Minutos de historia con Danny Fields

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“Jim (Morrison) era una estrella, siempre lo fue. El día que le conocí lo vi rápido, era el gran artista; y ‘Light my fire’ me atrapó desde el primer momento. Siempre intenté cuidar de Jim»

 

Descubrió a Iggy Pop, Stooges, MC5, fue el primer mánager de los Ramones… y testigo de momentos clave junto a Velvet Underground, Patti Smith o los New York Dolls. Danny Fields pasó por Madrid y con él estuvo Sara Morales.

 

Texto: SARA MORALES.

 

«El punk no está muerto; ¡claro que sigue existiendo el espíritu que cambió el rumbo de la sociedad y la cultura una vez!». Con estas palabras comenzaba Danny Fields a contar recuerdos y anécdotas de su magnánima historia como mánager, cazatalentos y periodista, el pasado viernes en el corazón de Malasaña con un café ardiendo entre las manos.

La cita de veinte minutos tuvo lugar en La Fiambrera, la galería de arte que ha acogido durante dos meses la colección de fotografías que él mismo realizó a los Ramones, enmarcada en una exposición colectiva llamada «Punk» con la que se han rememorado los cuarenta años del género.

Aunque el tiempo ha sido generoso con Danny, y le ha regalado una gran ventaja convirtiéndole en uno de los pocos supervivientes de aquella irrepetible escena neoyorquina, los años no perdonan. Impresiona descubrirle tras los surcos de la piel y los pausados andares que provoca la vida, pero su mirada azul sigue astuta e inquieta. No confesó su edad, aunque se calcula que puede acercarse a los ochenta e incluso sobrepasarlos, porque cuando en la década de los sesenta comenzó a dejarse caer entre los bastidores de la Factory de Andy Warhol ya no era ningún chaval.

Descubridor de mitos como Iggy Pop y los Stooges, los MC5 y los Ramones, se movió en el círculo de la Velvet Underground y Lou Reed, alternó entre otros con los Dead Boys, con Patti Smith y los New York Dolls —a los que confiesa haber adorado en su día y todavía hoy, pues cuenta que David Johansen es uno de sus mejores amigos en la actualidad—.

Además, a raíz de su trabajo como publicista en Elektra Records, alzó a lo más alto a los Doors e impulsó la figura de Jim Morrison entre el público de los setenta. «Jim era una estrella, siempre lo fue. El día que le conocí lo vi rápido, era el gran artista; y ‘Light my fire’ me atrapó desde el primer momento. Siempre intenté cuidar de Jim» cuenta.

 

Punk transatlántico y neoyorquino

Escuchar a Danny Fields hablar de música en este 2018, no deja de ser como una clase de historia contada por un testigo. «El punk en Gran Bretaña siempre fue un rollo más político, una reacción, una respuesta ante el sistema; sin olvidar el gran componente comercial que creó Malcolm McLaren a través de los Sex Pistols. En Estados Unidos, sin embargo, el punk radicó más en una actitud ante la vida, con el arte y la música como canales de expresión, que consistía en reírse de todo. The Damned fue el grupo de punk británico que más se pareció siempre al punk americano», explica Fields apoyado por Lindsay Hutton, comisario de la exposición y también presente en la conversación.

Fan confeso de Television y el encanto que derrochaba Richard Hell sobre el escenario, hoy Danny afirma tajante que son —junto con los Ramones— su grupo preferido de aquella época. «Television eran especiales», —dice—, «sin embargo, la música de Blondie nunca me gustó especialmente, aunque Debbie y Chris Stein son muy buena gente. Esa es la verdad».

Y aunque es impensable tenerle delante y no plantearle un barrido general de preguntas sobre todos los músicos y artistas que merodearon por su lado, lo que realmente le ha traído a hasta Madrid ha sido su historia como primer mánager del cuarteto más querido de Queens —los Ramones—, plasmado en sus fotografías personales que, además de en esta exposición, verán la luz en su próximo libro a punto de salir al mercado, «My Ramones». De ellos habla así: «Al principio tenían a los New York Dolls como su referente; de hecho, cuando los Ramones comenzaron lucían cierto toque glam, pero les parecía un coñazo tener que andar pensando en la ropa y los detalles estéticos para cada concierto; por eso, cuando apostaron por las chupas de cuero encontraron su verdadera seña de identidad».

Detalla Fields, entre sonrisas y nostalgias, que Johnny no era tan serio como aparece siempre en las fotos, pero que se le metió en la cabeza que tenía que dar esa imagen; que Dee Dee era el más sociable y perfecto para correrse una juerga en la noche neoyorkina, que Tommy era el más profesional y Joey el más niño, querido y popular.

Unos años, aquellos setenta, tan decisivos en la historia sociocultural que han dejado un estela imborrable de ética, moral y técnica que hoy continúa vigente. Tan viva y tan necesaria que sustenta buena parte de las bases del panorama musical contemporáneo y futuro. Que vivió sus días de gloria por las calles y antros de un Nueva York que no puede ni quiere olvidar, y Fields homenajea así: «El CBGB era un sitio único, el suelo tenía mucha mierda y los baños daban asco; pero había algo prodigioso en la acústica de aquel lugar, era un lugar mágico».

 

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