Músicos en la sombra: Álex Olmedo, entre La Naranja China, la composición y mil asuntos más

Autor:

alex-olmedo-11-06-13-a

«Con Coque Malla estuvimos tres años girando por España, haciendo versiones, tocamos muchísimo. Él no quería nada de publicidad, era llegar con el coche, enchufar y tocar. Lo pasamos genial. Tocábamos en pueblos perdidos de la España cañí»

 

Muchos lo recordarán por La Naranja China, su exquisito proyecto personal, o por el dúo que armó con Coque Malla, pero Álex Olmedo ha sido músico de directo, técnico de backline, productor, arreglista… Ahora está volcado en la composición.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Foto superior: ROBERSON. Foto inferior: ÓSCAR CARRIQUÍ.

 

De niño descubrió que tenía oído musical, y eso le ha acercado a gran número de instrumentos: bajo, batería, teclados… Aunque su especialidad es la guitarra. Se siente marcado a fuego por la música de los sesenta, y los Beatles son su grupo de referencia. Militó en mil y una bandas de pop y rock, hasta que decidió esconderse tras La Naranja China, su alter ego musical, con el que grabó varios discos y teloneó, entre otros, a Keith Richards en una de sus giras españolas. Fue la mitad de Las Mentiras, un dúo de versiones en el que se embarcó con Coque Malla, y también produjo varios discos, entre ellos a Los Peces y Zodiacs. Después de un tiempo algo alejado de la música, Álex Olmedo ha decidido regresar con nuevos objetivos, vinculados a la composición para otros artistas. Nos lo cuenta una mañana soleada, ante un largo café, mientras tamborilea la mesa con los dedos, y hace un boceto, bastante preciso, de sus idas y venidas por el sendero de la música nacional.

 

¿Cuándo empiezas a interesarte por la música?
La música siempre ha estado ahí, desde que era muy pequeño. Mi primer instrumento fue una armónica de plástico naranja que me compró mi padre. Me encapriché de ella en una feria, en Alemania, donde nací y viví hasta los trece años. Ese mismo día empecé a sacar melodías, y me di cuenta de que para mí era fácil hacer música. Le robaba a mi hermana las cintas de los Beatles y me ponía a tocar en un casco de ciclista con unos rotuladores. Mi padre me construyó una guitarra española y empecé a pintarle botones, como si fuera eléctrica… Yo me hacía guitarras de cartón en el cole.

 

¿Cuándo empezaste a tocarlas de verdad?
Cuando llegué a España. Cayó una guitarra en mis manos, me enseñaron los primeros acordes y me fue muy fácil aprender. Tengo oído musical, para mí siempre ha sido muy fácil tocar un instrumento. La primera vez que me puse delante de una batería, con catorce años, sabía tocarla. Es una gran suerte, porque hay mucha gente que invierte mucho tiempo y dinero en aprender.

 

¿Entonces siempre has sido autodidacta?
Nunca he estudiado con nadie, toco todos los instrumentos básicos del pop: bajo, batería, teclas, guitarras… Obviamente, necesitas práctica para tocar bien, pero si estás tocando el bajo en un grupo, esa es la práctica. Toco de forma natural.

 

¿Te has especializado en alguno?
En la guitarra, tanto en La Naranja China como tocando con otra gente. Hubo un tiempo en el que me volví loco con los teclados, los sintes… Emergió el rollo digital y me olvidé un poco de la guitarra.

 

¿Y cuándo llegan las primeras bandas?
Cuando vine a Madrid vivíamos en Vallecas. Allí, o eras heavy o eras moñas, y yo era moñas. Mis colegas escuchaban a AC/DC y yo discos de los Beatles. Mi primer grupo se llamaba Abismo, ahí empecé a componer. Hacíamos armonías vocales, tipo los Hollies, muy poppie. Montaba grupos de barrio, estuve en uno de rock que se llamaba Mástil y otro que se llamaba Vogel, que significa pájaro en alemán, y hacíamos una música muy pop electrónico de los ochenta. Con ellos estuvimos cerca de firmar un contrato discográfico, pero no pasó nada. Siempre compaginaba las bandas con otros trabajos. Un día, me echaron de uno y me fui a ensayar a los locales de Usera, y me crucé con Josu García, que estaba ensayando con Los Lunes, y me preguntó si conocía a alguien que afinase guitarras y supiese backline, porque estaba haciendo de pipa con Los Ronaldos y no podía ir a un bolo que tenían en Salamanca. Le dije que yo mismo y me fui con Los Ronaldos. Fue mi primera experiencia como técnico de backline, y a partir de ahí estuve trabajando cinco años con ellos, porque quedaron muy satisfechos.

