Morti: Escultor de paisajes sonoros

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«Para mí la música es un fin en sí mismo a través del que me proyecto y establezco conexiones y no un simple medio para conseguir logros»

Hombre de grupo, Morti ha pasado por formaciones tan distintas como El Fantástico Hombre Bala, Bushido y Skizoo, sin embargo ahora debuta en solitario con «Exmundos». Juanjo Ordás le pregunta por esta nueva aventura.


Texto: JUANJO ORDÁS.


Era momento de que Morti editara un disco en solitario. Tras sus experiencias con El Fantástico Hombre Bala, Bushido y Skizoo, el polifacético músico pone en la calle “Exmundus”, trabajo bautizado como un proyecto que no llegó más allá de una maqueta y cuyas canciones ahora regraba y amplía con nuevas creaciones. Si el nivel de las canciones es alto, el de las colaboraciones no se queda atrás. Morti nos explica todo sobre este flamante debut, haciendo parada en sus experiencias grupales.

Creo que este primer trabajo como solista es una muy buena manera de ordenar, recomponer y organizar las canciones y singles que grabaste bajo el nombre de Ex Mundus. Incluso revisitas a Bushido.

Sí, ha sido ha sido una manera de recuperar temas que compuse hace tiempo junto a otros de más reciente hornada en una labor de criba y selección difícil, ya que me ha obligado a descartar canciones también muy significativas para mí. Espero que tengan la oportunidad ver la luz en futuras publicaciones.

¿Por qué has decidido titular el disco con el nombre de tu primer proyecto en solitario tras El Fantástico Hombre Bala?

Porque era lo más lógico teniendo en cuenta que el proyecto ahora está más centrado en mi persona y no tanto en un concepto y también porque la gran mayoría de las canciones que aparecen en este trabajo son fruto de una necesidad profunda y una manera de sentir y estar en el mundo que he querido asociar al espíritu con el que me he sentido identificado hasta ahora.

Las canciones que componen “Exmundus” pertenecen a distintas épocas pero al ser regrabadas han cohesionado sorprendentemente bien.

El secreto está en la producción artística de la que nos encargamos Dani Baraldés y yo junto a The Pinker Tones, y sobre todo por la magnífica labor que ha desempeñado como productor del disco Charly Chicago. Entre todos, creo que hemos conseguido que el contenido de este disco suene bastante homogéneo y coherente.

Me sorprendió mucho que el disco comenzara con dos canciones tan comerciales. Descolocan muchísimo, ¿era esa la intención?
No era la intención inicial a pesar de que puedan causar esa sensación. Cuando abordé la elaboración del orden del disco, acabaron en esa posición, pues era el lugar en donde mejor funcionaban en relación al resto del repertorio. Si descolocan es porque tal vez el oyente espera otro registro más previsible y cercano al carácter de lo que he estado haciendo estos últimos cinco años. En relación a la música, necesito buscarme en lo que hago y me digo a mí mismo, ponerme a prueba y asumir ciertos retos. La vida es cambio, todo pasa, nada permanece.

Tus letras siempre tienen un contenido filosófico importante. A ese nivel, ¿cuáles serían tus influencias?

Son muchas y variadas, aunque a nivel estético el existencialismo y la poesía de los malditos son tal vez las afinidades más reconocibles en mis textos, por la intensidad y el poder que tienen ciertas imágenes para mí y su representación a través del lenguaje. Nunca me cansaré de reconocer mi debilidad y sincera admiración por el maestro Javier Carnicer, pues gracias a sus poemas que actúan como lijas consigue liberarme en numerosas ocasiones de la cárcel que a veces puede llegar a convertirse esta vida. Bendito sea.

Además, el arte del disco representa el universo tan personal que llevas creando durante años de trabajo.
Refleja una parte de mi imaginario más personal e íntimo. Es la representación de un estado mental y espiritual, de un mundo regido por la fuerza que afirma y la que niega y que por efecto de esa tensión, se ha ido definiendo con el tiempo hasta llegar al desarrollo que tiene actualmente. En ese universo nada es porque sí, todos los elementos con los que está elaborado ese cosmos tan particular responden para mí a una razón de ser profunda a nivel de sentido y significado.

Tu forma de componer es única, muy especial, entre luces y claros. Igual que tu voz, una de las más personales del panorama español. A veces he pensado que estabas injustamente condenado al «underground«, aunque a día de hoy parece más cómodo moverse ahí que a nivel «mainstream.»
De alguna forma, siempre ha sido así por que tal vez el «mainstream» permite menos versatilidad y libertad a la hora de decir las cosas por ser un género demasiado encorsetado y condicionado por los imperativos de ciertas fórmulas comerciales. De ahí que lo que encontremos en el «underground», lo alternativo o lo indie, tengan aparentemente más credibilidad. Por una cuestión de honestidad conmigo mismo, me siento más cómodo haciendo lo que siento sin tener que estar justificándome. Para mí la música es un fin en sí mismo a través del que me proyecto y establezco conexiones y no un simple medio para conseguir logros.

Me gustaría hablar de las colaboraciones del disco. Los Pinker Tones han estado bastante presentes.
La labor de los Pinker Tones ha sido muy importante en lo que a la producción artística se refiere, pues con su aportación se ha logrado un equilibrio muy interesante entre lo orgánico y lo sintético, gracias también a la realización de unos arreglos que dotan al disco de una frescura y calidez que yo en todo momento deseaba alcanzar.

