuve un año tocando, y sabía que lo iba a acabar dejando, pero un día, un amigo me puso un disco de un bajista, Jaco Pastorius, y ahí decidí que quería ser bajista. En aquella banda no teníamos pretensiones, sólo queríamos pasarlo bien. Teníamos un local de ensayo en los bajos de un bar, allí ensayábamos, y la cosa fue creciendo, no a nivel de actuaciones, sino de conocimiento. Yo no dejaba de ponerme metas: me apunté al conservatorio, conocí a gente nueva y acabé haciendo otra banda. Se llamaba Soga de Pozo, era de lo más vallecano, ensayábamos en el Pozo del tío Raimundo, y ahí empecé a tocar fusión, a hacer mis pinitos con el jazz.

¿Cómo saltaste al terreno profesional?
Una noche tocamos en un teatro de Vallecas, que llevaba Juan Margallo, con Orquesta Mirasol y Suburbano. Nos metimos de prestado, y allí Suburbano me vieron tocar y me ficharon. Yo estaba estudiando, pero ellos eran profesionales. Me hicieron una prueba y me cogieron, así que dejé el trabajo y me fui con ellos.

Fue tu primera experiencia como músico profesional. ¿Qué música hacían?
Es un grupo folk. Mi mentor fue Luis Mendo, y Bernardo Fuster, el cantante; son los autores de ‘La Puerta de Alcalá’ y otras canciones famosas. Estuve dos años girando con ellos. Después, Aute dijo que buscaba una banda, y quiso que Suburbano tocásemos con él. Así que empezamos a tocar con él en universidades, teatros… Grabamos el disco “Entre amigos” (1983), con Pablo Milanés, Serrat… Fue tal éxito que a partir de ahí Suburbano dejamos casi de hacer conciertos y nos dedicamos a lo bestia a acompañar a Aute.

Subiste una escalera muy rápida, Aute ya eran palabras mayores.
Sí, fue muy hacia arriba, y éramos muy jóvenes. Con Aute he grabado casi todos los discos de su carrera, y luego fui combinando: Golpes Bajos, Cómplices, Mercedes Ferrer, Luz Casal.

Así que Aute era tu “base de operaciones” y luego ibas alternando.
Sí, y al margen de Aute, con el artista que he estado más tiempo ha sido con Antonio Vega, que fueron doce años. Grabé todos sus discos menos el último, y fue sin duda la experiencia más bonita a nivel personal y musical, era solidario, atento. Conocer y compartir el escenario y la carretera con Antonio fue todo un privilegio. Solo te puedo hablar maravillas, ha sido una experiencia impresionante. Con otros artistas el trato quizá es una tasación comercial: me pagan, me subo al escenario y doy lo mejor de mí, pero con Antonio había algo más. Las conversaciones en los viajes, que te deje asomarte a ver una letra… Era muy especial.

¿Acompañaste a Antonio Vega desde el primer disco en solitario?
Desde el primero, “No me iré mañana” (1991). Cuando lo conocimos estábamos preparando un disco de Cómplices, el segundo. Yo estaba en un concierto en el Calderón, con Tino Di Geraldo, y Antonio se nos acercó y nos dijo que quería que tocásemos con él. Antonio era muy amigo de Teo Cardalda, y nos conocía de ahí. Habíamos grabado el primer disco de Cómplices, (“Manzanas”) y había tenido un éxito increíble, unas críticas muy buenas.

Porque tú formaste parte de la formación original de Cómplices…
Al principio éramos un grupo. Justo cuando nos metimos con Cómplices, lamentablemente rechacé una oferta de Joaquín Sabina. Me he arrepentido mucho tiempo. Sabina buscaba bajista y batería, y nos quería a Tino y a mí, pero le dijimos que no. Nos comprometimos con Cómplices porque creíamos que era una banda, pero nos engañaron, resultó que eran un dúo. A nivel discográfico nosotros no pintábamos nada, pero bueno, es una de las muchas jugadas que he vivido. Aún así, me une mucha amistad con Teo y con María.