 

Así que viviste las giras de los últimos años de Los Ronaldos.
Sí, y también estuve trabajando de técnico de backline con Christina Rosenvinge, OBK, La Orquesta Mondragón… Me encargaba de que todo estuviera bien, intentaba solventar cualquier incidente. Paralelamente, seguía con mis grupos. Tuve un grupo que se llamaba Tónicos, con los que teloneamos a Keith Richards. Él montó un grupo a mitad de los noventa que se llamaba X-Pensive Winos, y estuvo girando por Europa. Estuvo dos días en Madrid y dos en Barcelona, en Aqualung y en la Zeleste.

 

¿Qué recuerdo tienes de él?
Le vimos el último día. Nos concedió un segundito, nos hicimos unas fotos, me firmó una guitarra y poco más, era una deidad dentro del rock, ¡y vivo! Con Tónicos teloneamos también a Eric Burdon y a Texas, y estuvimos a punto de sacar nuestro disco, pero se deshizo la banda.

 

Lo de telonear a grandes estrellas internacionales sin sacar disco propio es un caso poco habitual. Y más en esa época, porque a lo mejor ahora las “reglas” son de otra manera…
Fue porque firmamos con una promotora de conciertos, Doctor Music, que creó una editorial. Firmamos un contrato editorial con ellos y a cambio nos colocaban como teloneros en los conciertos de artistas que venían de fuera. La banda se disolvió, y de las cenizas de esa banda surgió Banana Slip, un grupo de garaje sesentero, en la época en la que estaba de moda Nirvana. Después de ese grupo surgió If, sacamos un disco de maquetas, y por una de las canciones firmé un contrato editorial con EMI Publishing, que se encargaron de la banda sonora de “Abre los ojos”, de Amenabar, y me encargaron dos temas para la película. Finalmente el tema que llevaba el título de la película no entró, porque el propio Amenabar compuso un tema con ese título, pero sí entró la otra canción, ‘Yo mismo’.

 

¿Qué pasó con If? ¿Funcionó?
Se acabó disolviendo después. A través de EMI Publishing, trabajamos para la película con un productor francés, era la primera vez que trabajaba con uno y me pareció muy interesante producir un disco. Yo estaba un poco quemado después de tantos proyectos y decidí emprender una carrera en solitario y descubrí la informática musical. Todos estos años componía de cabeza, llegaba al local y le decía a los músicos lo que tenían que tocar. A veces les parecía guay y otras tenía que negociarlo, cuando la canción era mía y la tenía en la cabeza, con todos los arreglos. Jamás había tenido multipista para grabar mis canciones. De repente un día me puse a currar solo, me compré un multipista y descubrí la informática musical, la herramienta era infinita, así que lo vendí y me compré un ordenador. La curva de aterrizaje fue dura, me encerré tres meses en casa, con la bata blanca y los tubos de ensayo, aprendiendo el funcionamiento. Al principio fue horrible, me desaparecían cosas… Pero estaba alucinado con la posibilidad de plasmar mis canciones sin ayuda de nadie.

 

¿Era la única pieza que te faltaba para ser independiente?
Totalmente. Empecé a componer mis canciones, a grabarlas en mi home studio, llegaron a oídos de gente y se empezó a interesar. La agencia de management Cuatro Gatos me propuso que grabáramos un epé de cinco canciones, y lo hicimos. Lo grabamos con Gonzalo Lasheras y Tito Dávila, y fue el primer epé de La Naranja China. La agencia lo paseó por las discográficas y se interesaron todas. Organicé un showcase en Moby Dick, vinieron todas las discográficas, y fue tan bien que cuando me bajé del escenario todos me querían fichar. Al final, Warner me ofreció el oro y el moro y fiché con ellos. El primer disco lo coproduje con Pedro Rodríguez, que tenía samplers y mucho material de estudio, y nos encerramos un mes en un estudio y volvimos a grabar bien lo que yo había hecho. Él hacía de ingeniero y yo hacía la parte creativa. Nos curramos el disco y salió en 2002, fue portada de «El País de las Tentaciones».

 

Así que tuvo repercusión mediática.
La crítica más underground lo puso de puta madre, como el disco del año. Pero había un inconveniente: era un disco indie publicado por Warner, el sello discográfico de Alejandro Sanz, y a mucha gente le parecía incongruente. No tuvo mucha repercusión el disco, pasó desapercibido para la mayor parte del público, aunque a la gente más especializada le parecía la hostia, fresco, novedoso… Hicimos una gira con poco público, el mismo año del boom de OT. Se dieron una serie de circunstancias que propiciaron que el disco no tuviera la repercusión que podría haber tenido. A lo mejor simplemente no gustó, no sé. Para el segundo disco, les propuse irme a Londres, llevarme los bártulos y grabar allí los temas yo solo. Les pareció genial a nivel mediático, así que me fui a Londres, lo pagó la compañía y me alquilé una casa para mí solo.