El dúo con Bunbury en ‘Es de hiedra’ sorprende porque no es un dueto al uso. Tú clavas las estrofas en un tono muy grave y a Enrique le cedes el estribillo. Es muy original y el tema resulta explosivo.
Su colaboración es muy significativa para mí, es como si se cerrase un círculo. ‘Es de hiedra’ es el resultado de la primera composición que hicimos juntos y habla justamente de ese momento iniciático. Le cedí los estribillos por esa razón, porque es una canción que, en parte, también le pertenece a él y porque representa el fruto de un diálogo que aún no había finalizado hasta que, por designios del destino, concluye con su aportación vocal.

¿Cómo conociste a Bunbury?
Lo conocí cuando acababa de producir el segundo disco de Las Novias, “Todo nada sigue igual”. Por aquel entonces, compartíamos sello discográfico en EMI. Enrique estaba a punto de publicar con los Héroes del Silencio “El espíritu del vino” y yo militaba en El Fantástico Hombre Bala. Betania [González, durante años encargada de promoción en EMI], una amiga común que sabía de nuestra curiosidad mútua por conocernos, ejerció de intermediaria y nos presentó.

¿Qué recuerdas de la grabación de Bushido? Pareció algo bastante complejo.
Hubo momentos en los que todo parecía que no iba a llegar a buen puerto por ciertos conflictos internos que obstaculizaban el proceso. Pero al final la sensatez y la labor de rescate de Carlos Ann hicieron posible que, afortunadamente para todos, el disco viera la luz. Nubarrones al margen, mantengo un gran recuerdo de aquella aventura, pues fue muy reveladora en todos los sentidos ya que, sin darnos cuenta, sirvió para reforzar los vínculos que se dan entre nosotros cuatro.

De ese proyecto has recuperado ‘Magenta’. Un tema cien por cien Morti.
He querido incluir una relectura de ‘Magenta’ en clave más exmundiana porque representa una canción con la que siempre me he sentido bastante identificado. Tenía una deuda pendiente con esa canción. He sustituido el tratamiento electrónico de la versión original por uno más orgánico. La verdad es que esta relectura hace que encaje muy bien en el repertorio del disco.

En el disco también aparece Shuarma. ¿Qué diferencias hay entre trabajar con él y con Bunbury?
Pues que cada cual tiene su método a la hora de componer. Enrique compone generalmente, a partir de los textos y Shuarma a partir de la música. Yo me amoldo a cualquier superficie.

En ese sentido, fue increíble que encajaras tan bien en una banda tan metálica como Skizoo. ¡Eres un todoterreno!
Sí, la verdad es que aún a día de hoy me sorprende que hayamos podido funcionar a ese nivel. Los misterios de las relaciones humanas y los caminos de la composición son inescrutables.

¿Era complejo encajar melodías entre las guitarras tan duras de Jorge Escobedo y Bernardini?
No me lo ponían fácil. Más que complejo, era como entrar a contrarreloj en un laberinto del que debías salir airoso buscando la salida con la ayuda de ese hilo de Ariadna que te proporcionan la inspiración y la abstracción, con la finalidad de conseguir el mejor resultado en el menor espacio de tiempo posible, dados los plazos de vértigo que nos marcábamos. Se convertía en una experiencia obsesiva, ardua y a veces agotadora por una cuestión de exigencia conmigo mismo. Un reto que me marcaba con el objetivo de hacer la mejor canción posible, teniendo en cuenta la aparente dificultad inicial con la que me enfrentaba. Me sentía como un escultor frente a un montón de bloques de granito negro que yo debía moldear a golpe de cincel para lograr extraer del corazón de la piedra, alguna forma en la que poderme reconocer. A pesar de todo, y para eso no tengo explicación, la fórmula funcionaba y de esa intensa búsqueda surgieron todas esas canciones. Yo siempre me he encargado de vertebrar melódicamente con la voz todas las bases instrumentales que ellos me pasaban para luego escribir los textos sobre esas líneas melódicas. Hay mucho de mí en Skizoo a nivel compositivo, aunque pueda parecer lo contrario.

Los tres discos que editasteis eran notables, pero creo que la chispa del primero la perdisteis entre la dureza de los dos siguientes.
Supongo que se debió al ritmo esquizofrénico que adquirió todo. El primer disco fue un trabajo en el que intervinieron factores que hicieron que la urgencia beneficiase al resultado final. Pero a partir del segundo, se empezó a perder la perspectiva, de ahí que tuviéramos que provocar un parón indefinido para revisar el vehículo, ya que corríamos el riesgo de sufrir un accidente de graves consecuencias. Pero dicen que no hay mal que por bien no venga, y lo que iba a ser sólo un paréntesis para hacer autocrítica y volver con energías renovadas se ha convertido en la vuelta de Sôber y en mi lanzamiento en solitario.

¿Cómo fue la separación?
Cordial. Sin problemas personales entre nosotros. No sé lo que pasará con Sôber, pero si sólo ha valido la pena para que los hermanos Escobedo se hayan reconciliado, desde aquí les deseo lo mejor.


Desde aquí puedes acceder a la web de Morti.

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