¿Qué viviste con Coppini?
Germán Coppini es un personaje tremendo, es para conocerlo, creo que es de los mejores, como letrista y animal de escenario, pero es uno de los artistas menos valorados. Teníamos una banda, Los Cuatro Fantásticos, hacíamos versiones de Sinatra, de música italiana de los 50… Germán siempre me ha alucinado, sabía que cada día iba a ser una sorpresa: un día a lo mejor decidía cantar de espaldas al público, pero se los comía…

Has estamos muchos años también con Mercedes Ferrer, incluso trabajaste con ella como productor.
Sí, produje un disco suyo en directo, allá por el 96 o 97. Ella había hecho discos muy de estudio, y quería hacer con ella un disco más de directo. Conseguimos una banda, hicimos un set en redondo y varias tomas de los temas en directo.

Giraste por Sudamérica con Luz Casal. ¿Habíais trabajado juntos antes?
Sí, había hecho una gira con ella por toda Europa, pero en sitios pequeños. Fue una etapa muy bonita, habíamos hecho escenarios grandes, pero tocar en sitios pequeños era mucho más cercano. Después me volvieron a reclutar para los dos años siguientes, para la gira del disco “La flor prometida”.

No ha sido tu única gira por Sudamérica, ¿no?
No, fui con Luz, con Cómplices, con Aute… También participé en un disco de una artista mexicana, Ely Guerra, y aproveché un viaje para conocer el entorno musical de allí. El tiempo que estuve en el D.F. vi muchos conciertos mexicanos, siempre se aprende de otras culturas.

¿Qué hiciste con Miguel Ríos?
Hice los ensayos de una gira, pero justo salía el disco de Mercedes, y no podía fallarle, así que nunca llegué a hacer la gira con Miguel.

Pareces un músico leal a tus compromisos.
Bueno, eso lo deberían valorar los artistas.

“Para mí Aute ha sido un espejo, un hermano mayor, alguien tan creativo, tan sorprendente… Y a pesar de verle serio, tiene mucho rock and roll”

Volviendo a Aute, con el que has estado girando varias décadas, escribiste con él ‘No la boca sino el beso’.
Sí. Un día en el estudio, nos quedamos con el técnico Eduardo y yo, y él me dijo que me había oído tocar en un directo unas cosas que le habían inspirado. Me acordaba y las retomamos, y sobre lo que yo tocaba, él se puso a recitar.

¿Qué aprendiste de Aute?
Para mí ha sido un espejo, un hermano mayor, alguien tan creativo, tan sorprendente… Y a pesar de verlo serio, tiene mucho rock and roll.

¿Por qué dejaste de tocar con él, después de tanto tiempo?
La crisis. Tomó la decisión de dividir la banda: en un principio iba a haber un set de bajo, batería y guitarra, y otro set de teclado, percusión y voz. Finalmente se decantó por el segundo. Desde entonces ya no hemos vuelto a tener contacto, los conciertos los hace con esa formación. Un poco sin dar muchas explicaciones, después de muchos años estoy un poco desengañado, una llamada hubiera sido suficiente.

¿También sufrís desengaños los músicos?
Muchos, constantemente. Los tiempos no están para mantener bandas. Por eso llevo muchos años dedicado también a la docencia. Empecé dando clases a Jacob Reguilón, me gustó el reto, fue muy gratificante verle tocar sustituyéndome, y luego ver el pedazo de músico que se ha hecho es muy bonito. Doy clases en la Escuela de Artes Escénicas de San Sebastián de los Reyes de Madrid, también en una escuela municipal de la sierra. Tenemos el método Gordon, les enseñamos a que aprendan a tocar el instrumento sin el martirio de solfeo, lo estudian cuando ya tienen lenguaje musical y lo leen de forma natural. También enseño lo que he aprendido de mi profesor de toda la vida, Félix Santos, un guitarrista de jazz buenísimo, estudió en Bercklee. Ahora mismo hago cursos de «refresh» para no perder. Siempre hay que estudiar, el instrumento no hay que aparcarlo.

Hablando de Jacob, me ha dado una pista para esta pregunta: ¿qué era Tapones Visente?
Era un grupo muy curioso. Hace poco conseguí los audios, es un disco muy difícil de conseguir. Fue una experiencia muy punki que tuvimos Tino di Geraldo y yo, mientras tocábamos con Aute. Nos metimos con Pulgarcito, un músico que ha tocado y compuesto para mucha gente. Con él y Luigi Tapone, un batería que decidimos que fuese el cantante, hicimos un grupo y hacíamos versiones de José Luis Perales, cambiándole la letra, hicimos también un homenaje a Juanito, el jugador del Real Madrid que falleció, que nos invitó a comer cuando escuchó el tema, dijo que nunca le habían hecho un tema así. Las letras son salvajes, la música muy punki… Fueron un par de años de una experiencia muy loca.