 

¿Fuiste a Londres tú solo para componer y grabar todo el disco?
Sí, el siguiente disco. Me fui con todo: guitarras, bajos, cables, todo. Allí estuve seis meses pariendo el siguiente disco, “Electrodoméstico”. Grabar en Londres a tu bola con gastos pagados fue alucinante, y fue el verano más caluroso en Londres de los últimos setenta y cinco años. Creo que fue el mejor verano de mi vida. Me fumaba una marihuana muy buena, estaba todos los días superfeliz, fue muy bonito.

 

¿Sigues marcado por el sonido de los sesenta?
Siempre. Yo moriré marcado por el sonido de los sesenta. A veces es un poco la cruz, cuando te dicen “el productor influenciado por los Beatles”. Los sesenta son mucho más que los Beatles.

 

¿Qué pasó con ese disco?
A la discográfica no le hizo mucha gracia porque era un disco muy raro. Quizá no era consciente de que estaba en una multinacional, hice un poco lo que me salió, hice un disco que era un viaje, cada canción transportaba a un sitio diferente, un collage. Y así fue, tiene de todo, una bossa, música de los años treinta… Yo estoy muy orgulloso de ese disco, fue muy creativo, todas las influencias musicales están ahí plasmadas. No pasó nada con el disco, a Warner no le gustó mucho, lo publicó pero no le hizo ninguna promoción. Y después surgió tocar con Coti. Me vio su ingeniero de sonido y le gusté mucho, porque era multiinstrumentista, cantaba, hacía coros… Y Coti buscaba a alguien así, él llevaba aquí dos años. Me propusieron hacer unos conciertos con ellos y al final fueron casi treinta, y me quedé con Coti tres años. Empecé a componer canciones nuevas, y dejé de girar con Coti, porque todo cansa… ¡Yo era el único guiri de la banda, el único español! [Risas.]

 

alex-olmedo-11-06-13-b

“Si me gano la vida con la música tengo que estar abierto a todo, y cuanta más apertura mental tienes, más riqueza musical”

 

Así que seguiste con La Naranja China.
Empecé a componer canciones nuevas, y en el 2008 publiqué otro disco, “Fenómenos naturales”, con la Factoría Autor. El disco lo grabé yo solo, busqué más homogeneidad en las canciones, es un disco que suena muy sesentero, muy pop. Lo publiqué sin ayuda, grabé un video que produje con un guión mío, llamé a Coque Malla, Pablo Carbonell… Después alguien me contó que la canción, ‘Que te den’, se parecía a ‘El libro de la selva’. Es una putada, me da miedo lo de plagiar algo. Estamos tan saturados de escuchar música, que compones y crees que es todo tuyo, y luego te das cuenta de que parte de la melodía es de otra canción. Hay canciones de las que nadie dice nada, me ha pasado hasta con una canción de Melendi. Pero yo no puedo decir nada. Estoy seguro de que el 99% de los compositores no componen con el afán de plagiar.

 

¿Tuviste críticas por eso?
Con el disco no pasó nada, y al no tener ninguna repercusión, nadie sacó la bandera roja de alarma de ¡plagio! Pero hay que tener mucho cuidado con estas cosas.

 

Quizá es porque siempre has trabajado solo, y esa falta de gente alrededor puede tener mucho que ver con tu forma de entender la música…
Sí, puede ser. Fue una época en la que estaba muy ermitaño, iba yo solo, del estudio a casa. Ese disco lo hice para mí, fue como que me dio igual pedir opinión… Después monté una banda muy chula, pero me pasó algo muy curioso: cada vez que bajaba del escenario sentía un vacío extremo, algo que no me había pasado antes.

 

Soléis sentir lo contrario al bajar del escenario: euforia.
Sí, yo sentía ese vacío, incluso tocando, no me sentía a gusto. Es curioso, jamás me había pasado eso. Y decidí dejar los directos, disolví la banda que tenía. Necesitaba otra fase, y duele, porque no sabes lo que te pasa. ¿Estoy medio majara?

 

Y con tu propio proyecto, porque tú te habías fogueado con muchos músicos: Toreros Muertos, Coti, Coque Malla, Los Lunes…
Sí, con Coque Malla tuve un dúo, Las Mentiras, estuvimos tres años girando por España, haciendo versiones, tocamos muchísimo. Coque no quería nada de publicidad, era llegar con el coche, enchufar y tocar. Lo pasamos genial. Tocábamos en todos sitios: pueblos perdidos de la España cañí, sitios molones… Se aprende mucho. Yo he tocado mucho, pero de repente, se fue la adrenalina del directo.

 

Así que dejaste los directos.
Y estuve produciendo discos. Produje “Ocho brazos para abrazarte”, el segundo disco de Los Peces. Lamentablemente el grupo se disolvió. Luego produje a Zodiacs, y cuando el bajista faltaba a los bolos iba yo, y cuando se incorporó, me quedé de guitarrista. El disco propició que pusiéramos un anuncio para Fanta. Después produje a Full… Y luego llegó otro tipo, Simon Simonet, que me pidió que le produjese un disco como “Electrodoméstico”, superecléctico. Estuve currando medio año, no llegó a ningún lado, pero estoy muy orgulloso de él porque hice cosas que me llenan “de satisfacción y orgullo”, había canciones con rollito music hall, una canción que mezlca Manuel de Falla y Broadway, con cuerda, oboes, un cantante lírico… Fue un trabajo alucinante, se llamó “Filoestilia”. También a través de [José María] Rosillo surgió trabajar con Pol 314, hicimos una versión de Coca-Cola, varias cosas con él, y unas canciones para su último elepé. Metí un arreglo de metal para Hola A Todo El Mundo, en el primer disco que sacaron. Y me puse a trabajar en un trabajo aburrido hasta que no he podido más. Por eso ahora he vuelto a esto.

 

¿Y qué vas a hacer ahora?
He decidido componer canciones para otros artistas, orquestaciones, cosas para cine y televisión, arreglo musical… La producción para grupos ya no me interesa tanto, si surge algo lo hago, pero voy más a enfocar canciones, crear música, que es lo que me hace sentirme feliz, vivo.

 

En realidad, tú nunca has dejado de crear.
Sí, he sido un productor un poco atípico. Soy un creativo. Yo les propongo arreglos, y si les gusta lo hacemos. El arreglo de la canción ‘Ocho brazos para abrazarte’ de Los Peces surgió en mi cabeza. Soy ese tipo de productor, en la vertiente de Phil Spector [risas]. Es broma… No me conformo con que mi nombre aparezca como productor, me implico en la fase creativa cien por cien. Es mucho curro, pero me gusta. Soy sobre todo creativo.

 

Has pasado por todo, tienes una mirada muy amplia.
Siempre queda algo por hacer, como componer para artistas consagrados en multinacionales, o emergentes. Quiero componer canciones para las editoriales.

 

¿Ya estás trabajando en ello?
Ya estoy en ello, tengo una balada que flipas, con cuerda… Es muy estándar, podría ser para cualquier artista dentro del mundo mainstream, aunque sí lo he pensado para una chica con vozarrón. Yo no consumo música de Bisbal y Bustamante, pero debo escuchar lo que hacen para ir por ahí. Si me gano la vida con la música tengo que estar abierto a todo, y cuanta más apertura mental tienes, más riqueza musical. Puedes estar en todos los ámbitos musicales con conocimiento.

 

Fuera prejuicios, hacer lo que te apetece.
Y hacer cosas que no consumo, no me los compraría pero estoy dispuesto a escribir canciones para ellos.

 

¿Vas a volver al escenario?
Nunca se sabe, hoy por hoy no tengo ninguna intención, pero no tengo las puertas cerradas a nada. A veces me pasa por la cabeza, me gustaría encontrar un grupo folkie con el que pudiera tocar un bajo semiacústico y hacer armonías vocales, más relajado. Si surgiera algo así, a lo mejor me animo. Ya no me apetece tanta tralla. Una puerta conduce a otra puerta, si no, no vas a ningún lado. Yo las tengo abiertas.

 

¿También las de La Naranja China?
Está todo abierto, lo único es que considere que es el momento, que esté inspirado para lanzarme con un proyecto propio. A veces pienso que se me ha pasado el arroz, pero a lo mejor estoy siendo injusto conmigo. Durante el tiempo que estuve trabajando, me dio por diseñar bicicletas, y las tengo montadas, son un tipo de bicicleta que no existe en España, y estoy a la espera de que aparezca alguien que ponga dinero para montar el negocio.

 

Así que la creatividad está en todos los campos…
Siempre, yo me hecho mis carteles para conciertos, me mola todo lo que sea crear.

 

¿Reinventarse o morir?
Sí, lo malo es que aprendiz de mucho, maestro de nada. Me gusta tanto crear y diseñar que al final me disperso un poquito. Si estuviera centrado solo en la música, seguramente me iría mejor. Hay tantas cosas interesantes sobre las que investigar… Cuando estoy en un momento de construcción de algo, es cuando más vivo me siento. Ya no tanto como negocio, como camino, llegar a un punto creativo es alucinante.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: José Vera, el bajista de las mil puertas.

Artículos relacionados