Fue un proyecto desengrasante, entonces. Pero en tu carrera has tocado con muchos “poetas” (Aute, Antonio Vega…), gente con mucha poesía en las letras. ¿Ha sido buscado?
Ha sido casualidad, pero bendita casualidad. A veces estaba en el escenario y conectaba con la letra, me daban otra perspectiva de lo que estaba viviendo. Es muy gratificante.

Y con grandes voces. ¿Con qué voz te quedarías?
He tenido la suerte de tocar con artistas de los que no me he tenido que avergonzar. Antonio tenía mucha dulzura, Aute tenía mucha serenidad, Luz Casal tenía mucho pellizco en el rock… Te podría hablar maravillas de todos. Últimamente he tocado copla con Diana Navarro, y oírla cantar es alucinante.

¿Cómo te salieron tantos proyectos?
Si me llaman es porque les gusta como toco, tienes un sello, una manera de tocar, de ser… Aquí al final los trabajos salen porque te llama un amigo, no es como en EE.UU., que se pasa casting para todo. Aunque lleves veinte años tocando, te llama Madonna y tienes que pasar un casting de cien bajistas.

Pero aquí a veces se hacen pruebas para tocar con un artista.
A veces sí, yo no he tenido que hacer ninguna, y a estas alturas no creo que lo hiciera. Prefiero seguir dando clases.

También tocas con D’version, una banda jazz de versiones…
Sí, la semana pasada estuvimos tocando en el Café Central, con Vicente Climent, Helen de Quiroga, Pedro Andrea… Hemos llenado todos los días, ha sido un éxito.

He visto algún video, Helen de Quiroga tiene una voz tremenda.
Sí, creo que ella no se lo cree, pero callaría muchas voces internacionales. Lleva muchos años fiel a Miguel Bosé, y en su próximo disco va a haber una sorpresa con ella.

Te interesa mucho el jazz, ¿no?
Siempre me ha interesado, pero en España no tiene mucha salida. Siempre supe que si quería vivir del jazz me tenía que ir fuera, pero me enganché con artistas de pop, rock… Mis ingresos venían de ahí y me fui quedando, nunca tomé la decisión y me quedé. Para tocar jazz tiene que ser como lo hago ahora.

La banda de Antonio Vega también tocáis de vez en cuando su repertorio. ¿Cómo se viven estos conciertos, ahora que ya han pasado más de dos años de su muerte?
Es abrir la puerta para sentirle más cerca. La banda llevamos mucho tiempo, es el mismo sonido, y parece que él va a entrar por la puerta en cualquier momento, solo falta su voz. Tocar esas canciones no tiene precio, y la gente lo disfruta. Antonio ha dejado un vacío tremendo, muy difícil de encontrar algo parecido.

¿Qué recuerdas del «Básico» que grabásteis en 2001?
Parecía que iba a ser un concierto más, pero en acústico, y se convirtió en un concierto muy espiritual. Había menos fuerza, pero fue muy mágico, aunque hay muchos fallos. Yo los escucho y me examino, pero ya lo decía Mark Knopfler: si no hay fallos, no hay sentimiento. Hay que aceptarlo y dejarlo, incluso en grabaciones. La perfección no existe. A veces un fallo es un acierto.

¿Alguna otra banda, o proyecto musical?
Sí, tengo una ilusión nueva. Basilio Martí y yo estamos trabajando con un artista que se llama Jorge Marazu. Creo que –salvando las distancias, porque Antonio era único– viene un relevo. Sentir algo como lo que yo he sentido en el escenario con Antonio me está pasando con Marazu. Estamos pendientes de encontrar estudio y meternos ya, antes de que Basilio se marche a Nueva York. Hemos pensado autofinanciación, creemos tanto en el proyecto que queremos que la apuesta sea de todos, pero necesitamos apoyo logístico. Además, si la crisis no nos ahoga, me imagino que volverá el movimiento de artistas, aunque ya uno se va haciendo mayor. Hacerse mayor en EE.UU. es ser más respetado, pero en España los veteranos no estamos tan valorados.

Terminamos con una recomendación: un disco.
El último de Tom Waits (“Bad as me”), es un pedazo de disco.

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